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Diplomacia de cañonero



En política internacional, la diplomacia de cañonero (en inglés gunboat diplomacy) busca resolver de forma favorable para un país algún objetivo de política exterior mediante demostraciones de fuerza.

La diplomacia de cañonero es un eufemismo que recibió el imperialismo occidental durante el siglo XIX. Esta estrategia consiste en presionar a un país menos desarrollado o poderoso para aceptar un tratado desigual, obviamente favorable al país que presiona; en caso de negativa, se envía un cañonero al mar de dicho país, para bombardear sus puertos y obligarle a aceptar sus condiciones.

El término proviene de las guerras coloniales, en que las demostraciones con cañoneros, que era el tipo de barco de guerra más común y simbolizaba los avances militares, eran frecuentes. Un país negociando con un poder europeo —generalmente sobre temas de comercio— podría ser avisado que un barco, y aún peor, una flota de navíos de guerra se había dispuesto fuera de sus puertos, amenazando todo su tráfico marítimo e incluso la integridad de sus ciudadanos. Este mero hecho tenía gran efecto para los medrosos gobernantes de la época, y no eran necesarias otras demostraciones como el cañoneo de puertos e instalaciones civiles.

La efectividad de estas acciones de las capacidades de proyección de fuerza implicaba que estas naciones con poderosas fuerzas navales (ahora aeronáuticas, ante todo estratégicas), especialmente Inglaterra, podrían establecer bases militares o navales (por ejemplo, Diego García) y sacar ventajas comerciales alrededor del mundo. Aparte de las conquistas militares, la diplomacia de cañonero es la forma de obtener socios comerciales, coloniales y expandir el Imperio.

Esta falta de recursos naturales junto a sus avances tecnológicos encontraban su poca necesidad de paz o a la inconveniencia de ella, dependiendo de las naciones imperiales para acceder a las materias primas y de mercados transoceánicos.

Uno de los más firmes precursores de esta diplomacia fue William Jardine (1784 – 1843), quien quería defender su narcotráfico de opio en China. Jardine escribe:

Un enfoque sobre la naturaleza de la diplomacia de cañonero es el que propone el general del Cuerpo de Marines de los Estados Unidos, Smedley Butler.

"Nos ha ido bastante bien con Luisiana, Florida, Texas, Hawai y California, y el Tío Sam puede tragarse a México y Centroamérica, con Cuba y las islas de las Indias Occidentales como postres y sin intoxicarse".

En una palabra, he sido un pandillero al servicio del capitalismo. De tal manera, en 1914 afirmé la seguridad de los intereses petroleros en México, Tampico en particular. Contribuí a transformar a Cuba en un país donde la gente del National City Bank podía birlar tranquilamente los beneficios. Participé en la "limpieza" de Nicaragua, de 1902 a 1912, por cuenta de la firma bancaria internacional Brown Brothers Harriman. En 1916, por cuenta de los grandes azucareros estadounidenses, aporté a la República Dominicana la "civilización". En 1923 "enderecé" los asuntos en Honduras en interés de las compañías fruteras estadounidenses. En 1927, en China, afiancé los intereses de la Standard Oil.

La diplomacia de cañonero es una forma de hegemonía. Cuando los Estados Unidos se convirtieron en una potencia en la primera década de siglo XX, apareció la versión del presidente Theodore Roosevelt denominada la diplomacia del gran garrote, alimentada luego por la diplomacia del dólar, que reemplazaba el gran y vil garrote por la "jugosa zanahoria" de la inversión privada estadounidense, generalmente en condiciones bastante desfavorables para los locales. Sin embargo, durante la presidencia de Woodrow Wilson, la diplomacia de cañonero convencional volvió a ocurrir, siendo el caso más espectacular la ocupación estadounidense de Veracruz en 1914, durante la Revolución mexicana.

La diplomacia de cañonero durante la Guerra Fría volvió a ser globalmente demostrada por al poder naval global de la Marina de los Estados Unidos. La Unión Soviética trató de contrapesar esto, especialmente a través de los planes del Almirante Sergéi Gorshkov. Las distintas administraciones de los Estados Unidos cambian frecuentemente flotas para influenciar los diferentes mercados a favor de los capitales estadounidenses.

Al terminar la Guerra Fría más puntos urgentes al respecto se hicieron durante la administración Clinton en las guerras yugoslavas de los 1990s (aliado al gobierno de Reino Unido de Tony Blair ) y donde fuere, usando los misiles navales Tomahawk[5]​ y radares aerotransportados E-3 AWACS en una demostración más pasiva de poder como en Latinoamérica, específicamente desde la base localizada en Manta, Ecuador.[6][7][8]​ El término "Diplomacia de cañonero" se ha convertido en el término más eufemista de "proyección de poder".

El diplomático británico e ideólogo naval James Cable sentó las bases de la diplomacia de cañonero en una serie de libros publicados entre 1971 y 1994. En estos, define el fenómeno como "el uso o la amenaza del uso de una fuerza naval limitada, o si no [sic] constituye un acto de guerra, para mantener la ventaja, en claro desmedro del país amenazado en una disputa internacional o contra nacionales dentro de su propio. Estado."[9]​ Divide el fenómeno en cuatro áreas:

La diplomacia de cañonero se opone a otras ideologías expresadas en el siglo XVIII por Hugo Grotius, De Jure Belli ac Pacis, en el cual se suscribe el uso de la fuerza como temperamental.

Un ejemplo de diplomacia de cañonero fue el:



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