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Arcos de la Frontera



Arcos de la Frontera[2]​ es un municipio español de la provincia de Cádiz, en Andalucía. Se trata del municipio más poblado de la comarca de Sierra de Cádiz y también el más extenso. Es un importante lugar para el turismo interior y la industria comarcal, y tiene una posición estratégica entre la Campiña Jerezana y la Serranía.

En 2020 contaba con 30 818 habitantes. Su extensión superficial es de 526,81 km² y tiene una densidad de 58,35 hab/km². Se encuentra situada a una altitud de 185 metros y a 67 kilómetros de la capital de provincia, Cádiz. Se ubica en un cerro junto al río Guadalete, que a lo largo de la historia obligó a construir puentes de cada vez mayor altura para salvarlo[3]

Limita al norte con los municipios de Espera y Bornos, al noreste con el municipio de Villamartín, al este con los municipios de El Bosque y Prado del Rey, al sureste con los municipios de Benaocaz y Ubrique, al sur con los municipios de Algar y San José del Valle y al oeste con el municipio de Jerez de la Frontera.

Como la mayoría de las poblaciones de esta provincia, su ubicación ha estado ocupada por el ser humano desde tiempos prehistóricos. Arcos, por su propio enclave geográfico, ha constituido en todos los tiempos un lugar estratégico. Prueba de ello es la cueva del Higueral de Valleja, donde se han encontrado enterramientos prehistóricos y pinturas rupestres.[4]​ El nombre de Arx-Arcis (fortaleza en altura) proviene de su fundación romana, época en la que aparece como asentamiento "coloniae Arcensium", otro asentamiento romano fue Santiscal.

Durante la época musulmana, su denominación es Arkos, emergiendo como verdadera ciudad próspera y floreciente. En la época del Emirato dependiente de Damasco (711-757) perteneció a la "Cora" de Sidonia. Llegó a convertirse en el siglo XI, en un pequeño reino de Taifa bajo el dominio de Ben Jazrum, rey de origen bereber. En este período el recinto de la villa se amuralló y aunque no hay certeza de que se colmataran con edificaciones todos sus terrenos, se ha mantenido la compleja trama de manzanas, de esta época provienen el trazado de sus calles, el alcázar militar, la muralla, los molinos, etc

En 1255 y en 1264, el rey Alfonso X tomó la ciudad para Castilla, siendo cedida al infante don Enrique, aunque volvió a manos reales debido a su carácter fronterizo. En 1300 recibe el rango[cita requerida] de concejo.

En 1408 el rey pone la ciudad en manos de su privado Ruy López Dávalos, para otorgarla a los Ponce de León en 1440, duques de Arcos, hasta bien entrado el siglo XVIII, alcanzando su cenit entre los siglo XV y XVII. En el siglo XV se fundaron los hospicios de los Franciscanos Descalzos y otro próximo a la Iglesia de San Pedro. El Ayuntamiento es trasladado a la Plaza del Castillo. La cárcel se traslada a una casa donde se construirá más tarde el Convento de Mercedarias Descalzas. En la Plaza del Castillo se situaron la alhóndiga y a su espalda la casa matadero.

A partir del siglo XVI se inicia la construcción del Convento de San Francisco (1510), el de religiosas de San Juan de Letrán (1539), el Hospital de San Roque y el de San Pedro. Igualmente se inicia la construcción de un nuevo matadero fuera de la Puerta de Jerez. Durante el siglo XVIII se produce una expansión urbana que supera la extensión de sus murallas árabes.

En 1706, Felipe V le concede el título de Noble y Fidelísima por su demostrada fidelidad a la causa en la guerra de sucesión. El terremoto de Lisboa de 1755, cambió su fisonomía, afectando a las Iglesias de Santa María, San Pedro y San Agustín, hundiéndose el muro norte del Castillo, que al caer al foso y enterrarlo, dio origen a la calle Nueva[5]

Durante el siglo XVIII, la ciudad se desarrolla definitivamente fuera del recinto amurallado, surgiendo tres enclaves: el barrio de la Corredera, el de más calidad, con las residencias de la burguesía, Hospital de San Juan de Dios, Pósito de Carlos III, Mesón del Duque e Iglesia de San Miguel; el barrio de San Francisco, en torno a la Iglesia de los Franciscanos del siglo XVI, en la que destaca la Capilla de las Aguas; y el barrio Bajo, cuyo origen puede estar en un asentamiento morisco en el actual barrio de Cómpeta.

