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Chrysocyon brachyurus



Canis brachyurus, C. campestris, C. isodactylus, C. jubatus, Vulpes cancrosa

El aguará guazú o lobo de crin (Chrysocyon brachyurus), del guaraní aguara guasu, 'zorro grande', es un cánido autóctono de las regiones de espesuras y pastizales del Chaco boreal paraguayo, Chaco argentino, la llanura beniana de Bolivia en donde es conocido como borochi, las pampas del Heath en Perú,[2]​ así como en Uruguay y en la cuenca de los ríos Paraguay y Paraná, en Sudamérica.

Es el mayor de los cánidos de América del Sur. Es inofensivo para el humano y el ganado; sin embargo, la ocupación de su hábitat y la caza lo han reducido a zonas aisladas. Se encuentra registrado en el Apéndice II del listado de especies protegidas de la CITES (Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres). En 2011, en Brasil, una loba de crin, atropellada por un camión, fue sometida a tratamiento con células madre en el Jardín zoológico de Brasilia, siendo este el primer caso registrado de uso de células madre para curar heridas en un animal salvaje.[3]

Zorro de oreja corta

Zorro cangrejero

Zorro de Sechura

Zorro culpeo

Zorro de las pampas

Zorro gris

Zorro chico

Lycalopex vetulus

Aguará guazú[4](Fig. 10)

Perro venadero

El aguará guazú prefiere las praderas y los pastizales en zonas de humedales y bosques, se lo encuentra ocasionalmente en zonas selváticas.

Se distribuye desde el río Paranaíba en la región Nordeste de Brasil de Brasil, Mesopotamia argentina al sur por el Chaco de Paraguay en Río Grande del Sur (Brasil) la cuenca del río Paraguay, especialmente en el chaco Boliviano y al oeste de las pampas del Heath en Perú. Por muchos años fue considerado extinto en Uruguay pero en el 2007 se dio un registro en el Departamento de Cerro Largo cerca de la frontera con Brasil.

Tenía una distribución que alcanzaba a la provincia de Mendoza como límites austral y oeste, habiendo desaparecido en décadas recientes de gran parte de su rango debido a la cacería, a la destrucción de ambientes acuáticos y pastizales, y a la deforestación.[5]


El aguará guazú es corpulento en comparación con otros cánidos silvestres, una impresión reforzada por la densidad de su pelaje y la distintiva melena de crines alrededor del cuello. Alcanza los 107 cm de altura a la cruz, y hasta los 125 cm de longitud, a los que hay que sumar unos 45 cm de cola. Puede alcanzar los 36 kg de peso. La estructura del cuerpo se asemeja a la de un zorro, aunque las patas largas le dan un aire desgarbado muy peculiar.

El pelaje es largo y tupido, de color anaranjado rojizo, más largo en la región del cuello, con el vientre más claro. Presenta marcas negras en el hocico, las extremidades y a lo largo de la espina dorsal, así como otras blancas en la garganta, el interior de las orejas y ocasionalmente en el extremo de la cola.

La cabeza es alargada y pequeña en relación al tamaño del cuerpo; la melena eréctil le permite parecer más grande para amenazar a sus congéneres. Las pupilas de los ojos son circulares, a diferencia de los zorros, que las tienen en forma de elipse vertical. Las orejas son grandes, lo que facilita irradiar el calor para reducir la temperatura corporal. Tiene fuertes uñas en las extremidades delanteras, aunque es incapaz de excavar con ellas. Las patas largas lo dotan de una visibilidad superior en las regiones de pastos altos en las que habita. Como la hiena, mueve las extremidades de un mismo lado al caminar pues le permite ahorrar energía y recorrer grandes distancias; esto deja una huella distintiva.

Son excelentes caminadores, recorriendo los mismos senderos de ida y de vuelta. No necesita correr dado las pequeñas presas que persigue, razón además de su pequeño volumen pectoral. Los individuos se comunican entre sí a través de largas distancias con un aullido ronco, de tono bajo y de alto alcance que le ha dado la fama de lobizón en muchas regiones.

