Un o una amante es aquella que siente una intensa atracción emocional/sexual hacia una persona y desea compartir una vida en común, aunque con el paso del tiempo se ha tomado como aquella persona que mantiene una relación afectivo/sexual fuera del matrimonio.
El término ha sido utilizado en origen y así referirse a una mujer mantenida, cuyos gastos solventa un hombre en posición acomodada de manera que posea un nivel de vida confortable (o sofisticado), y sea así posible para ella estar a su disposición para brindarle placeres sexuales. El rol de esta mujer puede variar entre el de una amante y una cortesana, dependiendo de su situación y de las circunstancias. Sin embargo, actualmente, la palabra amante se suele utilizar para hacer referencia a una amante femenina de un hombre que se encuentra casado con otra mujer; en el caso de un hombre soltero, por lo general se emplea el término «novia» o «pareja», aunque igual cae en la definición de amante." Históricamente el hombre "mantiene" a su amante, aunque bien podría ser al revés.
Si un amante es "mantenido", no significa que esté intercambiando sexo por dinero. El amante se suele reservar en forma exclusiva para una persona, en forma similar a como hace la primera pareja, y no existe una relación tan directa quid pro quo entre el dinero y el acto sexual. Además hay en general una relación emocional y posiblemente social entre amantes, mientras que la relación con una prostituta es predominantemente sexual. Es importante asimismo que el estatus de "manutención" proviene del establecimiento de una relación de extensión indefinida en contraposición con un acuerdo de precio y condiciones establecidos previos a toda actividad por parte de una prostituta.
La palabra amante es un término relevante a adulterio, que hoy día es ilegal bajo algunos gobiernos en el mundo.
Las amantes más conocidas e investigadas desde un punto de vista histórico son las amantes reales de los monarcas europeos, por ejemplo, Diana de Poitiers, Barbara Villiers, Nell Gwyn y Madame de Pompadour. Sin embargo, el mantener una amante en Europa no quedaba limitado a la realeza y nobleza, sino estaba difundido en clases sociales más bajas. Todo aquel capaz de costearse una amante, podía tener una (o más de una), sin importar su posición social. Un comerciante opulento, o un joven noble, podían mantener una mujer. Ser una amante era típicamente una ocupación para una mujer joven que, si es que era afortunada, podía llegar a desposarse con su amante o algún otro hombre de posición social elevada. La balada The Three Ravens (publicada en 1611, aunque posiblemente sea más antigua) exalta a la amante leal de un caballero asesinado, que entierra a su amante muerto y luego fallece de agotamiento, ya que se encontraba en avanzado estado de gravidez. Es de destacar que el compositor de la balada asigna este rol destacado a la amante ("leman" era el término inglés comúnmente utilizado por aquella época) del caballero en vez de a su esposa.
En las cortes de Europa, especialmente en Versailles y Whitehall durante los siglos XVII y XVIII, a menudo una amante tenía mucho poder e influencia. Un rey podía tener numerosas amantes pero tenía una única "amante favorita" o "amante oficial" (en francés, "maîtresse en titre"), como, por ejemplo, Luis XV y Madame de Pompadour. Las amantes de tanto Luis XV (especialmente Madame de Pompadour) como de Carlos II ejercían gran influencia sobre sus amantes, y a través de la relación contaban con acceso a información secreta. Además de mercaderes opulentos y reyes, Alejandro VI es un ejemplo de un Papa que mantenía amantes, violando los votos de celibato impuestos por la iglesia católica.
Mientras que los extremadamente ricos podían mantener una amante por toda su vida (como, por ejemplo, Jorge II de Gran Bretaña hizo con "Mrs Howard"), aun luego de que ya no estaban conectados de manera romántica, ello no era la norma para la mayoría de las mujeres. En 1736, cuando Jorge II acababa de ascender al trono, Henry Fielding (en Pasquin) coloca en boca de Lord Place las siguientes palabras, "…pero, señorita, hoy todos mantienen y se es mantenido; actualmente no existe tal cosa como un casamiento, solo contratos de forma, y estos solo para mantener a las familias; pero luego el esposo y la esposa en un santiamén pronto tienen sus mantenidos."
Durante el siglo XIX, una época en que la moral se tornó más puritana, el tener una amante se hizo más circunspecto, pero por otra parte este recrudecer de la moralidad también producía un mayor deseo en un hombre por conseguirse una amante. Cuando un hombre de una clase superior se casaba con una mujer de igual rango, como era la costumbre, era probable que ella hubiera sido educada en la creencia de que el acto sexual era para la procreación en vez de para la recreación. Algunos hombres por lo tanto recurrían a una amante si querían una compañera femenina que fuera menos recatada.
A veces podía suceder que la amante no se encontraba en una posición financiera y social inferior que el hombre. Se sabe que Catalina la Grande fue amante de varios hombres durante su reinado; sin embargo, al igual que muchas mujeres poderosas de su tiempo, a pesar de ser una viuda libre para contraer casamiento, elige no compartir su poder con un esposo, prefiriendo mantener para sí el poder absoluto. En la literatura, la obra El amante de Lady Chatterley de D. H. Lawrence presenta una situación en la cual una mujer se convierte en amante del guardafauna de su esposo. Hasta fecha muy reciente, la situación en que una mujer tomaba un amante de una clase social inferior a la de ella era considerada mucho más escandalosa que la situación inversa.
Durante el siglo XX, en la medida que muchas mujeres alcanzaron niveles de educación más elevados y eran capaces de proveerse su sustento, disminuyó el número de mujeres que encontraron placer en ser amantes y se hizo más probable que buscaran relaciones con hombres solteros. Dado que el divorcio ganó en aceptabilidad social, ahora era más fácil para los hombres divorciarse de sus esposas y casarse con mujeres que en épocas anteriores podrían haber sido sus amantes. Sin embargo, la práctica de tener una amante aún existía entre algunos hombres casados, especialmente los que contaban con fortunas. Por ejemplo, en Europa, muchas culturas continuaron aceptando la práctica de mantener una amante.
Ocasionalmente los hombres se casaban con sus amantes. Por ejemplo, Sir James Goldsmith, al contraer casamiento con su amante, Lady Annabel Birley, expresó, "Cuando alguien se casa con su amante, se está creando una oportunidad laboral".
Las mujeres lo adoraban y el adoraba a las mujeres. Se casó tres veces y tuvo muchas amantes. (Yet another Jimmyism: 'Cuando te casas con tu amante, creas una demanda de trabajo.') Era leal, a su manera, a todas ellas, y ellas le eran todas leales a él. Él tuvo ocho hijos de cuatro mujeres diferentes, y, sin embargo, nunca he visto yo otra familia tan unida como esa.
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