El De officiis (Sobre los deberes, o De oficios) es una obra filosófica de Cicerón que trata de los deberes a los cuales cada hombre debe atenerse en cuanto miembro del Estado. Fue compuesto en los últimos meses del año 44 a. C., en menos de cuatro semanas en Roma, Pozzuoli y Arpino, fue su última obra.
Está estructurada como un tratado de ética práctica, estrictamente ligada a la acción político-social, y tiene un tono preceptístico desconocido en otras obras filosóficas ciceronianas, concebidas en forma de diálogo y con un tono más relativista. Por esto fue leído por mucho estudiosos como el intento de delinear una verdadera y propia moral para la clase dirigente romana, para tratar de impedir que el poder se concentre en una sola persona.
En 44 a. C. Cicerón estaba todavía políticamente activo, comprometido en el intento de contrarrestar a Antonio con las famosos Filípicas para impedir que las tensiones revolucionarias se apoderasen de la república romana. A pesar de sus esfuerzos, el sistema republicano estaba destinado a caer y acabar así con las esperanzas que habían renacido después del asesinato de Julio César.
El tratado está dedicado y dirigido a su hijo Marco, que en aquel tiempo estudiaba filosofía en Atenas. Es igualmente probable que Cicerón tuviese en mente dirigirse a un público más numeroso.
De officiis fue definido como un esfuerzo de definir los ideales de la moral pública. Su autor, en muchos pasajes, se muestra crítico hacia el dictador apenas salido de escena, Julio César, y hacia su dictadura.
La obra, inspirada en un trabajo análogo del estoico del siglo II a. C. Panecio, está dividida en tres libros y, a pesar del carácter ecléctico del pensamiento de Cicerón, sigue a su modelo en los dos primeros.
En el primer libro discute lo que es honorable, lo honestum (el bien moral) en relación al cual se estableces los deberes u obligaciones, es decir los comportamientos moralmente válidos; se desarrolla en cuatro virtudes fundamentales (sabiduría, justicia, templanza, magnanimidad); el segundo trata sobre lo conveniente o útil, y procura establecer que las obligaciones o deberes establecidos según este criterio son los mismos que en el libro precedente para lo honorable. Finalmente, en el tercer y más personal último libro trata del conflicto entre lo honorable y lo conveniente o útil, que, a su juicio, son una y la misma cosa, e intenta orientar en los casos en que ambas cosas entran en conflicto u contradicción. Afirma que la ausencia de derechos políticos corrompe virtudes morales y propone la existencia de una ley natural eterna e inmutable que gobierna a absolutamente todos los seres humanos y a los dioses por igual, estableciendo los fundamentos del iusnaturalismo.
Cicerón replantea las concepciones filosóficas helenísticas para ofrecerlas como punto de referencia para una clase dirigente romana que sepa contrarrestar la caída de la república. La obra está ilustrada con numerosos ejemplos sacados de la vida diaria, de la mitología, de la literatura y de la historia griega y romana y su estilo algo descuidado obedece a la prisa con la cual fue escrito, pese a lo cual Michael Grant afirma que "el mismo Cicerón parece haber considerado este tratado como su testamento espiritual y su obra maestra."
Cicerón está profundamente influenciado por la filosofía griega y, en particular, por el estoicismo medio, inaugurado en Roma por Panecio de Rodas, que había integrado el pensamiento estoico de los origines con la recuperación de Sócrates y Platón, en un horizonte más ecléctico y mundano. Las virtudes del estoicismo en Cicerón son definidas en las cuatro partes de la honestidad, que son la justicia, la sabiduría, la fortaleza y la templanza.
La virtud del conocimiento está puesto en segundo plano respecto a la acción, en la cual se manifiesta en cambio plenamente la virtud. Esta postura viene dictada por la situación en la que Cicerón se encuentra escribiendo, que ve el progresivo abandono de la política por las clases medias que, en su opinión, son responsables de velar por la república.
La justicia es virtud fundamental. Su interrupción puede ocurrir de forma activa, por codicia por el dinero o el ansia de poder, pero también por omisión, es decir descuidando el propio deber hacia la sociedad. El proyecto político de Cicerón se basa en la armonía entre los boni, es decir la clase media, que debe ser capaz de sacrificar el propio interés inmediato, incluso su propia gloria en el nombre del país. A ellos por lo tanto no les debe faltar la templanza, pero debe cumplir con lo que es conveniente, es decir con el decoro.
Lo útil no puede coincidir con lo honesto y debe siempre subordinarse a ello. Lo útil que persigue en cambio interés particulares es fruto de malicia.
La herencia de la obra es enorme. A pesar de que no es una obra cristiana, San Ambrosio, en el 390, declaró legítimo el uso para los cristianos, así como cualquier otra obra de Cicerón o del filósofo Séneca, popular en igual medida. Durante el Medioevo el ensayo asumió autoridad moral: muchos de los padres de la Iglesia, tanto Agustín de Hipona, como Jerónimo de Estridón, y todavía más Tomás de Aquino, se familiarizaron con este escrito.
A mostrar la importancia hay multitud de copias de amanuenses, sobrevivientes en las librerías de todo el mundo, datadas de antes de la invención de la impresión. Solo el gramático latino Prisciano está mejor atestiguado, con casi 900 copias de amunuenses todavía existentes. Después de la invención de la impresión, el De officiis fue el segundo libro que se imprimió, precedido solo por la Biblia de Gutenberg
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