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Ciberfeminismo



Ciberfeminismo se utiliza para describir las prácticas y discursos de una comunidad feminista contemporánea cuyos intereses se centran en el ciberespacio, Internet y la tecnología. El término surge de la fusión de "ciberespacio" y "feminismo" y su primera utilización se sitúa a finales de 1991 y 1992 en paralelo por parte de la teórica cultural inglesa Sadie Plant y del grupo de artistas australianas VNS Matrix conectado con el net.art.[1]​ En la década de los años 90 se utiliza el término para describir el trabajo de las feministas interesadas en la teoría, la crítica y la explotación de las tecnologías de Internet, el ciberespacio y los medios en general.

La historia del ciberfeminismo en los años 90 ha estado muy ligada al de la práctica artística del net.art. Existen también otros ciberfeminismos más vinculados a la lucha por la igualdad utilizando la red y como dice la investigadora Remedios Zafra buscando otra manera de "habitar" la red. En este sentido el ciberfeminismo, la práctica del ciberfeminismo social, está considerado iniciador del feminismo en red.

El ciberfeminismo tiene también relación con el campo de Estudios Científicos y Tecnológicos en un marco feminista.

En sus orígenes, el punto de vista predominante era la visión utópica del ciberespacio y la Internet como medio en el que supuestamente existía la ausencia de construcciones sociales como género y diferencia sexual, se encuentran, además, unas raíces teóricas de las que surge el ciberfeminismo, éstas proceden de una fusión entre las ideas de la profesora emérita Donna Haraway, el feminismo francés de tercera ola, y el postestructuralismo.[cita requerida]

El nacimiento del ciberfeminismo viene propiciado por la expansión de las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) y la influencia de la tercera ola feminista, especialmente de Donna Haraway (1991) y su Manifiesto Cyborg, publicado en 1987. Haraway propone a las mujeres la aceptación de una nueva identidad definida como Cyborg[2]​ símbolo de "un futuro después del género" es hoy considerado por muchos como el verdadero punto de partida del pensamiento ciberfeminista. Sin embargo, Haraway nunca utilizó el término Ciberfeminismo ni lo reclamo como suyo.[1]

A finales de los 80 surgen el ciberpunk. Una de sus autoras referente, Pat Cadigan, publica MindPlayers (1987) y Synners (1991).

En 1992 de manera simultánea, la filósofa británica Sadie Plant empieza a utilizar el término ciberfeminismo al tiempo que desde Australia el grupo de artistas VNS Matrix formado por Julianne Pierce, Francesca da Rimini Josephine Starrs y Virginia Barratt, aporta tácticas de guerrilla de vanguardia a través del net.art y con su Manifiesto ciberfeminista del siglo XXI[3][4]​ y su lema "el clítoris es una línea directa a la matriz" ["the clitoris is a direct line to the matrix"] subrayando apunta la investigadora Alex Galloway una coexistencia material fundamental entre la máquina y el cuerpo de la mujer.[3]

Sadie Plant y Sandy Stone son referentes del inicio de la teoría ciberfeminista contemporánea estima Galloway. Plant considera que la tecnología es fundamentalmente femenina y no masculina y en su principal trabajo sobre el tema, Ceros + Unos (1997) argumenta cómo las mujeres han estado históricamente unidas a la tecnología y han constituido siempre el núcleo laboral de todo tipo de redes. Desde el telar eléctrico a la máquina de escribir, llegando incluso al descubrimiento de los "virus" informáticos, Plant define la tecnología como un objeto primordialmente femenino. Arguye que las mujeres son máquinas inteligentes, que la robótica es femenina, que el cero (la nada dentro del código binario) siempre ha sido considerado el 0-tro, lo femenino.[3]

Por su parte Sandy Stone, pensadora transexual dedicada al estudio de la historia del ciberespacio, del deseo y del cuerpo virtual escribió "Will the Real Body Please Stand Up?" (1991)[5]​ un ensayo que ayudó a formular las claves para los debates contemporáneos sobre la situación del cuerpo en las comunidades virtuales. Stone defiende la idea de que, en realidad, los sistemas binarios tipo naturaleza/cultura tienen una función lógica como "estrategia para mantener las fronteras con fines políticos y económicos, y por tanto para generar significados"[3]

También otras artistas del net-art realizan en la misma época trabajos situados en la intersección entre el feminismo, el espacio digital y las tecnologías aunque no utilicen el término ciberfeminista para definirlo. Es el caso, por ejemplo de la artista también australiana Linda Dement que creó arte interactivo en CD-Rom, e-zines como geeekgirl, Brillo and Digitarts, grrrowl.

