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Epifisiólisis



La epifisiolisis es un término médico que se refiere a una fractura del cartílago o fisis de un hueso largo. El cartílago de crecimiento, ubicado entre la epífisis y la metáfisis del hueso y constituido por células cartilaginosas que están estratificadas de manera muy precisa, responsables del crecimiento en longitud del hueso. Una vez finalizado el crecimiento, la zona se osifica desapareciendo el cartílago.[1]​ Entre un 15% al 25% de las fracturas de la infancia afectan al cartílago fisario de crecimiento. La fractura puede ir recorriendo o cruzar dicha estructura, provocando como resultado la separación de una parte o la totalidad de la epífisis de la metáfisis.[2][3]

La epifisiolisis se produce principalmente antes de la adolescencia con predilección por el sexo masculino (2:1). Se localiza con más frecuencia en el miembro superior que en el inferior, de mayor a menor frecuencia en la parte distal del radio (aproximadamente 40%), húmero distal (15%), la tibia distal (12%), peroné distal (9%) y la falanges de los dedos (2%).[3]

La clasificación más sencilla es la clasificación de Salter y Harris:[4][3]

En la clasificación de Ogden se agrega un Grado VI en la que se afectan los segmentos óseos más cercanos a la fisis de crecimiento de tal manera que pudieran afectar o limitar el crecimiento óseo. De igual manera, la reciente clasificación de Peterson añade un tipo de fractura VI, en la que falta una parte de la epífisis, de la placa de crecimiento y de la metáfisis. Esto suele ocurrir con una herida abierta o fractura compuesta, a menudo por las cortadoras de césped, las maquinarias agrícolas, motos de nieve, o heridas de bala.

Las fracturas de la placa de crecimiento ocurren dos veces más frecuentemente en varones que en las niñas, porque los cuerpos de las niñas maduran a una edad más temprana que los varones. Como resultado, sus huesos terminan de crecer antes, y sus placas de crecimiento se sustituirán por un hueso más fuerte y sólido.

Un tercio de todas las lesiones de la placa de crecimiento se producen en las competencias deportivas como fútbol, baloncesto o gimnasia, mientras que alrededor del 20 por ciento de las epifisiolisis ocurren como resultado de actividades recreativas, como ir en bicicleta, pasear en trineo, esquiar, o patinar.

Otras causas de una epifisiólisis incluyen:[2]

La placa de crecimiento, también conocida como placa epifisaria o fisis, es el área de cultivo de tejido, cerca de los extremos de los huesos largos en los niños, niñas y adolescentes. Cada hueso largo tiene al menos dos placas de crecimiento: una en cada extremo del hueso. La placa de crecimiento determina la futura longitud y forma del hueso maduro. Cuando el crecimiento se completa—en algún momento durante la adolescencia—las placas de crecimiento se estrechan y se sustituirán por huesos sólidos. Debido a que el crecimiento de las placas son las áreas más débiles del creciente esqueleto, incluso más débiles que los ligamentos y los tendones que lo rodean y que conectan los huesos entre sí y los músculos, son puntos vulnerables a lesiones.

Las lesiones de la placa de crecimiento se pueden producir en niños en edad de crecimiento y adolescentes. En un niño, una lesión grave a una articulación puede con mayor probabilidad causar daño a la placa de crecimiento que a los ligamentos que estabilizan la articulación. Un traumatismo que podría causar un esguince en un adulto, puede causar una fractura en la placa de crecimiento de un niño.[2]

Después de investigar sobre cómo se produjeron las lesiones y examinar el niño, el médico probablemente utilice rayos X para determinar el tipo de fractura y decidir sobre un plan de tratamiento. Debido a que las placas de crecimiento, aún no se han endurecido como los huesos sólidos, no suelen aparecen en la radiografía. En lugar de ello, aparecen como espacios entre el cuello de un hueso largo, denominado metáfisis, y el extremo del hueso, llamado la epífisis. Debido a que las lesiones a la placa de crecimiento pueden ser difíciles de ver en rayos X, algunos especialistas toman placas del lado no afectado de manera se pueden comparar una con la otra. En algunos casos, se emplean otras pruebas diagnósticas, como la resonancia magnética (MRI), tomografía computarizada (TC), o la ecografía.

En raras ocasiones el médico tiene que traccionar para poner la fractura en su lugar, pero todas las lesiones de tipo I generalmente requieren una fèrula de yeso para mantener la fractura en su lugar a medida que se cura y para inmovilizar el codo. A menos que haya daños en el suministro de sangre, la probabilidad de que el hueso crezca normalmente es excelente.[4]

A diferencia de las fracturas de tipo I, las de tipo II normalmente han de ser puestas de nuevo en su lugar con tracción e inmovilizadas para asegurar que continúe el crecimiento normal. Dado que estas fracturas suelen volver a su posición normal durante el crecimiento, puede que el médico no vuelva a manipular esta fractura para reubicarla en su posición.[4]

A veces la cirugía es necesaria para volver a unir las superficies a la normalidad. Las perspectivas para el crecimiento o el pronóstico son buenas si el suministro de sangre al separarse de la epífisis sigue intacta, si la fractura no es desplazada, y en caso de que no se forme un puente de hueso nuevo en el lugar de la fractura.[4]

La cirugía es casi siempre necesaria para restaurar la superficie articular a la normalidad y ajustarla perfectamente a la placa de crecimiento. A menos que se logre una alineación perfecta y esa alineación se mantiene durante la cicatrización, el pronóstico para el crecimiento normal es pobre. Esta lesión ocurre más comúnmente al final del húmero—hueso de la parte superior del brazo—cerca del codo.[4]

Esta lesión es poco frecuente y se produce cuando el extremo del hueso es aplastado y la placa de crecimiento se comprime. Es más probable que se produzca en la rodilla o el tobillo. El pronóstico es malo, ya que el retraso prematuro en el crecimiento es casi inevitable.[4]

Cerca del 85 por ciento de las fracturas de la placa de crecimiento curan sin efecto negativo duradero. El que ocurra una detención del crecimiento depende del tratamiento previsto, y de los siguientes factores, en orden decreciente de importancia:

Las complicaciones generalmente derivan de la gravedad del traumatismo o posibles lesiones asociadas:



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