Báguena nació en ciudad.
Báguena es un municipio y población de España, perteneciente a la Comarca del Jiloca, al noroeste de la provincia de Teruel, comunidad autónoma de Aragón a 89,9 km de Teruel, y a una altitud de 793 metros por encima del nivel del mar. Tiene una superficie de 25,17 km² que se reparte en 1.788 hectáreas de superficie cultivada, de las cuales 278 hectáreas son de regadío, 15 hectáreas de prados y 171 hectáreas de superficie forestal. Tiene una población de 285 habitantes (INE 2020) y una densidad de 12,63 hab/km². El código postal es 44320.
En un principio su nombre se escribía con v. Vaguena. Proveniente del adjetivo latino vacuus, vacío, desocupado, desierto, que al castellanizarse perdió la terminación del acusativo del que salieron los nombres y adjetivos, conservando la consonante muda suave inicial, “v,” y la “a” tónica, al tiempo que la consonante muda fuerte “c”, en virtud de la ley de debilitación se cambió en su correspondiente suave “g” al encontrarse entre dos vocales. Así se tendría:
Vacuum > vacu > vagu, más el sufijo “ena”, muy común en Aragón, y de significado desconocido.
En el siglo XVIII, comenzaron las dudas entre las grafías “v” y “b”, hasta que en el XIX se impuso la “b”. Báguena.
Los primeros moradores se establecieron en el tercer cuarto del siglo XII.
En el año 1142, Ramón Berenguer IV, en un nuevo intento de repoblar Daroca y su amplio alfoz le concedió un fuero de población, convirtiéndola en “señora” de todo su término con plenos poderes jurisdiccionales y fiscales sobre él y los núcleos habitados ya existentes.
El concejo de Daroca era quien repartía los lotes de tierra a los que venían a establecerse en tierras vacías de su dominio. Los nuevos asentamientos eran considerados barrios de Daroca, y adscritos a una de sus parroquias.
La primera mención de su nombre se halla, en el año 1205, en el documento en que el obispo de Zaragoza, D. Raimundo de Castrocol, distribuía los diezmos y primicias de los lugares entre las parroquias de Daroca. Báguena lo fue a la de Santa María.
En el año 1248, por privilegio de Jaime I, las villas y lugares se desligaron de la dependencia de Daroca, y se vertebraron en una organización superior con la creación de la Comunidad de Aldeas de Daroca. Pese a llevar su nombre, Daroca no formaba parte de la Comunidad, y esta celebraba sus plegas sin representantes de ella e, incluso, con la prohibición expresa de celebrarlas allí.
Las villas y lugares que formaron la Comunidad, se agruparon en cinco distritos menores, denominados sesmas, cada una de ellas compuesta por núcleos variables de población. Báguena formaba parte de la Sesma del Campo de Gallocanta, que la componían Anento, Báguena, Balconchán, Bello, Castejón de Tornos, Ferreruela, Gallocanta, Manchones, Murero, Odón, Retascón, San Martín del Río, Santed, Torralba de los Sisones, Used, Val de San Martín, Valdehorna, Villanueva del Jiloca y Vilarroya del Campo.
En un primer momento, los lugares estuvieron regidos por cinco hombres buenos u hombres honrados según disponían las primeras Ordenanzas de la Comunidad. Con el paso del tiempo y la creciente complejidad de los servicios y prestaciones asumidos por la incipiente administración concejil, esta pasó a estar formada por los Jurados 1.º y 2.º, un procurador, encargado de las finanzas, y un número variable de Oficiales, según su población.
El desempeño de estos cargos estaba limitado a un año. Su renovación tenía lugar el día de San Miguel, el 29 de septiembre. Para su nominación, por insaculación, era preciso estar inscrito, al menos, en la regla de medio postero. Estaban excluidos para el desempeño de estos cargos los pertenecientes al estamento noble y los que ejercieran alguno de los oficios considerados como viles: herrero, zapatero, sastre, tejedor, pelaire, carpintero, tendero, carretero, carnicero, esquilador, hornero, albéitar, mesonero y adulero.
A partir de los Decretos de Nueva Planta, tras la Guerra de Sucesión, el concejo cambió su denominación por la de Ayuntamiento, y a ser regido por el Alcalde, Teniente alcalde, dos Regidores y el Síndico Procurador. En el siglo XIX, pasó a serlo con los cargos y nombres que se conocen hoy: Alcalde, Teniente alcalde y Concejales.
Evolución de la población a lo largo del siglo:
A 8 de julio del año 2005, la población de distribuía por edades y sexo, así:
Desde el momento que los lugares quedaron libres de la tutela de Daroca, formaron su propia parroquia, regida por un rector o párroco, nombrado por el obispo de Zaragoza, y a quien encomendaba la cura de almas. Pero podía suceder que por privilegio de la Santa Sede quedara unida la parroquia a una Comunidad religiosa, en cuyo caso la propia Comunidad religiosa era el párroco, percibiendo esta los diezmos y primicias, y quien nombraba al Vicario para ejercer todos los deberes religiosos propios de los párrocos. Tal sucedió con la parroquia de Báguena.
