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Archidiócesis de Tarragona



La archidiócesis de Tarragona (en latín, Archidioecesis Tarraconensis) es una circunscripción eclesiástica de la Iglesia católica en España. Es la sede metropolitana de la provincia eclesiástica de Tarragona con seis diócesis sufragáneas: Gerona, Lérida, Solsona, Tortosa, Urgel y Vich.

La jurisdicción de la archidiócesis comprende los municipios del norte-España oriental, en la provincia de Tarragona, parte de la comunidad autónoma de Cataluña.

La sede episcopal de Tarragona fue establecida el siglo I, y fue elevada a archidiócesis en el siglo V.

La archidiócesis posee una gran riqueza arquitectónica en templos y santuarios, de los que varios han sido declarados Monumento nacional, varios de ellos son Basílicas menores.

Tarragona es una de las ciudades más antiguas de Hispania, probablemente de origen ibérico, como sus monedas y construcciones Ciclópeas indican.

Los romanos eligieron Tarragona como el centro de su gobierno en España. En la división de la península fue la capital primero de Hispania Citerior y después de la provincia de Hispania Tarraconensis.

La Iglesia de Tarragona es indudablemente una del más antiguas en España, que viene, según la tradición, de los tiempos de Santiago y San Pablo. La visita de Pablo a Tarragona entra dentro de una gama de posibilidades, si hubiera sido el caso de una visita desde Roma a España, como prometió hacer en la Epístola a los romanos (Romanos 15:24), y que San Jerónimo afirma que hizo.

Se supone que San Pablo dejó alguien al frente de la comunidad cristiana y, sus sucesores, con el tiempo, serían obispos. Las primeras referencias datan del siglo III en las Actas del Martirio del obispo San Fructuoso Y su diáconos Augurio y Eulogio. La lista de los obispos de Tarragona, por tanto, empieza con San Fructuoso, pero se supone que hubo otros obispos anteriores, cuyos nombres han sido perdidos.

El obispo tarraconense estuvo representado en el Concilio de Arlés (314) por dos procuradores, el sacerdote Probatius y el diácono Castorius. Más tarde, el obispo Himerius, por medio del sacerdote Basianus, solicitó al papa San Damaso la elevación a sede arzobispal, que fue concedida en el año 384 por su sucesor San Siricio.

En el 475, Tarraco fue ocupada por los visigodos y el rey Eurico.

El rey visigodo, Eurico, tomó Tarragona en el 475 y la arrasó. Aun así Tarragona consiguió aguantar.

Con la llegada de los pueblos germánicos, florecieron los concilios provinciales:

Gracias a las actas de estos concilios, se conocen los nombres de los arzobispos de Tarragona de aquellos años.

Entre el siglo VIII y mediados del X la sede estuvo vacante a causa de la invasión musulmana. En 711 el obispo san Próspero y otros habitantes de la antigua Tarraco se refugiaron en las costas italianas. Llevaron consigo las reliquias de santos que se conservaban en la sede y un antiguo libro litúrgico, el Oratorio visigótico tarraconense, que hoy se conserva en la Biblioteca Capitular de Verona. Los árabes destruyeron Tarragona en 719. Los obispos de Narbona y Barcelona presionaron para nombrarse metropolitanos, pero los diferentes papas no lo aceptaron.

Algunos clérigos, como Cesari o el obispo de Vich Ató se autodenominaron durante unos años obispos de Tarragona, pero sus intentos no perduraron. Con todo, el 1091 el papa Urbano II restituyó la sede arzobispal con dignidad metropolitana en la persona de Berenguer Sunifred. La cuestión estuvo parada hasta la reconquista de la zona por parte de Ramón Berenguer III.

Tras la reconquista por los francos, la Marca Hispánica queda asignada a la archidiócesis de Narbona, y Tarragona fue restaurada como diócesis. Hay una leyenda que dice que Cesáreo, el primer obispo, consigue que el arzobispo de Santiago de Compostela lo ordene como arzobispo de Tarragona, restaurando la sede (y es leyenda, porque el primer Arzobispo de Santiago fue Diego Gelmírez consagrado en 1120, mientras que Cesáreo es de hacia 956). Mientras tanto, el obispo de Narbona Aimerico (927-977) y sus sucesores Armengol (977-1019), Guifredo de Cerdaña (1019-1079), Pedro Berenguer (1079) y Dalmacio (1079-1091) usaron ilegítimamente el título de arzobispo de Tarragona.

Después de Cesáreo, la sede permaneció vacante y Atón en 971 obtuvo del papa Juan XIII, por poco tiempo, el título de arzobispo de Tarragona e intentó restaurar la sede, instalándose en Vich. Por fin, el 1 de junio de 1091, el papa Urbano II restableció oficialmente la archidiócesis, a cuya cabeza puso a Berenguer Sunifred de Lluçà, que conservó la sede de Vich por la pobreza de la población tarraconense. El arzobispo de Narbona, acusándolo de querer desmembrar su sede, lo mantuvo preso hasta que no le pagara una importante indemnización.

En 1151 se fundó el monasterio cisterciense de Santa Maria de Poblet.

