La arquidiócesis de Sucre (en latín, Archidioecesis Sucrensis) es una circunscripción eclesiástica de la Iglesia católica en Bolivia, la más antigua de dicho país. Fue erigida diócesis por el papa Julio III el 27 de junio de 1551 separando territorios de la diócesis del Cuzco, como sufragánea de la arquidiócesis de Lima. Fue denominada arquidiócesis de Charcas (nombre original de la ciudad de Sucre) o arquidiócesis de La Plata (Platensis seu Carcassensis), que se fundó en 1538 con el nombre de Villa de La Plata, sobre una aldea preexistente de indios charcas. El 11 de febrero de 2021 el papa Francisco reconoció a la arquidiócesis como sede primacial de Bolivia mediante la bula A Domino ipso.
Abarcó inicialmente el norte del actual Chile, el interior de Argentina , toda Bolivia, el Gran Chaco (apenas explorado). La cuenca del Plata eran parte de la diócesis de Asunción fundada apenas 5 años antes. A la catedral le fueron asignados 5 dignidades y 6 canónigos. Las ejecutoriales de para la creación del nuevo obispado le darán una jurisdicción sobre las provincias que van desde Azángaro, Lapa, Paucarcolla (al sur del Cuzco) hasta los límites desconocidos con el obispado de Asunción del Paraguay (fundado en 1546), el Reino de Chile, Tucumán y las tierras que se descubriesen en los llanos de Mojos y Chiquitos.
A partir de la erección del Obispado se fue dando una lenta pero constante consolidación de la estructura eclesiástica el país. El primer obispo Fr. Tomás de San Martín, habiendo sido Provincial de los dominicos del Perú y con amplia experiencia pastoral y de defensa de los derechos de los indios en estas tierras, fue consagrado en Madrid.
Aún en Madrid, el 23 de febrero de 1553 el nuevo obispo erigió a su iglesia catedral bajo la advocación de la Inmaculada Concepción de María consiguiendo los mismos privilegios de Santa María la Mayor de Roma y las constituciones de la catedral de Sevilla. En el mismo documento de erección se consignaban las reglas para el régimen de funcionamiento del Cabildo catedralicio. En 1554 murió en Lima cuando se dirigía a tomar posesión de su sede. Ninguno de los siguientes obispos electos para la Iglesia de Charcas, Serván de Cerezuela, Fr. Pedro Fernández de la Torre y Hernando González de la Cuesta, pudo posesionarse por haberles alcanzado antes la muerte. Mientras tanto y durante ocho años el gobierno recayó en el Cabildo de la Catedral a la cabeza del deán Ramírez de Cisneros.
En 1563 se posesiono el primer obispo efectivo Fray Domingo de Santo Tomás, que como el primero era dominico, gran conocedor de la realidad del país y posicionado en la línea de Las Casas. Con él se marcó una impronta episcopal centrada en la organización de parroquias y doctrinas, pastoralista, defensora de los derechos de los indios y de aquello que hoy llamaríamos de asistencia social.
Cuando en 1561 se crea del obispado de Santiago de Chile, en 1564 el de San Miguel de la Imperial, también en Reino de Chile, y en 1561 se erige la diócesis de San Miguel del Tucumán comienza la desmembración de un obispado de límites imprecisos como lo había sido hasta entonces el de La Plata de los Charcas.
En 1597, durante el gobierno de Alonso Ramírez de Vergara se convoca al Cabildo Eclesiástico, al clero diocesano, a los superiores de las órdenes religiosas y a teólogos expertos al Primer Sínodo Platense. Los temas presentados a su tratamiento fueron la formación del clero, la evangelización, las prácticas de las religiones ancestrales de los indios, las formalidades pastorales, la distribución de parroquias, las devociones, los abusos en las prácticas morales de los españoles, etc. Sus constituciones pusieron la base del gobierno de esta iglesia para muchos años.
Durante todo el periodo colonial y también el siglo XIX con la República el Cabildo Metropolitano de La Plata como un ente colegiado mantuvo estabilidad al gobierno de la Iglesia en tiempos de sede vacante y más adelante, cuando La Plata sea arquidiócesis, mantendrá su prerrogativa y derechos jurídicos sobre los cabildos de sedes sufragáneas en la definición de causas y contenciosos que surgían en estos. Precisamente en 1595, en tiempos de sede vacante, el Cabildo, ante la necesidad de formar al clero de la diócesis encaró a fundación del Seminario Conciliar de Santa Isabel de Hungría. La estabilidad de la que gozará en el tiempo permitirá no solo la formación de los futuros sacerdotes de la jurisdicción sino a los de otras diócesis.
