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Colonias españolas en América



La colonización española de América fue el proceso por el que se implantó en el Nuevo Mundo una administración que pretendía ser imitación o duplicado de la administración peninsular contemporánea.[1]​ Este periodo se extendió desde el 12 de octubre de 1492, día del descubrimiento de América, hasta el 13 de julio de 1898, cuando se celebró un acto formal de arriado de la bandera española en San Juan de Puerto Rico, en cumplimiento del Protocolo de Paz de Washington firmado el día anterior con Estados Unidos. Las principales motivaciones de la expansión colonial eran el beneficio a través de la extracción de recursos y la difusión del catolicismo a través de las conversiones de las poblaciones indígenas.[2]

La colonización de América fue efectuada sustancialmente por la Corona de Castilla (ligada a los reinos indianos dinásticamente) y es la continuación de una primera expansión y experiencia colonizadora del Reino de Castilla en las islas Canarias, en las cuales ensayó por primera vez a cierta escala la experiencia de conquistar, poblar y administrar un territorio nuevo, habitado por pueblos desconocidos, asimilándolos y cristianizándolos en el proceso. Así, las tres últimas grandes islas de Canarias fueron completamente sometidas en los años 1478-1483 (Gran Canaria), 1492-1493 (La Palma) y 1494-1496 (Tenerife) aunque el impulso colonizador arranca mucho antes, en las otras islas del archipiélago. Esta experiencia y la existencia de fórmulas desarrolladas para solucionar los problemas de fundación de nuevas ciudades, pactos y enfrentamientos con los naturales del país, designación y atribuciones de los Adelantados militares, engranaje de los aparatos administrativos: religioso, civil y militar, fueron luego ampliamente usadas en América, tienen sus antecedentes lejanos en la experiencia de la reconquista y repoblación de la península ibérica.

Se calcula que durante el periodo colonial (1492-1832), un total de 1,86 millones de españoles se asentaron en las Américas y otros 3,5 millones inmigraron durante la época poscolonial (1850-1950); la estimación es de 250 000 en el siglo XVI, y la mayoría durante el siglo XVIII, ya que la inmigración fue fomentada por la nueva dinastía borbónica.[3]​ Por el contrario, se calcula que la población indígena se redujo en un 80% en el primer siglo y medio posterior a los viajes de Colón, principalmente por la propagación de enfermedades, el trabajo forzado y la esclavitud para la extracción de recursos, además de la misionización.[4][5]​ Se ha dicho que este fue el primer acto de genocidio a gran escala de la era moderna por diversos académicos, entre ellos el creador del término Raphael Lemkin.[6][7][8][9]​ Algunos académicos y autores han negado esta clasificación.[10][11][12][13][14][15][16]

A principios del siglo XIX, las guerras de independencia hispanoamericanas dieron lugar a la secesión y posterior división de la mayoría de los territorios españoles en América, excepto Cuba y Puerto Rico, que se perdieron en favor de Estados Unidos en 1898, tras la Guerra hispano-estadounidense.

Cristóbal Colón presentó su plan a Juan II de Portugal, pero, basado en cálculos erróneos sobre el tamaño de la Tierra y la distancia entre Europa y la India, no fue tenido en cuenta. A continuación se dirigió a Castilla, involucrada entonces en la conquista de Granada, y expuso su plan a los Reyes Católicos, ayudado por los frailes de La Rábida. A pesar de los errores técnicos, se hizo con el apoyo de la reina Isabel y del cardenal Cisneros y así, tras la toma de Granada, se comenzaron a redactar los acuerdos, llamados Capitulaciones de Santa Fe, por las que los reyes concedían a Colón el título de almirante, el de virrey y gobernador de las tierras por descubrir y la décima parte de los beneficios obtenidos por la nueva ruta.

El 12 de octubre de 1492 Cristóbal Colón llegó a América, a la isla de San Salvador, ubicada en el archipiélago de las Lucayas,[nota 1]​ creyendo en realidad que había llegado a la India.

