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El pozo de la soledad



El pozo de la soledad (en la versión original The Well of Loneliness) es una novela de temática lésbica del año 1928, escrita por la autora de origen inglés Marguerite Radclyffe Hall. Esta novela trata de la vida de Stephen Mary Olivia Gertrude Gordon, una mujer inglesa de clase social alta cuya homosexualidad (inversión sexual en la novela) se evidencia a una edad temprana. La protagonista encuentra el amor en la figura de Mary Llewellyn, a quien conoce mientras trabaja como conductora de una ambulancia durante la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, la felicidad de la pareja se ve afectada por el aislamiento y el rechazo social, que Hall describe como un efecto debilitador sobre su amor. La novela retrata la homosexualidad como algo natural, una condición otorgada por Dios, y hace una súplica explícita: “Concédenos también [a nosotros] el derecho a existir”.[1]

El libro se convirtió en objeto de una intensa campaña en su contra por parte del editor del diario Sunday Express, quien escribió: “Preferiría darle a un chico o a una chica saludable una botella de ácido prúsico antes que publicar esta novela”. Aunque, en teoría, su única escena de sexo consiste en las palabras: “y esa noche no estuvieron divididas”, una corte británica lo juzgó obsceno porque defendía “prácticas antinaturales entre mujeres”.[2]​ En los Estados Unidos, el libro superó batallas legales en el estado de Nueva York y en la aduana.

La publicidad que dichos conflictos legales dieron a El pozo incrementaron la visibilidad pública de las lesbianas en la cultura británica y norteamericana.[3]​ Esta novela fue, durante décadas, la más conocida de temática lésbica en inglés y, a menudo, la principal fuente de información sobre homosexualidad femenina que las lesbianas jóvenes podían encontrar.[4]​ Las opiniones de las lectoras homosexuales estuvieron divididas: algunas han valorado positivamente esta obra, mientras que otras la han criticado debido a las expresiones de autorrechazo por parte de Stephen, expresiones que podían interpretarse como una forma de mostrar que la homosexualidad era algo vergonzoso.[5]​ El papel de la novela al promover imágenes de lesbianas masculinas o travestidas ha sido controvertido. Incluso actualmente algunos críticos discuten si debe verse a Stephen como a un hombre transexual.[6]​ La forma en la que la novela aborda el tratamiento de la sexualidad y el género continúa inspirando análisis y debates.[6]

En 1926, Radclyffe Hall estaba en la cima de su carrera. Su novela Adam’s Breed, sobre el despertar espiritual de un camarero italiano, se convirtió en un éxito de ventas; pronto Hall ganaría el Prix Femina y el premio James Tait Black.[7]​ La novelista había planeado durante largo tiempo escribir un libro acerca de la entonces llamada inversión sexual, y este era el momento preciso para que su reputación le permitiera dar a conocer su trabajo a un mayor número de lectores. Como estaba al tanto de que se arriesgaba al escándalo y al “naufragio de toda su carrera literaria”, buscó y recibió el apoyo de su compañera sentimental, Una Troubridge, antes de empezar la novela.[8]​ Sus metas eran tanto sociales como políticas; quería terminar con el silencio público acerca de la homosexualidad y generar un "sentimiento más tolerante", así como también "estimular a todas las clases de invertidos a hacer el bien a través del trabajo duro... y una vida sobria y útil".[9]

En abril de 1928, Marguerite Radclyffe Hall le dijo a su editor que el nuevo libro requeriría un completo compromiso por parte de este último, y que ella no permitiría que se cambiase ni una sola palabra: "Puse mi pluma al servicio de las personas más perseguidas e incomprendidas en el mundo… Por lo que sé, nunca antes se había intentado nada así en la ficción”.[10]

La protagonista del libro, Stephen Gordon, nace a finales de la época victoriana en un hogar de clase alta en Worcestershire.[11]​ Sus padres, quienes esperaban un hijo varón, deciden bautizarla con el nombre masculino que ya habían elegido. Ya al nacer la describen como físicamente extraña: “una criatura de hombros anchos y caderas estrechas que parecía un renacuajo”.[12]​ De niña odiaba los vestidos, quería llevar el cabello corto y deseaba ser un chico. A los siete años se enamora de Collins, una empleada doméstica de su casa, y sufre un fuerte varapalo emocional cuando la ve besándose con un lacayo.

El padre de Stephen, Sir Phillip, deposita todo su cariño en ella e intenta entenderla a través de la lectura de los escritos de Karl Heinrich Ulrichs, el primer autor moderno que propuso una teoría acerca de la homosexualidad.[13]​ Pero Sir Phillip no comparte con nadie sus hallazgos. La madre de Stephen, Lady Anna, se muestra distante con ella, a la que ve como una “reproducción imperfecta, indigna, defectuosa” de Sir Phillip.[14]​ A los 18 años, Stephen crea profundos lazos de amistad con un hombre canadiense, Martin Hallam, pero se horroriza cuando él le declara su amor. En el invierno siguiente, la caída de un árbol hiere a Sir Phillip; en el último momento de su vida intenta explicarle a Anna que Stephen es una invertida, pero muere sin poder hacerlo.

Stephen comienza a vestirse únicamente con ropas de hombre. A los veintiún años se enamora de Angela Crossby, la esposa norteamericana de un nuevo vecino. Angela usa a Stephen como su “remedio contra el aburrimiento”, permitiéndole “unos cuantos besos de colegialas”.[15]​ Cuando Stephen descubre que Angela mantiene otro romance con un hombre, Angela, adelantándose a la reacción de su marido, le muestra a este una carta de Stephen. Su marido se la reenvía a la madre de Stephen. Lady Anna acusa a Stephen de tener “el descaro de usar la palabra amor para describir esta... estas ansias repulsivas y antinaturales de tu mente desequilibrada y de tu indisciplinado cuerpo”. Stephen responde: “como mi padre te amó, así he amado yo... Y ha sido un sentimiento puro, puro y bueno; mil veces hubiera dado gustosa la vida por Angela Crossby”.[16]​ Después de decir esto, Stephen se dirige al estudio de su padre y por primera vez abre la biblioteca que ha permanecido cerrada desde su muerte. Allí encuentra un libro de Krafft-Ebing — los críticos creen que es Psychopathia Sexualis, un texto acerca de la homosexualidad y las parafilias — y,[17]​ al leerlo, comprende que ella es una invertida.