Las cuatro órdenes religiosas antiguas franciscanos, dominicos, mercedarios y agustinos establecieron sus conventos en la Plata y tanto en las principales ciudades de la diócesis como también en poblaciones menores. La Compañía de Jesús dispuso de Colegios en las ciudades desde los cuales se organizaban misiones populares en las mismas y misiones en las campiñas alejadas.
El Monasterio de Nuestra Señora de los Remedios para religiosas del carisma de San Agustín, conocido como el de las “Mónicas”, se estableció en La Plata en 1574, llegando a constituirse por su antigüedad en la segunda casa de vida religiosa femenina en el Continente sudamericano.
Propiciadas por obispos y miembros prominentes del clero surgieron en La Plata obras de misericordia. La más antigua fue la casa de las Recogidas de Santa Isabel de 1545, en tiempo de las Guerras civiles, para acoger a niñas huérfanas hijas de los conquistadores. El hospital más antiguo fue el que levantó por iniciativa particular el devoto caballero Bartolomé Hernández en 1550, quien acogía en su casa y atendía él mismo a pobres enfermos y a forasteros. En 1559 entraron en acuerdo miembros de los Cabildos Secular y Catedralicio para fundar el Hospital de Santa Bárbara, el cual subsiste hasta hoy acogiendo a los más pobres.
En 1602 pasa por Chuquisaca el monje jerónimo fray Diego de Ocaña del monasterio de Guadalupe de Extremadura recolectando limosnas para su santuario y fundando cofradías de la Virgen, fue solicitado para que pinte una imagen para su veneración. El icono que salió de sus manos despertó entusiasta fervor en la ciudad que determinó que la “Mamita Gualala” sea la patrona de la ciudad y el objeto de las más fuertes expresiones de devoción mariana.
En julio de 1605 el papa Pablo V creó las diócesis de La Paz y de Santa Cruz de la Sierra desgajándolas del territorio de la de La Plata y haciéndolas sufragáneas de Lima. El 13 de agosto de 1609 con el breve “Onerosa pastorais oficii cura” el papa Pablo V erige a la arquidiócesis de La Plata de los Charcas agregándole de como sufragáneas a las diócesis de Asunción, Tucumán, La Paz y Santa Cruz de la Sierra. Más tarde se añadirá las sufragáneas la diócesis del Río de la Plata o Buenos aires, cuando en 1620 se la erija desprendiéndola de la del Paraguay.
Luego de celebrar en 1620 el Segundo Sínodo se llamó a un evento de mayor trascendencia: el Primer Concilio Platense. Comenzó su preparación el Arzobispo Gerónimo Méndez de Tiedra (1617-1622) que lo convocó el 2 de abril de 1622 cuando estaba de Vista pastoral en la Villa Imperial de Potosí. Sin embargo como la muerte lo sorprendió fue a su sucesor, Don Fernando Arias de Ugarte (1626-1629), el que deba convocarlo de nuevo para el día de la Pascua de Pentecostés, 22 de mayo de 1627. Sin embargo no pudo inaugurarse sino el 28 de enero de 1629. Acudieron los obispos sufragáneos Dr. Fernando de Ocampo de Santa Cruz de la Sierra, Fr. Pedro de Carranza de Buenos Aires, Fr. Tomás de Torres del Paraguay entonces electo de Tucumán. Aduciendo las limitaciones de su ceguera no pudo acudir Pedro Valencia obispo de La Paz. En nombre del Rey Felipe IV estuvo presente el Presidente de la Real Audiencia Martín Egüez Beaumont. Se asumieron los problemas de evangelización, la defensa ante los abusos sobre los indios y la actitud a mantener ante sus prácticas idolátricas. Sus decretos fueron enviados a la aprobación del rey a España para que de ahí pasasen a Roma. Los historiadores suponen que debido su pérdida no fueron aprobados; pese a ello, en las jurisdicciones de la provincia eclesiástica de La Plata, definieron la línea de acción pastoral en las décadas siguientes.
La fundación de una universidad en Charcas en 1624 fue un largo anhelo que se remontaba al primer obispo fray Tomás de San Martín. En Muchas ocasiones las autoridades de la Audiencia, el obispo, el Cabildo de la Catedral y el Cabildo secular en representación de los vecinos de La Plata, una vez que se había erigido de sobre la sede episcopal platense en una metrópoli, representaron ante el Rey la necesidad de crear una universidad que permita la autonomía cultural de todo Charcas con el acceso de formación intelectual a los hijos de las provincias altas del Perú. Así se evitaría el traslado penoso de los estudiantes hasta Lima, a una distancia de 330 leguas y más de 800 leguas, si se iba desde Tucumán y Paraguay, de donde también se esperaba la presencia de estudiantes.
