La Orden de Santa María de Montesa y San Jorge de Alfama es una orden religiosa y militar fundada por el rey Jaime II de Aragón en el siglo XIV (1317).
En la actualidad sobrevive como una corporación de carácter honorífico y nobiliario.
El rey de Aragón cedió a la orden el Castillo de Montesa, situado cerca de la frontera con los sarracenos en el Reino de Valencia. Fue aprobada por el papa Juan XXII el 10 de junio de 1317, por bula, aprobando y confirmando la Orden de Montesa como lo había propuesto el rey Jaime II de Aragón, invirtiendo los bienes de la orden de los Templarios extinguida por Clemente V en dotar una nueva orden que pretendía fundar el susodicho rey.
La fundación se verificó el domingo 22 de julio de 1319, en la capilla real del palacio de Barcelona, siendo la cabeza y sacro convento de ella el de la villa de Montesa, de la que el rey hizo donación a la orden, y de la cual tomó nombre.
Por divisa tomó una cruz roja sin flores, y el manto capitular blanco que aprobó Clemente VII el 5 de agosto de 1397. Pero más adelante, con motivo de haberse incorporado a esta orden en 1399 la de San Jorge de Alfama, dejó aquella insignia y adoptó una cruz de gules de color rojo por concesión de Benedicto XIII, otorgada en 1400 y que Martín V confirmó posteriormente.
La orden sufrió numerosas dificultades. Según la bula de fundación, era el maestro de Calatrava a quien le correspondía la creación de la nueva orden, así como la capacidad de armar a los caballeros y hacer vestir los hábitos a los caballeros montesanos. Jaime II, con antelación, había escrito al maestre de Calatrava para que acelerara la acción.
El maestre, a quien no le gustaba obedecer órdenes ni de su propio rey, el de Castilla, ni siquiera contestó a las misivas. El rey se dirigió entonces al papa para que diera la orden al de Calatrava. El Pontífice pasó el encargo al arzobispo de Valencia, que tampoco recibió respuesta por parte del Maestre de Calatrava.
El arzobispo de Valencia envió finalmente hasta Castilla al abad del Monasterio de Nuestra Señora de Benifassà, perteneciente a la Orden del Císter.
El Maestre de Calatrava se negó a acudir a Valencia, alegando que sus obligaciones custodiando la frontera se lo impedían, aunque la razón real parece ser que era la poca disposición por parte de la Orden de Calatrava a ceder las posesiones de Aragón a otra orden. Finalmente, cedió y envió a Valencia a un procurador para que obrara en su nombre.
Se nombró como primer Maestre de la nueva Orden a Guillermo de Eril, un hombre anciano, gran experto en las artes militares. El cargo le duró muy poco, ya que Eril fallecía setenta días después de haber sido elegido.
El reino de Valencia se encontraba agitado debido a la revuelta conocida como de la Unión, por la que algunos nobles valencianos, apoyándose en el pueblo, deseaban emanciparse de la tutela del Reino de Aragón y constituirse en un reino independiente. El rey de Aragón encargó al Maestre de Montesa, Arnaldo de Ferriol, que controlara a los sediciosos, convirtiéndose así los montesanos en una baza muy importante para que el rey Pedro IV de Aragón derrotara a los sublevados de Valencia. La Orden se convirtió en la principal fuerza militar defensora del trono.
Sin embargo, los reyes empezaban ya a tomar parte activa en la elección de los Maestres. El rey Fernando II de Aragón (Fernando el Católico) impuso como tal a su sobrino, Felipe de Aragón y Navarra, revocando así el anterior nombramiento.
El último Maestre fue Pedro Luis Garcerán de Borja, Marqués de Navarrés, hijo del duque de Gandía, hermano de san Francisco de Borja, elegido a los 17 años. En 1572, un tribunal de la Inquisición de Valencia condenó a Garcerán de Borja por sodomía. Parece ser que Pedro Luis Garcerán de Borja había estado enamorado tiempo antes de un tal Martín de Castro, un rufián dedicado a la prostitución y el proxenetismo, tanto de hombres como de mujeres, y que fue sorprendido en la cama con el Conde de Ribagorza, Juan II de Ribagorza. Martín de Castro, antes de ser ejecutado en 1574 en la corte, delató a Pedro Luis Garcerán de Borja, dando escabrosos detalles y mostrando su falta de escrúpulos. Garcerán de Borja, que había sido virrey y capitán general de los reinos de Tremecén, Túnez, Orán y Mazalquivir, se vio comprometido por la crisis interna que sufría la Orden de Montesa, dividida en facciones, y por las enemistades creadas al promocionar a sus favoritos. Felipe II, que fue consultado por la Inquisición sobre la conveniencia del juicio, decidió emplear el proceso para dar una lección a la nobleza levantisca, neutralizando a la vez la alianza de los Borja con la familia real portuguesa. Garcerán de Borja fue condenado a 10 años de reclusión en el convento de Montesa y una multa de 6000 ducados, a razón de 1000 ducados al año. Sin embargo, ya en 1583, Garcerán de Borja, tras unas disputas internas por la sucesión del Gran Maestre, supo congraciarse con el rey y negoció con Felipe II la incorporación a la corona de la última Orden que se mantenía independiente el 8 de diciembre de 1587, gracias a una bula del papa Sixto V expedida en Roma. Como premio obtuvo la Encomienda Mayor de Calatrava y en 1591 el Virreinato de Cataluña, falleciendo en 1592.
El convento de la Orden se encontraba en la villa de Montesa. Un terremoto en 1748 hizo que se desplomara la roca en la que se situaba y mató a muchos de sus miembros. La Orden pasó a tener su centro en Valencia, en la casa del Temple.
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