Stephen se muda a Londres y escribe una novela que es muy bien recibida. Su segunda novela tiene menos éxito, y su amigo el dramaturgo Jonathan Brockett, quien también es homosexual, la impulsa a viajar a París para mejorar su forma de escribir por medio de las nuevas experiencias que le otorgaría esa ciudad. Allí Stephen hace su primer y breve contacto con la cultura invertida urbana, conociendo a Valérie Seymour, anfitriona de un salón y también lesbiana. Durante la Primera Guerra Mundial, Stephen se une a una unidad ambulatoria, sirve posteriormente en el frente de batalla y se hace merecedora de una importante condecoración: la Croix de Guerre. Allí se enamora de una joven compañera de trabajo, Mary Llewellyn, quien se va a vivir con Stephen una vez que la guerra ha terminado. Al principio son felices, pero Mary comienza a sentirse sola cuando Stephen retoma su afición de escribir. Rechazada por la buena sociedad, Mary se arroja a la vida nocturna homosexual de París. Stephen cree que Mary está endureciéndose y que se siente amargada, y se cree incapaz de proporcionarle una existencia “más completa y normal”.[18]

Martin Hallam, que ahora vive en París, retoma su vieja amistad con Stephen. Al mismo tiempo, se enamora de Mary. Stephen, convencida de que no puede hacer feliz a su amada, simula tener un romance con Valérie Seymour para conducir a Mary a los brazos de Martin. La novela termina cuando Stephen suplica a Dios: “¡Concédenos también el derecho a existir!”.[19]

Aunque algunos escritores en las décadas de 1970 y 1980 consideraron El pozo de la soledad una autobiografía ligeramente velada,[20]​ la niñez de Hall guarda poca semejanza con la de Stephen.[21]​ Angela Crossby podría ser un personaje formado por una composición de características de varias mujeres con las cuales Hall mantuvo romances en su juventud; pero Mary, que carece de aficiones y se queda sin nada que hacer cuando Stephen está trabajando,[22]​ no se parece a Una Troubridge, la compañera sentimental de Hall, escultora que además tradujo las novelas de Colette al inglés.[23]​ Hall dijo que lo único que utilizó de sí misma fueron las “emociones fundamentales que son características de los invertidos”.[24]

Aunque la Nota de la Autora de Hall, al principio del libro, niega que cualquier personaje del mismo esté basado en alguien real, para el trabajo de Stephen como conductora de ambulancia describió las experiencias de guerra de su amiga Toupie Lowther, co-comandante de la única unidad de mujeres que sirvió en el frente de batalla en Francia. Lowther, al igual que Stephen, provenía de una familia aristocrática, adoptaba un estilo masculino en su vestimenta, y fue una gran esgrimista.[25]​ Años después aseguró que el personaje de Stephen estaba basado en ella, lo cual podría haber sido en parte cierto.[26]

En El pozo de la soledad, el trabajo social en la guerra otorga a las lesbianas un papel digno dentro de la sociedad. La voz narrativa pide que esas contribuciones no sean olvidadas y predice que estas mujeres no volverán a esconderse: “en aquellos terribles años se formó un batallón que jamás volvería a desmembrarse”.[27]​ Esta metáfora militar continúa más tarde en la novela, cuando los homosexuales en la posguerra parisina son repetidamente tratados como un “ejército desgraciado”.[28]​ Hall invoca la imagen de un soldado en estado de shock para representar a los homosexuales como dañados psicológicamente por su condición de parias: “no son las bombas lo que altera los nervios de la invertida, sino ese terrible bombardeo silencioso al que la someten las baterías del buen pueblo de Dios”.[29]

En la época de Hall, París era conocida por tener una comunidad homosexual relativamente grande y visible — en parte porque Francia, a diferencia de Inglaterra, no tenía leyes en contra de la homosexualidad masculina.[30]​ Cuando Stephen viaja por primera vez a ese lugar, por consejo de su amigo Jonathan Brockett — personaje posiblemente basado en Noel Coward[31]​ — ella aún no había hablado con nadie acerca de su inversión. Brockett, actuando como su guía turístico, indirectamente le hace notar que lo sabe refiriendo una secreta historia lésbica que relacionaba a María Antonieta con la princesa de Lamballe.[32]

Brockett presenta a Stephen a Valérie Seymour, quien — como Natalie Clifford Barney,[31]​ la mujer que sirvió para inspirar el personaje— es la anfitriona de un salón literario en el cual muchos de los visitantes son homosexuales. Inmediatamente después de ese encuentro, Stephen anuncia que ha decidido establecerse en París; la casa que compra, y que se esconde detrás de un descuidado jardín, está en la Rue Jacob, la calle en la que Barney vivió y tuvo su salón de lectura.[33]​ Stephen siente cierto recelo hacia Valérie, por lo que no visita su salón hasta después de finalizada la guerra, cuando Brockett la convence de que Mary se está aislando demasiado. Stephen describe a Valérie como una “criatura indestructible”, capaz de hacer sentir bien a quienes la rodean, al menos temporalmente: “todos se sentían muy normales y valientes cuando se encontraban junto a Valérie Seymour”.[34]​ Tras "obnubilar" sus propias dudas, Stephen y Mary se ven arrastradas hacia el “solitario territorio” de la vida gay parisina, hasta que en el Bar Alec – el peor en una serie de depresivos clubes nocturnos – encuentran “los restos maltratados de unos hombres que, despreciados por el mundo, deben despreciarse a sí mismos sin ninguna esperanza - así parecía - de salvación”.[35]

El retrato que Hall hace de la subcultura parisina hizo disentir a muchas personas familiarizadas con ella, incluidos sus propios amigos; Romaine Brooks la llamó “una mujer que se dedica a desenterrar gusanos pretendiendo ser una distinguida arqueóloga”.[36]​ La correspondencia de Hall muestra que la visión negativa que tenía respecto a ciertos bares, como el Alec, y que expresó en El pozo, era sincera,[37]​ pero que ella también sabía que tales bares no representaban a toda la comunidad homosexual de París.[38]​ Una crítica habitual es que su propia experiencia de la cultura lésbica no fue tan lamentable como la de Stephen.[39]​ Centrándose en las miserias y describiendo su causa como una “constante persecución” de los “autoproclamados justos y correctos”, la autora intensificaba la urgencia de su ruego por un cambio de actitud.[40]

