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Abusos sexuales



Abuso sexual es una expresión utilizada con diversos alcances, según los países, para referirse genéricamente al acto en perjuicio de la libertad sexual de otra persona. En sentido genérico el "abuso sexual" abarca desde el lenguaje abusivo cotidiano con contenido sexual y otras formas de trato y acoso ofensivas,[1]​ que en muchas ocasiones no son consideradas delitos, pero que pueden ser consideradas como faltas laborales o de convivencia, hasta los casos más graves tipificados como delitos sexuales. Se relaciona con la violencia de género, la violencia doméstica y el maltrato infantil. Una modalidad específica de abuso sexual, es el abuso sexual infantil, que tiene peculiaridades psicológicas debido a la extrema vulnerabilidad, impacto traumático y dificultades para la comunicación de los niños.

Actualmente existe la tendencia a eliminar las clasificaciones y denominaciones tradicionales de los delitos sexuales (violación, estupro, corrupción de menores), debido a sus implicancias morales, para utilizar un nuevo esquema clasificatorio, con nuevas denominaciones, como "abuso sexual", "ataque sexual", "agresión sexual", u otros equivalentes, que están siendo tipificadas con importantes variaciones según el país.[2][3]

En Argentina el término se utiliza para denominar el delito de "abuso sexual", que abarca todos los actos de naturaleza sexual cometidos contra personas menores de trece años y contra las mayores de esa edad, cuando hubiera violencia, amenaza, intimidación debido a una relación de subordinación, o cuando se hubiera aprovechado de que la víctima no haya podido consentir libremente la acción (arts. 119-124 CP), contemplando diversas agravantes, entre ellas la penetración sexual no consentida (violación).

El abuso sexual es una agresión sexual violenta que atenta contra la libertad sexual de la persona y su derecho a elegir la actividad sexual que quiere realizar. Si es cometido contra un menor fecta además su desarrollo personal en su sexualidad. Para que se considere abuso sexual es necesario: 1) una conducta abusiva de contenido sexual; 2) contacto corporal directo entre el agresor y la víctima; 3) que este contacto físico afecte las  partes sexuales del cuerpo de la víctima; y 4) ausencia de consentimiento en  la  víctima respecto  del acto sexual en que se ve involucrada. La actividad sexual con un menor de 13 años es un abuso sexual, aunque el menor haya prestado su consentimiento.[1]

Existen casos de abuso sexual agravado, donde se aplica una pena mayor: cuando el sometimiento sexual fue gravemente ultrajante para la víctima, hubo acceso carnal, hay parentesco con la víctima, por el número de autores, por el medio empleado o por la edad y situación de la víctima, entre otros.

En España el término "abuso sexual" se usa para denominar los delitos sexuales en los que no hubo violencia, ni penetración no consentida (arts. 181-182 CP).[4]

En México, la reforma del Código Penal de 1991, introdujo el delito de "abuso sexual", sin subsumir en el mismo otros delitos sexuales, como la violación y el estupro. El delito de abuso sexual está tipificado en el artículo 260 y se configura al ejecutar un acto sexual sin el propósito de llegar a la cópula, sin consentimiento de la víctima.[5][6]

La mayoría de los abusos sexuales son cometidos por hombres en perjuicio de mujeres, niñas y niños y personas LGBT. Sin perjuicio de ello cotidianamente, también existen casos de mujeres victimarias y hombres heterosexuales víctimas de los mismos.[7][8]

Debido a las características privadas del abuso sexual y al fenómeno de la naturalización de este, la existencia presente o pasada de una situación de abuso sexual no siempre es evidente, incluso para la propia víctima, sobre todo cuando se trata de niños y niñas. Estadísticas oficiales de Uruguay dan cuenta de que el 62% de los niños abusados no se dieron cuenta de que estaban siendo víctimas de maltrato.[9]​ En muchos casos el abuso sexual es un componente de una situación de abuso más amplia, en el contexto de relaciones familiares o laborales, que puede incluir maltrato sistemático, violencia física y abuso emocional.[10][9]

Los signos de un posible abuso sexual no siguen un patrón uniforme y su análisis requiere de técnicas y procedimientos puntuales y la intervención de profesionales especializados. Las personas que sufren o han sufrido abuso sexual muestran una serie de signos que difieren según se trate de niñas, adolescentes o adultas, aunque en algunos casos coinciden.[11]

Algunos de los síntomas de un posible abuso sexual son los siguientes:[11]

Sobre los efectos psicológicos y la evaluación del abuso sexual, los investigadores David Finkelhor, Lucy Berliner, y Daniel Schechter tienen trabajos relevantes.

