El Buen Ladrón es uno de los dos malhechores que según los evangelios fueron crucificados al mismo tiempo que Jesús de Nazaret. En el Evangelio de Lucas se relata que Jesús dijo al «buen ladrón» durante la crucifixión que antes de que acabara el día, estaría con él en el paraíso. Aunque ninguno de los evangelios canónicos menciona el nombre de los ladrones, en algunos evangelios apócrifos el Buen Ladrón es llamado Dimas. Su festividad se celebra el 25 de marzo.
Aunque nunca fue oficialmente canonizado por la iglesia católica, se le considera como la única persona que fue directamente reconocida como santo por Jesús. "En verdad te digo que hoy estarás conmigo en el Paraíso".
El Martirologio (catálogo oficial de los Santos de la Iglesia Católica) le tiene inscrito, aún sin citar su nombre, en el día 25 de marzo, a continuación de la Solemnidad de la Anunciación del Señor.
Los dos ladrones fueron crucificados al mismo tiempo que Jesús, uno a su derecha y otro a su izquierda. Según el evangelio de San Mateo, ambos se burlaron al principio de Jesús, sin embargo, el evangelio de San Lucas menciona solamente que fue uno: Uno de los malhechores colgados lo insultaba: ¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti y a nosotros. El otro le reprendía: Y tú, que sufres la misma pena, ¿no respetas a Dios? Lo nuestro es justo, pues recibimos la paga de nuestros delitos; este en cambio no ha cometido ningún crimen. Y añadió: Jesús, cuando llegues a tu reino acuérdate de mí. Jesús le contestó: Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso.
De acuerdo con la tradición y el Evangelio de Nicodemo (Evangelio apócrifo), el Buen Ladrón fue crucificado a la derecha de Jesús y el Mal Ladrón, llamado Gestas, a la izquierda. Por este motivo, con frecuencia las representaciones de la crucifixión muestran a Jesús con la cabeza inclinada hacia el lado derecho.
En otro de los evangelios apócrifos, el Protoevangelio de Santiago, José de Arimatea hace la siguiente declaración: Se llamaba Dimas; era de origen galileo y poseía una posada. Atracaba a los ricos, pero a los pobres les favorecía. Aun siendo ladrón, se parecía a Tobías, pues solía dar sepultura a los muertos. Se dedicaba a saquear a la turba de los judíos; robó los libros de la ley en Jerusalén, dejó desnuda a la hija de Caifás, que era a la sazón sacerdotisa del santuario, y substrajo incluso el depósito secreto colocado por Salomón. Tales eran sus fechorías.
De nuevo en el Evangelio de Nicodemo se hace la siguiente narración de la llegada del Buen Ladrón al Paraíso: ¿Quién eres? Tu aspecto es el de un ladrón. ¿De dónde vienes, que llevas el signo de la cruz sobre tus espaldas? Y él, respondiéndoles, dijo: Con verdad habláis, porque yo he sido un ladrón, y he cometido crímenes en la tierra. Y los judíos me crucificaron con Jesús, y vi las maravillas que se realizaron por la cruz de mi compañero, y creí que es el Creador de todas las criaturas, y el rey todopoderoso, y le rogué, exclamando: Señor, acuérdate de mí, cuando estés en tu Reino.
En el Evangelio árabe de la infancia del siglo VI, el buen ladrón recibe el nombre de Tito y se relata el episodio del Ataque de los bandidos, en el que unos salteadores atacan a San José y su familia mientras atraviesan un bosque. Uno de los malhechores llamado Tito (El Buen Ladrón), intercede para protegerlos, mientras que el otro que se llamaba Dúmaco (El Mal Ladrón) no accede. La Virgen María bendice a Tito y el propio Jesús profetiza que ambos forajidos serán crucificados.
El buen ladrón suele representarse durante la crucifixión colocado a la derecha de Jesucristo y mirándolo a la cara, porta una diadema sobre la cabeza, su actitud suele ser de serenidad, mientras que el mal ladrón se representa a la izquierda de Jesús y no lo mira, generalmente muestra signos de dolor y se contorsiona en la cruz. En algunas representaciones, sobre el buen ladrón se coloca un ángel que espera su muerte para ascender con su alma al cielo, mientras que al lado del mal ladrón aparece un demonio. Los dos ladrones suelen estar atados a la cruz en lugar de clavados.
En la Iglesia ortodoxa, tanto las cruces como los crucifijos se representan con tres barras horizontales, la más alta es el titulus crucis (la inscripción que Poncio Pilatos mandó poner sobre la cabeza de Cristo en latín, griego y hebreo: "Jesús de Nazaret, Rey de los Judíos"), la segunda más larga representa el madero sobre el que fueron clavados las manos de Jesús y la más baja, oblicua, señala hacia arriba al Buen Ladrón y hacia abajo al Mal Ladrón.
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