Hall escribió El pozo de la soledad en parte para popularizar las ideas de sexólogos como Richard von Krafft-Ebing y Havelock Ellis, quienes consideraban la homosexualidad como un rasgo innato e inalterable: inversión sexual congénita.[41]​ En Psychopathia Sexualis (1886) de Krafft-Ebbing, el primer libro que Stephen encuentra en el estudio de su padre, se describe la inversión como un desorden degenerativo común en familias con enfermedades mentales.[42]​ La exposición a estas ideas lleva a Stephen a describirse a sí misma y a otros invertidos como “fea y monstruosamente mutilados”.[43]​ Con todo, textos posteriores como Inversión sexual (1896), de Havelock Ellis — quien contribuyó con un prólogo a El pozo —, describen la inversión simplemente como una diferencia, no como un defecto. Para 1901, Krafft-Ebing también había adoptado un punto de vista similar.[44]​ Hall defendió sus ideas frente a las de los psicoanalistas, que veían la homosexualidad como una forma de desarrollo psicológico reprimido, y que algunos pensaban que se podía cambiar.[45]

El término "inversión sexual" implica la inversión del rol de género. Las mujeres invertidas, en mayor o menor grado, se inclinaban hacia las costumbres y vestimentas tradicionalmente masculinas;[46]​ de acuerdo con Krafft-Ebing, dichas mujeres tenían un “alma masculina”. Krafft-Ebing creía que las inversiones más extremas también exhibían características sexuales secundarias del sexo opuesto. La investigación de Ellis no pudo comprobar ninguna diferencia física, aunque se dedicó con gran empeño a buscarlas.[47]​ Esta idea aparece con las inusuales proporciones físicas de Stephen al nacer y en la escena en el salón de Valérie Seymour, donde “el timbre de una voz, la estructura de un tobillo, la textura de una mano” revelan la inversión de los invitados.[48]

Algunas de las personas que Ellis y Krafft-Ebing clasificaron como invertidas probablemente serían ahora consideradas transgénero — particularmente un caso de estudio de Krafft-Ebing que figuraba bajo el seudónimo de Conde Sandor, quien se hacía pasar por hombre y experimentó una niñez similar a la de Stephen.[49]​ Michael Dillon, quien en 1946 se convirtió en el primer transexual de mujer a hombre por medio de una cirugía que le permitió el cambio de sexo, usó a Stephen como ejemplo en un libro que escribió sobre sus experiencias.[50]​ Algunos críticos argumentan ahora que Stephen Gordon sería en realidad transgénero y no lesbiana.[51]

La existencia de mujeres femeninas en relaciones lésbicas planteaba un problema para esta teoría de la inversión, puesto que su atracción no podía ser explicada como una reversión de género. Ellis describió a dichas mujeres como objetos pasivos del deseo de las invertidas masculinas. Sin embargo, en la novela Mary persigue activamente a la reticente Stephen. Y aun cuando Stephen cree, al final de la misma, que Mary la abandona por una vida heterosexual con Martin Hallam, las intenciones de Mary no son desveladas. Su futuro sigue siendo desconocido y su identidad sexual, confusa.[52]

Hall, quién se convirtió a la Iglesia católica en 1912, era devotamente religiosa.[53]​ Creía también en la comunicación con los muertos, habiendo deseado poder convertirse en una médium,[54]​ lo cual le trajo conflictos con la Iglesia, que condenaba el espiritualismo.[55]​ Ambas creencias aparecen en esta novela.

Stephen, nacida en vísperas de la Navidad y llamada así en honor del primer mártir del cristianismo, sueña de niña que “de algún modo extraño y misterioso, [ella] era Jesús”.[56]​ Cuando descubre que Collins, el objeto de su amor en la infancia, padece de bursitis en la rodilla por tanto fregar, ora para que esa afección le sea transferida a ella: “Jesús, quiero lavar a Collins con mi sangre... Quisiera ser su redentora, porque la amo y quiero sufrir por ella como tú sufriste por nosotros”.[57]​ Este deseo infantil de convertirse en mártir anticipa el último sacrificio de Stephen por el bienestar de Mary.[58]​ Después de que engaña a Mary para que la deje — por medio de un plan que lleva a Valerie a exclamar: “Estás hecha para convertirte en mártir”[59]​— Stephen, sola en su casa, ve el cuarto repleto de homosexuales, vivos, muertos, y aún no nacidos. Ellos le piden que interceda ante Dios por ellos, y finalmente la poseen. Es a través de esta voz colectiva como ella le demanda a Dios: “Danos también el derecho a existir”.[60]

Después de que Stephen lea a Krafft-Ebing en la biblioteca de su padre, abre la Biblia al azar, y lee el Génesis 4:15: “Y el Señor puso una marca sobre Caín...”[61]​ A lo largo de la novela, Hall usa la marca de Caín, un signo de vergüenza y exilio, como una metáfora de la situación de los invertidos.[62]​ Su defensa de la homosexualidad toma la forma de un argumento religioso: Dios creó a los invertidos, luego la humanidad debe aceptarlos.[63]​ El uso de imágenes religiosas provocó el enojo de quienes se oponían al libro,[64]​ pero la visión de Hall de la inversión como un estado concedido por Dios tuvo una gran influencia en el lenguaje de las reivindicaciones de los derechos LGBT.[65]

