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Esclavitud en Colombia



La esclavitud en la actual Colombia fue practicada desde inicios del siglo XVI hasta su abolición definitiva en 1851. Este proceso consistió en la trata de seres humanos de origen africano e indígena, primero por parte de los colonizadores europeos provenientes de España y más adelante por las élites comerciales de la temprana república.

La esclavitud de los pueblos indígenas en lo que actualmente es Colombia se inició con la colonización del país por parte de los españoles a principios del siglo XVI, y con la creación del Nuevo Reino de Granada. Con el avance de las fuerzas conquistadoras los pueblos indígenas derrotados eran sometidos a la esclavitud en su condición de prisioneros de guerra como era la usanza española.[1]Gonzalo Jiménez de Quesada, por ejemplo, repartió unos dieciocho millares de prisioneros conquistados entre sus capitanes y soldados.[2]​ Este proceso continuaría sin ninguna intervención del estado o justificación legal hasta la expedición de las llamadas Leyes de Burgos por la corona española, las cuales eliminaron de jure la esclavitud de los pueblos indígenas en 1512. La condición legal de la población americana conquistada sería mejorada nuevamente por las llamadas Leyes Nuevas de 1542, que establecerían nuevas protecciones para estas gentes.

Sin embargo esto no debe interpretarse como una abolición de facto de la esclavitud de los indoamericanos. Entre los colonizadores europeos de la época surgió el aforismo «la ley se obedece, pero no se cumple» en referencia al desacato de las leyes expedidas desde Europa.[3]​ La esclavitud de los pueblos nativos continuaría al margen de la ley, con los conquistados siendo frecuentemente sometidos a los mismos tratos por parte de los españoles.

Más allá de la práctica informal de la esclavitud, los trabajos forzosos continuarían incluso dentro del marco de la ley, con las instituciones conocidas como la mita y la encomienda. Las leyes nuevas así como las leyes de Burgos contemplaban aún el trabajo forzoso y, aunque este no fuera formalmente la misma institución de la esclavitud, materialmente no distaba mucho de la trata esclava. La mita establecía cuotas laborales que debía cumplir la población nativa a modo de tributo según asignación que hiciese el corregidor, mientras que la encomienda era una forma de clientelismo en la que los indígenas se veían obligados a retribuir a un encomendero los servicios supuestamente prestados por el mismo. El principal servicio que debía prestar el encomendero según lo contemplaba la legislación colonial era la evangelización, pero incluso en esto se veía negligencia; verbigracia hacia el siglo XVI solo había una iglesia de encomendero de tapia en todo Santa Fe de Bogotá.[4]​ Mientras tanto en Tunja los encomenderos no solo descuidaban su deber de educar sino que activamente lo saboteaban, oponiéndose fuertemente a que los indígenas aprendieran a leer y escribir.[4]

La aplicación de Leyes Nuevas de 1542 fue suspendida y con ello su intención de dejar sin poder a los encomenderos particulares. Hacia octubre de 1545 la Ley Malina derogaría esta intención de debilitar a los encomenderos, permitiendo nuevamente a los virreyes y gobernadores el establecimiento de nuevas encomiendas.[5]​ La encomienda no se debilitaría hasta finales del siglo XVII, tiempo en el que la mayoría de las encomiendas privadas fueron absorbidas por la corona. Para estas fechas la población indígena había sido diezmada en cantidades alarmantes, tanto por su disolución étnica como resultado del mestizaje como por los abusos de los colonizadores que cobraban sus vidas. En este sentido los requisitos para el otorgamiento de encomiendas fueron inversamente proporcionales a importancia de la misma, la figura fue reducida solo cuando el genocidio indígena le restó relevancia.[6]

El tráfico ibérico de esclavos africanos comenzó con los portugueses, quienes transportaban prisioneros a las Islas Madeira y las Azores. Por medio del Tratado de Alcáçovas en 1479 Castilla reconoció la primacía portuguesa en la trata de esclavos africanos, lo que los volvería los principales proveedores de mano de obra esclavizada para los siglos venideros.[7]​ Esto alcanzó una nueva dimensión con la colonización del Nuevo Mundo, siendo que la población nativa subyugada resultaba insuficiente para las explotación de recursos naturales y su número se veía reducido día a día, ya fuera por la propagación de enfermedades o su muerte a causa de los abusos de los europeos. Así el tráfico masivo de esclavos africanos hacia las provincias que serían la Nueva Granada daría inicio solo después de que la población indígena fuese diezmada, empezando en la segunda mitad del siglo XVI.[8]​ Esta trata se dio por medio de las llamadas licencias, una suerte de contrato con el estado en que la corona autorizaba el tráfico de esclavos hacia las colonias a cambio de una contribución fiscal.[9]