La presencia de la Universidad de San Francisco Xavier de Chuquisaca, desde sus inicios, tuvo un papel destacado en la configuración de una conciencia de identidad para Charcas que de alguna forma creará un concepto de patria. Las doctrinas teológicas y filosóficas del Padre Francisco Suárez, las oficiales en los centros de la Compañía de Jesús y enseñadas en los ciento cuarenta y tres años de la gestión jesuita, marcarán una impronta en el manejo de los conceptos de las ideas políticas y sociales. Las ideas del P. Arbieto, Avendaño, Lupercio Zurbano, la lucha por la justicia del P. Diego de Torres Bollo producen obras de moral social. El influjo de la Universidad llegó a todo el virreinato y se sintió varias décadas después en los movimientos emancipadores.
Compartiendo el mal de los largos años de sede en vacancia del que padecieron las sedes americanas, durante todo el siglo XVII el que Arzobispado de La Plata estuvo sin prelado durante cuarenta años y pudo contar con apenas doce que ejercieron su pontificado. Algunos de ellos llegaban a La Plata enfermos y ancianos como el premio final de un ascenso por los méritos de haber gobernado otras diócesis. El arzobispo que menos duró en el cargo fue Francisco de Sotomayor que en 1630 apenas gobernó cinco meses. El que más tiempo duró en el cargo fue Fr. Francisco de Borja por nueve años hasta 1644.
No deja de tener mérito el que haya Arzobispos que acompañaron la intensa labor pastoral de sus párrocos y doctrineros realizando las visitas pastorales por su territorio como Fr. Gerónimo Méndez de la Tiedra (1617-1622), Fernando Arias de Ugarte (1626-16329), Juan Antonio de Ocón (1652-1656) o Melchor de Liñán y Cisneros (1672-1678), que luego fue nombrado virrey del Perú y arzobispo de Lima.
Destacaron por sus capacidades para el gobierno y por dejar establecidas normas disciplinares y pastorales Arias de Ugarte, Borja, Liñán y Bartolomé González de Poveda (1685-1692), quien después gobernar doce años como presidente de la Real Audiencia de Charcas pasó directamente a consagrarse como arzobispo de La Plata.
A la cabeza de los prelados limosneros de aquel siglo, sin desmerecer a otros, se ubicaba al primer Arzobispo efectivo de La Plata D. Alonso de Peralta (1610-1614) que alcanzó fama de santidad como su contemporáneo el Presidente de la Real Audiencia de Charcas D. Diego Torres de Portugal (1609-1626).
Por su trabajo intelectual y fama brillaron el Agustino Fr. Gaspar de Villarroel (1659-1665), antes predicador del rey, obispo de Santiago de Chile y de Arequipa, con sus obras teológicas y la famosa obra de derecho canónico Gobierno Eclesiástico Pacífico, y Cristóbal de Castilla y Zamora (1679-1683). Este Arzobispo logró su fama como inquisidor en Lima, luego como obispo de Guamanga (hoy Ayacucho), donde fundó la Universidad de San Cristóbal, y al pasar a La Plata, fundó en la Universidad de San Francisco Xavier las Cátedras de Cánones e Instituta, que darán lugar a la futura facultad de Derecho y abrirán la Universidad a un espectro mayor de estudiantes laicos provenientes de lejanas tierras del virreinato. En 1681 hizo reformas en el Seminario Conciliar otorgándole un reglamento, levantando el nivel de estudios, trasladándolo de sede y cambiándole de nombre de Santa Isabel de Hungría al de San Cristóbal.
Las reformas que la casa de Borbón establecida en el trono de España desde 1700 ahondaron el concepto del Patronato Regio en términos más regalistas, el Regio Vicariato, y exasperaron las tensiones que ya se vivían entre los arzobispos y las autoridades reales celosas vigilantes de los privilegios del Rey sobre la Iglesia, como las vividas por los arzobispos Molleda, Rodríguez, Delgado o San Alberto. Se volvió a padecer el mal de las vacancia de manera que apenas se tuvo cerca de setenta años de gobierno efectivo.
Con el Arzobispo Fr. Diego Morcillo Rubio y Auñón (1713-1723) volvió a darse la situación en que una misma persona asuma funciones eclesiásticas y civiles, pues siendo Arzobispo de La Plata debió ejercer las funciones de Virrey en Lima. La enfermedad e incapacidad mental del Arzobispo D. Gregorio Molleda y Clerque (1749-1756) obligaron a la Real Audiencia a tomar cartas en el asunto y asumir su interdicción.