Tres editores elogiaron la calidad de El pozo de la soledad, pero rechazaron publicarlo. Tras dichas negativas, el agente de Hall envió el manuscrito a Jonathan Cape, quien, aunque receloso acerca de la publicación de un libro controvertido, vio el potencial que el libro tenía para convertirse en un éxito comercial. Cape hizo una primera tirada de 1500 copias, cuyo precio era de quince chelines por libro (casi dos veces superior al de una novela media) para hacerlas menos atractivas ante quienes solo buscaban sensacionalismo.[66]​ La publicación, originalmente programada para el otoño de 1928, se cambió cuando descubrieron que otra novela de temática lésbica, Mujeres extraordinarias de Compton Mackenzie, iba a ser publicada en septiembre. Aunque los dos libros demostrarían tener poco en común, Hall y Cape consideraron que Mujeres extraordinarias representaba una competencia, y querían superarlo en ventas. El pozo apareció el 27 de julio, con una tapa negra en la que se veía una discreta y simple chaqueta. Cape envió copias solo a aquellos periódicos y revistas que pensó que manejarían el tema de una forma no sensacionalista.[67]

Las primeras opiniones fueron diversas. Algunos críticos encontraron que la novela tenía un discurso demasiado moralista;[68]​ varios, incluido Leonard Woolf, sostenían que estaba muy mal estructurada, y algunos aducían descuido en el estilo. Otros, no obstante, elogiaron su sinceridad y su valor artístico, y otros expresaron empatía por los argumentos morales de Hall.[69]​ En las tres semanas anteriores a la aparición de la novela en las librerías, ningún crítico llamó para su supresión o para sugerir que no fuera publicado.[70]​ Una revisión en el semanario T.P. & Casell no previó dificultades para El pozo: “Uno no puede decir si el efecto que tendrá este libro en la actitud del público será de silencio o burlas, pero cada lector estará de acuerdo con el prefacio del señor Havelock Ellis, cuando dice que ‘las situaciones conmovedoras se tratan con una completa ausencia de ofensa’”.[71]

James Douglas, editor del diario Sunday Express , estaba en contra del libro. Douglas era un dedicado moralista, un exponente de una corriente cristiana que procuraba fortalecer a la Iglesia por medio de la promoción de la salud física y la masculinidad. Sus polémicos editoriales sobre temáticas como el voto femenino y la novela moderna (“Modernos novelistas del sexo”) - que compartían las páginas del Sunday Express con trivialidades, confesiones de asesinatos y reportajes sobre la vida amorosa de grandes hombres y mujeres del pasado – ayudaron a la familia de diarios del Express a prosperar en la implacable guerra de circulación de finales de la década de 1920.[72]

La campaña de Douglas contra El pozo de la soledad comenzó el sábado 18 de agosto, con un cartel de avance en el Daily Express que prometía exponer “un libro que debería ser suprimido”.[73]​ En su editorial del día siguiente, Douglas escribió que “la inversión sexual y la perversión” se habían hecho ya demasiado visibles y que la publicación de El pozo traería a la sociedad la necesidad de “limpiarse a sí misma de la lepra de esos leprosos”. Para Douglas la visión de la homosexualidad que la sexología tenía era una seudociencia, incompatible con la doctrina cristiana de la libre voluntad; en su lugar, sostenía, los homosexuales estaban malditos por decisión propia – lo que significaba que otros podían ser corrompidos por “su propaganda”. Sobre todo, los niños debían ser protegidos de esto: “Preferiría darle a un chico o a una chica saludable una botella de ácido prúsico antes que esta novela. El veneno mata el cuerpo, pero el veneno moral mata el alma”. Invitó a los editores a retirar el libro y al Ministro del Interior británico o Home Secretary a tomar cartas en el asunto si los editores no lo hacían.[74]

En lo que Hall ha descrito como un acto de “imbecilidad unida a un pánico momentáneo”, Jonathan Cape envió una copia de El pozo al Ministro del Interior para obtener su opinión, ofreciendo retirar el libro si era de interés público hacerlo. El Ministro del Interior era entonces William Joynson-Hicks, un conservador conocido por sus severas medidas en contra del alcohol, los clubes nocturnos y las apuestas, así como también opositor de la versión revisada del libro anglicano de oraciones The Book of Common Prayer. Tardó solo dos días en responder que El pozo era “gravemente perjudicial para el interés público”; si Cape no lo retiraba voluntariamente, se iniciaría un proceso criminal.[75]

Cape anunció que había interrumpido la publicación, pero secretamente negoció los derechos con Pegasus Press, un editor de lengua inglesa en Francia. Su socio Wren Howard llevó los moldes de impresión a París, y el 28 de septiembre Pegasus Press estaba enviando su edición a Leopold Hill, un vendedor de Londres, quien actuó como distribuidor. Con la publicidad se incrementó la demanda y el libro se vendía con rapidez, pero la reaparición de El pozo en los estantes de las librerías pronto llamó la atención del Ministro del Interior, que emitió una orden para que los cargamentos de libros se incautaran.[76]

Un envío de 250 copias fue detenido en Dover, donde el presidente de un Tribunal de Costumbres permitió que continuase. Él había leído la novela y la consideraba un buen libro, en absoluto obsceno, por lo que decidió no tomar parte en su supresión. El 19 de octubre liberó las copias incautadas para que fuesen entregadas en el local de Leopold Hill, donde la Policía Metropolitana estaba esperando con una orden de registro. Hill y Cape fueron convocados para comparecer ante la Corte de Magistrados de Bow Street, en donde debían mostrar las causas por las cuales los libros no debían ser destruidos.[77]

Desde su comienzo, la campaña del Sunday Express llamó la atención de otros periódicos. Algunos apoyaron a Douglas, incluidos el Sunday Chronicle, People y Truth.[78]​ El Daily News y el Westminster Gazette publicaron reseñas que, sin mencionar las acciones de Douglas, decían que la novela “presenta como mártir a una mujer atrapada por el vicio de la inmoralidad”.[79]​ De cualquier forma, la mayor parte de la prensa británica defendió El pozo.[80]​ El diario The Nation sugirió que el Sunday Express había comenzado esa campaña solo porque era agosto, la época del año en que las buenas historias escasean.[80]​ Las críticas del Country Life y el Lady’s Pictorial fueron positivas.[81]

Arnold Dawson del Daily Herald, un periódico laborista, denominó a Douglas “periodista sensacionalista”; dijo que nadie le daría ese libro a un niño, ningún niño querría leerlo, y cualquiera que lo hiciera no encontraría en él nada perjudicial.[82]​ Dawson también publicó una áspera crítica, escrita por H. G. Wells y George Bernard Shaw, en la que se condenaba la actuación del Ministerio del Interior, y comenzó una contra-campaña que ayudó a Hall a obtener manifestaciones de apoyo de la Unión Nacional de Trabajadores del Ferrocarril y de la Federación de Mineros del Sur de Gales.[83]