El año 1398, el Real Monasterio de Ntra. Señora de Piedra suplicó al papa Benedicto XIII que uniera la parroquia de Báguena a su monasterio, pues se había deteriorado tanto sus frutos, rentas y provechos que apenas alcanzaban para sustentar debidamente al Abad y Monges, Súplica que apoyó el rey de Aragón D. Martín. Y por bula de 1398, Benedicto XIII la unió al Real Monasterio de Piedra, hasta que en el año 1835 las leyes desamortizadoras acabaron con la vida monástica al ser vendido en pública subasta.
En el año 1403, el Concejo, ante el aumento demográfico del pueblo, resolvió acometer la construcción de una nueva iglesia de mayores dimensiones que la existente a los muros de la fortaleza. Su construcción fue encargada a Pascual de Exulve, vecino de Villahermosa, de la baronía de Arenoso del reino de Valencia.
En el siglo XVII se amplió y remodeló completamente. Se recrecieron sus muros, se cerraron los vanos abriéndose los actuales por encima de los existentes, y se colocaron potentes contrafuertes, quedando en la forma actual.
En su interior hay dieciséis retablos barrocos del siglo XVIII y dos, anteriores. El de San Blas y el del Santo Cristo. Esta imagen fue esculpida en el año 1606 por el escultor Pedro Martínez el Viejo. El retablo, por el famoso escultor de Barrachina, Francisco Ascoz, en la década de los setenta de este mismo siglo. Este retablo oculta otro, pintado a pincel en la pared en el que se puede leer SAN JUDAS TADEO.
El Altar Mayor se construyó en el año 1803.
En el año 1606, el célebre organero, Guillaume de Lupe, construyó el órgano de la iglesia, hoy deteriorado y abandonado.
La torre, de estilo mudéjar, es una bella muestra de este arte en el valle del Jiloca. El Concejo firmó, en el año 1609, las capitulaciones para levantarla con el constructor Pedro de Aguilera, natural de Caiçaso, de la merindad de Transvieda del reino de Castilla la Vieja. Su coste ascendió a quince mil sueldos jaqueses.
La primera mención escrita que se tiene de ella, es una bula del arzobispo de Zaragoza, D. García Fernández de Heredia del año 1398.
El culto a San Valentín y las procesiones a la ermita para impetrar del Santo el cese de epidemias o la gracia de la lluvia estaban fuertemente enraizados en el pueblo. Su festividad se celebraba con hogueras, ronda por el pueblo y bailes.
En el año 1541 se fundó en ella la Cofradía de Ntra. Sra. del Rosario, con su altar privilegiado bajo su advocación. La componían solamente veinticinco cofrades. Todos de estirpe noble, cristianos viejos por los cuatro costados y que no desempeñaran oficio alguno considerado como vil, según consta en sus estatutos de fundación. Celebraban en ella quince misas solemnes en festividades señaladas en devoción y memoria de los quince misterios del rosario. Asimismo, las misas de aniversario de los cofrades fallecidos.
En el año 1598, también se fundó en ella la Cofradía de la Sangre de Ntro. Señor Jesucristo, erigiendo la capilla del Santo Cristo.
La devoción de los vecinos del Barrio Bajo y algunos del Barrio Alto la levantaron con sus aportaciones. Su solemne inauguración tuvo lugar el 1 de marzo de 1718.
En el año 1612, la Comunidad de Aldeas de Daroca decidió fundar un convento de monjas para que ingresaran en él las hijas de la Comunidad. Báguena fue el pueblo preferido donde levantarlo. Báguena ofreció el terreno, y la ermita de San Valentín para la iglesia conventual. Y la Orden de las Clarisas Franciscanas la elegida. En la segunda mitad del siglo XVII había en él hasta 130 hermanas profesas. A lo largo de su existencia, sesenta y ocho lo fueron de Báguena.
El año 2003 se cerró por falta de vocaciones y la avanzada edad de las diez hermanas que a esa fecha eran. Se trasladaron al convento de Santa Catalina que la Orden tiene en Zaragoza.
Cumpliendo el mandato del Sumo Pontífice de que en cada un lugar se vote un Patrón, el que más fuere de su devoción, el pueblo, en el año 1643, reunido en Concejo General y con las formalidades que tal acto requería, pregón hecho por el alguacil en voz alta y a son de campana tañida por los lugares acostumbrados convocando a Concejo General, por votación unánime de los asistentes instituyeron, a perpetuidad, a San Blas como Patrón de Báguena.
La Cofradía que lleva su nombre, fue la primera en instituirse en tiempo inmemorial. Disponía de trujal y cubas, donde los cofrades elaboraban y guardaban el vino.
Su fiesta era, y lo es, festejada con toda solemnidad, y la Cofradía la encargada de organizarla.
Comienza su víspera por la noche con una gran hoguera ante la puerta del Prior. Al día siguiente, al segundo toque de campanas llamando a misa mayor, el cura, revestido, acompañantes y la música se llegan a casa del Prior para acompañarlo a la iglesia. Al terminar la misa, con el mismo ceremonial se le acompaña hasta su casa, donde ofrece un ágape a los cofrades y amigos.