El 5 de diciembre de 1492 Colón llegó a la isla de La Española, actualmente dividida en dos países (Haití y República Dominicana), y formó allí la primera colonia europea en el nuevo mundo.

La expansión castellana hacia el oeste produjo tensiones con Portugal, pidiendo ambos reinos la mediación del papa. Por la bula Inter Caetera de 1493, el papa Alejandro VI delimitó el área de influencia que cada reino podía reclamar al otro, con una línea de polo a polo situada 100 leguas al oeste de las Azores. Poco después, el Tratado de Tordesillas de 1494, trasladó la línea fronteriza a 370 leguas al oeste de Cabo Verde, abriendo así una amplia zona al este de Sudamérica para la expansión portuguesa, que se conocería posteriormente como Brasil.

Desde los asentamientos de las zonas insulares del mar Caribe como Cuba y La Española, la Corona de Castilla emprendió la colonización del continente americano, estableciendo contactos comerciales con algunos pueblos indígenas de la costa de la actual Venezuela que permitieron la fundación de la ciudad de Nueva Cádiz en 1500 en la isla de Cubagua. A dicho reino se le concedió el monopolio real para la exploración y explotación económica de las Américas, en detrimento del resto de reinos hispánicos.

En 1518 una expedición dirigida por Hernán Cortés, llegó a la isla de Cozumel, pasando después por las costas de la península de Yucatán hasta llegar al río Grijalva, donde se produjo una lucha. El Jueves Santo de 1519 llegó toda la armada a San Juan de Ulúa, desde donde se dirigió hacia la costa de la actual ciudad de Veracruz. En ese lugar Cortés recibió la primera embajada de Moctezuma Xocoyotzin, gobernante del señorío de Tenochtitlán, fundando allí la Villa Rica de la Vera Cruz.

Una vez fundada Veracruz, Moctezuma le solicitó, mediante el envío de embajadores, detener su marcha, pero Cortés continuó hacia el interior, el día 16 de agosto de 1519, rumbo hacia al corazón del Imperio azteca. Esta expedición estuvo formada por 400 soldados castellanos, 15 caballos y 1400 guerreros totonacas. Al llegar a Tlaxcala, Cortés derrotó a Xicotencatl y estableció una importante alianza con los tlaxcaltecas, sumando así más guerreros a su ejército.

En su paso hacia Tenochtitlan tuvo lugar la matanza de Cholula. Poco más tarde se dirigió hacia el valle de México cruzando entre dos volcanes: el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl. Del otro lado, avistó por primera vez el lago de Texcoco y México-Tenochtitlan. Las fuerzas de Cortés entraron por la calzada de Iztapalapa, siendo recibidas por Moctezuma Xocoyotzin. Una vez hospedados en la ciudad, el huey tlatoani optó por someterse a la Corona en una entrevista privada. A cambio, Cortés exigió ver los libros de tributos y los mapas de la tierra. Entretanto, la empresa de Cortés no había pasado desapercibida para Diego Velázquez de Cuéllar, quien envió una expedición capitaneada por Pánfilo Narváez con órdenes expresas de aprehenderlo y llevarlo de regreso a Cuba. Por esta causa, Cortés viajó a Veracruz para luchar contra los hombres de Velázquez. Durante su ausencia, ocurrió la Matanza del Templo Mayor, que encendería la mecha de una rebelión indígena. Moctezuma intentó calmar a la multitud enardecida, pero esta lo repudió como gobernante y comenzó a lapidarlo. El huey tlatoani fue herido de gravedad y murió, siendo Cuitláhuac nombrado sucesor. De inmediato, organizó un ejército para atacar a los conquistadores.

