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Ajoblanco (revista)



Ajoblanco es el nombre de una revista española mensual que se publicó entre 1974 y 1980 en su primera etapa y entre 1987 y 1999 en la segunda.[3]

Junto a otras cabeceras como Star, Nueva Lente y Ozono, Ajoblanco fue uno de los primeros puntos de encuentro y difusión de la contracultura en España.[5][6]​ La revista supuso todo un revulsivo cultural en su época.[7]

En junio de 2017, Ajoblanco volvió a publicarse iniciando así su tercera etapa.[8]​ En el contexto de esta tercera etapa liberó los contenidos de su etapa inicial y anunció que trabaja en liberar igualmente los de la segunda.[9]

La revista apareció por el impulso de José Ribas, un estudiante barcelonés de Derecho, de ideología libertaria y procedente de una familia burguesa, que aglutinó a su alrededor a filósofos, poetas, arquitectos, artistas y dibujantes de cómics de la escena contracultural de Barcelona y del resto de España de los años 70.

Todos ellos participaron en un proyecto que aunaba la oposición al régimen franquista con la independencia de los partidos de izquierdas de la oposición (especialmente, el PSUC, la Assemblea de Catalunya y Bandera Roja). Junto a la política, los intereses de la primera etapa de Ajoblanco incluyen contenidos sociales inéditos hasta entonces en España como la antipsiquiatría, el ecologismo, el colectivismo, el movimiento gay, la supresión del servicio militar obligatorio y el urbanismo sostenible. Además de textos narrativos periodísticos que destacaban por originalidad y renovación.

Alrededor de Ribas se estableció un equipo de redacción no jerarquizado que incluía a Toni Puig, Fernando Mir (Ribas, Puig y Mir son, en realidad, el núcleo duro de Ajoblanco), Luis Racionero, María José Ragué, Quim Monzó, Santiago Soler Amigó, Juanjo Fernández, Jordi Alemany, Ramón Barnils (director ante las autoridades de la revista), Ana Castellar, Albert Abril, Maria Dolls, Nuria Amat, Karmele Marchante o Alberto Cardín. A ellos se sumaron las contribuciones de los lectores de la revista, hasta 2000 a lo largo del periodo 1974-1980 (según el cálculo de Ribas, expresado en una entrevista en el diario El Mundo, el 12 de mayo de 2007). En su momento de mayor éxito (hacia 1977) Ajoblanco contó con un millón de lectores (según estimaciones alternativas Ajoblanco llegó a un tiraje máximo de 90.000 ejemplares y no existen datos fiables del número de lectores,[2]​ a pesar de que sus estructuras nunca llegaron a profesionalizarse del todo. Su idea era promover una cultura libertaria que condicionara un cambio social.

De hecho, fueron frecuentes las disensiones dentro de la redacción de la revista, donde convivían el impulso ácrata de Ribas (que llegó a afiliarse a la CNT) y Racionero, con otros miembros del equipo, más cercanos al comunismo o al catalanismo. A partir de 1978, la revista entró en una crisis que se acentúa cuando, en 1979, Ribas (que pretendía trasladar una parte de la redacción a Madrid) abandona Ajoblanco. Un año después, la revista dejó de publicarse a causa de su mala gestión financiera y de la realidad de su consejo de administración lejos de la línea editorial de la revista, que provocó el abandono de la mayor parte de sus colaboradores y del equipo de administración causados por las imposiciones de una nueva gerencia a cargo del comunista Antonio Aponte.

En 2019 José Ribas vendió los archivos de la primera etapa (de 1974 a 1977) a José María Lafuente, coleccionista y propietario de Archivos Lafuente con sede en Santander.[11]

Ribas, que pasó cuatro años en Madrid y dos más en Londres, regresó a Barcelona en 1986 con la idea de reflotar Ajoblanco. Para ello contactó con Fernando Mir del primer Ajoblanco, la historiadora Mercedes Vilanova y el fotógrafo y escritor Jordi Esteva que empezaron a trabajar para que la revista volviera a los kioscos en octubre de 1987. Con la intención de impulsar la convivencia mediante la crítica, la polémica, el humor, la aventura, la apertura al mundo exterior, porque el mundo no se acaba en el ombligo y una apuesta en contra del secuestro de la democracia. Los debates entre escritores y pensadores importantes, los grandes reportajes internacionales y la conexión con América Latina fueron la carta de identidad que hizo posible que el segundo Ajoblanco hiciera un periodismo de anticipación y promoción de los nuevos movimientos sociales y culturales,

Jordi Esteva deja la revista en el verano de 1993. La revista, en esta segunda etapa, se profesionaliza a través de la creación de una empresa editora (Odeón) y adopta una postura muy crítica con los gobiernos del PSOE en España y de CiU en Cataluña. Así, en 1996, y sin abandonar su equipaje libertario, Ajoblanco alcanza un acuerdo de gestión con Unidad Editorial (la empresa editora del también crítico con el PSOE, pero desde un planteamiento conservador, El Mundo). La alianza permitió que la revista, que por entonces había alcanzado gran relevancia en América Latina, sobreviva tres años más a pesar de su crisis financiera.

En 1999, el número 125 de Ajoblanco se despide de sus lectores con la promesa de reencontrarlos en internet. La página web de la revista, sin embargo, nunca llega a ofrecer contenidos inéditos. Solo en 2004, Ajoblanco volvió a los kioscos por un mes con un número especial que incluía una recopilación de las mejores páginas de su primera época y una pequeña publicación con periodistas e ilustradores con el nombre de El Ajo.[12]​ En 2007, José Ribas publica Los 70 a destajo (editado por RBA), su crónica de los años 70 y de la primera etapa de Ajoblanco.

José Ribas, Fernando Mir y la periodista chilena afincada en Madrid Carolina Espinoza crean la Asociación Cultural Ajoblanco en junio de 2016. La revista se volvió a editar en junio de 2017, con un volumen de 132 páginas, sin páginas publicitarias y la voluntad de que la publicación sea cuatrimestral.[13]



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