La trata esclava era justificada moralmente bajo la idea de que el esclavo recibía la «invaluable» labor evangelizadora de su amo, y de que el principio cristiano de la igualdad se refería a la igualdad en el más allá y la superioridad del hombre blanco en el presente.[8]​ Esto no impedía que los esclavos fuesen transportados en condiciones infrahumanas; el viaje desde África hasta América duraba unos dos meses y se llevaba a cabo en buques plagados de enfermedades, con pobre o ninguna ventilación, y hacinados.[10]

Los primeros conquistadores portugueses en llegar a las costas africanas tuvieron una aproximación bastante directa a la esclavización de los nativos, dependiendo de expediciones bélicas en los que secuestraban a los nativos; sin embargo el proceso resultaba engorroso y difícil, por lo que eventualmente fue substituido por las llamadas «factorías», en las que productos manufacturados eran intercambiados por los líderes locales a cambio de esclavos capturados.[11]

El grueso de los esclavos africanos llegados al Nuevo Mundo fue tomado de las costas occidentales africanas, entendidas como el espacio entre los ríos Senegal y Cuanza.[11]​ Determinar el origen étnico de los esclavos es complejo puesto que los registros de la época vienen de europeos interesados en identificar el puerto de origen y no en hacer cualquier tipo de valoración etnográfica. Así, los diversos investigadores que se aproximan a la cuestión de los orígenes de los esclavos negros colombianos frecuentemente no tiene más remedio que agrupar su origen en regiones mayores, frecuentemente divididas en tres. Luz Adriana Maya identifica estas como: sudano-saheliano, el bosque tropical y la selva ecuatorial húmeda;[12]​ John Thornton identifica las tres regiones como: la Alta Guinea, la Baja Guinea y la región de Angola. Estas regiones no comprenden un único pueblo e incluyen una gran diversidad entre ellas.

La región del Sáhel occidental es hogar de grupos étnicos como los fulani, mande y songhai. La región fue hogar de los imperios más grandes del África subsahariana, el Imperio de Ghana, Imperio de Malí e Imperio songhai; estos dos últimos harían parte directa de la trata de esclavos y colapsarían durante la misma. Los dos imperios más tardíos serían de carácter musulmán, lo que influiría no solo a las etnias dominantes de los mismos sino a otros pueblos que llegarían encadenados a los puertos de Cartagena de Indias como los balanta, bijagós, diola, nalu y sosso.[13]

En la región del Golfo de Guinea los pueblos pueden ser divididos en dos macro-grupos, los pueblos kwa y los hablantes de lenguas Volta-Níger. Esta región estuvo dominada por estados más pequeños como el Reino Asante así como las ciudades estado de Ife y Benín. Es origen de pueblos como los yoruba, igbo y asante.[14]​ Esta región representa el origen de varias religiones afrocaribeñas aún practicadas en Colombia como es la santería, que tiene su origen en la religión yoruba.

En la región más al sur comprendida entre el delta del río Congo y la actual Angola la gran mayoría de los pueblos eran de origen bantú, principalmente de hablantes de las lenguas kikongo y kimbundu.[15]​ La región incluyó estados como el pequeño Imperio lunda y el gran Reino del Congo, cuyo rey Afonso I intentó infructuosamente detener el tráfico de esclavos desde su dominio enviando correspondencia a Juan III de Portugal hablando de la «corrupción y depravación» de los esclavistas europeos de que despoblaban su país. Envió igualmente a emisarios a tratar con el papa pero estos fueron interceptados por los portugueses al desembarcar en Lisboa.[16]

