El Amoco Cadiz fue un petrolero construido en 1974 en los astilleros de Puerto Real (Cádiz), con bandera de Liberia, y un peso DWT de 223 000 t, perteneciente a la compañía norteamericana Amoco Transport, filial de la Standard Oil, que provocó una catástrofe ecológica frente a las costas de Bretaña por su accidente del 16 de marzo de 1978, cuando el temporal causó daños considerables en el buque, que terminó por romperse en dos mitades. La marea negra fue un precedente por su magnitud, a las provocadas años más tarde por los barcos Exxon Valdez, en Alaska, Erika, de nuevo en 1999 en Bretaña, o al desastre del Prestige en España en 2002.
«La noche del 17 de marzo de 1978, hace cuatro décadas, una marea negra y mortal invadió lentamente las costas francesas de la bahía de Portsall, en el Canal de la Mancha. Miles de cormoranes, gaviotas, frailecillos y otras aves marinas amanecieron cubiertas por una densa y viscosa brea que les impidió volar y les sumergió para siempre en las profundidades del Atlántico. Coquinas, navajas, lapas, cangrejos y caracoles sufrieron la misma suerte. El pescado, lentamente, escapó hacia zonas más limpias. Era el principio del fin, el comienzo de lo que se convirtió en la mayor marea negra de la historia de Europa. Unos 20.000 pájaros marinos muertos. Más de 400 kilómetros de costa afectados por la marea negra. Y la ruina de todas las actividades económicas tradicionales bretonas, desde la pesca a la cría de moluscos».
«El responsable del desastre fue un coloso, un titán de 19 metros de calado, bandera liberiana y tripulación italiana. Un petrolero gigante llamado Amoco Cádiz, construido por Astilleros Españoles tres años antes. Sus entrañas, cargadas con 130.000 toneladas de oro negro, reventaron antes de llegar a su destino y cubrieron de desolación las aguas y las costas bretonas».
«Unas semanas antes había abandonado un puerto del Golfo Pérsico, y se encaminaba, con una navegación lenta pero firme, a su destino habitual: las costas de Lyme Bay y Róterdam. El recorrido realizado en los últimos años. Una misión de rutina. O al menos eso parecía hasta que, a las nueve horas y 45 minutos de la mañana del 16 de marzo, falló el timón. Una avería importante, pero no definitiva, que impidió al navío proseguir la ruta prevista con normalidad. El comandante Bardari, al frente del barco, solicita comunicación por radio con los armadores del Amoco. Discuten con ellos sobre el proceso a seguir. El comandante rechaza la ayuda que le ofrecen desde el cercano Conquet. Y el barco termina por encallar».
«El tiempo pasa. El clima empeora. Dos remolcadores holandeses se dirigen al lugar donde al Amoco Cádiz se debate con el agua y el viento. La fuerza diez del aire impide el trabajo de los remolcadores, inutilizando a uno de ellos. El petrolero sigue avanzando hacia la costa. Ya sólo está a cinco millas de Ouessant. Son casi las diez de la noche cuando el segundo remolcador consigue dar alcance al Amoco. Demasiado tarde. Se encuentra definitivamente encallado a tres millas de la costa, con las olas empujándole hacia las afiladas rocas de los acantilados de Portsall».
«El Amoco Cádiz lanza un desesperado SOS. La velocidad del viento aumenta, hasta el punto de que casi impide el rescate de las 44 personas que forman la tripulación del petrolero. Un desagradable olor a petróleo ya flota sobre el mar».
«El esqueleto del gigante se ha quebrado. El Amoco, herido de muerte, comienza a verter crudo. Y la brutal tempestad se encarga de sembrar el fétido petróleo a una velocidad infernal. Las 130.000 toneladas flotan en aguas del Atlántico e invaden las costas ante la desolación de unas poblaciones que no terminan de creerse lo que están viendo. Los planes de socorro no terminan de funcionar. Las grandes bombas para recoger petróleo que han llegado desde Holanda y Estados Unidos tardan ocho días en instalarse y comenzar a funcionar de forma correcta. Las barreras flotantes, con las que se intenta proteger algunos puertos, son hundidas por la tempestad. Los habitantes de la zona, con la ayuda del ejército, limpian lo que pueden con cubos y palas. Llega gente de toda Bretaña para ayudar a los pájaros que se arrastran por las playas y evitar que el petróleo se filtre por la arena y alcance capas más profundas de la tierra».
«Ha muerto el 95 % de berberechos de la zona, el 90 % de las navajas, el 55 % de bueyes de mar, el 50 % de cangrejos, el 30 % de lapas... Es imposible calcular las cifras de peces, aves y algas afectados».
«El proceso judicial duró 15 años. La sentencia obliga a la empresa petrolífera a pagar mil millones de francos (unos 25.000 millones de pesetas). Por primera vez, una empresa petrolera era condenada a indemnizar por los daños causados».
«Veinte años después, la vida ha regresado a esas costas. Incluso a los restos del Amoco Cádiz, encallado a 30 metros de la superficie tras ser dinamitado hace años. Equipos de buzos han descubierto en sus tripas un pequeño y fascinante mundo sumergido».
Coordenadas: 48°36′N 4°42′O / 48.6, -4.7
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