Enrique Díaz Araujo cumple los años el 25 de abril.
Enrique Díaz Araujo nació el día 25 de abril de 1934.
La edad actual es 90 años. Enrique Díaz Araujo cumplió 90 años el 25 de abril de este año.
Enrique Díaz Araujo es del signo de Tauro.
Enrique Díaz Araujo nació en Mendoza.
Enrique Díaz Araujo (Mendoza, Argentina, 25 de abril de 1934 -4 de febrero de 2021) fue un abogado, historiador y escritor argentino. El doctor Alberto Caturelli.
Realizó sus estudios de abogacía e historia en la Universidad de La Plata, Provincia argentina de Buenos Aires. Ha sido funcionario judicial, juez de instrucción y camarista en lo criminal, pero su labor más destacada ha sido como docente, historiador y escritor católico y nacionalista. "Historiador y filósofo argentino. Es figura principal entre los pensadores argentinos actuales. Dice Caturelli que en él "la pasión por su país se hace una con la pasión por la Verdad" (...) ha ejercido su magisterio en la Universidad Nacional de Cuyo, de la que fue profesor titular desde 1965 hasta su jubilación. Asimismo, fue profesor invitado en muchas universidades argentinas e hispanoamericanas, entre las que se cuenta la Universidad Autónoma de Guadalajara".
Fue profesor titular por concurso de Historia Argentina Contemporánea en las Facultades de Ciencias Políticas y Sociales y Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo. Docente investigador de la categoría 1-A del Concejo Interuniversitario Nacional, fue miembro titular de la Comisión Nacional de Categorizaciones del mismo. También ejerció como profesor en la Universidad Mendoza. En Chile dictó clases de Historia Americana en casas de Altos Estudios de Valparaíso y Santiago, como más adelante lo efectuó en la Universidad Autónoma de Guadalajara, México. En el año 2010 fue uno de los dos argentinos elegidos para representar al país en el Congreso Internacional de Investigación Histórica de Roma, celebrado en abril en la ciudad del Vaticano y Roma, convocado por el Pontificio Consejo de la Cultura, la Pontificia Comisión para América Latina, la Universitá Europea di Roma y el Ateneo Regina Apostolorum con motivo del Bicentenario de la independencia americana. En esta oportunidad ofreció la conferencia "La política religiosa de José de San Martín y de Simón Bolívar" . Fue miembro de la Junta de Estudios Históricos de Mendoza, en Argentina, con reconocimientos internacionales por su labor, ha sido Director del Instituto de Derecho Público, en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Mendoza y miembro de la Comisión Asesora del Centro Bibliográfico de la Biblioteca Central de la Universidad Nacional de Cuyo. Al enviudar se instaló en La Plata, dictando clase en la Universidad Católica de esa ciudad. Vuelto a casar, con María Delia Buisel, continuó como investigador de la Universidad Católica de La Plata.
También el doctor Caturelli nos cuenta acerca de la obra de Enrique Díaz Araujo que "en el campo de la filosofía ha examinado y puesto bajo su lupa al evolucionismo tanto biológico como cultural, al marxismo en sus diversas formas, a los embaucadores de la "fantaciencia". Bajo la calificación genérica de Rebelión de la nada ha sometido a análisis crítico no exento de humor, a los que llama "los ideólogos de la subversión cultural". Marcuse, Reich, Fanon, Gunter Frank, José Ingenieros, Paulo Freire, Teilhard de Chardin.
