Basilio II Bulgaróctono, el asesino de búlgaros (griego: Βασίλειος Β΄ Βουλγαροκτόνος, Basileios II Boulgaroktonos) (958–15 de diciembre de 1025), fue emperador bizantino desde el 10 de enero de 976 hasta su muerte. Gobernó por 49 años y 11 meses, más que cualquier otro emperador en la historia romano-bizantina. Condujo al Imperio bizantino al máximo de su poder en cinco siglos, pero no dejó herederos de su talla y muchos de sus logros se perderían a causa de toda una serie de débiles y desafortunados sucesores.
Basilio era el hijo del emperador Romano II, quien lo asoció al trono en el año 960. Este murió tres años después, cuando Basilio tenía 5 años de edad. Como él y su hermano, el futuro emperador Constantino VIII (1025-1028), eran demasiado jóvenes para reinar por sí mismos, la madre de Basilio, Teófano , se casó con uno de los principales generales de Romano, Nicéforo Focas. Este ascendió al trono en el 963, siendo posteriormente conocido bajo el nombre de Nicéforo II. Nicéforo fue asesinado en 969, y le sucedió en el trono otro general, Juan I Tzimisces, que reinó durante 7 años. Por fin, cuando Juan I murió el 10 de enero de 976, Basilio pudo ascender al trono.
Basilio fue un valiente soldado bizantino y un excelente jinete bizantino; deseaba demostrarse a sí mismo que era un gobernante fuerte y un poderoso general. En los primeros años de su reinado, la administración quedó en manos del eunuco Basilio Lecapeno (un hijo ilegítimo del emperador Romano I), un astuto y competente funcionario, que aspiraba a que los jóvenes emperadores fuesen títeres en sus manos. Basilio II esperaba y observaba sin interferir, dedicándose al aprendizaje de los entresijos de la administración e instruirse en la ciencia militar.
Aunque Nicéforo II Focas se había señalado como un brillante general durante su reinado, tanto él como Juan I Tzimisces resultaron ser administradores mediocres. Aunque Juan había intentado frenar el poder de los propietarios de tierras en el final de su reinado había fracasado y circulaban rumores de que había sido envenenado por Basilio Lecapeno, quien había adquirido vastas propiedades ilegalmente y temía una investigación y castigo consecuente. En consecuencia, Basilio se encontró con serios problemas al comienzo de su reinado. Los grandes terratenientes de Asia Menor Bardas Skleros y Bardas Focas; que proporcionaban muchos de los soldados del Imperio y de gran parte de los impuestos, se encontraban en revuelta abierta contra su poder.
Basilio, haciendo gala de la severidad que le caracterizaría durante todo su reinado, les hizo frente y reprimió sus rebeliones en 979 y 989, respectivamente. Con este fin, se alió con Vladímir I de Kiev en 988 , quien le ofreció 6000 hombres de su ejército como refuerzo para las tropas imperiales y la retirada de la base bizantina de Quersoneso en Crimea a cambio de la mano de la hermana menor del emperador, Ana (963-1011). Al principio, Basilio dudó porque los bizantinos consideraban bárbaros a los rusos, y la propia Ana se opuso al matrimonio con un bárbaro.
Sin embargo, cuando Vladímir se comprometió a bautizarse y convertir a su pueblo al cristianismo, Basilio aceptó finalmente. El matrimonio se celebró en 989. Los refuerzos rusos serían fundamentales para acabar con la rebelión, y se convirtieron en el punto de partida de la posterior guardia varega. La caída de Basilio Lecapeno siguió a la rebelión. Fue acusado de conspirar con los rebeldes y fue condenado al exilio y a la confiscación de sus enormes propiedades. Tratando de proteger a la pequeña propiedad campesina, Basilio II hizo una despiadada reforma en el sistema tributario gravando con mayor dureza a las inmensas fincas que se habían expandido en Asia Menor.
Tras acabar con las revueltas internas, Basilio dirigió su atención a los demás enemigos del Imperio. Las guerras civiles que había padecido Bizancio habían debilitado su posición en el Este y las conquistas de Nicéforo II Focas y Juan I Tzimisces peligraron, siendo Antioquía y Alepo sitiadas. En el 995, Basilio lanzó una campaña contra los árabes con un Ejército de 40 000 hombres. Derrota a los árabes en varias batallas en Siria, libera Alepo, asegura el estratégico valle del Orontes y conquista todas las ciudades desde Emesa hasta Trípoli. Aunque no contaba con fuerzas suficientes para penetrar en Palestina y tomar Jerusalén, sus victorias le permitieron recuperar gran parte de Siria para el Imperio. Ningún emperador, desde los tiempos de Heraclio había conseguido controlar este territorio durante un cierto tiempo, y ahora se mantendría en manos de los bizantinos durante los siguientes 75 años.
