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Carta a los españoles americanos



La carta a los españoles americanos o carta dirigida a los españoles americanos es un documento escrito por el jesuita peruano Juan Pablo Viscardo y Guzmán hacia 1791, donde exhortaba a los criollos hispanoamericanos a conseguir su independencia con respecto de España, demostrando la justicia de tal actitud. Fue publicado póstumamente en 1799 (en francés) y en 1801 (en español), difundiéndose masivamente en el continente americano. Fue la primera llamada pública a favor de la independencia hispanoamericana escrita por un criollo o “español americano”. Su lectura contribuyó significativamente a alentar el sentimiento emancipador entre los hispanoamericanos durante la lucha por la independencia.

El jesuita criollo Juan Pablo Viscardo y Guzmán, había sufrido en carne propia el despotismo de la corona española, pues en 1767 tuvo que partir al exilio, cuando se ordenó la expulsión de los miembros de la orden jesuita de España y sus dominios americanos. Desterrado a Italia, se vio impedido de volver al Perú y de cobrar su herencia paterna, recibiendo a cambio una mísera subvención. Todo ello, que consideraba injusto, sin duda le causó un resentimiento contra el gobierno español y empezó a germinar en su mente la idea del separatismo, es decir la emancipación de la América española. Cuando en 1781 se enteró de la rebelión de Túpac Amaru II, se entusiasmó y consideró que era el momento oportuno de lograr ese objetivo libertario. Se contactó con los cónsules británicos en Italia a quienes expuso un plan para que el gobierno británico apoyara a los hispanoamericanos a conseguir su independencia. Viajó a Londres en 1782 de incógnito, y de inmediato informó al gobierno británico de sus planes, que consistían en que una flota británica partiera hacia Buenos Aires, cuya conquista le parecía factible y que debía convertirse en la cabeza de puente de una invasión al Virreinato del Perú. Pero no tuvo éxito. Años después, estuvo de paso por Francia, entonces convulsionada por la revolución, donde presumiblemente redactó su "Carta a los españoles americanos", con ocasión de la cercanía de la celebración de los 300 años del Descubrimiento de América, y en la que incitaba a los criollos de América a luchar contra la opresión española y formar un estado soberano. Volvió nuevamente a Londres en 1794, esperanzado en que esta vez el gobierno británico se interesara en sus planes, pero nuevamente no tuvo éxito. Enfermo y empobrecido, falleció en dicha ciudad, en 1798. Antes de morir, dejó sus papeles a Rufus King, embajador de Estados Unidos en Inglaterra, quien las entregó al venezolano Francisco de Miranda. Este líder patriota, con acertada visión, escogió de entre esos papeles la "Carta a los españoles americanos", escrita en francés, y la hizo imprimir en Londres en 1799, con pie falso de Filadelfia (Estados Unidos). Luego lo tradujo al idioma español, versión que publicó en 1801, también en Londres, con el siguiente título:

La publicación causó gran impacto y mereció otras dos ediciones en Londres, en 1808 y 1810. En Sudamérica se editó en Bogotá (1810), Buenos Aires (1816) y Lima (1822).

El manuscrito original consta de siete pliegos de papel, doblados por el medio, sin encuadernar, de 8 x 12 7/8 pulgadas. Se divide en 26 páginas, numeradas de 1 a 26, más dos en blanco. Está escrito en francés, con el título de Lettre aux espagnols americains. No tiene fecha ni lugar.

Viscardo se dirige a los “españoles americanos”, es decir a los descendientes de los españoles nacidos en América (llamados despectivamente por los peninsulares como “criollos”) y su afirmación básica se condensa en este pensamiento:

Percibe la realidad hispanoamericana, común y diversa. Hace una reseña de los trescientos años de la historia americana, caracterizada por los abusos y el mal gobierno de los funcionarios españoles. Según él, la corona española era injusta con los descendientes de los que labraron un gran imperio para España en suelo americano. Los distintos intereses y la geografía contribuían a la separación de la América española de su madre patria. En ese sentido, la emancipación hispanoamericana era, no solo un derecho, sino un deber de los “americanos españoles”. Su incitación al levantamiento, es emotiva:

El gran precursor venezolano Francisco de Miranda, fue, como ya dijimos, el primero que vislumbró la importancia de este documento. Dijo al respecto, que, a pesar de su brevedad, tenía mucho más contenido que todos los discursos y declaraciones referentes a España y América. Cuando en 1806 realizó su primera expedición, con apoyo inglés, para liberar a Venezuela, llevó impresos algunos ejemplares de la Carta y los distribuyó en la población.

Es pues, a Miranda a quien se debe que este documento se difundiera por el continente americano. Su lectura contribuyó significativamente a incitar el sentimiento emancipador contra el régimen español, durante la lucha por la Independencia de Hispanoamérica.

Pese a ello, tras el triunfo de la revolución hispanoamericana en 1824 este documento cayó en el olvido. No fue sino hasta el siglo XX que fue reeditada, investigándose el contexto y la formación profesional de Viscardo, mérito que se debe a dos estudiosos: el peruano Rubén Vargas Ugarte y el catalán Miguel Batllori.

Después de hacer la historia de la dominación española en América termina diciendo:

“La distancia de los lugares, que por si misma, proclama nuestra independencia natural, es menor aun que la de nuestros intereses. Tenemos esencialmente necesidad de un gobierno que esté en medio de nosotros para la distribución de sus beneficios objeto de la unión social. Depender de un gobierno distante dos o tres mil leguas, es lo mismo que renunciar a su utilidad; y este es el interés de la Corte de España, que no aspira a darnos leyes, a dominar nuestro comercio, nuestra industria, nuestros bienes y nuestras personas, sino para sacrificarlas a su ambición, a su orgullo y a su avaricia.

“No hay ya pretexto para excusar nuestra apatía si sufrimos más largo tiempo las vejaciones; si nos destruyen, se dirá con razón que nuestra cobardía las merece. Nuestros descendientes nos llenarán de imprecaciones amargas, cuando mordiendo el freno de la esclavitud que habrán heredado, se acordaren del momento en que para ser libres no era menester sino quererlo.



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