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Bobby Franks



Nathan Freudenthal Leopold, Jr. (19 de noviembre de 190429 de agosto de 1971)[1]​ y Richard Albert Loeb (11 de junio de 190528 de enero de 1936), más conocidos como "Leopold y Loeb", fueron dos estudiantes adinerados de la Universidad de Chicago quienes secuestraron y asesinaron a Robert "Bobby" Franks en 1924 en Chicago, en lo que fue descrito por la prensa como el "crimen del siglo".[2]​ Según sus declaraciones, ambos asesinaron a Franks para demostrar su inteligencia superior al resto, cometiendo el "crimen perfecto".[3][4]

Después de que fueran detenidos, los padres de Loeb contrataron al renombrado abogado abolicionista Clarence Darrow. El alegato de más de doce horas de Darrow es tomado como un ejemplo en lo que se refiere a crítica y oposición a la pena de muerte, al considerarla "justicia retributiva" y no "rehabilitadora". El alegato disuadió al juez, quien condenó a ambos a cadena perpetua más 99 años adicionales por el delito de secuestro. Loeb fue asesinado por otro reo en prisión, en el año 1936, mientras que Leopold fue puesto en libertad condicional en 1958 y se mudó a Puerto Rico donde vivió hasta su muerte.

Nathan Leopold nació en 1904 en Chicago, Illinois, hijo de una muy adinerada familia de inmigrantes judíos procedentes de Alemania. Leopold fue un niño prodigio quien pronunció sus primeras palabras a la edad de cuatro meses, y que obtuvo un cociente intelectual de 210, aunque los antiguos estudios de inteligencia no son compatibles con los de la actualidad. Para la época en la que cometió el crimen, ya había obtenido un diploma menor de la Universidad de Chicago con honores de Phi Beta Kappa y planeaba ingresar a la Escuela de Derecho Harvard tras unas vacaciones con su familia en Europa. Según sus boletines de estudio, se había interesado en al menos 15 idiomas extranjeros, de los cuales manejaba cinco con fluidez. Además, había alcanzado cierto renombre nacional en ornitología.

Loeb nació en 1905 en Chicago, hijo de Anna Henrietta (de soltera, Bohnen) y Albert Henry Loeb, un adinerado abogado y exvicepresidente de Sears, Roebuck and Company. Su padre era judío y su madre católica. Al igual que Leopold, Loeb era extremadamente inteligente. Pero aunque se adelantó varios grados en la escuela y se convirtió en el graduado más joven de la Universidad de Míchigan a los 17 años de edad, era descrito como "holgazán", "desmotivado", y "obsesionado con el crimen", pasando la mayor parte de su tiempo leyendo novelas de detectives.

Los jóvenes Leopold y Loeb crecieron en la zona sur de Chicago conocida como Kenwood, un vecindario de clase social alta. La familia Loeb era dueña de un local multieventos en Charlevoix, Michigan, además de su mansión en Kenwood, a dos manzanas de los Leopold.

Aunque Leopold y Loeb se conocían de pequeños, particularmente cuando jugaban por el vecindario, su relación no fue tan cercana hasta que ambos ingresaron a la Universidad de Chicago y comenzaron a compartir un mutuo interés en el crimen. Leopold estaba particularmente fascinado por el concepto de Friedrich Nietzsche sobre los súperhombres (Übermensch) — individuos trascendentes, con extraordinarias e inusuales habilidades, cuyos intelectos superiores les permitían ascender por encima de las leyes y reglas a las que están sometidos los seres humanos "inferiores". Leopold admitió creer que era uno de estos individuos y que por lo tanto, de acuerdo con los pensamientos de Nietzsche, no estaba atado ni sometido a las leyes ni a ninguna regla ética y moral de la sociedad. Leopold logró convencer a Loeb de que él también era alguien superior. En una carta a Loeb, Leopold escribió, "un superhombre... está, debido a ciertas cualidades inherentes en él, exento de las leyes ordinarias que gobiernan a los hombres. No es responsable de nada de lo que haga."

Con la firme creencia de superioridad, ambos comenzaron a cometer ciertos delitos que les aseguraban que las leyes ordinarias de los hombres no les eran aplicables. Entre sus primeros delitos se encontraba el robo y el vandalismo. Poco después, ingresaron en una casa de alojamiento para estudiantes varones y robaron cuchillos, una cámara y una máquina de escribir que luego utilizarían para escribir el pedido de rescate. Entusiasmados por no ser aprehendidos, comenzaron a cometer delitos más serios, como incendios provocados. Sin embargo, desilusionados ante la ausencia de cobertura mediática de sus delitos, comenzaron a planear lo que ellos denominaron sería, el "crimen perfecto" que atraería el interés general y les confirmaría sus ideas de superioridad.