Cartagena de Indias fue el principal puerto de entrada de esclavos al país durante el periodo colonial y durante su auge más alto resultó en ser el negocio más lucrativo de la ciudad. Hacia 1620 la ciudad contaba con 6000 habitantes, de los cuales 1400 eran esclavos de origen africano, hacia 1686 el número de esclavos había aumentado a 2000.[17]​ En el censo realizado entre 1778 y 1780 se determinó que la población esclava representaba el 10 % de la población en la Provincia de Santa Marta y el 8 % de la Provincia de Cartagena.[18]

El uso de mano de obra esclava resultó ser imprescindible para la economía de la Provincia de Cartagena, tanto en el ámbito urbano como rural. Con la muerte de la gran mayoría de la población nativa, el trabajo de los africanos alcanzó una gran relevancia. Aunque durante XVII la labor esclava fue empleada tanto en agricultura como ganadería, eventualmente esta pasó a concentrarse alrededor de solo esta última puesto que la agricultura es estacional y por ende resultaba menos rentable para el esclavista que deseaba reducir al mínimo las horas en que el esclavo no trabajaba.[19]

Al interior de las urbes la esclavitud ganaba una función no solo productiva sino de estatus, todas las casas de españoles prósperos en Cartagena y Mompós estaban dotadas de servidumbre negra, la cual servía como señal de opulencia.[19]​ Estos esclavos eran comercializados durante el siglo XVII por un valor entre los 200 y 400 pesos de plata cada uno.[20]

El sistema de producción con mano de obra esclava requería de un influjo constante de nuevos esclavos, puesto que la población de origen africano tenía índices negativos de crecimiento en el nuevo mundo. Esto obedecía a varios factores como el que el número de hombres superara al de mujeres por un factor de 5 a 1 debido que se les consideraba más productivos, así como el alto índice de mortalidad entre los trabajadores. Esto requirió el influjo constante de nuevos esclavos «bozales» (nacidos en África).[21]

El esclavismo en la provincia cartagenera comenzaría a decaer en el siglo XVIII. Durante la era republicana la institución entró en una verdadera decadencia, principalmente en las áreas rurales donde dejó de ser el sistema vigente de producción siendo reemplazado por mano de obra mestiza barata. En las zonas urbanas la esclavitud logró mantener su relevancia debido a que se encontraba más ligada a la exhibición de estatus que a los modos de producción, por lo que continuó siendo un sistema relevante hasta su abolición en el siglo XIX.[19]

Los primeros intentos de explotación minera usando esclavos de origen africano en la costa pacífica neogranadina se dieron durante el siglo XVII. Sin embargo estos intentos fueron muy limitados y mayormente infructuosos debido a las grandes dificultades que tuvieron los españoles a la hora de subyugar a las poblaciones nativas. Las grandes operaciones mineras, y con ellas el tráfico masivo de esclavos negros hacia la costa occidental, no comenzaría sino hasta las dos últimas décadas del siglo XVII.[22]

La gran mayoría de los esclavos africanos que eventualmente llegaría al pacífico entró por el puerto de Cartagena de Indias; en el Pacífico los mismos se comercializaban por un valor de unos 300 pesos de plata si eran bozales (nacidos en África), y entre 400 y 500 si eran criollos (nacidos en América).[23]​ Por análisis de documentos de la época, parece que más de la mitad de los esclavos llegados a la Provincia del Chocó eran de origen kwa, principalmente de los subgrupos akan y ewe, también hubo minorías importantes de mande, gur y kru.[24]

La costa Pacífica fue el área colonial con mayor porcentaje de población esclava en territorio neogranadino. En el censo de 1778-1780 se encontró que en el Chocó, los esclavos constituían el 39 % de la población; en Iscuandé el 38 %; en Tumaco el 63 %; y en Raposo, un extraordinario 70 %.[25]

Estos esclavos destinados para la producción minera fueron un componente vital en la Región Pacífica. Entre 1680 y 1700 la Provincia de Popayán fue fuente de un 41 % de la producción de oro en la Nueva Granada.[26]

Los primeros en oponerse a la imposición del trabajo forzado por parte de los europeos fueron los pueblos indígenas. Durante el siglo XVI se dieron rebeliones de los paeces, muzos, y yariguíes.[4]​ Los chinatos se rebelaron villa de San Cristóbal, mientras que los tupes hicieron lo mismo en Santa Marta. Sin embargo los pijaos fueron los más triunfantes en este sentido, logrando frenar el trabajo en las minas de Cartago y Buga, interrumpiendo exitosamente la comunicación con Popayán y el Perú, y dando muerte al gobernador de Popayán Vasco de Quiroga. La guerra librada durante la primera década del siglo XVII terminaría con una victoria de los europeos, que verían recompensado su servicio en la forma de encomiendas.[27]