Pero Basilio no había acabado con sus acciones, su intención era recuperar los territorios que el Imperio bizantino había ido perdiendo a lo largo del tiempo. A comienzos del siglo XI, inició las hostilidades contra quien sería su gran adversario, el zar Samuel de Bulgaria.
Bulgaria había sido parcialmente conquistada por Juan I Tzimisces, pero partes del país habían logrado mantener su independencia, bajo la dirección de Samuel y sus hermanos. Los búlgaros realizaban incursiones en tierras bizantinas desde el 976 y el gobierno bizantino trató de provocar sin éxito disensiones permitiendo la fuga del emperador cautivo Boris II de Bulgaria.
Fue la invasión de Tesalia y la toma de Larisa a fines de 985 por parte de Samuel lo que decidió a Basilio II a pasar a la ofensiva. Aprovechando un respiro de su conflicto con la nobleza, Basilio guio un ejército de 30 000 hombres a Bulgaria decidido a tomar por sorpresa Sredets (Sofía) en 986 pero no pudo penetrar en la ciudad. Falto ya de víveres decidió regresar, cuando todavía no había sufrido demasiadas bajas; pero al retirarse el Ejército búlgaro lo alcanzó y le infligió una grave derrota en la batalla de las Puertas Trajanas en agosto de 986, lo que puso en jaque su poder y prestigio dentro del imperio. Cuando se desató la guerra abierta en 1002, Samuel había extendido el reino búlgaro desde el Danubio, al norte, hasta Atenas. Sus dominios se extendían desde el Adriático al mar Negro, y todos estos territorios habían sido conquistados durante los 300 años anteriores a expensas de los bizantinos. Basilio estaba ahora decidido a invertir el destino del Imperio.
La guerra asoló los Balcanes los siguientes doce años, durante los cuales tanto Basilio como Samuel lograron victorias sorprendentes. Las fuerzas de Samuel eran considerablemente menores, pero fue capaz de evitar un enfrentamiento total mientras realizaba ataques menores sobre el ejército de Basilio en su avance por el territorio búlgaro. Samuel esperaba desgastar así a las tropas bizantinas, forzándolas a la rendición o al menos a la firma de una paz.
Finalmente, después de que la fortaleza Baba Vida en la frontera con el Danubio hubiera soportado un asedio bizantino que se prolongó ocho meses, el 29 de julio de 1014 Basilio arrinconó al ejército búlgaro y le obligó a luchar en la Batalla de Kleidion, mientras Samuel se encontraba a varios kilómetros de allí. Basilio aplastó a los búlgaros e hizo 14 000 prisioneros: mandó cegar a 99 de cada 100 de éstos, dejando tuerto al restante para que pudiese guiar a los demás de vuelta. Aunque probablemente se trate de una exageración, este hecho le proporcionó a Basilio su sobrenombre «Bulgaróctonos» («matador de búlgaros»).
Cuando Samuel vio volver a sus tropas cegadas, sufrió una apoplejía en el acto y falleció unos días después. Bulgaria siguió luchando durante otros cuatro años más, pero terminó sometiéndose en 1018. La victoria sobre los búlgaros y el posterior sometimiento de Serbia supuso la consecución de uno de los objetivos de Basilio: la recuperación para el Imperio de la antigua frontera del Danubio por primera vez en 400 años. Mientras, en 1016, el Ejército bizantino, aliado con el príncipe de Kiev, atacó Crimea, gran parte de la cual había caído bajo la égida del reino de Georgius Tzul, Estado sucesor del reino jázaro centrado en Kerch. Según el historiador Cedreno, Georgius Tzul fue hecho prisionero y su reino destruido.
Basilio volvió triunfante a Constantinopla, para salir de nuevo, esta vez hacia el Este, y atacar Armenia. Este reino se había convertido en un Estado tributario de Bizancio cuando murió su rey en el año 1000. También aquí se sucedieron las victorias, y Armenia se reincorporó al Imperio bizantino.
