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Canis dirus



El lobo gigante o lobo terrible (Aenocyon dirus) es una especie de cánido extinto de gran tamaño que vivió desde América del Norte hasta las Pampas del centro de la Argentina durante el Pleistoceno.[1]​ El yacimiento donde se han encontrado más restos de Aenocyon dirus es el de Rancho La Brea, cerca de Los Ángeles, donde han aparecido unos 3500 esqueletos completos. Ciertas características presentes en este yacimiento invitan a pensar que los lobos terribles, al igual que muchos otros cánidos, eran animales sociables que vivían y cazaban en manada.

A pesar de lo que invita a pensar su nombre común, el lobo gigante no era excepcionalmente grande comparado con su pariente, el lobo común o lobo gris (Canis lupus). En promedio, pesaba unos 80 kg pero podía alcanzar 100 kg. Sin embargo, las diferencias con este otro cánido, con el que compartió hábitat durante 90 000 años, son importantes.

Canis dirus era mucho más robusto y sus patas proporcionalmente cortas. El morro era largo y las mandíbulas potentes, con dientes gruesos y fuertes capaces de triturar huesos. El nicho que ocupaba en las praderas y estepas norteamericanas de la era glacial era similar al que las hienas tenían en otros continentes. Un gran número de fósiles de herbívoros marcados por las fauces de lobos gigantes refuerzan esta idea.

El registro fósil indica que los géneros Canis, Urocyon y Vulpes divergieron del primitivo y pequeño Leptocyon hace 9 o 10 millones de años. Un millón de años después los cánidos dejaron su Norteamérica natal y se extendieron por Eurasia y África, diferenciándose en múltiples especies.

Mientras tanto, los cánidos vivían otra explosión diversificatoria en América. Hace unos 800 000 años, la especie Canis ambrusteri se extendió por América del Norte y del Sur. Poco después se extinguió en Norteamérica, pero en Suramérica evolucionó hacia la especie Canis dirus, aunque también hay evidencia de que Canis dirus pudo evolucionar de otros cánidos suramericanos.[2]

En el Pleistoceno tardío, hace 300 000 años, los lobos grises (Canis lupus) regresaron a Norteamérica desde Eurasia por el puente de tierra que comunicaba entonces el Estrecho de Bering. Hace 100 000 años los lobos terribles hicieron lo mismo desde Suramérica, y aparentemente no hubo competencia entre ambas especies, ya que probablemente explotaban nichos ecológicos distintos.[3]​ Los lobos gigantes comenzaron a declinar hace 16 000 años, a medida que se producían los cambios climáticos de la última glaciación y el ser humano se extendía por América. Esta suma de factores redujo el número de grandes herbívoros en América, como el bisonte estepario, el camello, el mamut, el mastodonte, el megaterio o el caballo americano de los que se alimentaban preferentemente los lobos gigantes. Se extinguieron probablemente hace 10 000 años, como el resto de la megafauna americana. No obstante, algunos hallazgos fósiles realizados en Arkansas indican que pudieron vivir en las montañas Ozark hasta hace sólo 4000 años.[cita requerida]



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