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Espeleólogo



La espeleología (del griego σπηλαιου spelaiou que significa cueva y -logía, tratado) es la ciencia que estudia la morfología y formaciones geológicas (espeleotemas) de las cavidades naturales del subsuelo. En ella se investigan, cartografían y catalogan todo tipo de descubrimientos en cuevas. Forma parte de la geomorfología y sirve de apoyo a la hidrogeología.

Se pueden distinguir varios tipos de espeleología, según el tipo de cavidad en que se desarrollan. La geología con sus subdivisiones es considerada una de las principales ciencias del karst.[1]

La espeleología oferta multitud de atractivos, tanto lúdicos como científicos a diversos niveles, lo que hace de ella una actividad muy completa. Los espeleólogos intervienen asimismo en el rescate en cavidades, denominado espeleosocorro. Se considera a menudo un deporte, como anunciaba Noel Llopis Lladó en 1954, que la auténtica espeleología peligraba, ya que existía un «confusionismo» entre el deporte (espeleismo) y la ciencia (espeleología).

Se ha propuesto que aquellas ocasiones en que su práctica se asemeja más bien a un deporte, sería más apropiado denominarla espeleísmo; aunque, no deja de tener sus orígenes en una ciencia que estudia la morfología de las cavidades naturales del subsuelo. Se investiga, se topografía y se catalogan todo tipo de descubrimientos subterráneos. Es más, la espeleología es una ciencia en la que se hallan implicadas varias otras: la formación y las características de las cavidades interesan a los geógrafos y geólogos; los cursos subterráneos de agua a los hidrólogos; la fauna (más variada y numerosa de lo que se cree) a los bioespeleólogos; los vestigios del hombre prehistórico a los antropólogos y arqueólogos y los fósiles de animales a los paleontólogos, etc.

Édouard Alfred Martel es considerado el padre de la espeleología moderna, inició las primeras exploraciones científicas y en 1895 fundó la Sociedad Espeleológica de Francia.

En primer lugar decir que el término Karst proviene de la palabra eslovena Kras que significa "terreno pedregoso y estéril", nombre de una región eslovena, posteriormente los alemanes lo llamaron Karst.

Dado que se practica en las cuevas con mayores longitudes y desniveles del planeta, puede considerarse como la principal rama de la exploración espeleológica; las condiciones de exploración son, además, generalmente duras. Muchas de las cuevas kársticas conocidas actualmente se encuentran en macizos montañosos relativamente fríos, con corrientes de agua subterráneas permanentes. Estos ríos suelen tener temperaturas gélidas que hacen más difícil la progresión del espeleólogo, o pueden crecer súbitamente debido a tormentas en el exterior, lo que dejaría a los equipos de espeleólogos aislados en zonas secas de la cavidad.

Se desarrolla en cavidades de origen kárstico, es decir, cavidades excavadas por corrientes de agua en macizos de rocas solubles como la caliza y la dolomía. Existen también cavidades horadadas en macizos yesíferos, salinos (halita) e incluso bajo glaciares (casos que se denominan pseudokarst), y que al fin y al cabo están originadas por un proceso de disolución de la roca encajante. Estos procesos se desarrollan de modo muy lento, pudiendo tardar millones de años para formar una cavidad y concrecionarla (las estalactitas, gours, excéntricas... son espeleotemas secundarios que forman la llamada decoración de la cavidad).

El espeleobuceo es la variante más complicada y difícil de la espeleología, que centra su actividad en la exploración de cavidades subacuáticas. Muchas de las cuevas acaban en conductos cegados por el agua, denominados sifones. A partir de este punto, los espeleobuceadores toman el relevo a los espeleólogos para continuar la exploración de la cavidad. La práctica del buceo en cuevas debe ser realizada por personas que, además de ser buenos espeleólogos y buzos expertos, dominen las técnicas con equipos especializados. A veces se necesitan mezclas con helio, oxígeno y nitrógeno (Trimix y Nitrox) para bajar los largos tiempos de descompresión y combatir la narcosis de nitrógeno.[2]

Las características tan hostiles que presentan los espacios inundados en las cavernas, hacen del espeleobuceo una de las actividades más peligrosas del mundo. Aunque se toman grandes precauciones y los sistemas de seguridad son redundantes, los errores muy frecuentemente se cobran vidas.

Vulcanoespeleología es la espeleología que se desarrolla en cuevas volcánicas, esto es, las que son creadas por la lava de un volcán durante una erupción, ya sea por desplazamientos de lava fluida (carácter reogenético) o por movimientos de retracción térmica (carácter tectónico). La mayor parte de cavidades volcánicas se forman en un periodo de tiempo corto: días, meses o a lo sumo años, según dure la erupción volcánica.

Sin embargo, el tipo más común de cavidades volcánicas se origina al fluir una colada volcánica por un terreno de pendiente moderada (desplazamiento casi horizontal), dando lugar a lo que se conoce por tubo volcánico o tubo de lava. Estos tubos tienen poca inclinación (raras veces se supera el 60 %), con lo cual pueden recorrerse, en general, sin necesidad de cuerdas. La ausencia generalizada de agua, dado que no interviene en la génesis de la cavidad, es un punto que hace más simple a la vulcanoespeleología, pues se eliminan riesgos derivados de su presencia, como las crecidas y la hipotermia.

Pero la dificultad viene dada por otras características, como un sustrato generalmente áspero, la existencia de muchos pasos estrechos y temperaturas que suelen tender a calurosas (aunque esto depende de la región geográfica donde se ubique la cueva). En ocasiones, también es necesario el uso de cuerdas en las llamadas simas volcánicas, que se forman por un desplazamiento vertical de la lava fluida, o en cascadas de lava en el interior de tubos volcánicos.

Estas características de exploración hacen que, por lo general, el equipo de progresión del vulcanoespeleólogo sea más ligero y menos sofisticado que el empleado por un espeleólogo kárstico.

En una cavidad las formaciones son muy numerosas, y se las conoce como "decoración" o más específicamente espeleotemas; en las cavernas kársticas se pueden encontrar desde "simples" estalactitas y estalagmitas hasta una inmensidad de variadas formaciones, banderolas, concreciones, gours, excéntricas, microgours, golpes de gubia, coladas, pisolitas, conulitos, columnas, muchos tipos de helictitas, antoditas y demás formaciones propias de cada tipo de cueva dependiendo del lugar donde se encuentren. Estas últimas, las excéntricas, se diferencian del resto por su curiosa forma. Suele parecerse a la forma creada de una pasta dentífica cuando se presiona con fuerza el tubo. Su rareza recae en que en vez de ser formaciones verticales son horizontales. Se les llama lámparas a la congregación numerosa de excéntricas pendidas del techo. En España encontramos en la Cueva de El Soplao (Cantabria) la mayor extensión de excéntricas y de lámparas de toda Europa conocida hasta hoy.

Los tubos volcánicos poseen a su vez su propia decoración, creada tanto por la lava al solidificarse en variadas formaciones (decoración primaria o reogenética) como por las filtraciones de agua posteriores, una vez consolidada la cavidad (concreciones secundarias o epigenéticas). Entre las formas primarias están estafilitos, cornisas, terrazas, churretes, castillos, jameos, lagos de lava, cascadas de lava y columnas. Entre las concreciones destacan las calcáreas (que en algunos tubos llegan a formar pequeñas estalactitas) y sobre todo las de yeso, ya que el basalto sometido a una humedad constante tiende a formar este mineral.



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