Los esclavos africanos se rebelaban frecuentemente contra sus amos, ya fuera a través de la práctica cimarronaje y su huida, o por medio de la rebelión armada. En Santa Marta en 1530, solo cinco años después de la construcción de la ciudad, una rebelión esclava destruyó la localidad. La ciudad sería reconstruida solo para sufrir una nueva rebelión en la década del 50 del mismo siglo.[28]

Aunque era ciertamente posible para un esclavo individual el huir de sus amos y pasar desapercibido entre la población negra libre de un ciudad grande, era una situación precaria en la que el prófugo estaba en riesgo constante de ser descubierto; por ello es natural que muchos actos de fuga fuesen organizados y dirigidos hacia comunidades de esclavos cimarrones en los cuales estos podían encontrar seguridad con los de su propia clase.[29]

No todas las actividades de rebelión terminaban en fuga, en varios casos la amenaza de un revuelta se usó como método dentro de una negociación colectiva. En 1768 en la provincia de Santa Marta un grupo de esclavos hirieron a un capataz a quién acusaban de malos tratos, cuando su amo envió a un par de hombres blancos a someterlos los negros dieron muerte a uno de los blancos. Lejos de amedrentarse los rebeldes le dieron un ultimátum a su amo, si no accedía a sus demandas incendiarían toda la hacienda y escaparían para vivir con los «indios bravos». Sin más remedio, el amo aceptó sus demandas, haciendo juramento de perdonarlos por la revuelta, detener los maltratos y acordando que si los esclavos eran vendidos alguna vez esto debería hacerse colectivamente para no dividir a las familias. El dueño también accedió a proveer a los trabajadores con una buena cantidad de tabaco y aguardiente como compensación por los abusos.[30]​ Incidentes similares ocurrieron en Neiva en 1773 y Cúcuta en 1780, en los cuales los esclavos habían llegado a una suerte de acuerdo con los sacerdotes jesuitas en el cual su trato se asemejaba más al de campesinos libres en una aparcería, en el cual se les remuneraba por sus cultivos y se les concedía días de fiesta. Cuando un nuevo amo se negó a mantener lo que los esclavos consideraban sus derechos consuetudinarios, estos no dudaron en entrar en rebelión abierta y demandar a las autoridades del gobierno colonial que se les reconocieran sus derechos.[31]

Por otro lado, es importante reconocer que las estrategias de resistencia de las mujeres negras esclavizadas durante el período colonial, estuvieron dirigidas a enfrentar el discurso del poder colonial mediante el recurso de las demandas judiciales.[32]

Sin embargo la rebelión esclava más famosa en la Nueva Granada fue sin duda la de los esclavos de San Basilio de Palenque, dirigidos por Benkos Biohó, la rebelión fue tan exitosa que en el día 23 de agosto de 1691 el rey de España se vio obligado a expedir una cédula ordenando la libertad general de los palenques y su derecho a la tierra.[33]

A fines del siglo XVII las autoridades coloniales intentaron nuevamente iniciar una gran campaña contra los palenques cimarrones pero a pesar de lograr destruir algunos poblados toda la empresa resultó ser un fracaso, puesto que los negros lograron conservar su libertad y simplemente se desplazaron hacia el sur.[29]

El cimarronaje continuaría hasta el siglo XIX con la abolición de la esclavitud, tras la cual los antiguos esclavos ejercerían nuevas formas de resistencia buscando desquitarse de sus antiguos amos. Los negros recorrían los campos derribando cercas, asaltando propiedades y castigando con sus látigos de arrear ganado a los conservadores; este periodo fue bautizado por el presidente José Hilario López como «los retozos democráticos».[34]

El proceso de manumisión de los esclavos se dio en alguna medida durante toda la historia de la colonia, pero la cuestión de abolir la esclavitud como institución no comenzó a tomar relevancia sino hasta la invasión napoleónica de España; contexto en el que en las cortes ibéricas se planteó desde 1809 la necesidad de abolir la esclavitud para evitar «que los esclavos la pretendan y aun la logren por medios violentos y coactivos». Antonio Villavicencio fue un proponente de la libertad de vientres, sin embargo sus puntos de vista no fueron atendidos por la corona europea.[35]