Durante el siglo XVIII fue notable la conflictividad en el clero por cuestiones de divisiones de curatos y parroquias. A diferencia del siglo anterior, en este siglo el clero pasó por periodos de contrastes entre luces de dedicación pastoral y sombras de escándalos. Los prelados al respecto hicieron serios intentos de reforma insistiendo en la selección de vocaciones y la formación en el seminario.
Mientras en los territorios de misiones se vivían tiempos de floreciente cristiandad, en los andes el ambiente para la evangelización se hizo difícil por las cargas que cayeron sobre los indígenas y el poco testimonio cristiano que dieron muchas autoridades civiles. Precisamente este siglo es más conocido por la serie de conflictos y revueltas sociales que involucraron a mestizos e indígenas en las que de muchas maneras de vio envuelta la Iglesia en la labor de mediación y pacificación, aunque por otro lado se dieron casos en los que miembros del clero tomaron partido directo por el régimen establecido como capellanes de las tropas realistas o formando o financiando compañías de indios contrainsurgentes.
La Expulsión de la Compañía por Carlos III produjo gran impacto en todo el distrito de Charcas, no sólo en la evangelización en las misiones de Mojos, Chiquitos y Chiriguanos, sino también en el trabajo pastoral y educativo que la orden cumplía en las ciudades y sus campiñas circundantes. La línea de la enseñanza de la Universidad de San Francisco Xavier duró hasta la expulsión de los jesuitas en 1767. A partir de esa fecha la institución entró en franca decadencia. El arzobispo Miguel de Argandoña Pastén y Salazar (1762-1775), como Cancelario de la Universidad tuvo que asumir la responsabilidad sobre la Universidad y salvar la situación haciendo un juego de equilibrios con el presidente de la Audiencia, Victoriano Martínez de Tineo, como representante del real Patronato. Así se colocaron de manera alterna en el cargo de rector unas veces a un clérigo y otras a un seglar. Al final del siglo XVIII se habían perdido las funciones literarias, el método, la formalidad y la disciplina en los estudios. La reforma era urgente.
Para que se convoque a un Segundo Concilio Platense Carlos III declaró nulos los decretos de del Primer Concilio. Fue convocado obedeciendo a una clara consigna regalista. Inaugurado el 12 de enero de 1774 con la presencia del Metropolitano Miguel de Argandoña Pastén y Salazar y los obispos sufragáneos de La Paz D, Aljandro de Ochoa y Murillo (antes canónigo de La Plata), de Santa Cruz de la Sierra D. Francisco Ramón de Herboso y Figueróa (también antiguo Canónigo de La Plata), de Asunción Fr. Juan Jósé Priego y Caro (que falleció durante el Concilio), de Córdova D. Manuel Moscoso y de Buenos Aires D. Manuel de la Torre.
El anciano Arzobispo Argandoña y el obispo Moscoso, que tomaron el bando regalista chocaron con los demás padres conciliares en discusiones que caracterizaron toda la celebración de este Concilio. Aparte presiones del clero impidieron reformas en temas como divisiones de curatos extensos, aranceles u reformas disciplinarias. El Arzobispo cada vez más débil falleció el 11 de agosto de 1775. Los obispos que defendían la independencia eclesiástica lograron la aprobación de los decretos en su línea. Estos decretos enviados a Madrid quedaron archivados padeciendo el ostracismo cortesano y no pasaron a Roma.
La Expulsión de los jesuitas dio un nuevo protagonismo al clero diocesano criollo. Fenómeno que se hizo evidente en el segundo Concilio Platense. La supresión de las órdenes con los decretos del Mariscal Sucre reforzó esta hegemonía del clero diocesano. Sin embargo a fines del siglo XIX este signo de madurez cayó con la disminución de sacerdotes diocesanos y el vacío llenado con la llegada de congregaciones y órdenes de religiosos.
Figura descollante fue la de Fr. José de San Alberto (1785-1804), que antes de llegar a La Plata como arzobispo ocupó el obispado de Tucumán. Supo combinar sus dotes intelectuales con las de pastor. Tuvo una intensa actividad apostólica y dio testimonio de santidad. Fundó el colegio de educandas en La Plata, un orfanato en Cochabamba. Propició la fundación del Oratorio de San Felipe Neri (1795). Aunque San Alberto gozo en su largo episcopado de gran popularidad, tuvo importantes sermones y escritos pastorales distantes la convulsión política y social de su tiempo, de la sensibilidad y de las nuevas definiciones políticas que se iban gestando en grupos de criollos que iban deseando un futuro de independencia. Su famoso Catecismo Regio identifica el cristianismo con el Absolutismo borbónico: ser cristiano cabal equivale a vasallo útil su rey.
