La Comunión espiritual es una oración con la que el fiel católico expresa el deseo de recibir a Jesucristo en la Eucaristía sin efectuar materialmente la comunión sacramental, es decir, sin recibir la hostia consagrada. Se utiliza sobre todo como una preparación para la Santa Misa o en los casos en los que es imposible acudir a ella.
Esta práctica está bien establecida en la Iglesia católica y muy recomendada por muchos santos, de acuerdo con san Juan Pablo II, quien explicó que la práctica de este deseo constante de Jesús en la Eucaristía tiene su raíz en la perfección última de la comunión eucarística, que es el fin último de todo deseo humano.
La Comunión espiritual no es primordialmente una sustitución de la Comunión sacramental, sino más bien anticipación y extensión de sus frutos. Según la doctrina católica, las Comuniones espirituales deben siempre tener la Comunión sacramental como meta.
La Comunión espiritual puede repetirse muchas veces al día. Puede hacerse en la iglesia o fuera de ella, a cualquier hora del día o de la noche, antes o después de las comidas. Los que están en pecado mortal deben hacer un acto previo de contrición, si quieren recibir el fruto de la Comunión espiritual.
Un acto de comunión espiritual, expresado mediante cualquier fórmula devota, es recompensado con una indulgencia parcial.
El Sacro Concilio de Trento alaba mucho la Comunión espiritual, y exhorta a los fieles a practicarla.
La Comunión espiritual consiste, según santo Tomás de Aquino, en un deseo ardiente de recibir a Nuestro Señor Jesucristo sacramentalmente y en amoroso abrazo, como si se lo hubiera ya recibido.
Juan Pablo II: Es conveniente cultivar en el ánimo, el deseo constante del sacramento eucarístico. De aquí ha nacido la práctica de la comunión espiritual.
San Juan María Vianney, el Cura de Ars, decía: Una Comunión espiritual actúa en el alma como un soplo de viento en una brasa que está a punto de extinguirse. Cada vez que sientas que tu amor por Dios se está enfriando, rápidamente haz una Comunión espiritual.
Decía la beata Juana de la Cruz, que la Comunión espiritual se puede hacer sin que nadie lo note, sin necesidad de ayuno o de permiso del director, y a la hora que nos plazca: con hacer un acto de amor, está hecha. (San Alfonso María de Ligorio, Obras Ascéticas, t. 6. “El amor de las almas”).
Decía S. Antonio María Claret: Tendré una capilla fabricada en medio de mi corazón y en ella, día y noche, adoraré a Dios con un culto espiritual.
Sta. Catalina de Siena tuvo una visión. Vio a Jesús con dos cálices y le dijo: En este cáliz de oro pongo tus comuniones sacramentales y, en este de plata, tus comuniones espirituales Los dos cálices me son agradables.
A otra mística, Santa Faustina Kowalska, Jesús Misericordioso le comunicó esto: Si practicas el santo ejercicio de la Comunión espiritual varias veces al día, en un mes verás tu corazón completamente cambiado.
Santa Teresa de Jesús escribió: Cuando no comulgaredes y oyederes misa podéis comulgar espiritualmente…que es mucho lo que se imprime el amor ansi deste Señor.
San Maximiliano Kolbe, además de recibir la Eucaristía, hacía visitas frecuentes al Santísimo Sacramento: hasta diez veces al día. Esto no fue suficiente para él. Y, siguiendo a San Francisco de Sales, decidió hacer Comuniones Espirituales cada 15 minutos. A veces, dice San Maximiliano, la Comunión espiritual puede traer las mismas gracias que la sacramental.
San Josemaría Escrivá de Balaguer aprendió de un padre escolapio la oración de la comunión espiritual cuando se preparaba para hacer su Primera Comunión en 1912. Esa oración es hoy familiar a miles de personas en el mundo entero. En su predicación aconsejó la práctica de la comunión espiritual avalado por su personal experiencia: ¡Qué fuente de gracias es la Comunión espiritual! —Practícala frecuentemente y tendrás más presencia de Dios y más unión con El en las obras (Camino 540).
Acto para la comunión espiritual
Creo, Jesús mío, que estáis en el Santísimo Sacramento; os amo sobre todas las cosas y deseo recibiros en mi alma. Ya que ahora no puedo hacerlo sacramentalmente, venid al menos espiritualmente a mi corazón. Como si ya os hubiese recibido, os abrazo y me uno todo a Vos. No permitáis, Señor, que vuelva jamás a abandonaros
Fórmula breve
Creo, Jesús mío, que estáis en el Santísimo Sacramento: Os amo y deseo. Venid a mi corazón. Os abrazo; no os apartéis nunca de mí
Fórmula de San Alfonso María de Ligorio
Creo, Jesús mío, que estáis realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar. Os amo sobre todas las cosas y deseo recibiros en mi alma. Pero como ahora no puedo recibiros sacramentado, venid a lo menos espiritualmente a mi corazón.
Fórmula en el libro Camino Recto y Seguro para Llegar al Cielo, de S. Antonio María. Claret.
¡Oh Jesús y Señor mío!... Creo firmísimamente que Vos estás realmente en el Augusto Sacramento del Altar. ¡Ay Dios mío! ¡qué feliz sería mi suerte, si pudiera recibiros en mi corazón!... Espero, Señor, que Vos vendréis a él, y le llenaréis de vuestra gracia.Os amo, mi dulcísimo Jesús... ¡Que no os haya amado siempre! ¡ojalá que nunca os hubiera ofendido ni agraviado, dulcísimo Jesús de mi corazón!... Yo deseo recibiros en mi pobre morada.
(Pausa en silencio para adoración)
Como si ya os hubiese recibido, os abrazo y me uno todo a Vos.No permitáis, Señor, que jamás me separe de Vos. Amén.
Fórmula usada por San Josemaría Escrivá
Yo quisiera, Señor, recibiros con aquella pureza, humildad y devoción con que os recibió vuestra Santísima Madre; con el espíritu y fervor de los Santos.
Fórmula usada por el Papa Francisco
¡A tus pies me postro, Oh Jesús mío! Te ofrezco el arrepentimiento de mi corazón, que se hunde en la nada ante tu santa presencia. Te adoro en el sacramento de tu amor, la inefable eucaristía; y deseo recibirte en la pobre morada que te ofrece mi alma. Esperando la dicha de la comunión sacramental, quiero poseerte en espíritu, ven a mí, puesto que yo vengo a ti. ¡Oh mi Jesús! Y que tu amor, inflame todo mi ser, en la vida y en la muerte. ¡Creo en ti! ¡Espero en ti! ¡Te amo! Así sea
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