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Abd Allah I de Córdoba



Abû Muhammad 'Abd Allah ibn Muhammad (en árabe: أبو محمد عبد الله بن محمد), más conocido como Abdalá I (Córdoba, 11 de enero de 844[a]​-ibídem, 15 de octubre de 912),[1][b]​ fue el séptimo emir omeya de Córdoba desde 888 hasta su muerte. Fue el abuelo de su sucesor, Abderramán III.[2]

Fue el emir cordobés con menor poder y prestigio, pues únicamente se reconoció su autoridad en la capital del emirato, mientras que las provincias quedaron en manos de rebeldes.[3]

Nació el 11 de enero del 844.[4]​ Era hijo de Mohamed I y de Ushar.[4]​ Su madre no era de origen árabe.[4]

En cuanto al aspecto de Abdalá, era rubicundo, tenía el cabello rubio con grandes entradas, los ojos garzos y la nariz aguileña y era de talla mediana.[4]​ Se teñía la barba para parecer barbitaheño, y el cabello de negro o caoba.[4]​ Era de carácter piadoso, abstemio y generoso; conocía la historia de los primeros califas y la poesía preislámica y era buen disertador y poeta.[5]​ En total tuvo trece hijas y doce hijos.[6]

Sucedió en el poder a su hermano al-Mundir,[7]​ quien murió el 23 de junio del año 888,[c]​ cuando sitiaba a Omar ibn Hafsún en Bobastro.[4]​ En el citado campamento también se encontraba su hermano Abdalá.[4]​ Se dice que, a instigación de este, el médico de la corte utilizó una lanceta envenenada cuando iba a sangrar al emir, que falleció emponzoñado.[4]​ Se le considera responsable de la muerte de varios de sus familiares, entre ellos de su antecesor en el cargo al frente del emirato.[8][5]​ Ascendió al trono del emirato el 26 de junio.[6]

Su gobierno se vio alterado por las constantes guerras entre tribus árabes, bereberes y muladíes. Las luchas civiles de la primera Fitna de al-Ándalus, reflejan la existencia de peligrosas tensiones étnicas. Su poder como emir se limitó a las tierras cordobesas, pues el resto de provincias estaban gobernadas por familias rebeldes que no acataban su autoridad.[8]​ Toledo, Zaragoza y Badajoz, todas ellas territorios fronterizos con los Estados cristianos del norte, permanecieron independientes, como lo habían sido la mayor parte del tiempo desde el reinado del emir Mohamed I.[9]​ Durante los últimos años de reinado, el surgimiento en el Magreb del califato fatimí supuso una nueva amenaza al emirato.[8]​ El escaso territorio que controlaba reforzó su tacañería, por la que era famoso.[10]

Una de sus esposas fue Onneca Fortúnez (también llamada Íñiga), hija de Fortún Garcés, rey de Pamplona.[7]​ Onneca, que se hizo llamar Durr (Perla en árabe),[11]​ le dio un hijo llamado Mohamed como su abuelo, supuestamente tuvo otro hijo, Zayd ibn Abd Allah, padre de Zaydan ibn Zayd, el Zedán Zada de los libros de linajes portugueses.[12][13][14]​ Abdalá lo nombró su heredero, pero posteriormente fue asesinado por su medio hermano al-Mutarrif el 28 de enero de 891.[12][2]​ El emir había encerrado a Mohamed al sospechar que conspiraba para derrocarlo en un momento en que Córdoba se encontraba amenazada por los partidarios de Ibn Hafsún.[2]​ Abdalá no sólo no castigó a al-Mutarrif por haber asesinado a Mohamed, sino que justificó la muerte de este por su supuesta rebeldía.[2]​ Años más tarde, en 895, ordenó ajusticiar a al-Mutarrif al sospechar de nuevo que este tramaba su caída, esta vez en connivencia con la familia rebelde que había tomado el control de Sevilla.[2]​ Tras ajusticiar al-Mutarrif, Abdalá nombró sucesor a su nieto e hijo del difunto sucesor, el futuro califa Abderramán III, nacido unas tres semanas antes de la muerte de su padre.[15][d]

En el 901 tuvo que afrontar la rebelión de uno de sus parientes, el omeya al-Qitt.[8]​ Este se proclamó el mesías (mahdi) y atacó sin éxito Zamora al frente de tropas bereberes de las marcas inferior y media.[16]

El emir murió a los 72 años de edad, el 15 de octubre del 912,[5]​ tras veinticinco de reinado.[17]

"El emir Abdalá era de color blanco y rubicundo, de pelo rubio, ojos azules y nariz remangada,y de estatura mediana. Se teñía los cabellos de negro".[18]




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