Después de la creación de los obispados de La Paz en y Santa Cruz, no hubo cambios en el territorio del Arzobispado de La Plata hasta la creación del obispado de Salta en 1806, que incluyó el partido de Tarija, entonces integrado en la Intendencia de Potosí. Sin embargo, un cabildo abierto en Tarija el 25 de julio de 1807, aceptó la decisión de separarse por completo de Potosí, pero también se negó a estar bajo el gobierno de Salta, el conflicto principal fue la organización que tenía con el arzobispado de Charcas, se envió un petitorio al rey para que solicitase al papa que revirtiera la dependencia de Tarija al arzobispado de Charcas, esto dejó a Tarija en gobierno y jurisdicción independiente de las dos intendencias, pero estaba integrada en el obispado de Salta. La correspondiente bula pontificia para la modificación de los límites de las diócesis, no pudo expedirse debido a que el papa Pío VII se hallaba prisionero de Napoleón Bonaparte.
El 25 de mayo de 1809 estalló desde Chuquisaca la Guerra de la Independencia como un proceso imparable y violento que terminará en 1825 con creación de una república en el territorio de Charcas o por entonces llamado Alto Perú. Las connotaciones de guerra civil que se manifestarán en la misma iglesia y su clero como un reflejo de las divisiones que se daban en la misma sociedad. La Iglesia se vio envuelta en el ir venir entre las fuerzas ejércitos realistas o patriotas y partidas de insurgentes las que, salvo las manifestaciones jacobinas del Primer Ejército Auxiliar argentino, se mantuvieron afiliadas en el gremio de la Iglesia.
Se puede calificar como una víctima de los avatares de la Guerra de la independencia al Arzobispo Fr. Benito María de Moxo y Francolí (1806-1816). Digno representante del clero ilustrado, de gustos refinados, intelectual y reformista, poseía una rica biblioteca y atesoraba el primer museo que tuvo el país, cayó en una capital convulsionada y no supo estar de acuerdo a las circunstancias del cambio que se estaba gestando. Sus medidas administrativo-eclesiásticas y sus tomas de posición fueron combatida y muchos de sus sermones discutidos. Hizo amistad con el Presidente Ramón García Pizarro sobre quien cayó todo el peso del furor antimonárquico. Terminó sus días el Jueves Santo de 1816 en el destierro al que lo condenaron los miembros del Tercer Ejército Auxiliar en la ciudad de Salta.
Tras la muerte de Moxó, fue designado Arzobispo D. Diego Martín Navarro de Villodres, que por sus ideas monárquicas jamás pudo tomar posesión de su silla. El gobierno de la Iglesia de La Plata cayó en manos de los prebendados. El más célebre fue el ilustrado Deán D. Matías Terrazas que tenía una de las mejores bibliotecas de la Audiencia y fue mentor de algunos de los más destacados caudillos de la Independencia. Le tocó hacer grandes y difíciles equilibrios en tiempos enconos extremos. Después de la declaración de la Independencia en 1825 tuvo que asumir el nuevo régimen que surgió y convocó a los párrocos de la Arquidiócesis a instar al pueblo a aceptar las ventajas del nuevo sistema de gobierno y rechazar los males que resultan de la anarquía. Sin embargo Terrazas no dejó de expresar su protesta ante los decretos de del Libertador Bolívar y las reforma del Mariscal Antonio José de Sucre que pesaban sobre la Iglesia de Bolivia: secularización y desamortización de los bienes eclesiásticos, confiscación del tesoro eclesiástico, multas civiles a los párrocos, nuevos aranceles, exclaustración de frailes, clausura de conventos, la reducción del número de los cabildantes, la supresión de hermandades y cofradías, abolición de fundaciones pías, etc.
Los bienes que Sucre como Presidente se apropió para la nueva República fueron destinados para uso público. Los claustros de conventos suprimidos fueron convertidos en cuarteles, mercados, escuelas y oficinas del Estado. Algunos se remataron en pública almoneda. Fue dolorosa la confiscación del tesoro artístico de la iglesia que se guardaba en los templos y conventos que se suprimieron. Muchos objetos de oro y plata fueron convertidos en monedas.
Terminada la Guerra de la Independencia era evidente en todas partes la crisis de valores. El clero había padecido falta de comunicación, defecciones de sus miembros, huidas y muertes violentas, represión o bandidaje. Terrazas informaba que en la Arquidiócesis quedaban sesenta parroquias vacantes y de las dieciocho sillas del cabildo once eran las vacantes. De los muchos conventos de todo el país, estando muchos casi vacíos, sostenían a penas doscientos ochenta y ocho frailes.