Una revisión sistemática de 13 estudios clínicos, concluyó que el apoyo intensivo puede mejorar la vida cotidiana de las mujeres en refugios, para situaciones de abuso sexual y violencia doméstica a corto plazo, y pueden reducir el abuso físico uno o dos años después de la intervención.[12]

Diversos autores coinciden en que el tratamiento para vícitmas de violencia sexual debe hacerse con apoyo de un equipo interdisciplinar. Es necesario la presencia de un equipo de varios profesionales para estas personas cuando son diagnosticadas con un trastorno de estrés postraumático (TEPT), ya que requieren de tratamientos de mayor calidad para ser afrontados. Los TEPT pueden ser complejos y generar un grave impacto en la salud mental de las personas, es por eso que se recomiendan la combinación de técnicas como son la relajación para reducir el estrés psicofisiológico, la psicoterapia psicodinámica o el uso de psicofármacos entre otras de las muchas técnicas.[13]

El psicoanálisis, aun estando contraindicado para personas diagnosticadas con TEPT, puede ser bastante favorable para el tratamiento de la víctima. Las psicoterapias dinámicas han sido validadas (Valker y Nash, 1981) para afrontar el tratamiento de un víctima, con el objetivo de cuidar la relación terapéutica con la persona afectada. En las etapas del tratamiento psicoterapeutico individual, se debe focalizar en la búsqueda del alivio de los síntomas y el dolor o sufrimiento generado en la víctima. Este tratamiento puede ser efectivo para las personas con TEPT siempre y cuando el terapeuta tenga en cuenta en el proceso los siguientes puntos: la solidez en la relación terapéutica y dosificación de la interpretación.[13]

En el caso del tratamiento terapéutico grupal, con víctimas sin traumas del abuso, es favorable para identificar y corregir el problema de aislamiento y estigmatización, generando un espacio acorde para poder reparar los daños sufridos derivados del abuso.[13]

En la mayoría de los casos constituye una experiencia traumática. La niña o niño lo vive como un atentado contra su integridad física y psicológica. Puede afectar a su desarrollo psicoemocional, así como su respuesta sexual en la vida adulta, por lo que se considera un tipo de maltrato infantil. Las respuestas psicoemocionales y secuelas en niñas y niños pueden ser similares a las que se observan en casos de maltrato físico, abandono emocional, etc.[15]​ La mayoría de las víctimas requieren apoyo psicológico para evitar sufrir secuelas del abuso en su vida adulta.

La legislación internacional y la de la mayoría de los países modernos considera que es un delito, aunque los conceptos psicológico y jurídico del abuso no siempre coinciden, y no existe consenso sobre los procesamientos jurídicos de los agresores.

Los estudios sobre el tema muestran que la mayoría de los agresores son varones (entre un 80 y un 95% de los casos) heterosexuales que utilizan como estrategia la confianza, los lazos familiares, el chantaje y la manipulación para consumar el abuso. La media de edad de las víctima está entre los 8 y los 16 años. En estas edades se produce un tercio de todas las agresiones sexuales. El número de niñas que sufren abusos es entre 1,5 y 3 veces mayor que el de niños.[16]​ Suele ser un fenómeno cíclico y repetitivo.

Los abusos a menores de edad ocurren en todas las clases sociales, ambientes culturales y razas. El abuso sexual infantil incestuoso es el que comete un miembro de la familia del niño. Existe una alta incidencia en niñas pequeñas que son sometidas a tocamientos, exhibicionismo, estimulación sexual inadecuada y penetración genital.

Entre el 65 y el 85% de los agresores pertenecen al círculo social o familiar de la víctima.[17]​ Los agresores desconocidos constituyen la cuarta parte de los casos y, normalmente, ejercen actos de exhibicionismo y son dirigidos a niñas y niños con la misma frecuencia. Entre el 20 y el 30% de los agresores son menores.

Los testimonios de las personas que han sido objeto de abusos sexuales suelen ser ciertos. El síndrome de la «memoria falsa» o falsos recuerdos es poco frecuente en adultos supervivientes de abuso sexual debido a que se trata de sucesos que dejan una impronta muy relevante en la memoria. La APA (American Psychological Association: Asociación Psicológica Estadounidense) cuestiona la existencia del síndrome de memoria implantada (no reconocido por el DSM IV). En su informe oficial sobre el tema[18]​ declara que no se debe considerar que los recuerdos de abuso sexual infantil de los adultos sean falsas memorias implantadas (aun cuando no haya pruebas que permitan interpretarlos literalmente como verdades históricas), ya que existen pruebas de que los abusos sexuales padecidos durante la infancia pueden ser tan traumáticos que algunas veces se olvidan y reaparecen en la adultez. En algunos casos se observa disociación y amnesia selectiva: La víctima elimina recuerdos dolorosos o traumatizantes ocurridos durante el período en el que ocurrió el abuso.



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