En 2009 un estudio de ADN realizado por un equipo científico dirigido por Graham J. Slater, de la Universidad de California en Los Ángeles, confirmó que el pariente más cercano al aguará guazú es el lobo de las islas Malvinas (Dusicyon australis), extinto por el hombre en el siglo XIX. El estudio confirmó que ambas especies se separaron hace alrededor de 6,7 millones de años.[6]​ Los cánidos solo lograron colonizar América del Sur hace unos 3 millones de años, en el evento llamado en paleobiogeografía el gran intercambio biótico americano, el cual ocurrió cuando los continentes de América del Norte y del Sur se conectaron gracias a la formación del istmo de Panamá. Esto quiere decir que los linajes de ambas especies llegaron desde América del Norte ya distanciados.

No se han hallado ejemplares fósiles de otras especies del género Chrysocyon, por lo que se supone que evolucionó independientemente desde el Pleistoceno.

El aguará guazú se mantiene por lo general oculto durante el día; caza preferentemente en horario crepuscular, aunque está también activo de noche. Es omnívoro, y obtiene la mayor parte de sus calorías de frutos (principalmente de la lobeira) y raíces tiernas; sin embargo, son buenos cazadores. Acechan su presa —roedores pequeños, especialmente conejos, liebres y cuises, además de lagartos, ranas y aves— para matarla de improviso; aunque pueden desarrollar buenas velocidades en carrera, normalmente no persiguen a la presa. Comen también huevos de aves y reptiles, y de ser necesario carroña. La dentición refleja sus hábitos alimentarios, mostrando molares bien desarrollados e incisivos superiores relativamente débiles.

El aguará guazú no forma manadas en ningún momento del año. Alrededor del año de edad madura sexualmente; un año más tarde forma una pareja estable; no caza ni duerme en común, pero ocasionalmente ocupan el mismo cubil. La pareja habita en un territorio común, al que defiende de las incursiones de otros cánidos, de hasta 25 km². Son fuertemente territoriales; aún en cautiverio la convivencia entre ejemplares del mismo sexo es difícil y áspera.

A comienzos de otoño la hembra inicia el estro; su receptividad dura solo cinco días en promedio. Desde el apareamiento hasta la madurez de las crías, la pareja se mantendrá junta. Ambos padres cuidan de los cachorros, que nacen tras dos meses de gestación. Una camada habitual tiene dos o tres ejemplares, aunque en cautiverio se han registrado hasta seis nacimientos. Las crías pesan unos 400 g, y nacen ciegos e indefensos como otros cánidos; al nacer no presentan pelaje, que comienza a crecer a los pocos días. Hasta los tres meses de edad la coloración es gris ceniza muy oscuro, que los ayuda a disimularse entre la vegetación. Los padres los alimentan y cuidan hasta cerca del año de edad; luego abandonan el territorio y se desplazan por la zona hasta encontrar un área desocupada y pareja.

El aguará guazú no aúlla; se comunica a la distancia mediante ladridos roncos y graves. Las situaciones de conflicto, cuando un ejemplar entra al territorio de otro pese a las marcas olfativas que lo delimitan, suscitan un gruñido similar al de los perros.

El aguará guazú no constituye riesgo para el humano o para el ganado doméstico; prefiere presas más pequeñas, y es excesivamente tímido para incursionar en estancias o poblados. Sin embargo, ha padecido extensamente la caza, motivada entre otras razones por la superstición que lo asimila al lobizón u hombre lobo. La transmisión de enfermedades exóticas lo ha mermado también considerablemente.

Hoy, en Argentina, está protegido en todo su hábitat; existen ejemplares al este del Chaco, en Formosa, en Misiones en Corrientes, Santiago del Estero, extremo noreste de Córdoba y en el norte de Santa Fe, así como en Brasil y Bolivia y en el Chaco paraguayo. Se ve amenazado por la pérdida y modificación del hábitat, debido a la expansión de la frontera agrícola y urbana, y también resulta grave la captura de animales para exhibición en zoológicos, donde es muy apreciado por su forma peculiar.

El Chrysocyon brachyurus fue declarado monumento natural por la provincia de Misiones mediante la ley n.° 4083 sancionada el 30 de julio de 2004,[7]​ por la provincia de Corrientes por el decreto n.º 1555/1992 de 10 de diciembre de 1992,[8]​ por la provincia del Chaco por ley n.º 4306 de 6 de junio de 1996,[9]​ por la provincia de Santa Fe por la ley n.º 12182 sancionada el 30 de octubre de 2003,[10]​ por la provincia de Entre Ríos mediante la resolución n.º 0852 DGRN de 22 de junio de 2015[11]​ y por la provincia de Formosa mediante la ley n.º 1673 de 22 de noviembre de 2018.[12]

En Bolivia está protegido en todo el territorio; las mayores poblaciones de aguará guazú se encuentran en territorio boliviano donde aún se suele observar con frecuencia y conservan grandes extensiones de selva virgen, los habitantes del oriente boliviano no lo cazan ni lo consideran perjudicial para el ganado, también por costumbres de los indígenas guaraníes bolivianos.