Aunque no se podía acusar en su conjunto institucional a la Iglesia de realista, más bien, muchos clérigos y frailes habían militado en el bando independentista y aunque los nuevos gobernantes se definían como católicos, la Iglesia estaba dañada y fue víctima del sometimiento de los primeros gobiernos republicanos que comenzaron con la política reformista de Sucre que partía de premisas regalistas, esta vez republicanas, que exigían la sumisión de la Iglesia al Estado. La ideología de Sucre se impuso, y lo logró, debilitar socialmente a la Iglesia con el desmantelamiento de sus estructuras.
El seminario de San Cristóbal perdió su carácter netamente clerical y desarrollará un servicio educativo no sólo para los aspirantes al sacerdocio sino también para alumnos externos que no necesariamente tenían una vocación para el sacerdocio. La autoridad civil dictaminó las asignaturas y el orden de las materias que se debían cursar. De la misma manera el reglamento de disciplina y las condiciones para la admisión de candidatos.
Prácticamente a partir de 1809 las tres diócesis del Alto Perú quedaron acéfalas hasta que el vicario capitular de La Paz, José María Mendizábal, gran activista en la Independencia de Bolivia, fue nombrado obispo de esa diócesis en 1828. Sin dejar nunca de ocupar cargos públicos en el nuevo Estado Republicano, como el de Presidente de los Congresos Constituyentes de 1826 y de 1831 o de Consejero de Estado en 1832 y luego de haber reanudado el contacto con la Santa Sede con gestiones por la Nunciatura de Río de Janeiro, pasó a ocupar la sede arquidiocesana platense en 1835 hasta su muerte en 1846. El prestigio personal y su liderazgo aportaron grandemente en la restauración de Iglesia boliviana luego del la debacle de la Guerra de la independencia. Tras la muerte de Mendizábal, la sede platense fue ocupada por Mons. Manuel Ángel Prado (1855-1858) que también tuvo que combinar funciones civiles con las episcopales.
Escuchando solicitudes pendientes desde fines del siglo XVIII, en 1847 se creó un nuevo obispado en Cochabamba sobre el territorio del departamento del mismo nombre desgajando territorios de la arquidiócesis de La Plata y de la diócesis de Santa Cruz.
Así como las reformas de Sucre no hirieron de muerte a los cenobios femeninos los conventos de frailes desaparecieron de La Plata. La restauración de la vida religiosa se iniciará con la apertura del convento de la Recoleta de Santa Ana cuando se constituya en un Colegio de Propaganda Fide con la llegada de frailes españoles. Desde aquí los frailes sostuvieron nuevamente misiones con los chiriguanos, revitalizaron las misiones populares en ciudades y pueblos, dieron los sermones cuaresmales, confesiones y dirección espiritual y apoyaron con la docencia en el Seminario San Cristóbal y el apostolado seglar.
Desde la década de 1850 el Oratorio de San Felipe Neri va entrando en una época de oro como un núcleo de espiritualidad con incidencia en la predicación, el confesonario, los ejercicios espirituales, la celebración del culto, la tutoría espiritual o los cenáculos de reflexión de laicos.
En 1857, las representaciones que se hicieron desde 1808, aquella vez ante el rey Carlos IV que dispuso que Tarija y Chicas pasasen a jurisdicción del nuevo obispado de Salta, fueron atendidas por fin por la Santa Sede y, con gran alborozo en el país, se celebró la reincorporación de estos territorios bolivianos a la Arquidiócesis de La Plata.
Fray Mamerto Esquiú, OFM fundó en 1868 El Cruzado, el primer periódico católico de la ciudad que permitió plantear desde el Arzobispado a la sociedad la difusión de la doctrina, las noticias de la Iglesia y la acción apologética ante el ataque de ideas liberales, laicistas, positivistas de entonces. Aparte, en sus hojas se dio cobertura a la circulación de correspondencia y a la difusión de la producción literaria de autores como María Josefa Mujía “la Ciega”.
Las Hijas de Santa Ana fueron las primeras religiosas de vida activa que llegaron a la Iglesia chuquisaqueña. Traídas por el rico minero Aniceto Arce (luego presidente de la República) en 1880 se hicieron cargo del antiguo colegio de las Educandas al que pusieron el nombre de Santa Ana. Poco más tarde, en 1892 las hermanas se hicieron cargo de uno de los asilos fundados por los esposos Francisco Argandoña y Clotilde Urioste, el de Santa Clotilde, mientras que el otro, el de San Francisco, quedó a cargo de los padres Salesianos.