El 23 de marzo de 1154 el papa Anastasio IV estableció los límites de la archidiócesis y sus sufragáneas: Gerona, Barcelona, Urgel, Vich, Lérida, Tortosa, Zaragoza, Huesca, Pamplona, Tarazona y Calahorra. Ese año actuaba como obispo el capítulo de la catedral.[1]

En 1171 comienza la construcción de la catedral.

El 17 de junio de 1207, el papa Inocencio III concedió a los arzobispos de Tarragona el privilegio de coronar a los reyes de Aragón en Zaragoza.

El 10 de octubre de 1238 se erige la diócesis de Valencia y tras una larga disputa con Toledo, el papa se decide por integrarla en la provincia eclesiástica de Tarragona.

En 1318 Zaragoza fue elevada al rango de archidiócesis metropolitana teniendo como sufragáneas a Huesca, Tarazona, Pamplona y Calahorra, desintegrándose de la provincia tarraconense.

Tras dos siglos de obras, en 1331 se consagró solemnemente la catedral con presencia del arzobispo sardo y de los obispos de la provincia.

De 1380 a 1388 la sede permaneció vacante, porque Pedro III de Aragón se negó a apoyar a ninguna de las facciones en el cisma de Occidente, por lo que los papas se negaban a nombrar arzobispo.

El 19 de julio de 1492, el cardenal Rodrigo Borja consigue del papa Inocencio VIII la elevación de la sede de Valencia a archidiócesis metropolitana.

En 1498 se publica un misal siguiendo la «Consuetudinem Ecclesiæ Tarraconensis». Estará en vigor hasta 1589, cuando se aplicará el rito romano.

Inmediatamente tras Concilio de Trento, en 1570, se creó el seminario metropolitano de san Pablo y santa Tecla.

En 1593 se creó la diócesis de Solsona y agregada a la provincia eclesiástica de Tarragona.

En 1691 el concilio provincial establece que el arzobispo de Tarragona debe seguir usando el título de Primado de España.

El 15 de diciembre de 1712 el arzobispo Isidro Bertrán, partidario del pretendiente al trono Carlos de Austria, fue depuesto por Felipe V por real decreto y la sede declarada vacante. El año siguiente, el papa Clemente XI envió al rey de España una bula de protesta y el arzobispo hizo acto de sumisión. Aun así, Felipe no quiso volverse atrás.

En 1722 reaparece la cuestión sobre el derecho de primacía de Toledo sobre Tarragona, pero la pretensión toledana fue confirmada.

En 1813 las tropas napoleónicas saquearon el palacio arzobispal, destruyendo los archivos diocesanos y capitulares. Ni siquiera respetaron una reliquia de Santa Tecla conservada en el monasterio de San Cugat del Vallés. Tras la destrucción, en 1815 se empezó a construir el nuevo palacio arzobispal.

Con la expropiación de las tierras de los monasterios, a partir del decreto de desamortización del gobierno de Juan Álvarez Mendizábal en 1836, muchos de ellos debieron ser clausurados por falta de rentas para mantenerlos y, entre ellos, es abandonado el monasterio de Santa María de Poblet y durante casi un siglo será saqueado por la población local.

En 1869 el arzobispo Fleix y Solans participó en el Concilio Vaticano I tomando sitio entre los primados.

El 14 de agosto de 1897 el papa León XIII convirtió el seminario en universidad pontificia.

En 1930 se inició la restauración del monasterio de Santa Maria de Poblet, de forma que en 1935 pudo dedicarse nuevamente la iglesia al culto, y en 1940 se reanuda la vida monástica.

En 1957 los límites de la archidiócesis se ampliaron, incluyendo un arciprestazgo que había pertenecido a la diócesis de Barcelona y otro de la diócesis de Vich.

El 25 de marzo de 1964 la diócesis de Barcelona es elevada al rango de archidiócesis, con dependencia directa de la Santa Sede, para adquirir posteriormente el rango de iglesia metropolitana, el 15 de junio de 2004.

En la actualidad, el arzobispo de Toledo ostenta el honor de Primado de España, lo que implica que es el primero entre los obispos de España, aunque en la actualidad el título solo sea honorífico.

Cuando Toledo pasó a ser la capital del reino visigodo, la idea de estado centralizado de la época hizo que a Toledo se le reconociera la primacía. El rey visigodo Gundemaro promovió la celebración de un sínodo que se desarrolló en Toledo y que designó a dicha ciudad como la metrópoli de toda la provincia cartaginense.

Durante el llamado periplo de la Reconquista, la alianza entre los monarcas y la Iglesia se irá concretando en los distintos privilegios que se ofrecen entre ambas. Con la conquista de Alfonso VI de la ciudad de Toledo, se otorga por el papa la bula Cunctis Sanctorum, de 1088/1089, en la que se reconocía a los titulares de la diócesis toledana la condición de primados y metropolitanos, recuperando el papel protagonista que la sede episcopal había tenido en época visigoda.