Leonard Woolf y E. M. Forster bosquejaron una carta de protesta contra la supresión de El pozo, consiguiendo para la misma una lista de defensores que incluían a Shaw, T. S. Eliot, Arnold Bennet, Vera Brittain y Ethel Smyth. Pero según Virginia Woolf, el plan decayó cuando Hall objetó la redacción de la carta, insistiendo en que ésta mencionase el “mérito artístico – incluso genialidad” de su libro.[84]​ El romanticismo sentimental de El pozo, su estructura tradicional y su estilo ampuloso no casaban bien con la estética modernista; así, no todos los que estaban dispuestos a defender la obra en nombre de la libre expresión literaria estaban igualmente dispuestos a elogiar su calidad artística.[85]​ La petición redujo la misiva inicial a una pequeña carta en la revista Nation and Athenaeum, firmada por Forster y Virginia Woolf, que se centraba en el efecto de desánimo que la censura ejercía sobre los escritores.[86]

El agente de Cape, Harold Rubinstein, envió ciento sesenta cartas a potenciales testigos, muchos de los cuales se mostraron reacios a participar en el proceso; según Virginia Woolf, "generalmente lo rechazaban, achacando su decisión al corazón enfermo de un padre o a una prima que va a tener gemelos".[87]​ Alrededor de cuarenta se presentaron el día del juicio, incluyendo a la propia Virginia Woolf, Forster y diversas figuras, como el biólogo Julian Huxley; Lawrence Housman, de la Sociedad de Sexología Británica; Robert Cust JP del Consejo de Moralidad de Londres; Charles Ricketts, de la Real Academia de Arte, y el rabino Joseph Frederick Stern, de la sinagoga de East London. A ninguno de ellos se le permitió exponer su visión de la novela. Según el Acta de Publicaciones Obscenas de 1857, el Magistrado principal sir Chartres Biron era libre de decidir (y decidió) si el libro era obsceno sin escuchar antes ningún testimonio al respecto.[88]​ “No creo que la gente deba expresar una opinión sobre algo que es cuestión de decisión de la corte”, dijo.[89]​ Puesto que la propia Hall no estaba sometida a juicio, el libro no tenía derecho a su propia defensa, y Norman Birkett, abogado de Cape, había persuadido a Hall de que no tratase de hacerlo por sí misma.[88]

Birkett llegó a la corte con dos horas de retraso.[90]​ En defensa del libro, intentó alegar que la relación expuesta entre mujeres era puramente platónica, a lo cual Biron replicó diciendo: “He leído el libro”. Hall, quien antes del juicio había solicitado a Birkett que no “vendiese a los invertidos en defensa nuestra”, aprovechó un receso para advertirle que si seguía insistiendo en que el libro no tenía contenido lésbico ella misma se levantaría y le diría al magistrado la verdad antes de que alguien pudiera detenerla. Birkett se vio forzado a retractarse. En su lugar, arguyó que el libro era de buen gusto, y que poseía grandes méritos literarios.[91]​ James Melville, representando a Leopold Hill, tomó una postura similar: el libro había sido “escrito con una venerable intención”, no para inspirar pensamientos libidinosos, sino para examinar una cuestión social. El tema en sí mismo no debía ser prohibido, y el tratamiento que el libro le daba al mismo era irreprochable.[92]

En el juicio, Biron aplicó el test de obscenidad de Hicklin: un trabajo es obsceno si tiende a “depravar y corromper a aquellos cuyas mentes están abiertas a esas influencias inmorales”. Su sentencia sostenía que el mérito literario de la novela era irrelevante, porque un libro bien escrito pero obsceno era incluso más dañino que uno mal escrito. Un libro que describía la “degradación física y moral, que la indulgencia en aquellos vicios debe necesariamente incluir” podía ser permitido, pero ninguna persona en su sano juicio podía decir que una súplica para el reconocimiento y tolerancia de los invertidos no era obscena. El magistrado ordenó que el libro se destruyera y que la defensa pagara los costes del juicio.[93]

Hill y Cape apelaron ante el Tribunal de lo Penal de Londres.[94]​ El fiscal, el Procurador General de la República Sir Thomas Inskip, solicitó el testimonio de expertos en biología y medicina y del escritor Rudyard Kipling. Pero la mañana en la que Kipling debía presentarse en el juicio, Inskip le dijo que no sería necesario. James Melville había telegrafiado a los testigos de la defensa la noche anterior para decirles que no fueran. El jurado que escuchó la apelación, compuesto por doce magistrados, tuvo que confiar en los pasajes que Inskip leyó para ellos para que conocieran la temática del libro, dado que el Director de Procesamientos Públicos se negó a darles copias para su lectura. Después de deliberar solo durante cinco minutos, mantuvieron la decisión de Biron.[95]

El hundimiento de la soledad, una sátira anónima escrita en verso y perteneciente a “varias manos”, apareció a fines de 1928. Se ocupó de satirizar a ambos bandos de la controversia generada en torno a El pozo de la soledad, aunque su principal objetivo fueron Douglas y Joynson-Hicks, “Dos Hombres Buenos — sin importar su intelecto”.[96]​ Sin embargo, la introducción, hecha por el periodista P. R. Stephensen, describía la discusión moral de ‘‘El pozo’’ como “débil” y descalificaba a Havelock Ellis, denominándolo “psicópata”. El hundimiento de la soledad apoyaba la visión del lesbianismo como algo innato:

Aunque Safo ardió con una llama particular

Dios la entiende, lo debemos imitar,
Y de tales excentricidades decir

“Esto es verdad, es compasión: fue concebida así”.[97]

Con todo, El hundimiento de la soledad retrataba a Hall como una moralista sin sentido del humor, que tenía mucho en común con los detractores de su novela.[96]​ Una ilustración, que insinuaba el martirio religioso expresado en El pozo, mostraba a Hall clavada en una cruz. La imagen horrorizó a la escritora; la culpa que sintió al ser representada de esa manera en dicho dibujo, que entendió como blasfemo, la llevó a elegir un argumento religioso para su siguiente novela, The Master of the House.[98]