El 20 de septiembre de 1997 en Kassel, durante celebración de Documenta X una de las muestras de arte internacionales más importantes, se convocó la Primera Internacional Ciberfeminista. El grupo Old Boys Network (OBN) un consorcio de artistas europeas, fue clave para organizar el encuentro enmarcado en la sección denominada "Espacio de trabajo híbrido". La mayor parte de la discusión del encuentro se centró en definir qué es el ciberfeminismo, qué aporta y por qué objetivos lucha dentro del marco de la tecnología de la comunicación y la información. Ante la imposibilidad de definirlo se creó un texto de las "100 antítesis de lo que el feminismo no es..." con cien frases en su mayoría en inglés y alemán, 4 en español y 2 en francés. El ciberfeminismo -apuntan las frases- no es dogmático, no es solo un lenguaje, no es callado, no tiene cojones, no es inmóvil, no es neutral.[6]

Para el ciberfeminismo las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) implican no solo la posibilidad de subversión de la identidad masculina, sino una multiplicidad de subjetividades innovadoras dónde las tecnologías pueden transformar, no solo la sociedad y la misma tecnología, sino también los roles de género convencionales. En ese sentido, las teorías y prácticas ciberfeministas retan las relaciones de poder jerárquicas entre hombres y mujeres en las TIC, exploran las relaciones entre las mujeres y las tecnologías digitales, investigan cómo éstas las afectan, así como apuntan hacia la creación de redes y la conquista de territorios como el ciberespacio a partir del desarrollo de nuevas formas de participación en ellos[7][8][9]

El ciberfeminismo, se entiende como una práctica feminista en la red, un complejo campo tecnológico y a la vez político que reacciona y cuestiona la apropiación del territorio tecnológico por parte de los varones vinculado al dualismo tradicional en el que se basado el pensamiento y la construcción social occidental: el imaginario de mujer está relacionado al instinto, a la naturaleza y al espacio privado mientras el imaginario masculino se vincula a a la inteligencia, la cultura, y por tanto a la esfera pública.

Desde que en el siglo XIX la mujer ha ido incorporándose progresivamente al mundo económico, entonces la dualidad anterior se ha vuelto más conflictiva y ambivalente - tal como ha ocurrido también en otras esferas de desarrollo político, cultural y social.

Para el feminismo la conquista de la palabra y la presencia en el espacio público han sido desde su origen un objetivo fundamental planteando la necesidad de una transformación más profunda, relacionada a su vez con los aspectos de la vida privada, la educación, la asunción de roles sociales que refiere también a una lucha, a esa una batalla por tomar la palabra. En este sentido el ciberfeminismo se desarrolla en sintonía con éstas aspiraciones: crear y fortalecer redes de comunicación y mantener el esfuerzo por la conquista femenina de la palabra pública y su circulación.

El medio tecnológico propicia la incorporación del discurso feminista. Se conforma un sistema de comunicación alternativo, por vías contraculturales, que dan lugar a los discursos no institucionales. Es un sistema en el que se podría posibilitar una disolución de los roles asignados a los géneros, a las identidades consideradas como papeles sociales fijos. El ciberfeminismo fue recibido con optimismo por las mujeres y se convirtió en un territorio de desarrollo cultural y social, en un espacio público de intercambio de ideas políticas[11].

El territorio del ciberfeminismo, añade Faith Wilding del Critical Art Ensemble es extenso. Los objetivos de su lucha son el ciberespacio, el diseño industrial y la educación: es decir, todos aquellos campos en los que el proceso tecnológico presenta un sesgo sexista por el cual se excluye a las mujeres de las posiciones de poder dentro de la tecnocultura.

Teóricas e investigadoras que han trabajado sobre ciberfeminismo: Anne Balsamo, Montserrat Boix, Rosi Braidotti, Eva Cruells, Alex Galloway, Marina Grizinic, Alex Hache, Khaterine Hayles, Ana Martínez Collado, Ana Navarrete, Sonia Nuñez Puente, Sadie Plant, Zöe Sofoulis, Cornelia Sollfrank, Sandy Stone, Sherry Turkle, Núria Vergés Bosch, Faith Wilding, Remedios Zafra.[13][14][15]

Artistas y grupos relacionados con la historia del ciberfeminismo: VNS Matrix, Old Boys Network, subRosa, Critical Art Ensemble, Donestech, FACES.

Artistas ciberfeministas: Annie Abrahams, Natalie Bookchin, Salomé Cuesta, Coco Fusco, Cindy Gabriela Flores, Lynn Hershman, Deb King, Ana Navarrete, Julia Scher, Anne-Marie Schleiner, Victoria Vesna, Linda Wallace

La historia del ciberfeminismo en los años 90 ha estado muy ligada al de la práctica artística del net-art.

El Ciberfeminismo, por su naturaleza necesita de una práctica múltiple, descentrada y participativa en la que coexistan muchas y diferentes líneas.[16]​ La práctica del arte ciberfeminista está interconectada con la teoría de género.