Al mismo tiempo, otras fuerzas bizantinas recuperaron gran parte de Italia meridional cuyo dominio había perdido el Imperio a manos de los lombardos y los árabes a lo largo de los 150 años anteriores. Reorganizó las provincias o temas italianas, uniendo tanto la de Longobardia como la de Calabria bajo un mando común, el Catapán de Italia, con capital en Bari, para formar el Catapanato de Italia. En el año 1024 derrotó a una flota rusa que penetró a la isla de Lemnos, donde fue aniquilada por una mucho más fuerte armada bizantina, es la batalla de Lemnos. El 15 de diciembre de 1025 murió Basilio, justo cuando estaba planeando una expedición militar para recuperar la isla de Sicilia a manos de los árabes.
En su última voluntad pidió ser enterrado junto al campo de entrenamiento de su caballería, en lugar de en el espacio reservado a los emperadores de su familia. Las fuentes de la época sostienen que así podría escuchar a sus tropas prepararse para el combate por el Imperio. Durante el asalto y saqueo de Constantinopla en la Cuarta Cruzada (1204), la tumba de Basilio II fue saqueada por los cruzados.
Basilio era un hombre bajo de complexión fuerte, que se desentendía de la pompa y ceremonia de la corte imperial, y que muy a menudo se presentaba ante la corte vestido como un militar. Pero además fue un administrador eficiente, que, caso único entre los emperadores-soldado, dejó repletas las arcas del tesoro.
Era realmente adorado por sus tropas, pues pasó gran parte de su reinado en campaña con ellas, en lugar de dando órdenes desde los alejados palacios de la capital, como habían hecho muchos de sus predecesores. Llevó la vida de un soldado hasta el punto de comer el mismo rancho que cualquier otro miembro de su Ejército. También se hacía cargo de los huérfanos de sus oficiales, dándoles hogar, alimento y educación. Muchos de esos niños serían luego sus soldados y oficiales, pues lo veían a él como a su padre.Además de ser llamado "padre del Ejército", también era muy apreciado por los agricultores. Estos producían la mayor parte de los suministros para su ejército y además eran la fuente principal de reclutamiento de sus tropas. Para asegurarse la continuidad de suministros y hombres, las leyes de Basilio protegían a la pequeña propiedad agraria, reduciendo sus impuestos. Su reinado fue una época de relativa prosperidad para esta clase, a pesar del estado casi constante de guerra. Por otra parte, Basilio aumentó los impuestos de la nobleza y el clero, pretendiendo reducir su poder y riqueza. Y aunque lógicamente resultó impopular entre estos grupos, ninguno de ellos contaba con el poder suficiente para hacer frente al Emperador y sus fuertes apoyos militares.
Basilio nunca se casó ni tuvo hijos conocidos –aunque fue muy mujeriego siendo joven, se dedicó después de lleno a sus obligaciones de Estado, una vez nombrado emperador. Desgraciadamente, esto supuso que fue sucedido por su hermano y su familia, que carecían de las cualidades necesarias para el gobierno. Medio siglo después de la muerte de Basilio, el Imperio había vuelto al estatus de potencia de segundo orden, y había perdido casi todo lo que Basilio había reconquistado.
En Grecia a lo largo del siglo XX el interés por el Emperador Basilio II se hizo evidente en el número de biografías y novelas históricas que se escribieron sobre el personaje. Quizá la más famosa fuese Basil Bulgaroktonus (1964) elaborada por el escritor de ficción histórica Kostas Kyriazis (1920-): como secuela de su obra anterior Theophano (1963), que se centraba en la madre de Basilio, su novela trataba la vida de Basilio desde su niñez hasta su muerte a través de los ojos de 3 distintos narradores, todos ellos ficticios. El primero es "Areti Skylitzi", una niña de familia noble que Juan I dispuso que fuese la compañera de juegos del joven Basilio; así, la niña se convierte en su confidente y de mayor en la única mujer que verdaderamente lo amó, aunque Basilio nunca pudo casarse con ella, debido a que Basilio sufrió un grave trauma infantil al presenciar siendo muy niño el asesinato de su padre Romano II y de su padrastro Nicéforo II por orden de Teófano, la esposa de ambos, y su propia madre. De este modo, asociaba el matrimonio con la muerte. Areti se mantendrá a su lado, como consorte no-oficial, hasta su muerte. El segundo narrador es "Nicolaus", uno de los generales de Basilio, que le acompañó en todas sus campañas. Para este el emperador es su líder, su señor, "padre" de su Ejército. El tercero y último es un búlgaro, uno de los generales de Samuel, que había pasado casi toda su vida luchando contra Basilio, y cuenta su versión de los hechos: para él Basilio es el enemigo, el que había matado a su gente y a su propio soberano. La descripción de los hechos históricos es precisa, y se completa con añadidos ficticios: ha sido considerada una de las mejores introducciones al personaje y su época.
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