La editorial Alfred A. Knopf, Inc. había planeado publicar El pozo de la soledad en los Estados Unidos al mismo tiempo que Cape lo hacía en el Reino Unido. Pero después de que Cape pospusiera la publicación, Knopf se encontró ante la disyuntiva de imprimir un libro que había sido retirado de su propio país, por lo cual decidió no llevar a cabo la edición, diciéndole a Hall que nada de lo que hiciesen podría evitar que el libro fuese tratado como pornografía.[99]

Cape vendió los derechos en los Estados Unidos a la recién formada casa editorial de Pascal Covici y Donald Friede. Friede había escuchado rumores acerca de El pozo en una fiesta en la casa de Theodore Dreiser e inmediatamente decidió adquirir sus derechos. Había vendido previamente una copia de la novela de Dreiser, An American Tragedy (Una tragedia americana), a un oficial de policía de Boston para intentar crear un precedente en un caso de censura, caso que perdió, para posteriormente perder también la apelación. Friede tomó un préstamo bancario de diez mil dólares para mejorar la oferta de 7,500 dólares que otro editor había hecho sobre El pozo, y reclutó a Morris Ernst, cofundador de la Unión Americana por las Libertades Civiles, para defender al libro de las batallas legales. Friede invitó a John Saxton Sumner, de la Sociedad Neoyorquina para la Supresión del Vicio, a que le comprara una copia en persona, para asegurarse de que él (y no cualquier librero) sería el único procesado. Además de eso, viajó a Boston para darle otra copia a la “Watch and Ward Society”, tanto con el fin de desafiar la censura literaria como con el de generar más publicidad, pero se sintió desilusionado cuando le dijeron que no veían nada malo en el libro.[99]

En Nueva York, Sumner y varios detectives de la policía incautaron en las oficinas de los editores 865 copias de El pozo de la soledad, y Friede recibió una multa por vender una publicación obscena. En el momento del allanamiento, Covici y Friede ya habían sacado de Nueva York las placas de impresión, para así poder continuar editando el libro. En el momento en el que el caso se convirtió en un juicio, el material ya llevaba seis reimpresiones. A pesar de su precio de cinco dólares — costaba el doble que una novela promedio —, vendió más de cien mil copias en el primer año.[99]

En los Estados Unidos, así como en el Reino Unido, se aplicó la prueba de obscenidad de Hicklin, pero la jurisprudencia de Nueva York había establecido que los libros debían ser juzgados por sus efectos sobre los adultos antes que sobre los niños, y que el mérito literario de los mismos era relevante.[99]​ Ernst obtuvo declaraciones de distintos autores, incluyendo a Dreiser, Ernest Hemingway, H. L. Mencken, Upton Sinclair, Ellen Glasgow y John Dos Passos.[100]​ Para asegurarse de que estos testimonios serían escuchados, incorporó las opiniones en su alegato. Sus argumentos se apoyaron en la comparación con el caso del libro Mademoiselle de Maupin, del escritor Théophile Gautier, obra que fue absuelta de obscenidad en un juicio llevado a cabo en 1922. Mademoiselle de Maupin describía una relación lésbica de una forma más explícita que la relatada en El pozo. De acuerdo con Ernst, El pozo tenía mejores valores sociales porque su tono era más serio y además hacía un llamado contra la incomprensión y la intolerancia.[99]

En una opinión publicada el 19 de febrero de 1929, el magistrado Hyman Bushel declinó la posibilidad de tomar en cuenta las cualidades literarias del libro y dijo que El pozo estaba “calculado para depravar y corromper mentes abiertas con sus influencias inmorales”. Según las leyes de Nueva York, sin embargo, Bushel no podía dictaminar; solo podía reenviar el caso, con ciertas instrucciones acerca de los procedimientos, a la Corte de Sesiones Especiales de Nueva York, donde sería juzgado. El 19 de abril, la Corte publicó una sentencia de tres párrafos que indicaba que el tema tratado por El pozo — un “delicado problema social” — no violaba la ley a menos que estuviese escrito con un fin obsceno. Después de “una lectura cuidadosa del libro completo”, lo liberaron de todos los cargos.[99]

Covici y Friede importaron, tras el dictamen, una copia de la edición de Pegasus Press desde Francia como una forma adicional de confirmar que el dictamen de la resolución judicial era firme y de consolidar sus derechos sobre el libro en EE. UU.[99]​ La aduana frenó el ingreso del libro al país, lo cual también podría haber evitado que fuera distribuido de estado en estado.[101]​ No obstante, el Juzgado de Aduanas de Estados Unidos determinó que el libro no contenía “una palabra, frase, oración o párrafo que pudiera verdaderamente ofender al pudor”.[102]

La edición de Pegasus Press seguía estando disponible en Francia, y algunas copias consiguieron llegar al Reino Unido. En una “Carta desde París”, publicada en The New Yorker, Janet Flanner comentó que los vendedores ambulantes las vendían en gran cantidad a pasajeros que viajaban a Londres en la línea de trenes La Fleche D’Or.[103]

En 1946, tres años después de la muerte de Hall, su pareja Troubridge quiso incluir El pozo en una edición conmemorativa que compilaba los trabajos de la escritora. Peter Davies, de Windmill Press, escribió al consejero legal del Ministerio del Interior para preguntar si la administración laborista de la época, después de la guerra, permitiría que el libro se publicara de nuevo. Aunque Troubridge no lo supo, añadió una posdata en la que decía: "La verdad es que no me entusiasma la idea de publicar El pozo de la soledad y me siento más que nada aliviado por la falta de entusiasmo que encuentro en los círculos oficiales". El Ministro del Interior, James Chuter Ede, le dijo a Troubridge que cualquier editor que reimprimiese el libro corría el riesgo de ser procesado.[104]​ En 1949, de cualquier modo, Falcon Press sacó al mercado una nueva edición que no tuvo problemas con la justicia.

