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Asertividad



La asertividad es una forma de comportamiento caracterizada por una declaración firme o la afirmación de una declaración sin necesidad de prueba. Afirmarse es afirmar la posición de uno sin transgredir agresivamente los derechos del otro (asumiendo una posición de dominio) y sin permitir de forma sumisa que el otro ignore o niegue los derechos o la posición legítima de uno.[1]​ Como estrategia y estilo de comunicación, la asertividad se sitúa en un punto intermedio entre otras dos conductas polares: la pasividad, que consiste en permitir que terceros decidan por nosotros, o que pasen por alto nuestros derechos; y por otro lado tenemos la agresividad, que se presenta cuando no somos capaces de ser objetivos y respetar las ideas de los demás.

El concepto de asertividad suele definirse como un comportamiento comunicacional, en el cual la persona no agrede ni se somete a la voluntad de otras personas, sino que manifiesta sus convicciones y defiende sus derechos. Es también una forma de expresión congruente, directa y equilibrada, cuya finalidad es comunicar nuestras ideas y sentimientos o defender nuestros legítimos derechos sin la intención de herir o perjudicar, actuando desde un estado interior de autoconfianza, en lugar de la emocionalidad limitante típica de la ansiedad, la culpa o la rabia. Contar con un criterio propio dentro de la sociedad es indispensable para comunicarnos de una mejor manera.[2]

En la década de 1940 Andrew Salter definió la asertividad como un rasgo de personalidad y pensó que algunas personas la poseían y otras no. La definieron como “la expresión de los derechos y sentimientos personales”, y hallaron que casi todo el mundo podía ser asertivo en algunas situaciones y absolutamente ineficaz en otras. También se descubrió que la asertividad tiene que ver con el grado de madurez de cada individuo; así como de los factores emocionales e intrínsecos de la personalidad, las personas cuya autoestima es elevada tienden a desarrollar un mayor grado de asertividad. Las diferencias entre las personas asertivas y las que no desarrollan esta habilidad radica en la falta de carácter, así como de ideologías, falta de confianza en sus habilidades o bien, que carezca de objetivos claros al comunicarse.

Por lo tanto la conducta asertiva se puede entrenar y de esta manera aumentar el número de situaciones en las que vamos a tener una respuesta asertiva.[3]

La asertividad permite comunicar a las demás personas nuestras ideas, opiniones y necesidades de forma legítima y empática. Varias situaciones donde una comunicación asertiva puede reportar beneficios al emisor del mensaje son las siguientes:[4]

La persona que cuenta con la capacidad de aserción consigue sus objetivos, se respetan a ellos mismos y también a quienes los rodean, expresan sus ideas y actúan en el momento y lugar adecuados, con franqueza y sinceridad. Muestran autenticidad en sus actos y tienen la capacidad de decidir de manera inmediata y objetiva. Su conducta verbal: Expresión verbal directa y honesta, mensajes “Yo” en primera persona ("pienso", "siento", "quiero") invita al diálogo, hace preguntas y pide participación, tiene capacidad para discrepar y pedir aclaraciones abiertamente. Su conducta no verbal: escucha activa hacia el interlocutor, contacto ocular directo, pero no desafiante, habla fluida y segura, gestos firmes y relajados, proximidad física y contacto corporal.

Toda persona tiene derecho a decidir cuándo prestar ayuda a los demás ya que es un derecho individual, sin embargo, se debe tomar en cuenta que no es aconsejable defender nuestros derechos cuando corremos peligro de recibir agresión física o se viole la legalidad. No existe una “personalidad innata” asertiva o no asertiva, la conducta asertiva se aprende por imitación y refuerzo, es decir, se compone de lo que se nos ha transmitido como modelos de comportamiento, ya sea nuestro núcleo familiar, escolar o laboral.

Mantenga en mente que hay un momento y una forma adecuadas para realizar cada actividad, y la mejor manera de hacerlo consiste en ser asertivo, ésta es la llave para lograr el éxito en las relaciones interpersonales.[3]

Joseph Wolpe y Richard Lazarus en 1958 dan el primer concepto de Asertividad como tal, y descubrieron que casi todo el mundo puede ser asertivo en algunas situaciones y en otras no.

En Estados Unidos se realizaron investigaciones acerca de la ansiedad social y sus tratamientos. En 1971 Marsall inserta la Asertividad al cuerpo de las habilidades sociales con el método estructurado de entrenamiento. Se realiza la BAT (Behavioral Assertiveness Test), que es un test conductual de Asertividad, creado por Eisler en 1975. Del Greco propone el modelo bidireccional en el que explica las diferencias entre conducta asertiva, no asertiva y agresiva. En 1985 Becker y Heimberg crean el test conductual de Asertividad para personas deprimidas.

En el año 2001 Davis Mckay y Eshleman hablan de suposiciones erróneas como obstáculo para la conducta asertiva.

Para los años de 2002 a 2004 Flores y Díaz, mencionan que la Asertividad depende de la cultura contextual, la situación y la psicología. [6]

Varios autores sostienen que la asertividad tiene una relación directa con la autoestima. Las personas que no se consideran valiosas habitualmente optan por no defender sus derechos de forma activa, lo que crea un círculo vicioso al volver a minar su autoestima cuando sus derechos no son respetados.

En este caso se puede dar una respuesta distinta según el impulsor interno: agresividad cuando el foco de atención está excesivamente puesto en las necesidades de uno mismo y sumisión cuando se desea complacer a los demás.

Otros motivos del déficit de asertividad serían la influencia de ciertos estereotipos sociales y laborales. En algunas culturas u organizaciones muy jerarquizadas se establece la sumisión como la conducta aceptada en determinados roles y géneros.

El estado emocional también influye en la respuesta que se pueda dar en un momento concreto. Una alta carga de estrés puede provocar una conducta excesivamente agresiva o pasiva, generando en ocasiones mayor ansiedad debido al rechazo que la propia respuesta provoca en los demás.

Hasta el momento no se ha hallado una causa innata relacionada con la asertividad, si bien hay ciertos factores genéticos que podrían desempeñar un papel en el desarrollo de la timidez y, en consecuencia, el déficit de asertividad.[7]



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