El Ocho es una novela de Katherine Neville, publicada en 1988, y que desde entonces ha sido una de las novelas más leídas en el mundo[cita requerida].
Catherine Velis, experta en ordenadores, se ve involucrada en la peligrosa búsqueda de un legendario ajedrez que perteneció a Carlomagno. En sus piezas se halla una fórmula vinculada a la alquimia, la masonería y las fuerzas cósmicas y, al parecer, quienes intentan recuperarlas sufren amenaza de muerte.
La novela transcurre en una parte importante de la historia europea, de 1790 a 1973, y en ella se da a conocer a los singulares propietarios de los trebejos, los crímenes que cometieron y la relación que sostuvieron con grandes figuras de su tiempo, como Napoleón, Robespierre, Rousseau, Giacomo Casanova, Voltaire, Isaac Newton o Catalina la Grande.
El libro cuenta la historia del ajedrez de Montglane y el ansia de ciertas personas por conseguirlo a lo largo de la historia. Por un lado encontramos a las novicias de la abadía de Montglane: Valentine y Mireille. Ellas, al cierre de la abadía, deberán irse (con varias piezas del ajedrez) con el padrino de una de ellas, Jacques-Louis David. El pintor les presentará a Charles Maurice de Talleyrand-Périgord, quien también conoce la historia del ajedrez. Todo esto en el contexto de la Revolución francesa; personajes históricos como Marat, Robespierre o Catalina la Grande aparecen en esta parte de la historia para ayudar a encontrar (o conseguir) el ajedrez de Montglane.
Por otro lado está Catherine Velis, una mujer que, sin saberlo, se verá envuelta en la búsqueda del ajedrez casi 200 años después de que éste salga de la abadía de Montglane. Así será como, tras una serie de misterios que suceden a su alrededor (asesinatos incluidos) conocerá al misterioso jugador de ajedrez Alexander Solarin, quién le avisará del peligro que corre. No en vano, y «por motivos de trabajo», pondrá rumbo a Argel, donde nadie es quien parece y la historia del ajedrez de Montglane sigue más viva que nunca. Con la ayuda de, entre otros, Lily Rad, deberá encontrar las piezas antes de que caigan en las manos equivocadas.
¿Qué secreto guarda el ajedrez de Montglane?
El tablero, forjado exclusivamente en plata y oro, medía un metro entero por cada lado. Las piezas, de metales preciosos afiligranados, estaban tachonadas con rubíes, zafiros, diamantes y esmeraldas sin tallar pero perfectamente lustrados, y algunos alcanzaban el tamaño de huevos de codorniz. Como destellaban y resplandecían a la luz de los faroles del patio, parecían brillar con una luz interior que hipnotizaba a quien los contemplara.
La pieza llamada sha o rey alcanzaba los quince centímetros de altura y representaba a un hombre coronado que montaba a lomos de un elefante. La reina, dama o 'ferz' iba en una silla de manos cerrada y salpicada de piedras preciosas.
Los alfiles u obispos eran elefantes con las sillas de montar incrustadas de raras gemas y los caballos o caballeros están representados por corceles árabes salvajes; las torres o castillos se llamaban ruji, que en árabe significa carro. Eran grandes camellos que sobre los lomos llevaban sillas semejantes a torres. Los peones eran humildes soldados de infantería de siete centímetros de altura, con pequeñas joyas en lugar de ojos y piedras preciosas que salpican las empuñaduras de sus espadas.
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