Los tres arzobispos de la segunda mitad del siglo XIX, todos nacidos en la ciudad y miembros del Oratorio de San Felipe Neri, personajes de gran talla humana, intelectual y pastoral, tuvieron que soportar el embate de las intromisiones presidenciales y la prepotencia de funcionarios públicos de menor rango. A través de ellos se hará evidente el mérito de la Iglesia boliviana de haber mantenido todo este siglo la capacidad de reaccionar, rehacerse en medio de la prueba, crear nuevos campos de acción en la lucha ideológica, la catequesis y la educación, la apertura a la nuevas misiones, la institución parroquial, las nuevas instituciones de asistencia y el debate ideológico. Pedro Puch y Solona (1861-1885), que asistió al Concilio Vaticano, en su reclamo ante la Asamblea Legislativa de 1872 por intromisiones de autoridades en la vida de la Iglesia tuvo que soportar una condena al ostracismo o muerte civil acusado injustamente por “comprometer la paz de la República”.
Mons. Pedro José Cayetano de la Llosa (1887-1897) fue el único que pudo realizar la visita pastoral a la Arquidiócesis y para resolver los problemas eclesiásticos convocó al III Concilio Platense el 8 de diciembre de 1888. SE inauguró el 9 de junio y se clausuró el 6 de octubre de 1889.Logró la asistencia de los obispos sufragáneos, por entonces sólo ya de Bolivia: Francisco María del Granado de Cochabamba, Juan de Dios Bosque de La Paz y Juan José Valdivia de Santa Cruz de la Sierra. Trató cuestiones doctrinales, el apostolado militante de los laicos, la pastoral sacramental, la lucha antiliberal y antimasónica y la aplicación de las constituciones del Concilio Vaticano I.
El conflicto frontal a nivel intelectual e ideológico lo asumió Miguel del los Santos Taborga y Pizarro, nieto del último presidente de la Audiencia, intelectual, orador, polemista, filósofo e historiador. Siendo sacerdote tomó como palestra al periódico El Cruzado, incursionó en la política tres veces como diputado y una como senador, defendió los derechos de Bolivia en polémica contra el obispo de La Serena que tras la invasión Chilena del Litoral boliviano (1879) ocupó con sus curas parroquias del la arquidiócesis de La Plata. En 1898 fue consagrado como Arzobispo de La Plata, desde entonces y hasta su muerte en 1905, tuvo que enfrentar la guerra frontal del partido Liberal y la política laicista que emprendió contra la Iglesia, implantando las ideas que el prelado había impugnado en el ámbito intelectual.
La Guerra Federal (1898-1900) que encumbró al Partido Liberal afectó grandemente la vida de Sucre como Capital de la República con la usurpación que cometió La Paz al hacerse de dos de los poderes del Estado, el Legislativo y el Ejecutivo. A partir de entonces la ciudad quedará al margen del desarrollo y el quehacer político del país. Entre los casi dos mil muertos que costó se cuenta al propio rector del Seminario San Cristóbal, el P. Juan María Fernández de Córdova y Nestares, que como capellán de un regimiento de voluntarios fue asesinado junto a veintitrés heridos en la capilla de Ayo ayo (La Paz) el 124 de enero de 1899.
Lo grave del advenimiento liberal y su ofensiva legislativa antieclesiástica tuvo su reflejo en las leyes de libertad de cultos, de educación laica, la privación de ciudadanía al clero y su desafuero, los cementerios laicos, el matrimonio civil, las restricciones a la acción misionera, las restricciones a las celebraciones del culto, el control sobre la economía de las casas religiosas, las campañas de difamación sistemática, las hostilidades contra las autoridades eclesiásticas y finalmente la ruptura de las relaciones con la Santa Sede en 1907.
Durante el gobierno de Monseñor Francisco Pierini, OFM (1924-1939) se notará cómo las relaciones entre la Iglesia y el estado de apaciguaron y la señal de la normalidad se la dio cuando el 7 de agosto de 1925, para conmemorar el Centenario de la Independencia de Bolivia, en la cumbre del cerro Churuquella, sobre la ciudad de Sucre se consagró la República al Corazón de Jesús. Doce años más tarde, en 1937 la ciudad se enfervorizó otra vez con la celebración del Congreso Eucarístico Diocesano y al año con la coronación en diciembre a la Virgen de Guadalupe al celebrar el cuarto centenario de la fundación de la ciudad.
