La claustrofobia (latín claustrum -cerrado- y el griego φόβος, -fobia, miedo-) está considerada como el miedo o pánico a estar en espacios cerrados o limitados (DSM-V, 2013), como una fobia específica dentro de los trastornos de ansiedad. Al ser un miedo a los espacios cerrados, aquellos que la padecen suelen evitar los ascensores, los túneles, el metro, los aviones, las habitaciones pequeñas, el uso de técnicas de diagnóstico médico como el TAC o la RMN. Y es que la persona claustrofóbica no tiene miedo al espacio cerrado en sí mismo, sino a las posibles consecuencias negativas de estar en ese lugar, como quedarse encerrado para siempre o la asfixia por creer que no hay suficiente aire en ese lugar. La mayoría de los espacios pequeños y cerrados suponen un riesgo de quedarse encerrado, como en un ascensor, y una limitación de los movimientos, por lo que las personas con claustrofobia pueden sentirse muy vulnerables al limitarles de esa forma los movimientos. Cuando una persona que sufre claustrofobia anticipa que va a entrar, o entra, en un espacio cerrado, experimenta una reacción de ansiedad intensa como falta de aire, palpitaciones o mareo. Debido a estos síntomas, normalmente se evitan los espacios cerrados. Por ejemplo, subir por las escaleras 12 pisos antes que usar el ascensor, negarse a que le practiquen un TAC, no se considera utilizar el tren o el metro o los transportes públicos en general ya que estos, por definición, estarían incluidos en la agorafobia. Como en otras fobias específicas, la respuesta de ansiedad disminuye considerablemente cuando la persona abandona el sitio cerrado.
Se estima que entre un 8 y un 6% de la población general padece de claustrofobia, originada generalmente por haber vivido una experiencia desagradable en un espacio cerrado (como quedarse encerrado en un ascensor). Pero también el miedo a los espacios cerrados puede adquirirse indirectamente, por recibir información sobre experiencias desagradables en espacios cerrados o ver a alguien pasar por una experiencia de este tipo, cabe resaltar que dichas personas que sufren de este trastorno mental deben evitar los espacios cerrados, ya que una vez que empieza este trastorno es difícil de controlar a la persona, ya que empieza a desesperarse. Hay distintos grados de claustrofobia, en el sentido de que no todas las personas la sufren igual, y de que algunas no se alteran tanto.
Los siguientes factores de riesgo están asociados con una creciente probabilidad de desarrollar claustrofobia o ataques de ansiedad claustrofóbica.
Un antecedente de ansiedad o nerviosidad cuando se está dentro de un cuarto o espacio encerrado. Evitar continuamente las situaciones que provocaron ataques previos de ansiedad; la elusión repetida de hecho puede incrementar la probabilidad de un ataque claustrofóbico y su severidad.
Los síntomas pueden incluir aquellos típicos de un ataque de pánico:
Otras señales de claustrofobia incluyen: Buscar automática y compulsivamente por las salidas cuando se está en un cuarto o sentirse temeroso si las puertas están cerradas. Evitar los elevadores, subirse a trenes subterráneos o a aviones, o a un auto cuando hay mucho tráfico. En situaciones sociales donde hay mucha gente, permanecer cerca de las salidas
Experimentar cualquiera de estos síntomas no implica que se deban a la claustrofobia. Estos síntomas pueden ser causados por otras condiciones de salud, algunas de ellas potencialmente peligrosas.
Ejemplos donde se da la claustrofobia:
Las opciones incluyen lo siguiente:
El tipo más común de tratamiento para la claustrofobia involucra asesoría de salud mental enfocada a vencer el miedo y a controlar las situaciones desencadenantes. Los diferentes tipos de estrategias incluyen:
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