Leopold (entonces de 19 años) y Loeb (de 18) acordaron el asesinato de un muchacho joven como su crimen perfecto. Pasaron meses planeando los detalles, desde la manera del secuestro hasta la forma en la que se desharían del cuerpo. Para hacer su crimen más notable, planearon pedir un rescate a la familia de Franks mediante un elaborado sistema de comunicaciones que involucraría también un teléfono. Utilizando la máquina de escribir que habían robado, anotaron los últimos detalles de lo que sería la petición formal de rescate. Escogieron un cincel como el arma para asesinar al joven, y compraron uno.

Tras una exhaustiva búsqueda de una víctima que les pareciera apropiada, los jóvenes recorrieron el campus de la Escuela de Harvard para Niños, donde Leopold y Loeb habían sido educados. Finalmente, se decidieron por Robert "Bobby" Franks, de 14 años, hijo de un adinerado empresario de Chicago. Loeb lo conocía bien.

En la tarde del 21 de mayo de 1924, conduciendo un automóvil que habían alquilado bajo un nombre falso, Leopold y Loeb le ofrecieron subir a Franks, quien caminaba a su casa desde la escuela. En principio, el chico se negó alegando que solo estaba a dos manzanas de su casa, pero Loeb lo persuadió para que subiera y charlar sobre una raqueta de tenis que había comprado. El chico subió al auto y se sentó en el asiento delantero del acompañante, mientras que Leopold conducía y Loeb estaba en el asiento trasero con el cincel. Al poco de subir, Loeb golpeó a Franks repetidamente en la cabeza con el cincel y lo arrastró a la parte trasera del automóvil donde lo asfixió con un trapo hasta matarlo.

Con el cuerpo en el suelo del coche, ambos condujeron hacia un lago en Hammond, Indiana, unos 40 km al sur de Chicago. Al caer la noche, desnudaron el cadáver y se deshicieron de las ropas, para luego colocar el cuerpo en una obra de drenaje cerca de unas vías ferroviarias. Para tratar de dificultar las tareas de reconocimiento, Leopold y Loeb arrojaron ácido clorhídrico sobre el rostro y los genitales del chico.

Para cuando el dúo regresó a Chicago, la ciudad ya sabía de la desaparición de Bobby Franks. Esa misma noche, Leopold llamó por teléfono a la madre de Franks, identificándose como "George Johnson" e informándole que su hijo había sido secuestrado y que los pasos a seguir, entre los que se contaba el pago de un rescate, seguirían luego. Después de enviar la nota mecanografiada a la familia de Franks, Leopold y Loeb quemaron sus ropas ensangrentadas, limpiaron lo mejor que pudieron la sangre del tapizado del vehículo alquilado y ambos pasaron el resto de la noche jugando a las cartas.

A la mañana siguiente, los Franks recibieron la nota de rescate, y Leopold llamó nuevamente a la familia indicándoles los primeros pasos que debían seguir para pagar el rescate. El intrincado plan de recolectar el dinero de Leopold y Loeb se vio frustrado cuando, antes de que los Franks comenzaran el camino a pagar por la liberación de su hijo, un hombre avisara a la policía de que había encontrado el cuerpo de un chico que coincidía con los rasgos de Bobby Franks. Al enterarse de esto, Leopold y Loeb destruyeron la máquina de escribir y quemaron un albornoz que habían utilizado para mover el cuerpo.

En ese momento, la policía de Chicago lanzó una investigación masiva, ofreciendo recompensa a cambio de información. Mientras que Loeb seguía con su vida normalmente, Leopold hablaba libremente con la policía y la prensa. Leopold incluso le dijo a un detective que si él "fuera a asesinar a alguien, escogería a alguien como el niñito arrogante que era Bobby Franks".

Al tiempo que se investigaba la zona donde habían hallado a Franks, la policía encontró un par de anteojos. Aunque en tipo y tamaño eran comunes, tenían un tipo de mecanismo de apertura y de cierre único, y del que solo tres personas habían comprado anteojos de ese tipo en Chicago; uno de ellos era Nathan Leopold. Cuando fue confrontado con esa evidencia, Leopold dijo que se le pudieron haber caído mientras estudiaba los pájaros de la zona. Sin embargo, la máquina de escribir destruida fue descubierta poco después.

Leopold y Loeb fueron llamados por la policía a que declararan formalmente. Los jóvenes le dijeron a la policía que en la noche del crimen habían recogido a dos mujeres en la carretera y que las habían dejado en un campo de golf cercano a Chicago, pero que nunca habían sabido sus apellidos. La coartada cayó como falsa poco después cuando el chófer de la familia Leopold le dijo a la policía que esa noche él estaba reparando el automóvil que los jóvenes habían dicho que habían usado. La esposa del chófer confirmó a la policía que el automóvil de Leopold estaba en el garaje de la casa.

