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Deriva continental



La deriva continental es el desplazamiento de las masas continentales unas respecto a otras. Esta teoría fue desarrollada en 1912 por el alemán Alfred Wegener a partir de diversas observaciones empírico-racionales, pero no fue hasta la década de 1960, con el desarrollo de la tectónica de placas, cuando pudo explicarse de manera adecuada el movimiento de los continentes.[1]

El cartógrafo flamenco Abraham Ortelius notó ya en 1596[2][3]​ que las formas de los continentes a lo largo de las costas opuestas del océano Atlántico (en particular, de África y América del Sur) parecían articularse, y sugirió que América habría sido «arrancada» de Europa y África (por sismos e inundaciones).[4]Francis Bacon en 1620, François Placet en 1658,[5]​ Theodor Christoph Lilienthal en 1756,[6]Alexander von Humboldt en 1801 y 1845[6]​ y Antonio Snider-Pellegrini en 1858[7]​ también hicieron comentarios similares. De hecho, la idea de que la Tierra habría experimentado cambios profundos de todo tipo durante su historia se mantuvo ampliamente hasta finales del siglo XIX. Charles Lyell escribió:

El pensamiento dominante comenzó a cambiar después de 1850, bajo la influencia en particular del geólogo y mineralogista estadounidense James Dwight Dana, quien escribió:

En 1889, Alfred Russel Wallace consideró los desplazamientos relativos de los continentes como una hipótesis obsoleta:

La idea de que América, Europa y Asia estaban unidas una vez, sin embargo, siguió siendo propuesta por varios estudiosos, entre ellos Franklin Coxworthy (entre 1848 y 1890),[11]Roberto Mantovani (en 1889 y 1909), William Henry Pickering (en 1907)[12]​ y Frank Bursley Taylor (en 1908).[13]Eduard Suess también propuso en 1885[14]​ y 1893[15]​ la existencia pasada del supercontinente de Gondwana y del océano de Tetis. Algunos de los argumentos que invocará más adelante Wegener ya habían sido presentados por estos predecesores. Montovani, en particular, subrayó la similitud de las formaciones geológicas de los continentes meridionales, pero explicaba la fracturación del supercontinente por la actividad volcánica y la posterior lejanía de los continentes por una supuesta dilatación térmica de la Tierra. Taylor imaginaba que los continentes se habrían movido por un proceso de «deslizamiento continental» debido a las fuerzas de las mareas durante la supuesta captura de la Luna durante el Cretácico. Aunque el mecanismo que propuso era infundado, fue el primero en darse cuenta de que uno de los efectos de los desplazamientos continentales era la formación de montañas, y atribuyó con razón la formación del Himalaya a la colisión entre el subcontinente indio y Asia (durante un tiempo la deriva de los continentes se conocerá como la «hipótesis de Taylor-Wegener»).

La teoría de la deriva continental fue propuesta originalmente en 1912 por el meteorólogo y geofísico alemán Alfred Wegener (1880-1930), quien la formuló basándose, entre otras cosas, en la manera en que parecían encajar las formas de los continentes a cada lado del océano Atlántico, como África y Sudamérica, de lo que ya se habían percatado anteriormente Benjamin Franklin y otros. También tuvo en cuenta la distribución de ciertas formaciones geológicas y del registro fósil de los continentes septentrionales, que manifestaba que podían haber compartido floras y faunas en tiempos geológicos anteriores. Con esos datos, Wegener calculó que el conjunto de los continentes actuales estuvieron unidos en un pasado remoto de la Tierra, formando un supercontinente, denominado Pangea, que significa «todo tierra» en griego. Este planteamiento fue inicialmente descartado por la mayoría de sus colegas, ya que su teoría carecía de un mecanismo para explicar la deriva de los continentes. En su tesis original, propuso que los continentes se desplazaban sobre otra capa más densa de la Tierra, que conformaba los fondos oceánicos y que se prolongaba bajo ellos, de la misma forma en que se desplaza una alfombra. Sin embargo, la enorme fuerza de fricción implicada motivó el rechazo de la explicación de Wegener y la puesta en suspenso, como hipótesis interesante pero no probada, de la idea del desplazamiento continental. En síntesis, la deriva continental es el desplazamiento lento y continuo de las masas continentales.

La teoría de la deriva continental, junto con la de la expansión del fondo oceánico, quedaron incluidas en la teoría de la tectónica de placas, nacida en los años 1960 a partir de investigaciones de Robert Dietz, Bruce C. Heezen, Marie Tharp, Harry Hess, Maurice Ewing, Tuzo Wilson y otros. Según esta teoría, el fenómeno del desplazamiento sucede desde hace miles de millones de años gracias a la convección global en el manto (exceptuando la parte superior rígida que forma parte de la litosfera), de la que depende que la litosfera sea reconfigurada y desplazada permanentemente.

Se trata en este caso de una explicación consistente, en términos físicos, que aunque difiere radicalmente acerca del mecanismo del desplazamiento continental, es igualmente una teoría movilista, que permitió superar las viejas interpretaciones fijistas de la orogénesis (geosinclinal y contraccionismo) y de la formación de los continentes y océanos. Por esto, Wegener es considerado, con toda justicia, su precursor y por el mismo motivo ambas teorías en ocasiones son erróneamente consideradas una sola.

El meteorólogo alemán Alfred Wegener reunió en su tesis original pruebas convincentes de que los continentes se hallaban en continuo movimiento. Las más importantes eran las siguientes.[16]

Wegener sospechó que los continentes podrían haber estado unidos en tiempos pasados al observar una gran coincidencia entre la forma de las costas de los continentes, especialmente entre Sudamérica y África. Si en el pasado estos continentes hubieran estado unidos formando solo uno (Pangea), es lógico que los fragmentos encajen. La coincidencia es aún mayor si se tienen en cuenta no las costas actuales, sino los límites de las plataformas continentales.[17]

Se basaban en los descubrimientos a partir de esta ciencia cierta. Cuando Wegener reunió todos los continentes en Pangea, descubrió que existían cordilleras con la misma edad y misma clase de rocas en distintos continentes que, según él, habían estado unidas. Estos accidentes se prolongaban a una edad que se pudo saber calculando la antigüedad de los orógenos.

Utilizó ciertas rocas sedimentarias como indicadores de los climas en los que se originan, dibujó un mapa de estos climas antiguos y concluyó que su distribución resultaría inexplicable si los continentes hubieran permanecido en sus posiciones actuales. A causa de antiguas glaciaciones se han encontrado tillitas en zonas muy separadas geológicamente.

Alfred Wegener también descubrió otro indicio sorprendente. En distintos continentes alejados mediante océanos, encontró fósiles de las mismas especies, es decir, habitaron ambos lugares durante el periodo de su existencia. Y es más, entre estos organismos se encontraban algunos terrestres, como reptiles o plantas, incapaces de haber atravesado océanos, por lo que dedujo que durante el periodo de vida de estas especies Pangea había existido.



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