El aguará guazú ha generado, en la región del noreste argentino, Brasil y el Paraguay, la creencia en el lobizón. Se trata ésta de un mito similar al del hombre lobo europeo, donde el séptimo hijo varón se transforma las noches de luna llena en una criatura mitad hombre, mitad lobo. Para los estudiosos del folclore sudamericano, la raíz de esta creencia deriva del aspecto de este cánido.

Son las mismas que las citadas arriba, estudios realizados en Paraguay dan las siguientes medidas: el largo del cuerpo en promedio es de 95 a 132 cm, el largo de la cola es de 28 a 49 cm y pesa de 20 a 36 kg.

Sus huellas son muy características en que las almohadillas medias se encuentran unidas al igual que en el jagua yvyguy (Speothos venaticus). Es un animal de áreas abiertas aunque no duda en hacer incursiones al bosque o selva para ingerir frutas como las de la palmera pindó (Syagrus romanzoffiana). Si bien puede ingerir proteína animal, sus heces suelen estar repletas de frutos de esta palmera y además de grandes cantidades de Solanum lycocarpum, tan común en el Chaco paraguayo. Con respecto a su dieta de carne es normal que cace mamíferos pequeños como armadillos, ratas y pequeñas aves como ynambúes (Tinamidae).

Sus aullidos o ladridos, que suenan a un “gua-a” largo y que se repite como mínimo ocho veces, se deja oír desde lejos, suponiéndose que su nombre común en guaraní provenga del sonido de su aullido.

Estos son más comunes en invierno, coincidiendo con la época de cortejo, o sea su época de celo, reproducción y parición. Utiliza cavidades de los pastizales a los que le da forma de cueva inclinando los pastos, allí pare tres o cuatro cachorros totalmente negros entre julio y septiembre (invierno en Paraguay) luego de un periodo de gestación de 62 a 66 días. Es principalmente crepuscular o nocturno y pasa los horas de luz solar escondido entre la vegetación.

Son individuos muy territoriales y solitarios y presentan lazos de pareja muy fuertes en épocas reproductivas aunque rara vez la pareja se ve deambular junta. En sus territorios se ven frecuentemente demarcaciones con heces que las suelen colocar elevadas sobre el terreno, por ejemplo sobre tacurúes (termiteros).

En Paraguay se le considera un animal perjudicial para el ganado.

Su carne no es consumida por los pobladores, pero su cuero es utilizado para curar algunas enfermedades como hemorroides y su pelo es quemado para hacer inhalaciones para la cura de la tos convulsa.

Este animal tiene relación con mitos y leyendas en toda su área de distribución, debido a su aullido grave y profundo en la noche. Los pobladores del campo le temen por creer que son llamados de espíritus o eventos sorprendentes que ocurrirán. Es muy común que animales que consumen carne o son predadores son considerados peligrosos o mágicos. Esta creencia popular puede incidir en su número poblacional.

La destrucción de su ambiente por cultivos de arroz, caña de azúcar, y otras actividades humanas favorecen a su aislamiento o desaparición. También la cacería furtiva, la persecución tradicional (debido a supersticiones) y los incendios.

Extinto en algunos lugares del noroeste del Chaco (norte de departamento de Boquerón y noroeste del departamento de Alto Paraguay), por las grandes extensiones de pasturas para el ganado. Los capataces de las estancias los persiguen hasta matarlos.

También ya se halla extinto en la parte sudeste de la Región Oriental (la mayor parte del departamento de Itapúa y del departamento de Alto Paraná) se ve agravada la situación por la actividad agrícola, además de la centralización humana en zonas urbanizadas.

En Paraguay se encuentra distribuido en los humedales de todo su territorio.

En la región Occidental:

En la región Oriental:

En Bolivia se encuentra en casi todo su territorio y está severamente protegido.

Se suele creer en el oriente boliviano que en las haciendas donde se suele llegar a observar dará suerte a quienes lo observan. La medicina tradicional beniana usa la grasa y el hueso raspado del borochi para curar el "mal viento" o parálisis facial.



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