En la iglesia existe su busto y una peana, tallados por el escultor zaragozano, Juan de Rigarte, en el año 1573, por encargo de la cofradía, y un precio de setecientos sueldos.
Su festividad, el 31 de agosto, era la fiesta de los mozos. Hoy se ha convertido, por diversas razones y circunstancias, en la fiesta mayor del pueblo. En tiempos aún recientes, a la media noche del día de la Virgen, en la plaza de las monjas, se subastaba, a la baja, la fiesta. En la última puja quedaba fijada la cantidad con que cada uno de los mozos debía sufragarla. Y la cuadrilla licitadora de amigos era la encargada de organizar la fiesta, quedando ellos como los mayordomos. Hoy, todos los vecinos del pueblo contribuyen en su coste, según circunstancias de edad y estado civil. Los actos organizados son múltiples y variados, como se recoge en el programa de la fiesta.
Ha llegado a ser la segunda del pueblo en actos festivos y religiosos. Su organización corre a cargo del Prior, llavero y mayordomos, nombrados en la festividad anterior. Todos, miembros de su cofradía, y se accede a esos cargos por riguroso orden de inscripción.
La devoción a la Santa Imagen se debe a los numerosos milagros que se le atribuyen. El primero, el que relatan las crónicas del convento. Su llegada al mismo fue desde Roma, regalo de un fraile a una familiar suya, profesa en el mismo. Un día, una monja que estaba enajenada, lo tiró a las letrinas. Tristes por su desaparición, lo buscaron por todas las dependencias del convento sin hallarlo. Hasta que vieron que de las letrinas salía una gran luz. Bajó el donado y halló la Santa Imagen. La llevaron a Daroca para que un platero la restaurara. Éste al cogerlo vio que sudaba sangre, y sin atreverse a tocarlo lo volvió al convento.
En el año 1877, se fundó la cofradía de su nombre con los fines de ensanchar los lazos espirituales entre los cofrades, y el de sostener su culto y engrandecerlo.
En la margen derecha del valle del Jiloca en el que se sitúa Báguena, se encuentran las ramblas de Anento y Arguilay, en esta última se encuentra el paraje del mismo nombre que es uno de los parajes más bonitos del pueblo y en él se encuentra el manantial que proporciona agua potable al pueblo.
Se da la curiosa circunstancia de que tres de los hijos ilustres de Báguena fueron militares, y habiendo nacido en tierra aragonesa sin embargo se distinguieron en los territorios castellanos.
Y no podemos olvidar a D. Maríano García Esteban (Báguena 1894-Teruel 1971), combatiente en la Guerra de África, que recibió el homenaje de sus vecinos el 31 de agosto de 1964 cuando se colocó su busto (sufragado por suscripción popular) en la calle que lleva su nombre, en una pequeña replaceta al lado de la Iglesia. Según figura en la obra "Caballeros de la Real y Militar Orden de San Fernanco (Infantería), de José Luis Isabel Sánchez, publicada por el Ministerio de Defensa, en el combate del 5 de junio de 1923 protegiendo un convoy a Tizi Azza y estando al mando del carro de asalto n.º 9, se le ordenó avanzar sobre las trincheras enemigas siendo recibido con nutridísimo fuego consiguiendo, no obstante, desalojarlas. Una vez alcanzado el objetivo propuesto por el mando, y ya rebasada la línea de trincheras, ordenó al conductor que hiciese alto con el doble propósito de evitar el consumo de combustible y hacer fuego con mayor precisión contra un grupo parapetado en un morabito. Apenas iniciado el fuego, un proyectil disparado a muy corta distancia penetró por la mirilla de la torre desde la que el sargento García Esteban observaba al enemigo, produciéndole heridas que le causaron en el acto la pérdida del ojo derecho y una grave lesión en el izquierdo, con pérdida total de la vista. Sobreponiéndose al intenso dolor y conservando la imagen y situación del enemigo, demostrando una fortaleza de espíritu y una abnegación difícilmente igualable, continuó disparando por ráfagas hasta consumir toda la munición de la ametralladora para evitar el efecto moral que hubiera proporcionado al enemigo si el carro cesaba en el fuego. Finalmente regresó a la segunda línea desde la que el sargento García Esteban fue evacuado. En el combate del 5 de junio de 1923, se le propuso para el ascenso y para la Medalla Militar, que le fue concedida "por su brillante actuación en el combate librado para abastecer Tizi Azza, en el que tomó parte como ametrallador del equipo del carro blindado n.º 9, y al ser gravemente herido en los dos ojos por proyectil enemigo, pediendo la vista, y a pesar del intenso dolor que le causaban las heridas, ordenando al cabo conductor seguir el avance hasta alcanzar el objetivo, continuó disparando la ametralladora para evitar que la moral del enemigo aumentara al suponer al carro fuera de combate". En 1928 recibió la Medalla Militar y la Cruz Laureada de San Fernando individual. Mariano García Esteban pasó al Cuerpo de Inválidos en 1924, ya ciego, alcanzando el empleo de general de brigada con antigüedad de 1960.
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