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Basilio I



Basilio Augusto (llamado el Macedonio y también Basilio I el Grande, 836?-29 de agosto de 886), emperador bizantino, nació en una familia asentada en Charioupolis (Thema de Macedonia). Los historiadores discrepan sobre su origen étnico; la genealogía elaborada durante su reinado lo considera de origen armenio, mientras que las fuentes árabes lo denominan eslavo;[1]​ sin embargo, la primera le asigna un origen real (arsácida, descendiente de Tiridates) y para los segundos todo macedonio era, por sí mismo, un eslavo.[2][3][4]

El año de nacimiento de Basilio ha sido motivo de controversia desde hace al menos un siglo. Tradicionalmente se ha situado su nacimiento en torno a 811-13, fecha esta última en la que el khan búlgaro Krum saqueó la ciudad de Adrianópolis deportando a sus habitantes, entre los que se encontraban los padres de Basilio, al norte del Danubio. La confusión en las fechas proviene de los propias fuentes bizantinas que décadas o siglos más tarde recogen la historia de los orígenes del emperador, como la Vita Basilii, segunda parte del Teófanes Continuatus o la crónica más posterior de Juan Skylitzes. En ellas se incurre en numerosas contradicciones, ya que de la misma manera se afirma que Basilio era un recién nacido en el momento en el que sus padres fueron deportados como aseguran apenas unas páginas más tarde que era un niño veinte años más tarde. Muchos historiadores sitúan su fecha más probable de nacimiento en la década de 830, probablemente en 832 o 836.[5]​ Tras la muerte de su padre, decidió ir a Constantinopla en busca de fortuna. Tras ser acogido por el abad de un monasterio, entró al servicio de Teofilitzes, un pariente del césar Bardas (tío del emperador Miguel III el Beodo), como paje. Estando al servicio de este, visitó la ciudad de Patras, donde se ganó el favor de Danielis, una rica dama que lo tomó a su servicio y le dotó de una gran fortuna. Por otra parte, pronto lograría también convertirse en compañero y miembro de la guardia personal (parakoimomenos) de Miguel III.[6]

Para aumentar su favor ante Miguel III, se divorció de su esposa y se casó con Eudocia Ingerina, una de las amantes de Miguel. Siempre se ha creído que León VI, el sucesor de Basilio y su supuesto hijo, era en realidad hijo de Miguel. Basilio consiguió entonces matar a Bardas, que gobernaba de hecho el Imperio en lugar de Miguel; lo que llevó a cabo con el consentimiento del emperador en abril de 866, y tan sólo una semanas después Basilio era nombrado “césar”. Por entonces pocos imaginarían que Basilio iba a ser capaz de gobernar el Imperio por sí mismo, pues era famoso por llevar la misma vida desordenada y orgiástica que su amigo el emperador Miguel, pero en septiembre de 867 asesinó a Miguel y comenzó a reinar en solitario.

Basilio inauguraba así una nueva era en la historia del Imperio, que se asocia tradicionalmente con la nueva dinastía que acababa de fundar: la dinastía macedónica. Se trató de un periodo de expansión territorial durante el cual el Imperio se convirtió en la mayor potencia de la Europa cristiana del momento.

A causa del extenso trabajo legislativo que Basilio llevó a cabo, que consistió en la recuperación y puesta al día de la compilación de Justiniano I, se le suele conocer como el «segundo Justiniano». Las leyes fueron compiladas en la Basilika, que comprendían sesenta libros, y además se prepararon ciertos manuales jurídicos menores llamados Prochiron y Eisagoge. León VI completaría esta compilación legislativa. La Basilika siguió siendo el Derecho del imperio bizantino hasta su conquista por los otomanos. Irónicamente, esta codificación de leyes parece que comenzó bajo la dirección del césar Bardas quien fue asesinado por Basilio.[7]​ Basilio supervisó personalmente la construcción de la catedral Nea Ekklesia.[8][9]​ Por otra parte, la administración fiscal de Basilio resultó ser bastante prudente.

Su política eclesiástica destacó por las buenas relaciones con la Iglesia católica de Roma. Uno de sus primeras medidas consistió en enviar al exilio al patriarca de Constantinopla Focio, restaurando al patriarca Ignacio I, cuyos derechos contaban con el apoyo del papa Adriano II.[3]​ Sin embargo, Basilio no tenía la intención de someterse a Roma más allá de cierta medida. La decisión del zar búlgaro Boris I de Bulgaria de someter a la nueva iglesia búlgara a la jurisdicción de Constantinopla supuso un gran golpe para Roma, que pretendía hacerse con su control. En 877 Focio volvió al patriarcado, y se produjo una cierta ruptura, aunque no formal, con la Iglesia católica. Sería un hito más en la serie de conflictos que llevaron al Cisma de Oriente que dio lugar a la separación de las Iglesias católica y ortodoxa.

Su reinado estuvo marcado por una conflictiva guerra con los herejes bogomilos, heredada de su predecesor. Se recuperó Chipre, pero solo se pudo mantener durante siete años; también se reconquistó Bari y gran parte de Calabria, aunque se perdió Siracusa en Sicilia. Los éxitos militares en Italia abrieron un nuevo periodo de dominación bizantina en dicha península. Pero, por encima de todo, los bizantinos fueron de nuevo señores del Mediterráneo y especialmente del Adriático.

Basilio reinó durante diecinueve años. Su muerte, el 29 de agosto de 886, se debió a unas fiebres contraídas tras un grave accidente de caza.




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