En el siglo XIX, además de la epidemia de fiebre amarilla y el paso de los franceses, que causaron daños en el Castillo y la Plaza, el hecho más importante para el patrimonio de Arcos es la desamortización de Mendizábal. Se producen transformaciones de edificios religiosos y se ponen a la venta posesiones eclesiásticas rurales, que frenaron el incipiente desarrollo industrial, por la transformación de los promotores industriales en terratenientes. Las últimas décadas del siglo XIX están marcadas por un momento de estancamiento económico y de crisis social que estalla en continuas motines o insurrecciones como los sucesos de la "Mano Negra" o la "asonada a Jerez" en 1892. En esta última etapa del siglo XIX es cuando va a nacer un incipiente y cada vez más fuerte movimiento obrero, en torno a la "Sociedad Fraternidad Obrera" que va a aglutinar a una gran masa de la población dedicada a las labores del campo y a otros trabajos obreros y tradicionales[6]

El comienzo del siglo XX no trae aparejado grandes cambios. Hasta la segunda década del siglo XX, no habrá un crecimiento poblacional cada vez más acuciante. En 1917, durante la gran riada, se derrumbará el antiguo puente de piedra y en 1920 se erigirá el actual puente colgante de San Miguel.[7]​ Su construcción coincide con una etapa de paro y crisis al estar la economía local básicamente orientada al campo. La estructura de la propiedad de la tierra, en posesión de una minoría de la población, influirá en el desarrollo de la vida local, no ayudando a la calma social y desarrollando un aumento de la conflictividad durante la Segunda República española[8]

El golpe de Estado del 18 de julio de 1936 y la posterior represión franquista, con al menos ochenta y siete arcenses asesinados abrirán paso a la dictadura y a los años del hambre.[8]​ Desde 1936 hasta prácticamente los años sesenta, Arcos estará dominado por la miseria y el paro agrícola, principales motivos por los que se convierte en una localidad que pierde población por la emigración de gran parte de sus jóvenes al extranjero o a las grandes ciudades españolas.[9]

No será hasta los años sesenta cuando comience una mejora de la calidad de vida, que trae consigo un desarrollo del sector turístico, siendo en el período 1950-70 cuando se produce el mayor crecimiento de la ciudad. Hasta principios de los años sesenta se configuró un anillo concéntrico de crecimiento. Pero es a partir de esta década, cuando comienzan a aparecer nuevas tipologías edificatorias (bloques y viviendas unifamiliares aisladas, pareadas y en hilera) levantadas sobre nuevos trazados, que amenazan tanto el original núcleo urbano amurallado, como la primera zona de crecimiento y el caserío tradicional. Gracias a los cultivos de remolacha azucarera se instaló en la pedanía de Jédula una azucarera en 1969. Este establecimiento de la industria azucarera de Andalucía de finales del S.XX estuvo en funcionamiento hasta su cierre en 2001.[10]

En el siglo XXI se ha convertido en la entrada de la Ruta de los Pueblos Blancos y Conjunto Histórico-Artístico. Junto con sus magníficos paisajes, la hacen destino turístico de primer orden en la provincia de Cádiz, lo que constituye su principal fuente de ingresos.[11]

Además, existe una incipiente industria vitivinícola, destacando por ser la primera bodega de Andalucía en producir vino tinto en época moderna.[12]

Fuente INE[13][14]​ - Elaboración gráfica por Wikipedia

     Deuda viva del Ayuntamiento de Arcos de la Frontera en miles de Euros según datos del Ministerio de Hacienda y Ad. Públicas.[15]

Destaca la Peña de Arcos, que tiene un balcón a gran altura, y que ha sido declarada monumento natural de Andalucía[17]

Otros recursos naturales destacados con la presa de Arcos y la "junta de los ríos" y el Cortijo "La Morla", que gestiona los scouts.

La localidad cuenta con una playa en el Presa de Arcos junto al Centro de Deportes Náuticos[18]

Es una playa de 250 metros de longitud de orilla donde combinar relax en familia con deportes de aventura. Contigua a la playa, en el mismo lago, está el Club Náutico de Arcos donde se puede practicar piragua, pádel surf, vela, paseos en barca y esquí acuático. Todo bien integrado, la seguridad está garantizada porque la zona de baño está bien delimitada del área deportiva.[19]

Aunque el agua del embalse nunca va a ser clara como la de Atlanterra, por ejemplo, el paraje lo compensa. Esta playa artificial del Santiscal está en pleno Paraje Natural de la Cola del pantano, rodeado de naturaleza y tranquilidad. Este enclave puede presumir de tener gran interés faunístico, incluso hay habilitados un observatorio para avistar las aves acuáticas residentes y migratorias, como el águila pescadora o el ónade real.

La playa de Arcos cuenta con servicios de duchas, vigilancia y un restaurante con terraza exterior muy agradable con vistas al lago. También se puede llevar comida del exterior. En fines de semana es recomendable llegar pronto a la playa para asegurarte un buen árbol bajo el que cobijarte del sol. El horario comienza es de 11 a 20, en julio y agosto abrirá hasta las 21 horas. Además, una buena noticia y gran ventaja con respecto a las playas naturales: hay un aparcamiento en la entrada.

Esta localidad cuenta con centros educativos desde infantil, primaria, secundaria y FP.



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