Loeb fue el primero en confesar, dijo que todo había sido planeado por Leopold y que él simplemente se había limitado a conducir el automóvil. Seguidamente, fue Leopold quien declaró, e insistió en que él era el conductor del vehículo y que Loeb era el asesino. Años después se conoció más evidencia, sobre todo algunos testigos oculares quienes dijeron que el que estaba conduciendo el vehículo era Loeb y que probablemente fuera Leopold quien asesinó al chico Franks.

Finalmente, ambos confesaron que habían cometido el asesinato simplemente por la emoción que les generaba tal acción. También hablaron de su ilusión sobre los "súperhombres" y sus aspiraciones de cometer el "crimen perfecto". Leopold, hablando con su abogado, confesó que el crimen había sido un "ejercicio de inteligencia" para él. "El asesinato fue un experimento", le dijo a su abogado, agregando que le era tan fácil justificar el matar a un ser humano como para un entomólogo el matar a una abeja.

El juicio contra Leopold y Loeb se llevó a cabo en la Corte de Distrito de Chicago. Enseguida se convirtió en un espectáculo de la prensa. Fue el tercero en ser categorizado — después del de Harry Kendall Thaw y del de Sacco y Vanzetti — como el "Juicio del siglo". La familia de Loeb contrató al abogado Clarence Darrow, uno de los abogados más renombrados de la nación y un firme opositor a la pena capital. Se rumoreó que los Loeb pagaron un millón de dólares. Mientras que era generalmente aceptado que la defensa de los dos jóvenes se basaría en "no culpables por enajenación mental", Darrow concluyó que un juicio por jurado terminaría casi con seguridad en condena y en una sentencia de pena de muerte para ambos. Por lo tanto, Darrow escogió que los jóvenes se declararan culpables ante el juez de la Corte de Circuito del Condado de Cook, John R. Cavelry, con la esperanza de convencerlo de que les impusiera la pena de cadena perpetua. El estado presentó a más de un centenar de testigos que describieron el crimen. La defensa, por el contrario, presentó numerosos análisis psiquiátricos para que pudieran lograr establecer factores atenuantes.

El alegato de más de doce horas de Darrow es categorizado como una pieza exquisita de defensa. Cuando terminó el juicio se lo nombró como el mejor alegato de su carrera. Su principal tema de debate fueron los "métodos y castigos inhumanos" del sistema judicial estadounidense.

El juez fue persuadido, en septiembre de 1924, y sentenció a Leopold y Loeb a cadena perpetua con un plus de 99 años por secuestro.

Inicialmente, Leopold y Loeb fueron encarcelados en la Correccional Joliet. Aunque se los trataba de mantener separados lo más posible, ambos se las ingeniaron para continuar con su relación. Poco después, Leopold fue transferido al correccional Stateville, y poco después Loeb también fue transferido allí. Una vez reunidos, se dedicaron a dar clases en la escuela de la prisión.

Inicialmente, Leopold y Loeb recibían mucho dinero por parte de sus familias, hasta que el correccional decidió restringir el aporte familiar a 5 dólares semanales. El dinero lo utilizaban generalmente para comprar cigarrillos. Los otros prisioneros, sin embargo, no sabían del recorte monetario de ambos, y tanto Leopold como Loeb eran vistos como los "chicos ricos" que se convertían en blanco fácil para los otros reos. Una vez, Leopold fue confrontado y amenazado con un cuchillo en el patio de la prisión, exigiéndole dinero. Después de tratar de explicar que no tenía más dinero, Loeb se metió en medio al igual que otros prisioneros y el asunto quedó solucionado.

El recorte también afectó a Loeb debido a que parte del dinero que recibía iba a parar a las manos de un reo, James E. Day, como forma de soborno a cambio de que no lo lastimara. Tras varios informes sobre abusos y amenazas, Day fue separado de Loeb.

El 28 de enero de 1936, Leopold y Loeb trabajaban en la escuela de la prisión cuando Day pasó junto a Loeb y le dijo "te veo luego". Loeb fue atacado en las duchas con una navaja de afeitar. Fue atendido rápidamente, aunque Leopold llegó a ver a su compañero seriamente herido con cortes por todo el cuerpo. Leopold se ofreció para ayudar, pero se le negó su participación. Tras un breve intercambio de palabras con Leopold, Loeb murió. Luego, Leopold lavó el cuerpo de Loeb en una demostración de afecto.

