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Alberto Lista y Aragon



¿Qué día cumple años Alberto Lista y Aragon?

Alberto Lista y Aragon cumple los años el 15 de octubre.


¿Qué día nació Alberto Lista y Aragon?

Alberto Lista y Aragon nació el día 15 de octubre de 1775.


¿Cuántos años tiene Alberto Lista y Aragon?

La edad actual es 249 años. Alberto Lista y Aragon cumplió 249 años el 15 de octubre de este año.


¿De qué signo es Alberto Lista y Aragon?

Alberto Lista y Aragon es del signo de Libra.


¿Dónde nació Alberto Lista y Aragon?

Alberto Lista y Aragon nació en Sevilla.


Alberto Rodríguez de Lista y Aragón (Sevilla, 15 de octubre de 1775-ibídem, 5 de octubre de 1848), fue matemático, poeta, periodista y crítico literario español.

Hijo de Francisco Rodríguez de Lista y Paula Aragón, propietarios de una fábrica de telares de seda en el barrio sevillano de Triana, fue un niño superdotado, hábil en matemáticas y humanidades; estudió en la Universidad de Sevilla Filosofía y Teología y además Matemáticas, materia en la que a los trece años de edad fue sustituto en la cátedra que sostenía la Sociedad Económica de Sevilla; desde 1796 enseñó esta materia en el Real Colegio de San Telmo de la capital hispalense.

Fue ordenado sacerdote en 1803; colaboró como poeta en El Correo Literario y Económico de Sevilla (1803-1808) y le influyeron fuertemente las ideas filantrópicas del enciclopedismo, por lo que fue un entusiasta panegirista del Conde de Floridablanca; si bien cantó entusiásticamente La victoria de Bailén y redactó la Gaceta del Gobierno que dirigía Capmany y El Espectador Sevillano, abrazó la causa josefina dedicando, según Chaves, cantos al mariscal Soult y transformándose en su propagandista, y hasta escribió discursos y arengas para el ejército extranjero. Pero cambió de ideología, al fundar con Matute la Gaceta Ministerial de Sevilla (1808-1809) y obtuvo una media ración de la Catedral hispalense.

A consecuencia de todo esto tuvo que exiliarse por afrancesado al acabar la Guerra de la Independencia; regresó a España en 1817; estuvo en Pamplona y en Bilbao y al fin se afincó en Madrid con el triunfo de la revolución de Rafael del Riego. Allí colaboró en el Periódico del Ministerio de Gobernación de la Península (1823) y fundó con otros dos afrancesados, Sebastián de Miñano y Hermosilla, la revista El Censor (1820-1822), la de contenido más intelectual de su época, y más tarde El Imparcial (1821-1822), y además el privado Colegio Libre de San Mateo; para sus alumnos compuso e imprimió la Colección de trozos escogidos y el Tratado de matemáticas puras y mixtas, pero, acusado de enseñar doctrinas contrarias a la religión y al orden, se cerró el centro (posteriormente pasaría a realizar sus actividades la Academia del Mirto) y se le obligó a expatriarse a la caída del Trienio Liberal.

Estuvo en Bayona al frente de la Gaceta de Bayona. En 1827 volvió; permaneció algún tiempo en San Sebastián como redactor de La Estafeta de San Sebastián (1830-1831). Con la muerte de Fernando VII volvió definitivamente a Madrid en 1833 para dirigir la Gaceta de Madrid hasta julio de 1837, en cuya redacción tuvo a sus órdenes a Hartzenbusch, Cándido Nocedal, Salvá, Eugenio de Ochoa, Pérez Anaya, Francisco de Paula Madrazo, Navarrete y algunos otros, y se le ofreció el obispado de Astorga, pero lo rechazó; dirigió además La Estrella, periódico a favor de la causa de Isabel II y Cea Bermúdez, y en 1836 ocupó una cátedra en el Ateneo de Madrid y explicó matemáticas en la Universidad Central; luego marchó a Cádiz y allí se dedicó a la enseñanza en el Colegio San Felipe Neri de Cádiz y colaboró en El Tiempo (1839-1840) de Cádiz:

Luego fue a Sevilla y enseñó en la Academia de Bellas Artes y en la Universidad de Sevilla. Presidió allí la Academia de Buenas de Letras y fue nombrado canónigo de la catedral hispalense al fin. Entre otros discípulos tuvo a José de Espronceda, Antonio Cavanilles, Patricio de la Escosura, José María Tenorio Herrera, Luis de Usoz, Juan Bautista Alonso, López Pelegrín, Mariano José de Larra, Eugenio de Ochoa, Juan de la Pezuela, Mariano Roca de Togores y Ventura de la Vega. Ingresó en 1847 en la Real Academia de la Historia con un discurso sobre el Carácter del Feudalismo en España en el que negaba su existencia.

Alberto Lista creyó en una concepción abierta y reformista de la iglesia. Alborg denuncia los juicios que desde la historiografía señalan que Lista se condujo siempre con actitud política acomodaticia y oportunista, pero cuando le dejaban expresarse libremente se mostraba radicalmente liberal. Lo cierto es que como defensor de la monarquía constitucional, en su deseo de conciliar la doctrina católica con las luces, Alborg considera que Alberto Lista vio en la caída del Antiguo régimen la oportunidad de una renovación dentro de la iglesia católica, hacia una mayor tolerancia.[1]​ Aunque tuvo como modelos a escritores clásicos del siglo XVI y del Neoclasicismo, en su obra ya se anuncia un Romanticismo que llegaría poco después por la gran importancia que dio a lo personal e íntimo en sus composiciones. Algunos autores consideran que en su obra pedagógica puede observarse la contradicción entre su profesión eclesiástica y sus tendencias masónicas. Sin embargo, Carbajosa Aguilera especialista en la figura de Lista, afirma que su afilicación con la masonería fue circunstancial. En una carta fechada el 25 de julio de 1917, Lista declara en relación a este asunto: "yo asistí muy poco (hasta que conocí lo tonta que era esa Asociación) y no fui recibido sino por comunicación, esto es, sin juramento ni ceremonias (...) Yo no fui nunca nada, y entré más bien forzado por los amigos que por mi voluntad, y no asistí seis veces".[2]​ Para este autor Alberto Lista es la principal figura del liberalismo doctrinario en España, en el que coincidiría con muchas de las propuestas del liberalismo moderado de carácter conservador de François Guizot. Esta involución hacia el liberalismo doctrinario es vivida por Lista durante su exilio a Francia, donde entrará en contacto con el pensamiento de otros autores como Benjamin Constant, Destutt De Tracy o Chateaubriand.[3]

Sus poesías no se volvieron a publicar hasta 1927; poseen un valor muy superior al que le suelen asignar los que no las han leído. Han escrito sobre él Juretschke, Fernández Espino, Antonio Ferrer del Río, Pérez Anaya y Manuel Chaves Nogales entre otros.




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