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Calina (meteorología)



La calima[1]​ o calina[2]​ es un fenómeno meteorológico consistente en la presencia en la atmósfera de partículas muy pequeñas de polvo, cenizas, arcilla o arena en suspensión. Cuando esta ocurre por efectos del polvo, sales (sodio) o elementos propios del ambiente, se conoce como calima tipo "A"; cuando se produce por eventos especiales, tales como incendios forestales u otros eventos de carácter contaminante, se le denomina calima tipo "B".[3]

Su origen está en las partículas de vapor de agua con partículas de sales procedentes de las aguas marinas[4]​ y, en muchos casos, por el humo y cenizas de los incendios, como puede verse en la imagen tomada en el este de Caracas (Venezuela) a finales de marzo del 2010. También puede deberse a las tormentas de arena, fenómeno frecuente en los países del Mediterráneo, en las Islas Canarias y otras zonas.[5]

En el caso de las tormentas de arena, las partículas tienen unas dimensiones muy heterogéneas, precipitándose las de mayor tamaño no muy lejos de la fuente y continuando las más finas a grandes distancias transportadas por el viento Siroco hasta las Islas Canarias. Ocasionalmente remanentes de estas tormentas alcanzan América del Norte, en la región del Caribe y este de los Estados Unidos, llegando con los anticiclones veraniegos y por los vientos alisios. Puerto Rico y las Antillas Menores son los más afectados por estas tormentas cada verano.[5]

En muchos casos, aunque afortunadamente en disminución, se debe a la emisión de contaminantes domésticos en las zonas urbanas, como puede inferirse de las abundantes chimeneas y la carbonización existentes en el Reino Unido desde la Revolución Industrial.

Calima en el este de Caracas producida por los incendios en la Cordillera de la Costa, el 26 de marzo de 2010.

Calima en montañas durante epoca de incendios forestales en Monterrey, Mexico.

Cielo con polvo del Sahara en Puerto Rico.

Calima en la Ciudad de Panamá debido al polvo del Sahara.

Como efecto inmediato y en función de su densidad, produce una disminución en mayor o menor medida de la visibilidad y la aparición de molestias en ojos, nariz y garganta. Si es persistente o abundante, al cabo de unos días suelen aparecer otros síntomas como broncoespasmos, crisis respiratorias y asma.[3]​ Su desaparición está condicionada por los cambios en la presión atmosférica, que puede dar origen al viento o a la lluvia.

Aunque no pueden establecerse unos valores perfectamente diferenciados entre sí en lo que respecta a la escala de fenómenos atmosféricos relativos a la contaminación del aire, la tabla siguiente nos ofrece una información aproximada y convencional que suele tomarse en los registros atmosféricos a fines de establecer distintos tipos de pronósticos meteorológicos.



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