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Colonia agrícola militar



Una colonia agrícola militar es una colonia agrícola que combina el cultivo de la tierra con la presencia de colonos armados, que deben velar por la seguridad de la misma.[1]

Colonia viene del latín colonus, que significa labrador o colono. Se coloniza un sitio cuando es ocupado por gente proveniente de otro lugar que trabajaba o cultiva la tierra; también supone que un número considerable de personas van de una región a otra para poblarla y cultivarla, estableciéndose en ella. La designación de militar, supone la utilización de colonos armados, debido a alguna situación de peligro eventual, que los obliga a combinar la vigilia armada con el cultivo de la tierra.

La colonización de los romanos se rigió por los siguientes principios: las legiones romanas, obligadas a sostenerse con sus propios recursos, ocupaban territorios que transformaban en sus colonias. A los legionarios, y aún a los particulares, que no encontraban terrenos en los campos romanos, el Senado por lo general les asignaba lotes de tierras públicas fruto de sus conquistas, tierras confiscadas a los vencidos de las legiones romanas.

En los límites del Imperio Romano se fundaban colonias militares de soldados labradores, que se alimentaban con el trabajo agrícola, base y origen, de muchos pueblos modernos. Estas colonias de los romanos se multiplicaron dotadas de un derecho público que les hacía participar de los beneficios del derecho romano.

Es decir, primero se producía la conquista y después la agricultura, pero para el gobierno romano era ventajoso controlar la administración local, nombrar jefes, fijar los impuestos, la organización y el servicio de las legiones.

Apenas comenzado el sitio de Buenos Aires por las tropas de Hilario Lagos (1852), Silvino Olivieri presentó un proyecto al gobierno por el que se comprometía a enganchar 2.000 hombres en Europa, en un espacio de 4 meses, armados y pudiendo hacer servicio militar activo como veteranos, bajo las siguientes condiciones:

a) El gobierno pagaría a cada soldado enganchado 300 francos y 8 pesos diarios durante su servicio; gastos de viaje, transporte y demás, por dos años; b) Terminada la guerra, integrarían una colonia armada para guerrear contra los indígenas, reduciéndolos a la civilización y dependencia de Buenos Aires; c) El gobierno acordaría a cada individuo que lo quisiese una cantidad de tierra y animales según lo que cada uno pudiera trabajar, siempre bajo la inmediata dirección del comandante de la legión y el gobierno; d) Se comprarían las armas necesarias para pertrecharlos y se efectuarían gastos para los uniformes.

Es importante destacar que los puntos e) y f) de este proyecto demuestran que la idea de organizar una colonia agrícola militar fue impulsada con bastante anterioridad a su concreción por el propio Coronel Silvino Olivieri.[2]

El nombre de la nueva colonia agrícola militar sería Nueva Roma y estaría inspirada en la costumbre de los antiguos romanos de fundar colonias con agricultores armados –que en este caso combatirían contra los indios–.

El peor error táctico de la guerra contra los indígenas semi-nómades que ocupaban gran parte de la llanura pampeana y la Patagonia argentina, habría sido utilizar una táctica defensiva heredada de la dominación española.

Domingo Faustino Sarmiento fue seguramente el ideólogo más importante de la oligarquía terrateniente argentina que predicó tempranamente la necesidad de un cambio de táctica, en su permanente lucha de la civilización contra la barbarie.

En una nota de 1845 al Facundo hablaba de una línea de fortines, diciendo:

Luego encontraría numerosos ejemplos en su viaje a los Estados Unidos, dejando escrito en su Argirópolis (1850):

Sus ideas suponían una táctica ofensiva en la guerra contra el indígena, implicando echar el ejército hacia delante. Lo central era un cambio rotundo en el sistema de ocupación del suelo, operando mediante colonias agrícolas militares. Postulaba que el medio más efectivo de salvarse de los indígenas era cerrar las estancias y uniformar los soldados, criticando acerbamente la falta de preparación de las tropas, y también su indisciplina, desorganización e inoperancia. Postulaba la necesidad de poblar el desierto fundando centros de población autárquicos, dotados de vida propia, que servirían de punto de avanzada fronteriza en la lucha contra el indígena.

Por eso, Sarmiento había aplaudido la empresa de Olivieri desde el diario “El Nacional”:

Todas esas cuestiones dieron fundamento a lo anunciado por el Gobernador Pastor Obligado en su mensaje a la Legislatura porteña el 1° de mayo de 1856:

Debido a la importancia del proyecto, se nombró una Comisión Protectora de la Colonia Agrícola Militar, poniendo su presidente, José Gregorio Lezama, en conocimiento del Superior Gobierno, que siendo de interés nacional



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