Adelaida de Löwenstein-Wertheim-Rosenberg (en alemán: Adelheid von Löwenstein-Wertheim-Rosenberg; en portugués: Adelaide de Löwenstein-Wertheim-Rosenberg; Kleinheubach, Reino de Baviera, 3 de abril de 1831 - 16 de diciembre de 1909, Ryde, Reino Unido), princesa de Löwenstein llevó, por su matrimonio, el título de cortesía de "reina consorte de Portugal", por su matrimonio con el depuesto rey Miguel I de Portugal. Siendo viuda, aseguró matrimonios ventajosos para sus hijos.
Adelaida nació en el Castillo de Kleinheubach, cerca de Miltenberg, Baviera. Procedente de una rama morganática de la Casa de Wittelsbach, cuyos estados fueron mediatizados por la influencia del cónsul francés Napoleón Bonaparte durante el Reichsdeputationshauptschluss de 1803. Era hija de Constantino José (1802-1838), príncipe heredero de Löwenstein-Wertheim-Rosenberg, que murió a los siete años de su nacimiento, y de la princesa María Inés de Hohenlohe-Langenburg (1804-1835). Sus abuelos paternos fueron Carlos Tomás, príncipe de Löwenstein-Wertheim-Rosenberg y su esposa, la condesa Sofía de Windisch-Grätz. Sus abuelos maternos fueron Carlos Luis III, príncipe de Hohenlohe-Langenburg y la condesa Amalia Enriqueta de Solms-Baruth.
La princesa tuvo un solo hermano, el príncipe Carlos, VI príncipe de Löwenstein-Wertheim-Rosenberg, quien, viudo en 1861 y padre de una familia numerosa, ingresará a la Orden Dominicana en 1907, retirándose al convento de Venlo en los Países Bajos.
Huérfana prematuramente, la princesa Adelaida y su hermano crecieron con su abuelo paterno, el príncipe Carlos Tomás de Löwenstein-Wertheim-Rosenberg (1783-1849).
Adelaida contrajo matrimonio el 24 de septiembre de 1851, a los 20 años con el depuesto rey absolutista Miguel I de Portugal, de casi 49 años, hijo del rey Juan VI de Portugal (1767-1826) y su esposa, la infanta Carlota Joaquina de Borbón (1775 -1830). A pesar de que Adelaida se casó en el seno de la realeza, el hecho de que su marido era una figura polémica para toda la península ibérica, así como un símbolo de la monarquía absoluta y el conservadurismo, aparentemente dejaba pocas perspectivas a ninguno de sus hijos.
Adelaida y Miguel tuvieron siete hijos, todos con matrimonios ventajosos logrados por Adélaïda:
Viuda en 1866, Adelaida pasa varios años buscando buenos enlaces para sus hijos. Se las arregló para casar a varios de ellos con parientes cercanos del emperador Francisco José I de Austria.
En 1895, dos años después del matrimonio de la última de sus hijas, Adelaida, una devota católica, se retiró a la Abadía de Sainte-Cécile de Solesmes, Francia. Profesó como monja allí el 12 de junio de 1897. Con el surgimiento del anticlericalismo republicano, la comunidad dejó Francia para establecerse en Cowes y Ryde, en la isla británica de Wight. Su nieta, Zita de Borbón-Parma, que más tarde sería la emperatriz de Austria y reina de Hungría, residió allí para ser educada en la abadía junto a su abuela. Se hizo especial hincapié en el latín, la filosofía, la historia y la música. Esta actividad educativa fue la especialidad de la princesa Adelaida, quien se convirtió en priora. La princesa Zita se marchó de allí poco antes de la muerte de su abuela, que falleció allí el 16 de diciembre de 1909, a la edad de 76 años.
En 1967, los restos mortales de la princesa y su esposo fueron transferidos al Panteón de los Braganza de la iglesia de San Vicente de Fora en Lisboa.
La princesa Adelaida puede ser considerada una de las abuelas de la Europa real. Es antepasada del rey Felipe de Bélgica, el gran duque Enrique de Luxemburgo, el príncipe Juan Adán II de Liechtenstein y varios jefes de la casa reinantes: el archiduque Carlos de Austria, el infante Eduardo Pío de Braganza Duque de Braganza, el príncipe Manuel Filiberto de Saboya, la princesa Margarita de Rumania, el duque Francisco de Baviera y el duque Carlos Javier de Borbón-Parma.
Si solo su hija María Ana, que fue regente durante la enfermedad del gran duque Guillermo IV de Luxemburgo, ejerció un cargo político, todas sus hijas tuvieron una influencia significativa en quienes las rodeaban. Muchas de sus nietas abrazaron el estado religioso y el proceso de beatificación de la emperatriz de Austria Zita está en marcha. Quizás sea también a este antepasado de origen humilde que los miembros de sus familias principescas deben su longevidad.
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