Cortés organizó un plan de escape, pues los aztecas lo habían sitiado en el palacio de Axayácatl. En la noche del 30 de junio de 1520 procedieron a la fuga, pero fueron detectados. Durante el escape murieron ochocientos conquistadores y un indeterminado pero mayor número de indígenas aliados. Este episodio es conocido como la Noche Triste. Un año más tarde, y tras la decisiva batalla de Otumba, Cortés regresó con más tropas y más aliados; los pueblos que una vez habían sido sometidos por el imperio azteca, se aliaron a los conquistadores españoles y comenzaron a cercar la capital. La ciudad de México-Tenochtitlan fue sitiada durante tres meses y, tras innumerables batallas por tierra y mar, fue finalmente sometida el 13 de agosto de 1521. En la batalla, los castellanos, tlaxcaltecas, texcocanos, huejotzincas, chalcas, cholultecas y demás coaligados causaron bajas al ejército de mexicas en número cercano a 40 000, de acuerdo a las propias estimaciones de Cortés, y referidas en su tercera carta de relación.

A diferencia de otros colonizadores como los ingleses, que no admitían el mestizaje por considerar impuras otras razas que no fuesen la suya, en las colonias españolas se realizaron matrimonios mixtos a partir de 1514 bajo la cobertura legal de la Real Cédula de Fernando el Católico:

Uno de los matrimonios más emblemáticos del siglo XVI lo protagonizaron Isabel Moctezuma (Tecuichpo Ixcazochtzin, antes de bautizarse, hija de Moctezuma II y última emperatriz de los aztecas) con el extremeño Juan Cano, con el que tuvo cinco hijos que iniciarían la genealogía de los duques de Miravista, título que todavía perdura en la actualidad. El palacio de los Toledo-Moctezuma en Cáceres es hoy sede del Archivo Histórico Provincial y en su fachada se conserva el blasón de los Moctezuma. Una parte de los descendientes de ese matrimonio vive en España y, otros, en México.

El historiador alemán Enrique Otte recoge en la página 61 de su libro Cartas Privadas de emigrantes a Indias: 1540-1616 (FCE 1993) una carta de un colonizador llamado Andrés García, fechada el 10 de febrero de 1571, dirigida a su sobrino Pedro Guiñón, en Colmenar Viejo, en la que le comunica su matrimonio con una indígena americana:

Aparte de los matrimonios hubo, sobre todo, uniones sexuales extramatrimoniales con mujeres indígenas. Esto se debió también a que las mujeres castellanas siempre fueron escasas en América. El ejemplo clásico es el de la Malinche, amante de Hernán Cortés, con quien incluso tuvo un hijo, Martín Cortés (al que reconoció en 1529 mediante bula papal de Clemente VII), que no hay que confundir con su hijo legítimo del mismo nombre. Pero el mestizaje extramatrimonial tuvo otras expresiones sociológicas: la barraganería, la prostitución y, también, las violaciones. La poligamia, existente en los pueblos precolombinos, fue prohibida por ser contraria a la doctrina católica. No hay estadísticas fiables sobre la proporción de matrimonios mestizos frente a las otras fórmulas ilegales de mezcla de españoles y amerindios durante la colonización española de América.[nota 2][18]

Se puede observar en la pintura de castas la variedad de combinaciones de mestizaje que convivieron en América durante la colonia. El léxico de castas testimonia también la rigidez de este sistema. Hoy en día, gracias al mestizaje, la población de los países hispanoamericanos comparte antepasados indígenas, europeos y africanos, en diversos grados.

Con el pretexto de las Guerras de Religión francesas, la Corona española emitió la orden del desembarco de Pedro Menéndez de Avilés con una fuerza hispana aliada a los timucuas que condujo al fin, el 2 de septiembre de 1565,[19]​ del establecimiento de piratas franceses en Fort Caroline —allí continúan sus tumbas— renombrado a la fortaleza como «San Mateo». Casi una semana después Avilés fundaría el fuerte, y luego ciudad, de San Agustín de La Florida, el 8 de septiembre del citado año, cuarenta y dos años antes de que los ingleses fundaran el establecimiento de Jamestown (14 de mayo de 1607), en territorio de la futura colonia de Virginia, y cincuenta y cinco años antes de que desembarcaran los Padres peregrinos (26 de noviembre de 1620) en la denominada Nueva Inglaterra para fundar, el 21 de diciembre, la ciudad de «Nueva Plymouth», capital de la futura colonia homónima.

