Casas de Haro es un municipio español de la provincia de Cuenca, en la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha. Tiene una superficie de 110,88 km² con una población de 823 habitantes (INE 2019) y una densidad de 7,42 hab/km².
Se encuentra situado al sur de la provincia de Cuenca, en el límite con la de Albacete, a 112 kilómetros de la capital provincial. El territorio es muy llano, característico de La Mancha Conquense, comarca a la que pertenece. El municipio se alza a 727 metros sobre el nivel del mar. Está atravesado por las autopistas A-31 y AP-36 así como por la carretera N-301.
Situado en una zona intermedia, era zona de paso entre la meseta y levante, creándose pequeñas aldeas para la explotación del terreno, siendo prueba de ello la denominación de los distintos barrios y entidades anejas que componen el municipio.
La reconquista de la zona se produce en tiempos de Alfonso VIII, que en 1184 vence en la batalla de Alarcón a los musulmanes. En honor a su Alférez Mayor Diego López de Haro y tras la batalla de las Navas de Tolosa (1212) le concede este territorio que pertenecerá a la Casa de Haro y dada su denominación, se hace figurar en el escudo la bordura de gules con ocho aspas de oro, que figuran en las armas de Haro.
No está documentado su origen, aunque se han hallado vestigios de restos íberos y prerrománicos en el término municipal.
El primer documento que se conoce es de primeros de octubre de 1318 que se encuentra en el Archivo Municipal de San Clemente, donde se incluyen las tierras de Casas de Haro, que a su vez pertenecía a Alarcón. Su proclamación como municipio fue en 1834.
El primer asentamiento en este lugar, podría deberse a su lugar estratégico en el cruce de cañadas. Una hipótesis es la de que se diera buena calidad de agua a poca profundidad, ya que el pueblo se encuentra en una hondonada. Un ejemplo de esta buena agua es El pozo de la Peña que se encuentra entre el Simarrillo y Casas de la Loma, donde el agua se halla a unos 4 metros de profundidad, y todavía hoy sirve de abrevadero a ganados, y a algún ciclista o senderista.
La riqueza de sus habitantes proviene del sector primario. Dentro de la agricultura debemos destacar el cultivo de la vid y la elaboración de vinos en la S.Coop. La Magdalena donde se elaboran excelentes caldos, tintos, blancos, rosado y desde hace algunos años se elabora también vino moscatel y vino espumoso, por lo que se hace figurar en su escudo un racimo de uvas. Dentro de la ganadería señalamos el ganado ovino y caprino, con la correspondiente elaboración de quesos en sus diferentes modalidades.
Tiene como servicios un centro médico, farmacia, colegio público, biblioteca, casa de la cultura, dos oficinas bancarias, pabellón polideportivo, pista de frontón, pista de pádel, campo de fútbol y piscina pública.
Sus edificios más antiguos son la iglesia parroquial de Santa María Magdalena y la Ermita de San Julián.
La iglesia parroquial, que debe su nombre a la patrona del municipio, fue construida a mediados del siglo XVIII. Aunque no se tiene constancia de cuando se comenzó a construir, en 1750 esta iglesia ya había sido declarada parroquia y según el censo de 1753 ya se llamaba iglesia parroquial de Santa María Magdalena. La imagen de Santa María Magdalena es de los primeros años del siglo XVIII (1710-1720), época en la que se debió comenzar la construcción del templo. Sólo se conoce cuando fue colocada la bola de la cúspide de la espadaña, momento de su consagración en 1750. El lugar en el que se encuentra ubicada podía haber albergado un antiguo cementerio, probablemente de la época romana o visigoda.
El edificio está formado por un gran cuerpo central de planta casi perfecta en forma de cruz latina con portada de dovelas planas y alargadas. Graciosa espadaña montada sobre el muro lateral, de sillería de dos cuerpos y copete con tres huecos para las campanas y otro en el cuerpo superior. Pertenece a un periodo de Barroco tardío, pero con claras influencias clásicas en el interior, caracterizado por una manifestación arquitectónica puramente sobria e integrada en el ámbito rural. En cambio, según su aspecto exterior, podría tratarse de una construcción propia de la Edad Media, pues se utiliza el mampuesto propio de la época, las casi inexistentes y muy altas ventanas y una disposición en planta de cruz latina.
La ermita de San Julián data del siglo XVIII y está situada en el denominado Barrio de Arriba, siendo una edificación aislada de la zona urbana consolidada, donde el entorno viene determinado por casas de una y dos plantas preferentemente y en manzanas cerradas. Se trata de una edificación de pequeña nave de crucero y sobre él bóveda vaída,con las restantes bóvedas de cañón. Apoyos formados por pilastras interiores con cornisa corrida.
Son destacables igualmente los cubos (denominados en otras partes como cucos), que son antiguas construcciones que servían como refugio a pastores y campesinos ante las inclemencias del tiempo y como lugar de pernocta en las largas jornadas y temporadas de trabajo. En su mayoría los podemos encontrar en la zona sur y más distante del municipio. Están hechos con piedra de los terrenos donde están construidos. Utilizaban piedras grandes que se van entrelazando con otras más pequeñas en forma de cuña. El proceso de construcción de estos cubos resulta curioso, ya que se ponía una guía en el centro que consistía en un palo con una cuerda que se iba enrollando conforme ponían las filas de piedras, dándoles así esa forma tan peculiar. Estas construcciones presentan en ocasiones estructuras de forma cilíndrica terminada en punta, y en otras ocasiones son más redondeadas y chatas. Algunos cubos cuentan con corral anexo para guardar el ganado llamados corralizas. Otro cubo que merece mención especial es el cubo Mangas, con varias habitaciones e incluso chimenea. Prácticamente todos los refugios todavía mantienen el mismo aspecto que en tiempos pasados.
En lo que respecta a la gastronomía, encontramos platos típicos manchegos, como las gachas, el tojunto, el ajoarriero, el morteruelo, el pisto manchego, el queso y el vino moscatel, todavía hoy elaborado artesanalmente, pisando la uva, en bodegas caseras.
En Semana Santa se degustan rolletes, flores y tortillas, todo regado con vino moscatel, y el Domingo de Resurrección, tras cantar el Aleluya, en muchas casas se percibe el olor a asado de cordero manchego.
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