El ciberfeminismo es una celebración de la multiplicidad, las fuerzas de colaboración y de los cuerpos no contenidos/estructurados/predefinidos. Se configura desde el contexto histórico pero escribe su historia límites de edad, saltar por fuera del marco histórico predestinado y restrictivo hacia un nuevo futuro.

La expresión del arte ciberfeminista se relaciona con la aceptación del fenómeno de fractura de nuestras identidades fracturadas contemporáneas. Así en el arte como en el mito del ciborg de Donna Haraway las fronteras son transgredidas, y se dan las fusiones peligrosas que seres progresistas exploran como parte de un necesario trabajo político.

Así mismo el componente tecnológico no debe, en este marco, interpretarse como la antipoda del organismo y de los valores humanos, “sino como una prolongación de lo humano, intrínsecamente ligado a él. Esta imbricación nos obliga a hablar de tecnología como de un aparato material y simbólico, es decir, un agente semiótico y social más”.[17]

Ana Martínez Collado, profesora titular de Estética y Teoría del Arte en la Facultad de Bellas Artes de Cuenca que dirige los "Estudios on line sobre arte y mujer" explica respecto a la presencia de las mujeres en el arte actual: la tercera generación de mujeres con voz propia ha buscado expresar con mayor libertad sus propias inquietudes y deseos -y ha luchado por ello.

El debate feminismo / posfeminismo, la crítica feminista a la pornografía, la reivindicación de una identidad fija o la aceptación de una identidad múltiple y ficcional, la sexualidad y lo transgenérico, el ciberfeminismo; han sido las cuestiones que han despertado una mayor polémica. En último término, el reto parece el de cómo abordar el feminismo en el horizonte supuestamente igualitario del siglo XXI. O como se pregunta Josephine Starrs, hoy la aventura está en definir/interpretar las herramientas para diagnosticar el próximo milenio en lo que se refiere a la cuestión de la sexualidad y la subjetividad”.[18]

El cambio de perspectiva que trae aparejado el ciberfeminismo redefine las condiciones del vínculo entre tecnología y arte. Si en un contexto humanístico convencional éstos (tecnología y arte) podrían parecer términos contrarios, en la posmodernidad se encuentran estrechamente relacionados.

“En todos los campos, pero especialmente en el campo de la tecnología de la información, la estricta separación entre lo técnico y lo creativo ha quedado obsoleta debido a la aparición de las imágenes digitales y a las habilidades que son precisas para realizar diseños por ordenador. Esta nueva alianza entre estos dominios, el de lo técnico y el de lo artístico, antes segregados, señala una nueva versión contemporánea de la reconstrucción posthumanística de una tecnocultura, cuya estética es equiparable a su sofisticación tecnológica” explica Rosi Braidotti, filósofa contemporánea y teórica feminista.

El cuerpo, y su hibridación con las nuevas tecnologías tiene un lugar preponderante para el ciberfeminismo en el arte. Conforma uno de los ámbitos artísticos más fecundos a finales del siglo XX, tanto en sus expresiones creativas como en los desarrollos teóricos relacionados. "Los avances experimentados en el ámbito de la biotecnología y la ingeniería genética son posiblemente los más radicales de todo el ámbito científico y han animado un necesario debate en disciplinas como la bioética o la biofilosofía, profundizando en las implicaciones éticas de los nuevos modelos biológicos".[19]​ La esfera artística aparece como una plataforma adecuada para explorar las consecuencias de estos nuevos modelos tecnológicos.

Pioneras de este arte ciberfeminista es el grupo VNS Matrix, que desde principios de los 90 se arriesgó con propuestas como la creación de un primer manifiesto ciberfeminista , mediante el lenguaje descarado y la actitud transgresora, en 1991 este grupo artístico llevó a cabo la creación de un manifiesto sobre la llegada del feminismo al mundo cibernético, y por lo tanto, sobre el papel que la mujer tendría en este. En la experimentación que este grupo artístico desarrolló sobre el arte electrónico y los textos, hicieron una arriesgada apuesta por conseguir descifrar las narrativas de dominación y control que rodean a la tecnología; el Cibermanifiesto para el siglo XXI, fue la primera propuesta, con claras influencias de Donna Haraway y su concepto Cyborg.[cita requerida]

Al igual que durante la década de los noventa el ciberfeminismo tuvo numerosas referencias en el arte, en paralelo surgió el activismo feminista en la red conceptualizado por la periodista Montserrat Boix como "ciberferminismo social" que culmina con la conexión a los movimientos antiglobalización neoliberal y a los grupos activistas en defensa de los derechos humanos, estableciendo puentes entre estos movimientos y el feminismo y proclamando el uso estratégico de las nuevas tecnologías y el espacio virtual en la transformación social.[20][21]

Algunas de las protagonistas históricas del ciberfeminismo artístico han desarrollado su obra construyendo puentes entre la práctica artística y el ciberfeminismo social, como en el caso de Francesca da Rimini y sus obras conectadas con el movimiento antiglobalización.[21]

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