La batalla de Saint-Aubin-du-Cormier tuvo lugar el 28 de julio de 1488 en Saint-Aubin-du-Cormier entre las tropas del rey de Francia y las del duque de Bretaña Francisco II y sus aliados, Juan IV de Rieux (mariscal de Rieux), el duque de Orleáns (futuro Luis XII de Francia), el príncipe de Orange (Juan IV de Chalon-Arlay) y Alano de Albret. La derrota de estos últimos supuso el último acto de la llamada «guerra loca», guerra de tipo feudal en la que parte de la alta nobleza francesa pretendía aprovechar un período de regencia para obtener beneficios a costa del poder real, al que protegía la regente Ana de Francia en nombre de su hermano pequeño Carlos VIII.
Pueden citarse varios hechos que confluyen entre las causas de la batalla de Saint-Aubin-du-Cormier.
La campaña de 1487 se había saldado con un fracaso relativo para el Ejército real. Éste había comenzado en el mes de marzo por reducir las posesiones de los condes de Dunois en el Poitou, para dirigirse luego hacia Bretaña. Tras haber logrado que se les abriesen las puertas de las plazas fronterizas de Châteaubriant, Vitré, Ancenis y Clisson, el ejército francés tomó Vannes, para luego provocar la desbandada de las milicias bretonas ante Ploërmel. El sitio de Nantes que los franceses habían iniciado quedó levantado el 6 de agosto de 1487, después de varias semanas de combate, gracias a la intervención de tropas de socorro al mando del conde de Dunois. Mientras se retiraba, en forma completamente ordenada, el ejército real francés iba dejando guarniciones militares en Vitré, Saint-Aubin-du-Cormier, Dol y Auray, entre otros lugares.
Alano de Albret, que acababa de recibir una nueva propuesta de matrimonio con Ana, la hija y heredera del duque de Bretaña, envió un ejército de socorro, que fue interceptado por los franceses y derrotado en la batalla de Nontron.
El barón de Rieux se unió al campo del duque de Bretaña, y Vannes fue reconquistada en marzo de 1488. Una nueva campaña se inició en la primavera de 1488, partiendo desde Pouancé. Para dicha campaña el ejército francés había sido reforzado con mercenarios, así como con artillería manejada por especialistas italianos y suizos, lo que le permitió una fácil conquista de ciudades y castillos, como por ejemplo:
Se estableció una tregua a partir del 1 de junio, y con duración establecida hasta el 9 de julio. Desde el 10, las tropas reales comenzaron el sitio de la importante plaza fortificada de Fougères. El 12, la ciudad estaba completamente rodeada y fue tomada el 19. Las principales plazas que protegían las vías de entrada en Bretaña se encontraban entonces en manos del rey de Francia; el ejército de los conjurados, que acudía a llevar ayuda a Fougères, decide entonces reconquistar Saint-Aubin-du-Cormier, para intentar restablecer un mínimo equilibrio. No obstante, se encuentran allí, inesperadamente, con el ejército real francés, al que suponían en otro lugar.
El 28 de julio de 1488, el Ejército del duque de Bretaña se presenta, completamente desorganizado, ante el del rey de Francia, reuniendo a:
A esta heteróclita composición, cabe añadir un mando ciertamente disparatado, del que forman parte Juan IV, mariscal de Rieux, que había sido adversario del duque de Bretaña en 1487, y los príncipes franceses. La artillería bretona comprende aproximadamente 700 piezas, de todo tipo de calidades (incluyendo las piezas propias de las fortalezas o modelos completamente desfasados), con lo que en el campo de batalla se reveló muy inferior a la francesa.
Este ejército se enfrentaba con un Ejército real formado por 15.000 hombres, entre los que se encontraban 5.000 mercenarios suizos, junto con algunos centenares de italianos, al mando de Louis II de la Trémoille. Entre los caballeros que formaban parte del ejército francés se encontraban diversos nobles bretones, entre los que cabe destacar al vizconde de Rohan Juan II de Rohan. La artillería real francesa era en ese momento la más poderosa de toda Europa.
Juan IV de Rieux hizo que 1000 bretones se vistiesen con una casaca revestida de fieltro ornado con una cruz roja, casaca propia de los arqueros ingleses.
El ala izquierda del ejército ducal se encontraba al mando del mariscal de Rieux; el centro estaba bajo las órdenes de Alano de Albret, con la artillería a retaguardia (en el flanco derecho durante la batalla) y la caballería. Los franceses llegaron al campo de batalla en grupos dispersos, con la vanguardia al mando de Adrien de l'Hospital, el cuerpo principal del ejército bajo las órdenes de La Trémoille, y la retaguardia al mando del mariscal de Francia Jean de Baudricourt. La batalla se inició por un intercambio de disparos de artillería entre ambos bandos. Los bretones dudaron, pero finalmente no cargaron, sino que esperaron que los franceses ordenasen sus propias filas. Entonces, los bretones cargaron sobre el flanco derecho del ejército real, provocando retrocesos importantes en las filas de éste.
Pero en plena batalla, se produce una grieta en el frente bretón: sea debido a la desorganización reinante, sea debido a que el capitán Bhler, que se encontraba al frente de los lansquenetes, no logró contener la desbandada de los mercenarios, dicha grieta fue rápidamente explotada por la artillería francesa, así como por una carga de la caballería italiana al mando de Jacomo Galeotta. Durante la batalla, que tuvo una duración de cuatro horas, quedaron tendidos en el campo de batalla 6.000 bretones y aliados, frente a únicamente 1.500 en el bando francés.
Francisco II se vio obligado a aceptar el tratado de Verger, firmado el 19 de agosto de 1488, por el cual el duque se comprometía a alejar del ducado a los príncipes y a todos los extranjeros que hubiesen participado en la guerra contra el rey de Francia; se comprometía a no casar a sus hijas sin consultar a dicho monarca; y las plazas de Saint-Malo, Fougères, Dinan y Saint-Aubin-du-Cormier se entregaban al mismo rey como garantía de que los derechos a la sucesión del ducado le eran reservados en caso de que Francisco II falleciese sin dejar heredero varón.
Los reyes de Francia utilizaron posteriormente las cláusulas de este tratado para obligar a Ana de Bretaña a contraer matrimonio sucesivamente con Carlos VIII y Luis XII.
La batalla de Saint-Aubin-du-Cormier puso fin de un solo golpe a la revuelta de los príncipes: Luis de Orléans, futuro Luis XII de Francia, y el príncipe de Orange fueron hechos prisioneros. Alano de Albret y el mariscal de Rieux lograron escapar y posteriormente jugaron un papel importante en los conflictos posteriores. Efectivamente, a pesar de esta victoria y del tratado de Verger, desde finales de 1488 la guerra se reactivó por otros tres años más, hasta que, ya en diciembre de 1491, Carlos VIII contrajo matrimonio con Ana de Bretaña.
A posteriori, esta batalla ha sido considerada por el nacionalismo bretón como el momento en que tuvo lugar la auténtica pérdida de independencia de Bretaña, a pesar de que la guerra todavía continuó, como se ha indicado, tres años más; de este modo la batalla es considerada como uno de los momentos clave de la Historia de Bretaña. Como escribió Léon Le Meur, «La batalla de Saint-Aubin fue el toque de difuntos de la independencia bretona». Algunos nacionalistas bretones, como Célestin Lainé, han hecho que sus cenizas sean aventadas sobre el campo de batalla.
En el año 2000 se presentó un proyecto para crear en el mismo campo de batalla un depósito de residuos urbanos. El proyecto provocó tal movilización popular en toda Bretaña que fue abandonado a toda velocidad.
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