Day alegó posteriormente que Loeb había intentado asaltarlo sexualmente. Sin embargo, se piensa que pudo haber sido al revés. Algunos informes indican que Day deseaba favores sexuales de Loeb, quien se había negado. Muchos dudaron de la teoría de Day de que hubiera actuado en defensa propia. Day estaba indemne, mientras que Loeb había sufrido más de 50 heridas de cuchillo, incluyendo heridas de defensa propia en los brazos y manos. La garganta de Loeb también tenía cortes desde atrás, lo que sugería un ataque por sorpresa. De todos modos, una investigación aceptó la teoría de Day. Las autoridades de la prisión, tal vez avergonzadas por la publicidad sensacionalista que indicaba un decadente comportamiento en la prisión, aceptaron la teoría de defensa propia de Day. Una de las más conocidas reacciones a la muerte de Loeb, está en el encabezado por parte del periodista Ed Lahey para el Chicago Daily News que decía: "Richard Loeb, a pesar de su erudición, terminó hoy su sentencia con una proposición". Algunos periódicos fueron más allá, alegando que Loeb merecía ese final y felicitando a Day por haberlo asesinado.

Otro posible motivo del asesinato de Loeb es el dinero, debido a que después del recorte, no pudo seguir sobornando a Day para que no le hiciera nada.

En el tiempo que pasó en prisión, nunca hubo evidencia de que Loeb fuera un atacante sexual, sin embargo Day fue, tiempo después, sorprendido manteniendo relaciones sexuales con otro prisionero. En su autobiografía, Leopold categorizó los dichos de Day de que Loeb había intentado asaltarlo sexualmente como algo ridículo y una burla.

Leopold pasó mucho tiempo tratando de limpiar el nombre de Loeb, quien era conocido como el asesino de un niño y depredador sexual. Leopold escribió varios libros. En las tapas de los libros, puso escritos en latín en los que se leía: "Por la razón, sin embargo, somos libres".

Aunque Leopold siguió con su trabajo en la prisión después de la muerte de Loeb, comenzó a sufrir de depresión. En una ocasión, gritó por horas en su celda hasta que fue llevado ante los psicólogos de la prisión.

Leopold se convirtió en un prisionero modelo. Según los informes, estudió y manejó 12 idiomas — además de los 15 que ya hablaba en cierto grado — y dedicó gran parte de su tiempo a mejorar las condiciones de la prisión. Eso incluyó la reorganización de la biblioteca de la prisión y su contribución a la educación dentro de la prisión. En 1944, hizo de voluntario para un experimento sobre la malaria.

A comienzos de los años 1950, un antiguo compañero de clase de la Universidad de Chicago, pidió la colaboración de Leopold para la elaboración de una novela sobre el asesinato de Franks. Leopold le respondió que no quería que el caso fuera presentado como ficción, pero le ofreció participar en las memorias que él mismo estaba escribiendo. Sin embargo, el ex-compañero de Leopold siguió adelante y escribió el libro en solitario. La novela se publicó en 1956. En la novela, Leopold es caracterizado como alguien brillante que es llevado a cometer el asesinato por ser un adolescente problemático, con trastornos psicológicos producto de su niñez y su obsesión con Loeb. Leopold luego escribió que leer el libro le hizo sentirse mal y que en más de una ocasión había tenido que dejar de leer para tranquilizarse. Además, dijo sentirse como "desnudo frente a una gran audiencia".

Su autobiografía fue publicada en 1958. El libro comienza inmediatamente después del asesinato, lo que le granjeó numerosas críticas por no contar detalles de su niñez ni del asesinato cometido. También se lo acusó de escribir el libro para limpiar su imagen, ignorando los puntos más negativos de su vida.

En 1959, intentó sin éxito detener el estreno de la película Impulso criminal, alegando que se había invadido su privacidad, que se lo había difamado, que se habían beneficiado económicamente de su historia y que habían "intercalado ficción con realidad a un nivel que era indistinguible". En un fallo en su contra, la Corte dijo que Leopold, como asesino confeso del "crimen del siglo", no podía alegar que ningún libro hubiera dañado su reputación.

Después de más de 30 años de frustrados intentos de libertad condicional, Leopold fue liberado en 1958. Al salir, intentó fundar una asociación de ayuda a chicos problemáticos, pero el estado de Illinois se lo prohibió porque violaba los términos de su libertad condicional.

Se mudó a Santurce, Puerto Rico, para evitar a la prensa. Allí, se casó con una viuda. Se dedicó a la medicina y al estudio de las aves tanto en Puerto Rico como en las Islas Vírgenes Estadounidenses.

Murió en 1971 debido a un problema de diabetes.



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