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El Señorío de los Incas



El Señorío de los Incas es un libro histórico escrito por el cronista español Pedro Cieza de León. Es la segunda parte de la Crónica del Perú y trata sobre la historia de los Incas o reyes del Antiguo Perú. Cieza no llegó a publicarlo en vida y permaneció inédito hasta 1880, cuando fue editada bajo el cuidado del erudito español Marcos Jiménez de la Espada, aunque existe una anterior edición que se quedó en pruebas, a cargo del historiador peruano Manuel González de la Rosa (1873).

Pedro Cieza de León, natural de Llerena (España), arribó muy joven a América, hacia 1535. Participó como soldado en la conquista de los actuales territorios de Colombia y Ecuador, antes de arribar al Perú en 1547. Cuenta él mismo que, en sus ratos libres, durante los paréntesis de las penosas marchas a lo largo del agreste territorio sudamericano, escribía sobre todo lo que veía y escuchaba, referente a las costumbres, las tradiciones, la geografía y los sucesos históricos. Enterado el pacificador Pedro de la Gasca de su trabajo, recibió apoyo oficial para que pudiera culminar su extensa crónica, cuya publicación planeó hacerlo en cuatro partes, siendo el primer proyecto de una historia general del Perú. La primera parte, dedicada a la descripción geográfica y la fundación de ciudades, fue publicada en Sevilla, en 1553. Pero Cieza falleció poco después, el 2 de julio de 1554, y el resto de su copiosa obra permaneció inédita e incluso extraviada.

Uno de los manuscritos de esta obra permaneció en la biblioteca del Monasterio de El Escorial. El historiador estadounidense William H. Prescott lo conoció y utilizó para su obra sobre la conquista del Perú (1847), pero atribuyó erróneamente su autoría a Juan de Sarmiento, al parecer por un error de traducción del título de la copia, que dice así:

Probablemente, en vez de “para”, Prescott leyó “por”; aunque, curiosamente, en la edición inicial de su Historia de la conquista del Perú, el título aparece correctamente.

Luego, el manuscrito del Escorial llegó a las manos de Manuel González de la Rosa, historiador peruano, quien fue el primero en identificarla como la segunda parte de la crónica de Cieza, preparando en Londres la que debió ser su primera edición (cuyo título proyectado era el de La Historia de los Incas). Pero por razones económicas ello no se concretó (1873). Los pliegos de esta edición frustrada fueron adquiridos (ilícitamente, según González de la Rosa) por el erudito español Marcos Jiménez de la Espada, quien lo editó en 1880, bajo el título de El Señorío de los Incas, nombre que mantendría en posteriores ediciones.

Un segundo manuscrito de la obra fue hallada en la Biblioteca Apostólica Vaticana por la profesora Francesca Cantù, que la consideró ológrafa del autor. Un tercer manuscrito estuvo en poder del bibliófilo español José Sancho Rayón, que lo mostró a Jiménez de la Espada. Los tres manuscritos fueron adquiridos por el librero John Howell, de San Francisco.

La segunda parte de la Crónica del Perú, conocida desde la edición en 1880 como El señorío de los Incas, se enfoca en los hechos de los reyes incas (ingas yupangues o incas yupanquis), que el autor recogió de boca de los mismos habitantes del fenecido imperio incaico, entre nobles u orejones, amautas o maestros, quipucamayocs y curacas. Se trata, en rigor, de la primera historia integral del Tahuantinsuyo, pues los cronistas que precedieron a Cieza se habían limitado a recoger escasos y dispersos datos sobre los incas, concentrándose más que nada en los hechos de los primeros conquistadores españoles. La crítica histórica ha sido unánime al considerarla como una obra fundamental para el estudio de la historia inca. En ese sentido, compite con la Suma y narración de los incas, de Juan de Betanzos y con la obra de Pedro Sarmiento de Gamboa.

Comienza Cieza exponiendo la tradición de que, antes de los incas, reinaba la barbarie y la anarquía en el territorio del Perú, tradición que después difundió el Inca Garcilaso de la Vega (muy importante de tenerlo en cuenta, ya que se suele reprochar injustamente al inca cronista como si hubiera inventado interesadamente esa versión). Relata también la leyenda de Wiracocha (Ticiviracoche) y de los hermanos Ayar (de los que solo menciona a tres); y la fundación del Cuzco por Manco Cápac (Mango Capa). Luego se extiende en la historia de los reyes incas, cuyo número fija en 14 (Mango Capa, Sinche Roca Inga, Lloque Yupangue, Mayta Capa, Capa Yupangue, Inga Roca Inga, Inga Yupangue, Viracocha Inga, Inga Urco, Inga Yupangue, Topa Inga Yupangue, Guaynacapa, Guáscar y Atabalipa). Si bien su relato es imparcial, ello no obsta para que muestre su admiración por el gobierno y administración de los incas, así como por sus grandiosas construcciones y su red vial.

Se divide en 74 capítulos, rotulados con numeración romana, aunque se hallan perdidos los dos primeros y solo se conserva un fragmento del tercero. Además, existe una laguna entre los capítulos 54º y 55º.



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