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Canto gregoriano



El término canto gregoriano se refiere en general a un tipo de canto llano, simple, monódico y con una música supeditada al texto utilizado en la liturgia de la Iglesia católica, aunque en ocasiones se usa en un sentido amplio o incluso como un sinónimo de canto llano.

La denominación canto gregoriano procede del hecho de que su recopilación se atribuye al papa Gregorio Magno, y se trata de una evolución del canto romano confrontado al canto galicano. Debe aclararse y entenderse que el canto gregoriano no fue compuesto por el papa Gregorio Magno, ni tampoco recopilado por él. Fue a partir del siglo IX cuando empezó a asociarse su nombre a este compendio musical, sobre todo a partir de la biografía de Juan el Diácono.

A comienzos del siglo XX, el canto gregoriano recibió un nuevo impulso de san Pío X, a través del motu proprio Tra le sollecitudini.[1]

Desde su nacimiento, la música cristiana fue una oración cantada, que debía realizarse no de manera puramente material, sino con devoción o, como decía Pablo de Tarso: «Cantando a Dios en vuestro corazón». El texto era, pues, la razón de ser del canto gregoriano. En realidad, el canto del texto se basa en el principio, atribuido a san Agustín, de que «El que canta bien, ora dos veces». El canto gregoriano jamás podrá entenderse sin el texto, el cual tiene prelación sobre la melodía y es el que le da sentido a ésta. Por lo tanto, al interpretarlo, los cantores deben haber entendido muy bien el sentido del texto. En consecuencia, se debe evitar cualquier impostación de voz (sin sobresaltos) de tipo operístico en que se intente el lucimiento del intérprete. Del canto gregoriano es de donde proceden los modos gregorianos (una adaptación de los modos griegos), que dan base a la música de Occidente. De ellos vienen los modos mayores y menores, y otros menos conocidos.

Las obras de canto gregoriano se clasifican según diversos criterios:

Las principales expresiones del canto gregoriano son el recitativo litúrgico, la salmodia, la Santa Misa y el Oficio divino. Los textos conocidos como accentus son entonados por los obispos, por los sacerdotes o por los diáconos, principalmente en una sola nota, con fórmulas melódicas muy simples en ciertos lugares de cada oración gramática. Los cantos más complejos son cantados por coros o solistas expertos en el canto gregoriano. Existen muchas colecciones de cantos litúrgicos, entre los que se destacan el Graduale Romanum (o también el Graduale Triplex, con el mismo contenido pero con triple notación), que contiene los cantos Propios y el Ordinario, y el Liber usualis, que contiene los cantos de la Misa Tridentina y del Oficio Divino.

Los Propios están constituidos por piezas que se cantan según el tiempo litúrgico o según la fiesta que se celebra. Estos cambian cada domingo, lo opuesto a los cantos del Ordinario, cuyos textos nunca cambian. Los cantos de Introito, Gradual, Aleluya, Tracto, Secuencia, Ofertorio y Comunión forman parte del Propio de la Misa o, en latín, Proprium Missae.

El Ordinario está compuesto por textos que se repetían en todas las misas. Los textos se mantenían invariables. Todos los textos son en latín, excepto el Kyrie eleison, que está en griego.

La diferencia básica entre el Ordinario y el Propio está en la letra. Los cantos del Ordinario siempre tienen la misma letra, mientras que en los cantos del Propio la letra varía y también puede cambiar la música. Todo esto depende de la fiesta que se celebre y del calendario litúrgico. A partir del siglo X, se realizaron reformas sobre el repertorio del canto gregoriano, tanto cambios que aparecieron de forma espontánea como cambios o ajustes que se realizaron de una forma totalmente dirigida. Pueden encontrarse tres manifestaciones: el tropo, la sequentia y el drama litúrgico.

La secuencia es un tipo especial de tropo. Es un tropo del Alleluia (muy melismático) que, con el tiempo, se independiza de la pieza original. Se hicieron independientes, sobre todo, por tener texto y música completa. El drama litúrgico son pequeñas obras de teatro que se realizan en la Iglesia.

El Oficio Divino (también conocido como Liturgia de las Horas) es la oración litúrgica cotidiana que han de cantar los cristianos, sean religiosos o laicos. En los monasterios y conventos, los monjes y monjas hacen una pausa en sus labores y se reúnen a determinadas horas del día (horas canónicas) para hacer su oración. Estas oraciones se cantan durante tiempos largos, especialmente los himnos al empezar, los antifonarios usados para los salmos, los salmos mismos y para los antifonarios Marianos. Estos son cuatro canciones (Alma Redemptoris Mater, Ave Regina Caelorum, Regina Caeli y Salve Regina), que vienen del siglo XI y son más complejos que la mayoría de los antifonarios de los salmos.

El repertorio de cantos para el oficio divino consta de:

El canto gregoriano tuvo gran impacto sobre el desarrollo de la música occidental, especialmente en la música medieval y del Renacimiento. El pentagrama moderno procede directamente de las neumas gregorianas. La notación musical que fue creada por Guido de Arezzo para el canto llano se adaptó para otros tipos de música, y los grupos de neumas se designaron para representar ritmos musicales. Las notas modernas ya remplazaban a los neumas en los siglos XV y XVI, aunque los libros de música sacra conservan los neumas hasta hoy en día.



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