El pozo ha sido impreso de forma continuada después de esto y traducido al menos a catorce idiomas.[94]​ En los años 60 continuaba vendiendo un promedio de 100.000 copias por año solamente en los Estados Unidos.[105]​ En 1972, volviendo la vista hacia la controversia pasada, Flanner hizo una observación acerca de lo increíble que le parecía que un libro “tan inocente” como El pozo pudiera haber creado semejante escándalo.[103]​ En 1974, el libro se leyó al público británico en el programa de radio Book at Bedtime ("Un libro a la hora de dormir"), emitido por la BBC.[106]

Otras tres novelas de temática lésbica fueron publicadas en Inglaterra en 1928: The Hotel (cuya traducción sería “El hotel”) de Elizabeth Bowen, Orlando de Virginia Woolf, y la novela satírica Extraordinary Women (Mujeres extraordinarias) escrita por Compton Mackenzie. Ninguna de esas obras sufrió algún tipo de censura.[107]The Hotel, como otras novelas anteriores en las que los críticos han encontrado temas lésbicos, halló una gran reticencia en su acogida,[107]​ mientras que Orlando podría haber sido protegida por su alegre estilo modernista.[108]​ El Ministerio del Interior consideró la posibilidad de procesar a Mujeres Extraordinarias, pero concluyó que este libro carecía de la “seriedad” que sí poseía El pozo y no inspiraría a los lectores a adoptar “esas prácticas allí tratadas”.[109]​ Con esto Mackenzie se sintió desilusionado, puesto que esperaba que un caso de censura incrementase las ventas de su libro.[110]​ A pesar de la publicidad que se generó intentando sacar provecho de la controversia creada por El pozo de la soledad, anunciando que Radclyffe Hall había servido como modelo para uno de los personajes,[111]​ "Mujeres extraordinarias" vendió solo dos mil copias.[110]

Una cuarta novela publicada ese mismo año, El almanaque de las mujeres (Ladies Almanack), de la escritora americana Djuna Barnes, no solo contenía un personaje basado en Radclyffe Hall, sino también pasajes que podrían ser interpretados como una respuesta a algunos de El pozo.[112]Ladies Almanack es una novela basada en hechos reales sobre un círculo lésbico artístico y literario en París; está escrito en un estilo arcaico cercano al de François Rabelais, y su protagonista, basada en Natalie Barney, es la dama Evangeline Musset. Igual que Sir Phillip pasea por su estudio mientras se preocupa por Stephen, el padre de Musset "camina por su biblioteca vestido con la más normal de las camisetas de pijama". Cuando, al contrario que Sir Phillip, este padre se enfrenta a su hija, ella responde confiada: "Vos, mi buen guardián, esperabais un hijo cuando yacisteis sobre vuestra elegida... ¿Acaso no estoy cumpliendo vuestro deseo? ¿Y no es esto lo más encomiable, ver que lo hago sin las herramientas para el intercambio, y sin quejarme siquiera?".[113]​ El libro de Barnes es mucho más explícito en el trato de la sexualidad que el de Radclyffe Hall; su estilo críptico, lleno de bromas con doble sentido y un lenguaje muy ornamentado, podrían haber sido premeditados para disfrazar su contenido y evitar atraer la atención de los censores.[114]​ De cualquier manera, este libro no podía ser procesado por el Ministerio del Interior, dado que solo fue publicado en Francia, en una edición de pocos ejemplares. No se distribuyó más extensamente hasta 1972.[115]

En 1921, Lord Birkenhead, el Lord Canciller del gobierno británico, había propuesto una ley que habría criminalizado el lesbianismo, alegando que “de cada mil mujeres… novecientas noventa y nueve ni siquiera han oído nunca un susurro acerca de estas prácticas”.[116]​ De hecho, el conocimiento del lesbianismo había ido gradualmente creciendo desde la Primera Guerra Mundial, pero aún seguía siendo un tema del que muchas personas jamás habían oído hablar, o que quizás solo preferían ignorar.[117]El pozo de la soledad convirtió la inversión sexual en un tema de conversación común por primera vez.[118]​ La prohibición del libro llamó tanto la atención sobre el tema que se suponía que había que silenciar que dejó a las autoridades británicas con ciertos recelos hacia la posterior censura de otros libros que contuvieran temática lésbica. En 1935, después de una queja presentada contra el libro La mujer soltera y sus problemas emocionales, una nota del Ministerio del Interior expreso que: “Es notorio que el proceso contra El pozo de la soledad dio como resultado una infinitamente mejor publicidad sobre el lesbianismo que la que se hubiera hecho si el libro no hubiese sido procesado”.[119]

James Douglas ilustró su denuncia contra El pozo con una fotografía de Radclyffe Hall vestida con esmoquín de seda y sombrero, sosteniendo un cigarrillo y un monóculo. La escritora solía vestir faldas rectas hasta la rodilla, pero los siguientes artículos del periódico cortaron la foto de manera que era difícil distinguir que no llevaba pantalones.[120]​ Las vestimentas que Hall acostumbraba usar no eran escandalosas en la década de 1920; el cabello corto era ya común en las mujeres, y la combinación de chaquetas entalladas y faldas cortas formaba parte de una moda reconocida, discutida en las revistas como el estilo “severamente masculino”.[121]​ Algunas lesbianas, como Hall, adoptaron ese estilo como una manera de señalar su sexualidad, pero este era un código que solo unos pocos sabían interpretar.[122]​ Con la controversia generada sobre El pozo de la soledad, Hall se convirtió en el rostro público de la inversión sexual, y todas aquellas mujeres que preferían las modas masculinas cayeron bajo un nuevo escrutinio.[123]​ La periodista lesbiana Evelyn Irons — quien consideraba el estilo de Hall “bastante femenino” comparado con el suyo propio — comentó que después de la publicación de El pozo, los camioneros le gritaban a cualquier mujer por la calle que vistiera cuello alto y corbata: “oh, usted es la Srta. Radclyffe Hall”.[124]​ Para algunas, la nueva visibilidad fue bienvenida: cuando Hall habló en un almuerzo formal en 1932, la audiencia estaba repleta de mujeres que imitaban su estilo.[125]​ Pero en un estudio acerca de mujeres lesbianas realizado en Salt Lake City entre los años 1920 y 1930, la mayoría lamentó la publicación de El pozo, porque había llamado una atención que consideraban innecesaria sobre ellas.[126]