Sin embargo la importancia de Tarragona ya se había reflejado mucho antes. Durante la persecución de Valeriano (256-259), el obispo Fructuoso fue uno de los obispos ejecutados junto con San Cipriano, obispo de Cartago, y Sixto II, obispo de Roma. Más adelante, en el Concilio de Arlés, dos de los seis representantes de las iglesias de Hispania provenían de Tarragona. En el I Concilio de Nicea (325) Tarragona ya es mencionada como metrópoli mucho antes que Toledo. Hacia el 415 el obispo Ticia ya es mencionado como metropolitano. Del año 638 figuran unas actas del arzobispo Protasio firmadas con esta fórmula: In nomine Domini, ego Prothasius Sanctae primae sedis Tarraconensis Ecclesiae in merito Episcopus, in his constitutionibus a nobis editis subscripsi (En el nombre del Señor, yo Protasio por los méritos de obispo de la Santa primada sede de Tarragona, suscribo en estas Constituciones editadas por nosotros). Más adelante, en el VII Concilio de Toledo (646) cambia el término primada por metropolitana.

Tras la invasión musulmana y la Reconquista, El papa Urbano II (que en 1088/1089 ya había reconocido el título de primada a la sede toledana), a través de la bula Inter primas Hispaniarum (1091), mencionaba a Tarragona como una de las ciudades más importante de Hispania. En el siglo XIII, mediante una bula del papa Inocencio IV, fechada el 17 de noviembre de 1245, concedió al arzobispo de Tarragona el privilegio de llevar ante él la cruz alzada, privilegio que solo los primados ostentan. Un siglo después el papa Juan XXII confirmó este y otros privilegios que les fueron concedidos por medio de dos bulas (en 1320 y en 1321). Fue a partir de la celebración de un concilio provincial en 1691 que se dispuso el uso del título de “Hispaniarum primas” (Primado de las Españas).

En el siglo XVIII, tras la unión de los reinos de Castilla y Aragón por los Decretos de Nueva Planta, Felipe V pretendió suprimir la dignidad primada de Tarragona por una pragmática de julio de 1722. Esta fue recurrida ante la Santa Sede y el Real Consejo y fue declarada inválida. En el siglo XIX, el arzobispo Francesc Fleix Solans ocupó un sitio entre los primados en el Concilio Vaticano I. Poco después, el papa León XIII, cuando elevó la catedral de Tarragona a basílica, reconoció que Tarragona fue la Sede principal del Imperio romano en la Península Ibérica, existiendo desde los primeros siglos de la fe cristiana la Iglesia patriarcal y primada de las Españas.[2]

Algunos de los edificios más importantes de la archidiócesis son:

En el siglo I se crea la diócesis de Tarragona, luego en el siglo V es elevada al rango de archidiócesis. Desde su elevación, ha estado gobernada por 98 arzobispos y 8 obispos auxiliares.

Cuando Tarragona fue elevada a archidiócesis, el entonces obispo Joan pasó a ser el primer arzobispo.

La archidiócesis de Tarragona está actualmente regida por el arzobispo de Tarragona, encargado de la administración de la archidiócesis y la curia archidiocesana.

Monseñor Joan Planellas, actual arzobispo metropolitano, fue nombrado el 4 de mayo de 2019, y tomó posesión de la archidiócesis el 8 de junio siguiente.

La archidiócesis de Tarragona está situada en el noroeste de España, en Cataluña. Geográficamente, se encuentra en la zona del levante. Se extiende por las comarcas catalanas del Baix Camp, la Cuenca de Barberá, el Priorato y Urgel-Garrigas, Alt Camp, el Bajo Penedés y el Tarragonés. La jurisdicción del arzobispado comprende aproximadamente 3146,6 km²,[3]​ y abarca 136 municipios.[4]

La archidiócesis limita por el este con la diócesis de Sant Feliú de Llobregat, por el norte con Vich y Solsona, por el oeste con Lérida y al sur con Tortosa.

La ciudad de Tarragona, cuyo nombre asume el arzobispado, es la capital archidiocesana, y como tal, alberga la curia arzobispal y la catedral. La residencia del arzobispo se encuentra en el Palacio Episcopal de Tarragona.

La provincia eclesiástica de Tarragona está formada por la archidiócesis de Tarragona -que es la sede metropolitana- y las diócesis sufragáneas de Gerona, Lérida, Solsona, Tortosa, Urgel y Vich. Además, el arzobispo de Tarragona es el metropolitano de la provincia y tiene autoridad limitada sobre las diócesis sufragáneas.[5]

Actualmente, la provincia tiene alrededor de 459 parroquias, abarca unos 32.577 km² en donde habitan aproximadamente 2.766.106 de personas de las cuales el 87,94% son católicos.

Antiguamente, la Tarraconense también tenía autoridad metropolitana sobre las siguientes diócesis:

Para efectos de su organización interna y la provisión de los servicios pastorales a los fieles, la archidiócesis está dividida en tres vicarias mayores:

De acuerdo al Anuario Pontificio 2021 la arquidiócesis tenía a fines de 2020 un total de 523 500 fieles bautizados.

Cuenta en su territorio con dos seminarios:

Se han celebrado 179 concilios provinciales, y es la provincia católica que ha celebrado más concilios. El primero data del 380 y el último de 1995.




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