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Bioarte



El término Bioarte, también conocido como Arte Transgénico, Bio-art o arte genético, es un neologismo aparecido a principios del siglo XXI para designar genéricamente un conjunto de prácticas artísticas que relacionan arte, biología y, muy frecuentemente, tecnología. Es un término acuñado por el artista y científico Eduardo Kac en 1999; su objetivo principal consiste en difuminar los límites entre la ciencia y el arte, a su vez, el poder generar cuestionamientos de su avance, de la forma humana y de la vida de manera general. Esto ha hecho al término acoger un conjunto muy heterogéneo de prácticas cuyos límites no son siempre claros debido a que ya no depende solo de la creatividad del artista por lo que una de sus características es la flexibilidad, ya que se basa en investigaciones e innovaciones tecnológicas apoyándose en prácticas relacionadas con la ingeniería genética, la ingeniería tisular o el cultivo celular y de microorganismos, entre otros.[1][2][3]

Por mucho tiempo el principal elemento constitutivo del bioarte fue el arte genético, al que luego los artistas fueron incorporando nuevos elementos como tejidos y cultivos de células, síntesis de secuencias de ADN producidas artificialmente, xenotransplantes y autoexperimentación médica y biotecnológica.  Al ser desarrollado desde la corriente artística plástica, involucra un proceso de fabricación en equilibrio con el ambiente, es decir, se toma en cuenta el uso de materiales reciclables y reutilizables para la fabricación de piezas artísticas en equilibrio con el ambiente. El objetivo del bioarte es brindarle al público la posibilidad de desarrollar y contemplar la expresión de cada artista volviendo a las raíces, a la expresión de cada cultura que nace de la tierra y no la perjudica, al mismo tiempo que hace uso de las tecnologías de su tiempo, que a su vez evidencia el contexto histórico, social y político de la humanidad. Gracias a ello y al gran impacto que genera en el desarrollo de la elaboración artística, ha generado una gran controversia en cuanto a la validez de esta práctica, así como a la ética que posee.[4]

Todos los avances científicos y tecnológicos han generado la oportunidad de crear arte que usa a la vida como nuevo medio de comunicación, en donde los laboratorios se convierten en estudios artísticos. El material biológico: ADN, proteínas, células y organismos, incluyendo al humano se convierten en la mejor oportunidad de explorar diversas maneras de representación y comunicación, por lo que el goce estético está determinado por la multiplicidad conceptual de la obra la cual es particularmente rica debido a que los datos de nuestra cultura nos llevan a concebir, sentir, y por consiguiente, ver el mundo según la categoría de la posibilidad.Entonces la relevancia del bioarte radica en identificar su naturaleza experimental, debido a que se constituye a partir de explorar con nuevos materiales y nuevos elementos, donde el arte se va a integrar y dar como resultado una conexión entre el artista, la obra y el futuro espectador.[2][5]

El Bioarte, al igual que múltiples disciplinas, hace uso de las tecnologías de su tiempo que a su vez evidencia el contexto histórico, social y político de la humanidad. Gracias a ello y al gran impacto que genera en el desarrollo de la elaboración artística, ha generado una gran polémica en cuanto a la validez de esta práctica, así como a la ética que posee ya que pareciera que no se puede avanzar más allá de la obra, sin cuestionar el aspecto moral de la misma. Debido a esto son muchas las discusiones en torno a la ética del artista; los mismos se defienden a partir de la concepción de crítica que tienen sus sobras, su situación en relación con los avances biotecnológicos pone en escena conceptos como la manipulación genética; mientras que sus detractores los acusan de utilizar aquello que critican, ellos se defienden considerando que de esta manera el mensaje llega al receptor. Una de las características presentes en este tipo de proyectos es la voluntad por plantear una reflexión crítica.

El Bioarte, en términos generales, busca generar un debate relativo a cómo nos enfrentamos a las nuevas formas de vida que se nos presentan a través de estas nuevas técnicas, y estudiar hasta qué punto se puede definirlas como formas naturales o formas artificiales. Del mismo modo los argumentos tradicionales sobre la supuesta diferencia y excepción de nuestra especie están siendo cada vez más cuestionados desde distintos ámbitos científicos y artísticos: generando que los límites entre qué es y qué no es humano se difuminen. Muchos artistas buscan explícitamente participar en la discusión de tales temas. En ocasiones, esa misma preocupación genera obras de arte que son éticamente problemáticas. Esto ha llevado a una floreciente discusión ética en relación con el bioarte.

Como ejemplo de los casos que han generado controversia se tiene el siguiente: a principios de 2006, era denunciado ante Seprona (Servicio de Protección de la Naturaleza) de la Guardia Civil el museo reina Sofía de Madrid por apología de maltrato animal. La denuncia provenía del grupo Amnistía Animal. En ese entonces se estaba exhibiendo en dicho museo un vídeo de artista conceptual Jordi Benito, dentro de la exposición "el arte sucede". Aunque el vídeo fue creado en los años 80´s, se estaba exhibiendo en la primera década del 2000, bajo el código penal de 1996 qué tipifica ya como delito la apología del maltrato y la violencia hacia los animales. El museo alega que se somete siempre a la legislación vigente y qué " no se desprende del vídeo una incitación directa a perpetrar un delito". En el vídeo se muestra al artista golpeando 5 martillazos en la cabeza a una vaca viva, dentro de una sala en ruinas, para después acuchillar su garganta ya en el suelo, y recoger su sangre en una copa; este vídeo crea la sospecha de haber traspasado los límites legales vigentes, y los morales, en cualquier caso.[6]



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