El antiintelectualismo es la hostilidad y desconfianza hacia el intelecto, los intelectuales y la actividad intelectual, generalmente, expresada en escarnio de la educación, filosofía, literatura, arte y ciencia como poco práctica y despreciable. Alternativamente, los autodenominados intelectuales, que supuestamente no logren asimilar los rigurosos estándares académicos, pueden ser descritos como antiintelectuales. Los antiintelectuales se suelen percibir y presentarse públicamente como defensores de la gente común —populistas contra elitismo político y académico— al proponer que los educadores son una clase social distante de las preocupaciones cotidianas de la mayoría, dominando el discurso político y la educación superior.
Como el término «antiintelectual» suele ser peyorativo, definir casos específicos de antiintelectualismo puede ser problemático; se pueden objetar aspectos específicos del intelectualismo o la aplicación de estos sin ser despectivos de las actividades intelectuales en general. Por otra parte, las acusaciones de antiintelectualismo pueden constituir un argumento de autoridad o un recurso al ridículo que intentan desacreditar a un oponente en lugar de tratar específicamente sus argumentos.
Isaac Asimov definió el antiintelectualismo de la siguiente manera:
Según el trabajo realizado por Richard Hofstadter, Dabiel J. Rigney y Diane S. Claussen, existen tres tipos de antiintelectualismo:
De acuerdo a Max Weber, por ejemplo, una vez un grupo o clase ha obtenido un estatus elevado a través de ciertos logros, sus miembros tienden a limitar las oportunidades de que otros individuos las sustituyan, lo que a su vez genera conflictos que pueden incluso desembocar en revoluciones, de esta forma se motiva al antiintelectualismo como un ejemplo de lucha de clases.
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