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Algazel



Abū Ḥāmid Muḥammad ibn Muḥammad at-Tūsī al-Ghazālī (en árabe, أَبُو حَامِد الغَزَالِيّ‎, latinizado como Algazel; Ghazaleh, Irán, c. 5 de julio de 1057 - Tus, Irán, 19 de diciembre de 1111), teólogo, jurista, filósofo y místico de origen persa. Escribió El resurgimiento de las ciencias religiosas (Iḥyāʾ ʿulūm al-dīn)

Sunita nacido en Gazala, por lo cual su sobrenombre, creció en una familia con tradición de inquietud intelectual, por lo que tanto él como su hermano Ahmad fueron dedicados al estudio desde temprana edad. Se formó en las ciudades aledañas a Gazala (Tus, Gorgán y Nishapur) en las tradiciones islámicas: el Corán, tradiciones o hadices, comentarios, derecho islámico o sharía y ciencias auxiliares: gramática y lexicografía. Tuvo además la oportunidad de estudiar con el teólogo más prestigioso de la época: Al-Yuwaini; pero este murió en 1086 y Nizam al-Mulk, visir del sultán selyúcida, conocedor de su ya enorme reputación como erudito, lo tomó bajo su protección y en 1091 lo nombró profesor de la madraza Nizamiya de Bagdad. Como cabeza intelectual de la comunidad islámica y doctor máximo ortodoxo se ocupó de enseñar jurisprudencia islámica, refutar herejías y responder cuestiones de todos los segmentos de la comunidad.

En 1095 sufrió una honda crisis personal que le hizo renunciar a su posición y abandonar a su familia, convirtiéndose en un asceta errante o derviche que frecuentaba los círculos de sufíes. Emprendió entonces un largo viaje espiritual de dos años que pasó por Damasco, Jerusalén, Hebrón, Medina y La Meca.[1]

Volvió a Tus donde se dedicó a escribir y a enseñar en la escuela Nizamiya de Nishapur. Murió en 1111.

En tiempos de Algazel la falsafa (filosofía) incluía disciplinas como la física, las matemáticas y la lógica.

Al-Ghazali escribió en 1093 su libro La incoherencia de los filósofos (Tahafut al-falasifa), tomando veinte tesis filosóficas afirmó que los argumentos metafísicos de los filósofos no pueden pasar la prueba de la razón y la comprobación de la verdad revelada no puede ser obtenida por la razón.[1]

Se centro en tres afirmaciones que entran en conflicto con la fe islámica: la eternidad del mundo, el rechazo de la resurrección y que Dios solo conoce los universales y no los particulares. Arremete contra estos «idiotas» que acusó de herejes y de haber abandonado la fe.[2]

Una crítica fue a la idea de necesidad causal. Anticipando a David Hume, Al-Ghazali niega que los fenómenos naturales involucren conexiones necesarias, utilizando como ejemplo principal la quema de algodón cuando está en contacto con el fuego.[3]​ «La observación solo prueba que una cosa ocurre a la vez que otra, pero no prueba que ocurra por acción de la otra». Al afirmar que las causas necesitan de efectos es negar el poder de Dios, eliminando la posibilidad de realizar milagros y suspender las leyes físicas. Para Al-Ghazali, Dios es la única causa de la naturaleza.[2]

La obra de Algazel dio un duradero impulso en dirección esencialista a la religión islámica, socavando la tradición racionalista que existía anteriormente y mostrando la íntima compenetración entre las prácticas exteriores de la comunidad en general y la ascesis unitiva de los místicos.

Tras Algazel, la filosofía declinó en el mundo suní y su crítica de la filosofía aceleró el declive. Casi un siglo después Averroes hizo esfuerzos desesperados para resistir la corriente mediante la refutación del Tahafut de Algazel con sus libros Tahafut al-tahafut (La incoherencia de la incoherencia) y Fasl al-maqal (El tratado decisivo). Sus intentos fueron vanos y la filosofía fue gradualmente absorbida en el sufismo como filosofía mística. En el mundo suní la lógica aristotélica se incorporó en la teología. En todo ello la influencia de Algazel fue significativa.[1]

Muchos orientalistas afirman que una de las razones más importantes del declive de la ciencia en el mundo islámico fue el ataque de Al-Ghazali a los filósofos (científicos, físicos, matemáticos, lógicos) que culminó en su libro Tahafut al-Falasifah (La incoherencia de los filósofos). Afirmó que los filósofos no pueden dar explicaciones racionales para cuestiones metafísicas y por tanto anuló el pensamiento crítico en el mundo islámico.[4]

Su papel espiritual en el islam ha sido comparado con el de San Agustín en el cristianismo y de hecho compuso unas Confesiones como él, con el título de El que libra del error (al-Munqidh min al-ḍalāl). Es considerado uno de más grandes teólogos, filósofos y místicos del Islam. Era musulmán sunní de la escuela shafeí y tendía al misticismo ascético sufí, en el que dejó una honda impronta que fue luego seguida por sabios del renombre de Sohravardi y Abdul Qader Gilani.

Algazel sirvió como transmisor de la obra de Aristóteles y comentarista de sus seguidores musulmanes Avicena y Alfarabi. Aunque estudió los postulados racionalistas, llegó al convencimiento de la ineficacia de la razón como herramienta de conocimiento o de comunicación con Dios; eso le hizo llegar a postulados místicos y a abrazar el sufismo durante años.

Algazel fue el teólogo que inspiró a los Almohades, pero no a los Almorávides, y así, a comienzos del siglo XII, el emir almorávide Alí ben Yúsuf ordenó, aconsejado por ciertos alfaquíes, que se quemaran las obras del teólogo Algazel.

Al-Ghazali argumentó que todo lo que tuvo un principio, tuvo una causa para su comienzo.[5]​ El mundo está compuesto de fenómenos precedidos por otros ordenados temporalmente. Tal serie de fenómenos temporales no puede continuar eternamente, porque un infinito en acto es imposible (tasalsul).[6]​ Luego, el mundo debe haber tenido un comienzo y una causa de su existencia, y esa es Dios.[7]

Esta versión del argumento entra en la tradición cristiana medieval a través de Buenaventura.[7]

La obra de Algacel es muy abundante y ha sido calculada entre 70 y 130 títulos, prácticamente todos sobre filosofía y religión. Los más importantes son:



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