En 1720, la expedición de Villasur desde Santa Fe conoció e intentó parlamentar con los pawnis, aliados con los franceses en lo que es ahora Nebraska. Las negociaciones fueron poco exitosas, y se libró una batalla; los españoles fueron derrotados seriamente, con solamente 13 que pudieron regresar a Nuevo México. Aunque esto fue un pequeño enfrentamiento, supuso la penetración más profunda de los españoles en las Grandes Llanuras, estableciendo allí el límite para la expansión e influencia española.

En un esfuerzo por excluir a Gran Bretaña y a Rusia del Océano Pacífico Este, la Corona española envió a Juan Francisco de la Bodega y Quadra al norte desde México, en 1775 para encontrar y controlar el fabulado paso del Noroeste. En 1781, una expedición española durante la Guerra de Independencia de los Estados Unidos dejó San Luis, Misuri (entonces bajo control español) y llegó hasta St. Joseph en Niles (Míchigan), donde capturaron el fuerte. Las reclamaciones territoriales españolas basadas en esta penetración al norte no fueron apoyadas en las negociaciones del tratado.

La Convención de Nutka (1791) resolvió la disputa entre España y Gran Bretaña sobre los establecimientos británicos en Oregón y la Columbia Británica. En 1791 el rey de España dio a Alejandro Malaspina el mando de una expedición científica alrededor del mundo, con órdenes de localizar el Paso Noroeste y buscar oro, piedras preciosas y cualquier establecimiento estadounidense, británico o ruso a lo largo de la costa noroeste.

En 1819 y en virtud del Tratado de Adams-Onís, España se retiró de la región, dejando numerosos topónimos españoles en la zona.

En 1776 las trece colonias inglesas en Norteamérica iniciaron un proceso político inédito, declarando su independencia de la metrópoli monárquica europea y creando una república reglada por una constitución escrita, con el nombre de Estados Unidos de América.

A partir de 1808, durante la Guerra de la Independencia Española a causa de la invasión napoleónica, los criollos, al igual que los peninsulares en España, establecieron juntas para gobernar las tierras en nombre del rey Fernando VII de España. Esta experiencia de autogobierno, junto con el antecedente de la Independencia de Estados Unidos, y la influencia del liberalismo y las ideas de la Revolución francesa influenció sobremanera al transcurso de la Guerra de Independencia Hispanoamericana (1808-1824), de la que emergieron la mayoría de las república hispanoamericanas de la actualidad.

En América del Sur, las primeras juntas criollas, como las establecidas en La Paz, Virreinato del Río de la Plata (1809), Venezuela (1810), Chile (1810), Nueva Granada (1810) y Quito (1809), fueron reprimidas por las autoridades metropolitanas españolas, causando la derrota de todas ellas. La Primera Junta de Buenos Aires (1810) fue el único gobierno patrio que pudo permanecer, estableciendo una continuidad histórica con los gobiernos posteriores de la Argentina. Desde Buenos Aires comenzó la campaña de secesión del sur del Continente. Dos grandes ejércitos independentistas se formaron y atacaron a las tropas realistas desde el sur y el norte, dirigidos por José de San Martín y Simón Bolívar, para confluir en Guayaquil, donde el mando general de las tropas independentistas sudamericanas quedó en manos de Bolívar. La guerra por la independencia de Sudamérica (Suramérica) se extendió entre 1810 y 1824. En este último año, los realistas, arrinconados en el Alto Perú, fueron finalmente derrotados en Ayacucho por un ejército sudamericano al mando del mariscal Antonio José de Sucre. Una vez que los pueblos de América de Sur se independizaron de España, y después de complejos procesos, terminaron creando las siguientes naciones independientes de la actualidad: Argentina, Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador, Panamá, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela.

