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Brasileño



Los brasileños[1]​ (en portugués brasileiros, AFI: /bɾaziˈlejɾus/)[n. 1]​ son los ciudadanos de Brasil. Un brasileño también puede ser el hijo de un padre brasileño, o con un tutor legal de esta nacionalidad, nacido en el extranjero, así como una persona que adquirió la ciudadanía brasileña. Brasil es una sociedad multiétnica, razón por la cual la mayoría de sus habitantes no asocia su nacionalidad con una etnia en particular.[cita requerida] La población estimada de Brasil para 2019 es de más de 210 millones de habitantes.[2]

Durante gran parte del siglo XVI se dio el nombre de «brasileños» a los comerciantes portugueses de palo de Brasil, designación que era exclusiva de quienes practicaban esta profesión.[3]​ Con el tiempo esta denominación se extendió a los criollos brasileños de ascendencia portuguesa y a los residentes del Estado del Brasil (1530–1815). Aunque durante la existencia del Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve (1815–1822) esta nomenclatura fue confusa.[cita requerida]

De acuerdo a ls Constitución de Brasil, un ciudadano brasileño es:[4]

Según la Constitución, todas las personas que poseen la ciudadanía brasileña son iguales, independientemente de su raza, etnia, género o religión.[4]

Un extranjero puede solicitar la ciudadanía brasileña después de vivir durante cuatro años ininterrumpidos en el país y debe poder hablar portugués. Un nativo de un país donde el portugués sea lengua oficial (Portugal, Angola, Mozambique, Cabo Verde, Santo Tomé y Príncipe, Guinea-Bisáu y Timor Oriental) puede solicitar la nacionalidad después de solo un año ininterrumpido de residencia. Una persona nacida en el extranjero que posea la ciudadanía tiene exactamente los mismos derechos y deberes que el ciudadano brasileño por nacimiento, pero no puede ocupar algunos cargos públicos especiales como la Presidencia de la República, Vicepresidencia de la República, Ministro (secretario) de Defensa, Presidencia (portavoz) del Senado, Presidencia (portavoz) de la Cámara de Representantes, oficial de las Fuerzas Armadas y diplomático.[4]

La sociedad brasileña actual está conformada mayoritariamente por descendientes de inmigrantes europeos, esclavos africanos y nativos indígenas, con aportes de Medio Oriente y Asia.[5]​ El término «brasileño» no existía antes del siglo XVI, por lo que su historia comienza con la colonización portuguesa de Brasil.

Según una estimación realizada en 2002, el actual territorio brasileño estaba habitado por 5 millones de amerindios antes de la llegada de los europeos en el siglo XVI.[6]​ Otras estimaciones citan entre 2 y 4 millones.[7]

Los primeros colonos portugueses llegaron en 1531, atraídos inicialmente por la explotación de la madera del palo del Brasil y luego extendiendo las plantaciones de caña de azúcar.[7]​ Este proceso produjo una acusada disminución de la población nativa debido a varios factores: epidemias, víctimas de ataques de los bandeirantes, de los exploradores o desplazados por el avance de las plantaciones.[7]​ En 1819 la población indígena se había reducido hasta las 800 000 personas, el 18,2% de la población total.[8]​ La falta de suficiente mano de obra incentivó a que, a partir de 1550, comenzase la importación de mano de obra esclava africana.[7]​ A comienzos del siglo XIX, Brasil era la región americana con mayor número de esclavos, unos 2 millones.[9]

Durante todo el periodo colonial, unos 724 000 colonos portugueses se fueron a vivir al territorio, lo cuales eran en su mayoría hombres.[10]​ De hecho, hasta 1534 ninguna mujer europea se asentó allí, lo que produjo una proliferación de mestizos, hijos de colonos y mujeres nativas.[11]​ Esta situación motivó a que los jesuitas le pidieran al rey de Portugal que enviara a las huérfanas bajo tutela real para casarse con los colonos, las cuales eran conocidas como órfãs d'El-Rei («huérfanas del rey»). Esto fue atendido en cinco oportunidades por la Corona entre 1551 y 1609.[12]

