Caída del Imperio romano de Occidente
425 Sitio de Arlés
428 Campaña contra los francos
430 Campaña en Nórico
435 Sitio de Arlés
432 Campaña contra los francos
432 Batalla de Rímini
435 Revuelta de los burgundios
436 Campaña contra los visigodos
436 Batalla de Narbona
436 Saqueo de Worms
438 Batalla de Mons Colubrarius
448 Batalla de Vicus Helena
451 Batalla de Châlons
Flavio Aecio (en latín, Flavius Aetius; c. 396-21/22 de septiembre de 454) fue un general romano y el hombre más influyente durante el periodo final del Imperio romano de Occidente, dos décadas, entre 433 y 454, en las que dirigió la defensa del Imperio contra los ataques de los pueblos bárbaros. Precedido por jefes militares mediocres y efímeros, Aecio destaca en su cargo por ser capaz de poner orden a un caótico y tambaleante Imperio de Occidente.
Fue uno de los más brillantes genios militares en la historia de Roma, prestigio alcanzado por su gran participación en la Batalla de los Campos Cataláunicos, donde logró una victoria estratégica sobre Atila, acabando con el aura de invencibilidad del rey huno, negándole definitivamente el campo de batalla e impidiendo la invasión total de los territorios romanos.
El asesinato de Aecio, a manos del emperador Valentiniano III, en 454, destruiría las esperanzas del imperio de recuperarse y lo condenaría al fracaso, al no volver a aparecer un líder político como él hasta el fin del Imperio romano de Occidente.
Aecio nació en la última década del siglo IV en Durostorum, población perteneciente a la provincia romana de Escitia Menor, en lo que hoy es la región de Dobruja, fronteriza entre Rumanía y Bulgaria. Su padre, Flavio Gaudencio, procedía de una familia militar romana de origen esciro, o godo, que llegó a ser magister militum de las Galias, donde murió en la década de 420; mientras que su madre, Aurelia[cita requerida], pertenecía a una acaudalada familia senatorial. Su ilustre ascendencia fue precisamente causa de que pasara parte de su juventud como rehén, primero de los godos entonces liderados por Alarico, entre 405 y 408, y después de los hunos, posiblemente entre 411 y 414.
Se sabe que su padre, Gaudencio, había logrado que Honorio pactara una alianza con los hunos para atacar a los bárbaros que amenazaban las fronteras romanas y como garantía de dicho pacto, se hizo un intercambio de rehenes, resultado del cual Aecio vivió entre los hunos cerca de tres años, durante los que se familiarizó con sus costumbres y sus tácticas militares.
Sirvió como magister equitum en la Galia durante la jefatura militar de Felix, hasta que en 433 alcanzó él mismo la magistratura de magister militum. A partir de aquí, se convirtió en la persona más relevante del Imperio de Occidente. Protegió Italia y detuvo la expansión de los bárbaros: frenó a los visigodos en la Galia y arrinconó a los burgundios en Saboya. En la Batalla de Mons Colubrarius del año 438 derrotó a los godos, lo que fue celebrado por el poeta Merobaudes en uno de los dos panegíricos que le dedicó. Otras decisiones son mal recibidas, pero inevitables, como el reconocimiento del asentamiento vándalo en el norte de África.
Su campaña más notable, la que le valdrá para la historia el sobrenombre de «el último romano», será la que dirigirá contra los hunos. Sintiéndose insultado su caudillo, Atila, por el emperador Valentiniano III ante el rechazo de la petición de mano de su hermana Honoria, se lanza a destruir Roma. Para ello convoca una gran confederación de tribus escitas, sármatas, gépidas, ostrogodas, que se unen a los hunos en su marcha. Pero Aecio dirigiendo magistralmente a francos, alanos, visigodos, y a las tropas romanas que quedan logra una somera victoria estratégica en los Campos Cataláunicos en el año 451: es la última gran batalla del Imperio de Occidente.
En esta batalla cayó el poderoso rey visigodo Teodorico I, vital aliado de Aecio. Este, temiendo un peligroso incremento del poder visigodo, alentó a Turismundo, hijo de Teodorico, a acudir a Tolosa para asegurarse la sucesión con la idea de envolver al reino visigodo en una guerra entre pretendientes rivales al trono. La marcha del importante contingente visigodo impidió a Aecio exterminar a los invasores, permitiendo a Atila la retirada con los restos de su ejército. El rey huno, pues, podrá reorganizar sus tropas e invadir la península itálica al año siguiente, en 452, ante la total impotencia de Aecio. Llegado ante las murallas de Roma, se cuenta que Atila no tomó la ciudad gracias a la intervención del papa León I, aunque más que probablemente se debiera a las epidemias y hambrunas que su ejército estaba sufriendo.
Para desgracia de Aecio, su popularidad, recalcada por su contemporáneo, el poeta hispanorromano Merobaudes, quien escribió dos panegíricos en su honor, le valió el recelo del emperador, quien, abrigando sospechas de una hipotética pretensión al trono, hizo que lo llamaran a palacio, y después de una intensa discusión, asesinó por sorpresa a Aecio atravesándolo con una espada. Al año siguiente, dos antiguos oficiales de Aecio asesinaron al emperador durante un desfile militar, seguramente a instancias del influyente y rico senador romano Petronio Máximo, que aspiraba al trono.
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