Los pueblos del Virreinato de Nueva España se iniciaron en 1810 con el Grito de Dolores y también luego de complejos procesos políticos terminaron creando las siguientes naciones independientes de la actualidad: Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, México y Nicaragua. Con posterioridad se independizaría República Dominicana.

En 1898, Estados Unidos ganó la Guerra Hispano-estadounidense y ocupó las islas de Cuba y Puerto Rico, terminando con la presencia española en América. Cuba se independizó en 1902, si bien seguiría bajo tutelaje estadounidense hasta 1934, mientras que Puerto Rico fue anexionado como estado asociado a Estados Unidos. Otros territorios de origen hispano, como California, Texas y Florida, fueron anexionados y convertidos en estados de los Estados Unidos.

Actualmente, los países de habla hispana y portuguesa de América y Europa, se han organizado en la Comunidad Iberoamericana de Naciones, que tiene su máximo órgano de cohesión en la Cumbre Iberoamericana.

Gracias a la bula del papa Pablo III Sublimis Deus de 1537, que declaró a los indígenas hombres con todos los efectos y capacidades de cristianos,[20]​ los españoles se esforzaron en incorporar a los indígenas a su civilización y a su iglesia, incluso a costa de la anulación de su identidad cultural.[21]

El desplazamiento de españoles hacia América durante el siglo XVI apenas afectó al crecimiento demográfico de Castilla[22][nota 3][23][24][nota 4][25][26]​ En cambio, el llamado choque microbiano sobre todo tuvo efectos negativos en la población indígena americana. Con la llegada de los colonos castellanos surgieron en América enfermedades desconocidas en el Nuevo Mundo, como la viruela, la gripe, el sarampión y el tifus, contra las que las poblaciones nativas no tenían resistencia.[27][28]​ Los europeos tomaron contacto con otras enfermedades propias de América, como la sífilis, que diezmó a la población europea al propagarse en 1494 desde el sur de Italia (posesión perteneciente a la corona de Aragón).

Entre el legado lingüístico de la población originaria, pueden contarse dos lenguas amerindias: el quechua y el guaraní, que han alcanzado el rango de lenguas cooficiales en algunos países hispanoamericanos, y cuya permanencia se debe en parte a su uso como lingua franca durante la obra evangelizadora colonial. Durante el Virreinato del Perú, el quechua fue uno de los idiomas que los misioneros católicos emplearon para evangelizar a los indígenas; se escribieron varios manuales (llamados "artes") y lexicones de este y otros idiomas importantes, como el aimara, el mochica o el guaraní, así como catecismos. Ello permitió que aumentara su influencia sobre los pueblos andinos e incluso pueblos amazónicos que antes no lo hablaban. Un ejemplo es la amplia difusión en la actualidad del dialecto llamado quichua santiagueño, popular en la provincia argentina de Santiago del Estero.

Fray Domingo de Santo Tomás publicó en Valladolid (España) las dos primeras obras en quechua: la Grammatica o Arte de la Lengua General de los Indios de los Reinos del Perú, y el Lexicón o Vocabulario de la Lengua General del PERV, llamado «Quichua».

Con la llegada de los europeos cristianos a América, se originó un intenso debate teológico y legal sobre la naturaleza de sus habitantes para su incorporación, expulsión o destrucción de los territorios que serían dominados por el Imperio español. Esta polémica se saldó con la oposición de la monarquía Hispánica a su esclavitud y la incorporación de los nativos americanos como súbditos de la Corona con todos sus derechos. [29]​ Otras potencias europeas como Inglaterra y Portugal no los consideraron como iguales y en los territorios dominados por ellos el trato sería de esclavitud.