Pese a todo, durante el siglo XVI, la proporción entre hombres y mujeres de cualquier etnia era de 2,8. Esta disparidad causó que se relajaran las normas sociales respecto a los matrimonios.[11]​ Y, a diferencia de Estados Unidos donde se llegó a aplicar la regla de una gota, en Brasil los mestizos, caboclos y mulatos fueron bien recibidos, siendo incluso considerados como «puentes» entre diferentes sectores de la sociedad, permitiendo que expresiones culturales de diferentes orígenes, como la música y el baile, se fundieran y mezclaran.[13]

Durante los tres siglos de dominio colonial, el portugués y las lenguas indígenas, principalmente el tupí, convivieron en la sociedad brasileña. Hacia 1694 no se registraba un uso significativo del portugués en São Paulo y, hasta 1755, no lo hay en Pará y Marañón. Hacia la mitad del siglo VIII ya un cuarto de la población lo hablaba y, para la segunda mitad del siglo XIX, no se registra un uso significativo de las lenguas nativas. A diferencia de Paraguay, donde predomina el biligüismo, en Brasil desde el siglo XX la mayor parte de la población solo habla portugués.[14]

En 1815 se estimó que el pueblo brasileño estaba compuesto por: 500 000 indios bravos, 100 000 indios mansos, 1 000 000 de esclavos (entre negros y mulatos), 80 000 negros libres, 800 000 mestizos y 820 000 blancos. Otras estimaciones acercan la cifra de esclavos a los 2 000 000.[15]​ En 1818 se realizó un ajuste hasta los 800 000 indios bravos, pero esta cifra fue estimada, no pudo ser calculada directamente.[16]​ En aquel año, el 99% de la población era analfabeta.[15]

Con el fin del comercio atlántico de esclavos en 1850 surgió una nueva normativa sobre la propiedad de la tierra que tenía como fin facilitar el acceso de la misma a los extranjeros. Esto inició una nueva etapa en la historia de la sociedad brasileña: la inmigración masiva, la cual fue especialmente relevante entre 1870 y 1930.[18]​ Junto con la abolición de la esclavitud en 1888 surgió una política estatal de blanqueamiento racial que tenía por finalidad diluir la presencia de la raza negra en la sociedad.[18][19]

Se estima que, entre 1821 y 1932, Brasil recibió 4 431 000 inmigrantes europeos,[20][21]​ incluida una próspera población judía.[22][23]​ Entre 1890 y 1930 la población creció un 160% y la afluencia de inmigrantes un 500%, siendo en su mayoría italianos y alemanes. Desde 1908 fue significativa la inmigración japonesa.[24]​ Además se estableció una comunidad de árabes cristianos que huían de las persecuciones religiosas en el Imperio otomano.[25]

El 75% de los inmigrantes de este periodo fueron europeos latinos, principalmente españoles, italianos y portugueses. Esta desproporcionada inmigración europea produjo un gran cambio social: en 1872 el 38,14% de la población se autodefinía como «blanca», para 1940 sumaban el 63,5%.[26]​ A nivel cultural, uno de los mayores aportes fue la mezcla de idiomas, que enriqueció el vocabulario del portugués brasileño.[27]

En la sociedad brasileña, la raza se determina por la apariencia y no la ascendencia y, a su vez, está íntimamente ligada al estrato social. Por lo que entre 1950 y 1980 se dio el caso de que personas de piel más oscura fueron migrando, en los sucesivos censos, a las categorías más claras. Así, personas que eran identificadas como negros se reclasificaron como pardos y pardos como blancos, creando un crecimiento artificial de estas dos últimas categorías.[28]

Desde mediados de 1970 llegó al país una segunda oleada de inmigración árabe motivada por la inestabilidad de la región, los cuales se caracterizan de la primera por su religión islámica. La comunidad más numerosa es la palestina seguida de la siria y la libanesa.[29]



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