Ya en ese libro -continúa Caturelli- señalaba Díaz Araujo el parentesco ideológico entre Teilhard y Bartolomé de Las Casas y amplió su crítica historiográfica a este último en su volumen Las Casas, visto de costado; Crítica bibliográfica sobre la leyenda negra. Como Irazusta, Meinvielle, Castellani, Doll, Taborda, Lugones, Joaquín V. González y tantos otros, en Díaz Araujo la pasión por su país se hace una con la pasión por la Verdad". Omar Alonso Camacho quien fue Jefe de Trabajos Prácticos en la Cátedra de la Facultad de Filosofía y Letras escribió a propósito de su fallecimiento: "Hemos perdido a un maestro, a un camarada, a un amigo “Que nuestra tierra quiera salvarnos del olvido/ por estos cuatro siglos que en ella hemos servido” (Leopoldo Lugones) ... Había pasado la noche despierto, molesto y para cubrir los dolores María Delia le leía las últimas noticias del diario y él respondía, como siempre, con algunos comentarios irónicos. ¡No podía con su genio! Ya me lo imagino: murió tratando de interpretar a esta Argentina tan llena de misterios. ... descendía de los primeros españoles que llegaron a Cuyo en 1561. Siempre decía que ese origen patricio no lo hacía mejor o superior porque las personas valen por sus buenas obras, y no por los méritos de sus antepasados. Y agregaba “el llevar mucho tiempo en un suelo dado, en mi entender, sólo otorga deberes, no privilegios”. Y vaya que respondió a ese último mandato. Toda su vida, ya como docente e historiador, ya como juez, ya como periodista, estuvo marcada por tres principios que defendió a capa y espada en todos los ámbitos: el cristocentrismo como concepción general de la existencia; el tradicionalismo clásico desde el punto de vista del orden político y el nacionalismo defensivo y antiimperialista en tanto que ciudadanos de un país acosado por las grandes potencias del mundo... Enrique Díaz Araujo fue católico y nacionalista siempre. No fue un ciudadano “políticamente correcto”. Puso a Dios, a la Patria y la familia por encima de todo. Seguro que mañana no será noticia en los diarios. Parafraseando a los poetas, escribe Antonio Caponnetto: Los enemigos internos y externos nos han tomado de rehén a la Patria y no pueden reconocer a “la larga legión de perdedores, que hicieron que esta patria aún subsista" como lo fue nuestro amigo Enrique".
AEFyL (Agrupación de Estudiantes de Filosofía y Letras) publicó: "lamentamos profundamente el fallecimiento de Don Enrique Díaz Araujo, verdadero maestro intelectual de varias generaciones de argentinos identificados con la Causa de Malvinas y el legado del Libertador José de San Martín. Desde sus libros defendió la dignidad nacional, lesionada durante décadas por obra de los desmalvinizadores y los "chatarreros" que pretendían mancillar el buen nombre y honor del Padre de la Patria. A unos y otros Don Enrique les respondió con la altura de quien defiende lo que se ama".
El doctor Antonio Caponnetto en un poético obituario publicó: "Enrique Díaz Araujo toma el cielo por asalto". El escrito comienza recordando la frase de Hölderlin: “Yo quisiera dormir en mi estrecha tumba junto a los santos de Maratón” y la cita de la Biblia en Mt.11,12 que dice: “El Reino de los Cielos está en tensión, y únicamente lo arrebatan los valientes”. El texto termina, después de imaginar la llegada al cielo del historiador, con estos versos: "Abajo, mientras tanto, tejíanse obituarios/ que tuvieran la dura certidumbre de un filo, /brotó entonces la noble exigencia de Esquilo:/por Dios y por la Patria peleé entre legionarios./ Descanse camarada, libró su Maratón./ Que la Virgen del Carmen custodie su reposo./ Hasta que llegue el día del triunfo glorioso/ seremos los custodios del Fuego y del Fogón". El epitafio: "Aquí yace uno que no defeccionó en la defensa de Dios, de la Iglesia y de la Patria", es una reescritura del epitafio del dramaturgo griego Esquilo, que aunque fue un gran escritor es recordado en su epitafio por algo mucho más importante: su generosidad con la patria y su heroísmo en la Batalla de Maratón frente a los persas. Del mismo modo, el doctor Enrique Díaz Araujo fue un grande como historiador, investigador y profesor pero lo recordaremos por su rasgo más importante: su incuestionable, decidido y permanente amor a Dios, a la Iglesia y a la Patria.
Según el doctor Rafael Breide Obeid, que cuando fue rector de la Universidad Católica de La Plata lo convocó para dar clases en esa casa de estudios, "en todos los campos alcanzó la cumbre en el pensamiento. Díaz Araujo es considerado uno de los últimos grandes maestros del revisionismo histórico argentino. Parte de un linaje donde se encuentran sus maestros Vicente Sierra, Guillermo Furlong, Carlos Sttefens Soler, Julio Irazusta, Federico Ibarguren, José María Rosa, Pedro Santos Martínez o el padre Cayetano Bruno", precisa Breide.
