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Don Juan (de Gonzalo Torrente Ballester)



Don Juan es el título de una novela de Gonzalo Torrente Ballester publicada en 1963 en Ediciones Destino.

A Gonzalo Torrente Ballester siempre le sedujo la génesis de la figura de don Juan. Partiendo de ese interés y de una personalísima concepción del mito fruto de múltiples lecturas, inició la escritura de lo que en un primer momento estaba destinado a ser una obra de teatro. El autor explica perfectamente cuál fue el procedimiento en una conferencia pronunciada durante sus años docentes en la State University of New York at Albany y que posteriormente fue recogida en su volumen titulado Ensayos críticos y reaparecida en la última edición de la novela (Punto de Lectura, 2008). En esa conferencia da cuenta de cuáles fueron los problemas que encontró para convertir en drama lo que tenía en la cabeza y por qué todo derivó en una novela.

A Gonzalo Torrente Ballester le preocupa especialmente el porqué de la actitud de don Juan, cuál es la razón que le hace ser quien es y comportarse como se comporta. Por ello, por medio de una fina ironía y con un punto de humor en el trasfondo, Gonzalo Torrente Ballester actualiza la tradición y aleja a don Juan del tópico romántico: la rebeldía del don Juan de Gonzalo Torrente Ballester es una rebeldía contra Dios.

Esta novela era considerada por su autor como una de las más queridas, entre otras cosas por el escaso éxito editorial que tuvo en el momento de su publicación y que, según contó después, fue una de las razones por las que en 1966 aceptó la invitación de la State University of New York at Albany para marchar a dar clases a Estados Unidos.

Es de destacar también que Don Juan fue una de las novelas que más problemas causaron al autor con la censura franquista. Como es bien sabido, los censores de Franco eran en su mayoría eclesiásticos, y en el caso del Don Juan de Torrente también. El lector que le cayó en suerte, que no era un iletrado, pretendía, dada la importante carga teológica de la novela, suprimir pasajes tan determinantes en el texto que Torrente, ante el riesgo de mutilación irreparable, escribió una extensa carta al ministro de turno responsable de la censura, a la sazón Manuel Fraga Iribarne. Esta carta, en la que rebatía punto por punto las objeciones puestas por el censor, fue fundamental, pues el ministro ordenó que el asunto fuera revisado personalmente por el Director General de Información, máximo responsable de la censura. Éste, con el informe del censor en una mano y la carta de Torrente en la otra, fue revisando uno por uno los tachones rojos. Con esta intervención, la mayor parte de la novela se salvó, especialmente todos los pasajes que Torrente consideraba fundamentales. Superado el trámite, salió a la venta con unas cuantas supresiones que se podrían calificar de menores.





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