En un estudio realizado entre la clase trabajadora de la comunidad lésbica de Buffalo, Nueva York, entre 1940 y 1950, El pozo de la soledad fue el único trabajo de la literatura lésbica que habían leído o del cual habían escuchado hablar.[127]​ Para muchas jóvenes homosexuales en los años cincuenta, este era el único recurso de información acerca del lesbianismo.[128]​ El reconocimiento que obtuvo el nombre de El pozo hizo que fuera posible encontrar el libro en librerías, aun cuando éstas todavía no poseían secciones dedicadas a la literatura LGBT.[129]​ En 1994, un artículo en Feminist Review hizo notar que El pozo “regularmente aparece en historias de mujeres que están saliendo del armario — y no en aquellas de lesbianas ya declaradas”.[130]​ Esto fue luego objeto de burlas: Ferry Castle dijo que “como muchas lesbianas amantes de los libros, debí haber perdido gran parte de mi vida adulta haciendo bromas acerca de él”, y Mary Renault, quien lo leyó en 1938, recordó haberse reído con su “seria carencia de sentido del humor” y su “impermisible permisibilidad con la autocompasión”.[131]​ Produjo además respuestas emocionales de gran alcance, tanto positivas como negativas. Una mujer expresó su enojo por cómo El pozo podía afectar a aquellas “lesbianas que comenzaban a emerger solitarias”, “escribiendo una nota en un ejemplar del libro de una biblioteca, para decirles a otras lectoras que el amor entre mujeres puede ser maravilloso”.[132]​ Una superviviente del holocausto dijo: “recordando este libro, quise vivir lo suficiente como para poder besar a otra mujer”.[133]

En los años setenta y a principios de los ochenta, cuando las feministas homosexuales rechazaban las identidades de lesbianas femeninas y masculinas (denominadas comúnmente en el mundo anglosajón como femme y butch) que la novela de Hall había ayudado a definir, escritoras como Jane Rule y Blanche Wiesen Cook criticaron El pozo por definir al lesbianismo en términos de masculinidad, así como por la presentación que hacía de la vida de las lesbianas como “carente de felicidad”.[134]​ En críticas más recientes, las condenas al retrato que Hall hace de las lesbianas masculinas han dejado paso a intentos de ubicar la novela en su contexto histórico,[135]​ pero la reputación de El pozo como “la novela lésbica más depresiva jamás escrita” persiste y sigue siendo controvertida.[136]​ Algunos críticos ven el libro como una forma de reforzar las creencias de los homófobos, mientras que otros insinúan que la tragedia descrita en el libro y la forma en que muestra el sentimiento de vergüenza son precisamente sus aspectos más convincentes.[137]

Las ideas y actitudes mostradas en El pozo ahora les resultan poco actuales a muchos lectores, y pocos críticos son los que elogian su calidad literaria.[138]​ Sin embargo, continúa siendo sometida a la revisión de los críticos, provocando una fuerte identificación y una intensa reacción emocional por parte de algunas lectoras, y evocando un alto nivel de implicación personal por parte de los críticos.[139]

Wilette Kershaw, una actriz estadounidense que estaba representando obras prohibidas en París, propuso realizar una dramatización de El pozo de la soledad. Hall aceptó un anticipo de 100 libras por dicha obra, pero cuando ella y Troubridge vieron actuar a Kershaw, la encontraron demasiado femenina para el rol de Stephen. Hall intentó anular el contrato, pero Kershaw se negó a ello. La representación se llevó a cabo por primera vez el 2 de septiembre de 1930. En los créditos no aparecía el nombre de ningún dramaturgo por la adaptación del libro, lo cual parecía indicar que la propia Hall la había escrito, aunque en realidad ésta había corrido a cuenta de un exmarido de Kershaw, quien modificó la obra para que resultara más optimista.[140]​ De acuerdo con Janet Flanner, quién cubrió la apertura para la revista americana The New Yorker, Kershaw “suplió con vestuario lo que le faltaba en psicología”, utilizando botas de diseño, pantalones bombachos y un látigo para montar. Hacia el final de la obra cambiaba sus vestimentas por un vestido blanco que utilizaba en el último discurso, en donde “pedía la compasión, ‘que ya se usa en los terremotos y con los asesinos’, para intentar tolerar una calamidad de menor importancia, como lo era el lesbianismo de su personaje, Stephen Gordon”.[141]​ Hall amenazó con llevarles a juicio para intentar frenar la producción, pero la solución del asunto llegó pronto, ya que la obra dejó de representarse pocas noches después de su primera función. La escaramuza pública entre Hall y Kershaw incrementó las ventas de la novela.[142]

Una película francesa de 1951, cuya historia se desarrollaba en un internado para señoritas, se distribuyó en Estados Unidos con el nombre de The Pit of Loneliness (cuya traducción literal sería “El hoyo de la soledad”). Se le dio dicho nombre intentando aprovechar la notoriedad que había alcanzado El pozo,[143]​ aunque en realidad estaba basada en la novela Olivia,[144]​ escrita por Dorothy Bussy.[145]Olivia también fue el nombre que el film recibió en países de habla hispana. Otra película de mediados de 1930, Children of Loneliness, se anunció como «inspirada en» El pozo, pero poco de la novela de Hall podía verse en la historia de una lesbiana masculina que pierde su visión a causa de un ácido y que es arrollada por un camión, lo cual deja libre a su joven e inocente compañera de habitación (a la cual había seducido) para encontrar el amor junto a un deportista. Un crítico del Motion Picture Herald informó de que durante la exhibición de la película en Los Ángeles en 1937, una persona que se autodenominaba “doctor” aparecía después de la presentación vendiendo folletos que decían explicar la homosexualidad. Dichos folletos fueron considerados literatura obscena, lo cual propició el arresto de dicho vendedor.[146]

En 1985, la escritora, actriz y locutora mexicana Nancy Cárdenas, dirigió un montaje teatral basado en la novela. La obra se representó en el Teatro Fru Fru de la Ciudad de México y fue interpretada por las actrices mexicanas Irma Serrano y Sonia Infante.[147]



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