Así, desde comienzos del siglo XVI, teólogos y filósofos como Juan López de Palacios Rubios o Matías de la Paz desde la Universidad de Salamanca y Martín Fernández de Enciso o Bartolomé de las Casas desde los propios territorios americanos, enfrentan el problema de la naturaleza de los nuevos pobladores desde diferentes visiones. Finalmente, en 1537 se promulga la bula Sublimus Dei del papa Pablo III, en la que se declara a los indígenas como hombres en todas sus capacidades.

A partir de este momento las leyes de la Corona Española establecieron que los indígenas americanos (amerindios) no serían sometidos a la esclavitud, sino a un régimen de servidumbre denominado encomienda, mediante el cual eran dados a encomenderos españoles. El régimen de encomienda establecía que los indígenas debían trabajar obligatoriamente para el encomendero, al mismo tiempo que este se obligaba frente a la Corona del cuidado y la evangelización de los indígenas. Uno de los críticos más famosos del sistema de encomiendas fue fray Bartolomé de las Casas, cuya obra más representativa es la Brevísima relación de la destrucción de las Indias.

Sin embargo, aquello no se cumplió totalmente, ya que los españoles hasta realizaron en algunas zonas del territorio americano un tipo de expedición armada denominado «maloca», cuyo objetivo era capturar indígenas para llevarlos a la esclavitud.

El descenso de la población de nativos americanos podría explicar una falta de mano de obra indígena que España trató de reemplazar con esclavos provenientes del África subsahariana, comprados a compañías de otras potencias europeas que comerciaban con esclavos en América. Nótese que el tratamiento de persona le fue otorgado a los nativos americanos, no así a los negros, siendo un claro exponente de este pensamiento el propio Fray Bartolomé. El número exacto de personas esclavizadas procedentes de África es controvertido y difícil de determinar; según distintas estimaciones, este puede oscilar entre los 9 y los 12 millones de personas,[30]​ de los cuales se calcula que 1.552.100 ingresaron a los territorios colonizados por España.[31]

En contraposición de otros colonizadores a lo largo de la historia, como ingleses, portugueses u holandeses, los colonizadores españoles desde un primer momento aceptaron a los indígenas como personas dotadas de alma,[32]​ y por ello centraron parte de su esfuerzo en adoctrinarlos y convertirlos a su religión.

El papa Alejandro VI, en sus bulas Inter Caetera, estableció la obligación de la Corona de Castilla de convertir a todos sus súbditos, incluidos los amerindios y afroamericanos, al cristianismo, en su vertiente católica. Las tareas para lograr la conversión se realizaron mediante una gran variedad de procedimientos y una considerable cantidad de misioneros de distintas órdenes partieron de la península ibérica hacia América a tal fin, en el marco de un movimiento renovador de la Iglesia española iniciado por Cisneros,[33][34][35]​ y en el que destacaron místicos como santa Teresa de Jesús o san Juan de la Cruz, ascetas como san Pedro de Alcántara (1499-1562), predicadores como San Alonso de Orozco (1500-1591) y religiosos como san Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús.

Los métodos adoptados para obtener la conversión fueron muy diversos. Una de las fórmulas empleadas fue la conocida como doctrina. Se trataba del compromiso adquirido por el conquistador para que fueran evangelizados todos los indígenas que le habían correspondido en sus repartimientos; los niños debían recibir las enseñanzas religiosas todos los días y los adultos tres días a la semana. El convento fue el centro neurálgico de la evangelización y a su alrededor se configuraron numerosas poblaciones. En él atendían los religiosos las necesidades espirituales de los nuevos cristianos al mismo tiempo que las materiales, ya que junto a las dependencias de culto y habitación de los frailes, disponían de enfermerías, escuelas y talleres. Los mismos misioneros desempeñaron un importante papel en la transculturación del indígena, al poner un especial empeño en su incorporación a las actividades artesanales de tradición europea como parte destacada de su educación. La escuela de San José de los Naturales, creada por los franciscanos en México, las organizadas por el obispo Vasco de Quiroga en Pátzcuaro (Michoacán), o las Misiones Jesuíticas en la actual Argentina, Paraguay, etc., son una referencia para comprender diferentes proyectos de vida para el indígena a partir de su incorporación al cristianismo. En ellos están presentes muchas de las ideas procedentes de los movimientos utópicos de la edad media y del renacimiento, que encontraron en América un terreno propicio para su puesta en práctica.