Desde 1811 los españoles ofrecían libertad a los esclavos que ingresaran a las tropas realistas,[36]​ y durante la guerra de independencia de Colombia Simón Bolívar introdujo en 1816 la idea de otorgar la libertad a los esclavos que ingresaran a las tropas por la causa independentistas.[35]​ Esto no quiere decir que el proceso careciera de controversia, pues los hacendados que dependían de los esclavos tanto para el trabajo como para demostrar estatus se opusieron de manera acérrima al proceso libertario.

En el territorio de la actual Colombia, la libertad de vientres se promulgó inicialmente en el Estado Libre de Antioquia, mediante proyecto presentado ante Juan Del Corral por los diputados Antonio Arboleda y Arrachea, José Miguel De la Calle, José Félix de Restrepo, Pedro Arrubla y José Antonio Benítez en 1814, y aprobado en ese mismo año con el nombre de libertad de partos.[37]

A modo de transigir las demandas de los esclavistas que exigían que se respetara su «propiedad», José Félix de Restrepo logró ante el Congreso de Cúcuta que se decretara la libertad de vientres, la cual declaró como libres a los hijos de esclavas nacidos a partir del 21 de julio de 1821. La ley establecía para los amos la obligación de «educar, vestir y alimentar a los hijos de éstas [...] pero ellos en recompensa deberán indemnizar a los amos de sus madres los gastos impedidos en sus crianzas, con sus obras y servicios, que les prestarán hasta la edad de 18 años cumplidos». Se preveía adicionalmente un impuesto sobre las herencias que se aplicaría a proporcionarles medios de subsistencia.[35][38]​ El comercio de esclavos fue prohibido de manera definitiva en 1825.

Aunque la libertad de los esclavos jóvenes debería haber empezado el 21 de julio de 1839, el proceso fue retrasado en gran medida por la Guerra de los Supremos, que se libró de 1839 a 1842. Tras la guerra y ante la presión de los amos, una nueva ley de 29 de mayo de 1842, prolongó la dependencia de los esclavos otros 7 años mediante lo que se llamó el aprendizaje. Es decir que los esclavos de 18 años serían presentados a los alcaldes quienes debían hacerlos servir a su antiguo amo o a otra persona que pudiera «educarlo e instruirlo» en un oficio o profesión. De este modo la esclavitud fue extendida, mientras que los que se rehusaron a participar fueron reclutados en el ejército nacional.[35]

La ineficiencia de la manumisión, así como la corrupción de funcionarios y hacendados que continuaron con el comercio de esclavos ignorando la ley causó un gran descontento entre las llamadas Sociedades Democráticas (asociaciones liberales de artesanos). Esta gran agitación política, proveniente tanto de los artesanos como de los mismos esclavos, llevó al presidente José Hilario López a proponer la libertad absoluta. Finalmente el Congreso de Colombia dictó la ley de 21 de mayo de 1851 por medio de la cual los esclavos quedarían libres a partir del 1 de enero de 1852 y los amos serían indemnizados con bonos,[35]​ por este hecho se levantó el único monumento existente en Colombia, ordenado por el gobernador cartagenero Agustín Nuñez el día 29 de mayo de 1851 en la ciudad de Ocaña, a este se le conoce como la Columna de la Libertad de los Esclavos.

Aun así en muchos lugares los amos se rehusaron a dejar ir a los esclavos de manera pacífica, esto desencadenó en la guerra civil de 1851, la cual inició con el estallido una insurrección en el Cauca y Pasto encabezada por los líderes conservadores Manuel Ibáñez y Julio Arboleda con el apoyo del gobierno ecuatoriano de tendencia conservadora. En Antioquia la rebelión estalló a manos de conservadores liderados por Eusebio Borrero. La guerra terminaría en cuatro meses con la victoria liberal y la liberación definitiva de los esclavos.[39]

De todo esto se puede concluir que la abolición de la esclavitud ocurrida durante la república fue un proceso gradual. Esto se puede comprobar al ver como el porcentaje de población esclavizada estuvo en descenso constante durante todo el periodo republicano hasta la abolición definitiva de la institución:[35]



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