El 22 de mayo de 1919 fue la Arquidiócesis desmembrada del vastísimo territorio del Chaco y se constituye con él el vicariato apostólico de Cuevo. En 1924 el Papa dispone el cambio de nombre de Arquidiócesis de La Plata a Arquidiócesis de Sucre. En 1925, a fin de que el gobierno de la iglesia esté más cerca de sus fieles, nuevamente se desgajaron de la Arquidiócesis Sucre los territorios correspondientes a los departamentos Potosí, Oruro y Tarija, con los que se crearon sus respectivas nuevas diócesis.
En 1927 Mons. Pierini Convoca al Quinto Sínodo Arquidiocesano. Durante la Guerra del Chaco (1932-1935) organiza la asistencia religiosa a los soldados. Defiende los derechos de Bolivia sobre el Chaco y en el Congreso Eucarístico de Buenos Aires aboga por la paz entre los contendientes. Como titular de la Sede decana ejerció su liderazgo en el país y fuera de él.
El 27 de junio de 1945 se tuvo lugar en Sucre el Tercer Congreso Eucarístico Nacional con la asistencia del Legado Pontificio Mons. Guevara y presidente de la República Crnl. Gualberto Villaroel (morirá linchado en La Paz antes de un mes, el 21 de julio). El segundo Congreso Mariano Nacional se efectuó también en Sucre en 1954.
Después de haber trabajado en Bolivia un cuarto de siglo como misionero redentorista y como obispo de auxiliar de La Paz llegó en 1951 a ocupar la silla arzobispal de Sucre Mons. José Clemente Maurer. Le tocará iniciarse en los conflictivos tiempos de la Revolución Nacional. Atendió la formación en el Seminario llamando como formadores a sacerdotes del la OCSHA y reconstruyó el edificio. Supo captar apoyos económicos solidarios en su Alemania natal. Promovió programas de vivienda digna para sectores pobres. Buscó mejorar las condiciones de vida para los párrocos de provincia. Levantó y reconstruyó templos y ejerció un liderazgo “nacional” ocupando tres veces la presidencia en una Conferencia Episcopal que recibía los fuertes impulsos de los cambios del Concilio Vaticano II.
Después de haber aportado a la Iglesia chuquisaqueña y boliviana con algunos de los personajes eclesiásticos más distinguidos en el Oratorio de San Felipe Neri en 1967 murió el último de sus miembros, el P. José Cuéllar. Así acababa una crisis de vocaciones que esta congregación comenzó a padecer ya antes de la Guerra del Chaco.
El seminario San Cristóbal será regido durante varias décadas por los padres lazaristas y tendrá capacidad de albergar a seminaristas de varias partes de Bolivia. En 1968 cerrará sus puertas para dar lugar al Seminario Nacional de San José de Cochabamba. Pero desde 1981 se da lugar a su reapertura con el curso propedéutico y la filosofía con alumnos de diferentes circunscripciones.
Otra cédula real del 2 de marzo de 1811 dispuso: me sirva también declarar, para evitar dudas y dilaciones, que en medio partido de Tarija está comprehendido Chichas. Este cambio de jurisdicción fue objeto de la Cuestión de Tarija a partir de que esta villa se incorporó a Bolivia el 26 de agosto de 1826 retornando a la jurisdicción de la arquidiócesis de Sucre.
El 22 de mayo de 1919 fue desmembrado de la arquidiócesis el vastísimo territorio del Chaco (bajo administración de la diócesis de Santa Cruz de la Sierra) y erigido en prefectura apostólica. El 1 de noviembre de 1924, el papa Pío XI desmembró de la arquidiócesis territorios suficientes para formar las diócesis de Oruro, Tarija y Potosí. Y cambiando entonces el nombre de la arquidiócesis a Sucre.
Fueron obispos ordinarios de Charcas-Sucre:
Otros destacados:
Entre los edificios destaca la Catedral Metropolitana de Sucre 1551-1633, de puro corte colonial. Ubicada en la Plaza Veinticinco de Mayo. Su construcción se inició el año 1551 y continuó durante casi un siglo. Debido a este prolongado periodo de construcción tiene estilo barroco y renacentista con influencias mestizas. En el siglo XIX se añadieron las naves laterales, la torre y la portada plateresca, siendo arzobispo González y Poveda. El 18 de febrero de 1925 fue nombrada basílica.
Otras templos notables son la Basílica de San Francisco de Charcas y las iglesias de San Felipe, San Agustín, Santo Domingo, la Merced, San Lorenzo y San Miguel.
De acuerdo al Anuario Pontificio 2018 la arquidiócesis tenía a fines de 2017 un total de 598 657 fieles bautizados.
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