En algunas ocasiones los religiosos católicos se relacionaron estrechamente con los pobladores nativos, involucrándose en sus problemas y en los abusos que sufrían por parte de algunos conquistadores y encomenderos, trasmitiendo las injusticias a las autoridades de la península. En muchos casos los misioneros católicos utilizaron las lenguas americanas, como el quechua, el náhuatl o el guaraní, contribuyendo a preservarlas al ser dotadas de sistemas de escritura.

La conversión al catolicismo de la población americana fue ampliamente exitosa. En 2004, cerca de la mitad de los católicos del mundo están en Iberoamérica, si bien la tendencia es decreciente.[36]

Por otra parte, el catolicismo latinoamericano tomó formas peculiares derivadas del fenómeno conocido como sincretismo religioso, mediante el cual las antiguas religiones y creencias precolombinas y africanas se integraron al cristianismo.

Los españoles aportaron a sus colonias en América una serie de elementos técnicos comunes a las civilizaciones euroasiáticas, que se difundieron por el continente en un tiempo asombrosamente corto. Entre ellos:

Los españoles llevaron al que denominaban Viejo Mundo (Europa, Asia y África) una serie de elementos técnicos desarrollados por las culturas precolombinas. Entre ellos:

En el siglo XVI, Nicolás Monardes Alfaro, médico y botánico sevillano, montó en su finca de Sevilla un jardín botánico con plantas que llegaban de América. Tras estudiarlas, las dio a conocer a los europeos a través de su obra Historia medicinal de las cosas que se traen de nuestras Indias Occidentales, traducida a varios idiomas, y en la que expone las propiedades medicinales de algunas de ellas: Bálsamo de Tolú, coca, jalapa, guayaco, etc. [69]

Debido a la lógica unilateral de la dominación colonial, muchas tecnologías desarrolladas por las culturas precolombinas fueron reemplazadas por versiones más modernas Europeas. Tecnologías precolombinas que quedaron en desuso dado que eran obsoletas frente a sus homólogas europeas fueron las técnicas de gestión ecológica del medio ambiente (incendios controlados, «terra preta», mejoramiento genético de plantas y animales), técnicas hidráulicas, ingeniería antisísmica, astronomía precolombina, técnicas para calendarios, matemática precolombina, escritura mesoamericana, técnicas de trabajo metalúrgico precolombino, etc.[70]

La colonización española de América y la puesta en contacto de manera regular de los mercados de Europa, Asia y América, a través de las Flotas de Indias y el Galeón de Manila, supuso la globalización de la economía mundial, lo que sentó las bases del capitalismo, tal como señalaría Marx en "El capital": «La biografía moderna del capital comienza en el siglo XVI, con el comercio y el mercado mundiales» (Comienzo del capítulo IV de la Sección Segunda, Libro Primero). [71]​ Además, el intercambio de productos agrícolas revolucionó los cultivos en todos los continentes, aumentó la productividad de las tierras y enriqueció la dieta de amplios sectores de la población. Todo esto conllevó transcendentales alteraciones en la geografía humana de todos los continentes.[72]

Los efectos producidos en las economías europeas y asiáticas por la puesta en circulación, por parte de los españoles, del oro y la plata que extrajeron de América en el siglo XVI, todavía son hoy objeto de estudio, sin que exista un acuerdo entre los historiadores económicos: Mientras John Lynch o David Christian sostienen la vigencia de los estudios de E. Hamilton, otros, como Jordi Nadal o Michel Morineau, critican sus análisis.