Autor de más de 60 obras y 300 artículos de revistas, entre sus libros más destacados podrían citarse San Martín, cuestiones disputadas, obra donde defiende al general de las calumnias, que es una ampliación de Don José y los chatarreros; Mayo revisado, obra en tres tomos donde hace un repaso de los distintos autores y las corrientes historiográficas sobre la Revolución y su significado; Ernesto Guevara de la Serna, Aristócrata, Aventurero y Comunista, o sus estudios con aportes originales sobre Malvinas.
Siendo un tradicionalista clásico, comprometido, sin complejos de su catolicismo, escribió con pluma clara y filosa contra los mitos, falsedades y recortes de la historia nacidos de la ideología liberal, impuesta por la Revolución francesa y el Iluminismo que la precedió, como admitió alguna vez en una entrevista.
Sus investigaciones abarcaron toda nuestra historia, desde la época colonial hasta nuestros días. Tiene obras muy importantes sobre Colón; la conquista de América y nuestra independencia. Pero también sobre la política más reciente, como el radicalismo, los orígenes del peronismo y finalmente sus estudios sobre la subversión, un asunto al que le dedicó una decena de libros, estudiando las propias fuentes de la guerrilla y buscando la prueba confesional, como en La guerrilla en sus libros, obra en cuatro tomos.
Patricia Elena Barrio, investigadora del Conicet, discípula junto a Omar Alonso Camacho y durante muchos años adjunta a su cátedra de Historia Argentina Contemporánea en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNCuyo: "Como profesor parecía a primera vista distante. Eso era así hasta que empezaba a hablar, cuando encandilaba a los alumnos con su solidez y entonces sus cursos se sumían en el silencio. Causaba un respeto intelectual casi reverencial, tanto entre alumnos como entre profesores", evoca Barrio, quien destaca que "fue siempre muy consultado como director de tesis, incluso por gente de la izquierda nacional". También recuerda que cuando entraba en confianza, se prodigaba sin embargo con generosidad, ofreciendo incluso sus libros. Pero era en la relación personal, en los pequeños grupos, en las cátedras privadas que dio a veces semanalmente para unos pocos discípulos, donde compartir el tiempo con él resultaba "una feliz tertulia", ocasiones donde se lo veía sonreír a partir de un humor que era en él siempre irónico .
Para la doctora Andrea Greco, su muerte "es una enorme pérdida para la patria y para la investigación histórica. Felizmente nos queda su obra. Y nos queda el recuerdo de un hombre generoso, un hombre de una gran cultura, de una gran formación filosófica, y de una memoria prodigiosa". Díaz Araujo estuvo trabajando hasta el último día en un ensayo en el que pensaba recopilar diferentes temas polémicos, misceláneo que se publicará bajo el título Antimitos. "Esa misma noche, entre la lectura de diarios, le dio a su esposa instrucciones sobre su entierro, sobre dónde y cómo quería que lo sepultaran. Lo que demuestra el espíritu de cristiano viejo que siempre tuvo. (...) Eso de estar siempre preparado era muy propio de él. Cuando debía viajar en avión indicaba siempre a alguien cuáles eran los trabajos que tenía entre manos, lo que debía ser completado y lo que debía publicarse en caso de que no volviera. En el último tiempo ya había empezado a tomar previsiones con más frecuencia en ese sentido". Díaz Araujo, un historiador que vibró hasta el final con su Patria, deja un gran discipulado y una obra monumental, difícil de abarcar y de valorar. "Tan grande, minuciosa y precisa como la de los grandes revisionistas", concluye Greco .
Declaradamente nacionalista católico y antiperonista, en su juventud formó parte de los comandos civiles. En el último tiempo, concordaba con el Partido NOS.
«Registremos pues, por anticipado, que seremos «fascistas», «macartistas», «reaccionarios», «obscurantistas», «inquisitoriales», «totalitarios», partidarios de la Gestapo y de los cosacos, lacayos del capitalismo y cuantas cosas más que se les venga en ganas decir. Ninguno de estos epítetos nos preocuparán ni nos impedirán decir lo que vamos a decir»
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