La expulsión de los españoles de América fue un proceso de exilio forzado de los colonos castellanos llevado a cabo por los gobiernos independientes en el proceso de las guerras de independencia hispanoamericanas - en su mayoría acabando en Cuba. La expulsión implicó a un número reducido de españoles que eran contrarios a vivir en países que ya no formaban parte de la Corona española, sino bajo gobiernos inciertos y de nueva creación. La mayoría de los españoles y descendientes de españoles quedarán asimilados a la población de los nuevos países como queda constancia en la demografía étnica de estos nuevos estados americanos, formados en su mayoría por descendientes de españoles, como es el caso de las distintas etnias de Argentina, las etnias de Chile, las etnias de Colombia, las etnias de Costa Rica, las etnias de Cuba, los Mexicanos blancos, las etnias de Paraguay, los Boricuas de Puerto Rico, las etnias de Uruguay, y las etnias de Venezuela o con mayor proporción de indígenas como es el caso de la etnografía de Bolivia, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá, Perú y República Dominicana.

Algunos pueblos indígenas, llamados en el siglo XIX salvajes por los gobiernos nacionales de algunos países como Chile, Argentina, Brasil, Estados Unidos,[73]​ Uruguay, y también llamados indios por algunas personas en algunos países como Chile, Argentina o Brasil, padecieron acciones de guerra por parte de esos estados nacionales y sus fuerzas armadas, a lo largo de los siglos XIX y XX.

Uruguay, al poco de su independencia, conquistó los territorios de sus indígenas y resolvió el problema de una manera radical, exterminando los últimos núcleos que no se habían adaptado. El gobierno independiente del Uruguay realizó el exterminio sistemático y deliberado de los amerindios, y planificó, de manera especial, la eliminación de las tribus charrúas, “poseedoras desde la edad remota de la más bella porción del territorio de la República” (del Parte de Guerra del general Rivera tras la masacre de Salsipuedes). De hecho, el 11 (o el 10, según la fuente) de abril de 1831 concentraron, bajo engaño, a un gran número de caciques y guerreros charrúas en un lugar llamado Salsipuedes, y cuando los tuvieron rodeados, los soldados gubernamentales, a las órdenes del general Rivera, abrieron fuego sobre ellos aniquilando a la mayoría. Los que lograron escapar de la Matanza de Salsipuedes fueron perseguidos por el ejército. Tras la masacre, las mujeres y los niños hijos fueron repartidos como esclavos entre las familias adineradas de Montevideo (a cuatro de los sobrevivientes los enviaron a París, donde fueron exhibidos por las calles como los últimos ejemplares de una etnia en extinción; tres de ellos murieron allí, mientras que el cuarto consiguió huir). El territorio más rico del Uruguay fue definitivamente conquistado y la nación charrúa desapareció con el Uruguay independiente. [74]

En la conquista de América, algunos estados independientes americanos, como México,[75]​ Argentina, Chile y los Estados Unidos, también llevaron adelante acciones tendentes a ocupar territorios de indígenas en variados estadios de desarrollo, acciones tales como exploración, apropiación y conquista como la pacificación de la Araucanía, la conquista del desierto y la conquista del Oeste, que implicaron la ocupación del territorio de algunos pueblos indígenas de desigual desarrollo cultural. En el siglo XX, otras naciones americanas impulsaron políticas racistas contra indígenas, afroamericanos y sus descendientes. Algunas personas y estudiosos sostienen que en dichas acciones estos países llevaron adelante políticas de limpieza étnica y de genocidio. Figuras históricas como el teniente coronel George Armstrong Custer en Estados Unidos, el coronel Joaquín Terrazas en México, el general Julio Argentino Roca en Argentina, el general Cornelio Saavedra Rodríguez en Chile, el general Fructuoso Rivera en Uruguay, el general Efraín Ríos Montt en Guatemala, etc., considerados héroes nacionales en sus respectivos países durante mucho tiempo, hoy son tildados, por corrientes izquierdistas de toda América, como genocidas. [76]



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