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Estética cisterciense



La estética del Císter o estética cisterciense se gestó desde los orígenes de la orden del Císter, buscando una pobreza absoluta desprovista de riquezas, la antítesis de la orden de Cluny.

Fue Bernardo de Claraval, quien definió en la Apología a Guillermo, escrito contra los cluniacenses, las principales características de esta estética: nada de pintura, ni de escultura y sencillez en las construcciones, eliminando todo lo superfluo.

En las dos primeras abadías, que se construyeron en piedra, fue nuevamente Bernardo quien concretó la estética cisterciense en todos los detalles, esa desnudez sin adornos que caracterizó las abadías del Císter.

Está generalmente admitido que la orden del Císter surgió como contestación de la espiritualidad de la orden de Cluny, que preconizaba una liturgia esplendorosa y la grandiosidad de las iglesias.

Los inicios de la orden, antes de la llegada de Bernardo de Claraval, estuvieron profundamente influenciados por el trabajo de Roberto de Molesmes, primer abad de la orden y por Esteban Harding, tercer abad de la orden. En el transcurso de sus 36 años de autoridad, ambos prefiguraron lo que luego sería la estética de la orden.

Los monjes de la nueva orden, buscaban un mayor observancia de la Regla de San Benito y desvincularse de las riquezas. Esto se comprueba en sus textos:

San Bernardo fue la personalidad religiosa más influyente del siglo XII. Participó en los principales conflictos doctrinales de su época. Viajaba constantemente por toda Europa, predicando, denunciando abusos eclesiásticos y combatiendo desviaciones religiosas.

Fue un predicador extraordinario. Se le conocía como Doctor melífluo (boca de miel), predicaba las excelencias espirituales de la vida monástica y convencía a muchos que ingresaban en la orden.

Fue uno de los fundadores de la mística medieval. Sostuvo que el conocimiento de las ciencias materiales era mínimo si se le comparaba con la ciencia sagrada. Para él, el alma alcanzaba el máximo del conocimiento humano en el éxtasis, momento en el que gozaba de una especie de contacto con Dios. Pensaba que la fuerza más grande de la vida espiritual es el amor a Dios y por medio de ese amor, Dios rescataba al hombre. También manifestó un inmenso amor por la Virgen María, al considerarla intercesora ante su Hijo.

Como escritor dejó unas 500 cartas, del orden de 350 sermones y varios tratados doctrinales.

En 1124, Bernardo escribió Apología a Guillermo, una fuerte crítica a lo que él consideraba los excesos de la orden de Cluny. Mediante ella, Bernardo estableció los criterios teóricos que luego se emplearían en la construcción de todas las abadías cistercienses.

El origen de la Apología fue la petición que le hizo su amigo Guillermo, abad benedictino de St. Thierry de que escribiera defendiendo a los cistercienses de los clunicienses.

En este escrito, Bernardo fijó su posición criticando duramente la escultura, la pintura, los adornos y las dimensiones excesivas de las iglesias de los cluniacenses. Partiendo del espíritu cisterciense de pobreza y ascetismo riguroso, Bernardo profundizó en la crítica , llegando a la conclusión de que los monjes, que habían renunciado a las bondades del mundo, no precisaban de nada de esto para reflexionar en la ley de Dios.

Los argumentos que empleó en su Apología son los siguientes:

La crítica feroz que realiza Bernardo, burlona y apasionada, se despliega sobre dos ejes. En primer lugar, la pobreza voluntaria: estas esculturas y adornos son un gasto inútil; despilfarran el pan de los pobres.En segundo lugar, un místico como él que buscaba permanentemente el amor de Dios, rechazaba también las imágenes en nombre de un método de conocimiento: las figuraciones de lo imaginario dispersaban la atención, lo apartaban de su único fin legítimo, encontrar a Dios a través de la Escritura.

Una de las frases más conocidas de la Apología resume poéticamente la elección de la pobreza voluntaria: ¡Vanidad de vanidades, más insensata aún que vana: la iglesia resplandece sobre sus muros y carece de todo para sus pobres!

La estética se concretó en la construcción en piedra de las dos primeras abadías, Claraval II y Fontenay, que se construyeron prácticamente de forma simúltanea. En las dos intervino de forma decisiva Bernardo, ya que de Claraval era su abad y Fontenay era una filial suya. Él fue el inspirador de ambas construcciones, de sus solucciones formales y de su estética.

Bernardo comprendió que la orden estaba consolidada y con un ritmo de crecimiento desmedido (en 1135 tenían unas 90 abadías y aumentaban a un ritmo de 10 nuevas por año). Ante semejante crecimiento, Bernardo, el monje más influyente de su orden, debió plantearse que era urgente establecer un modelo constructivo y una estética de abadía si se quería garantizar la uniformidad de la orden. También debió reflexionar que consolidada la orden, los monjes precisaban un monasterio mejor construido, en piedra, que no se deteriorase como las construcciones efímeras que tenían y que pudiese admitir generaciones sucesivas de monjes.

Cuando su prior, en 1135, le pidió que hiciese un nuevo monasterio junto al que tenían para alojar a los nuevos monjes que se incorporaban a la orden en gran número, Claraval II, debió de considerar que había llegado el momento de fijar una estética rígida que imponer a las nuevas abadías. Debió pensar que el tema era de la máxima importancia y que lo debía acometer él mismo.

La justificación teórica ya estaba fijada en la Apología a Guillermo. Para Bernardo, la estética y la arquitectura debían reflejar el ascetismo y la pobreza absoluta llevada hasta un desposeimiento total que practicaban a diario y que constituía el espíritu del císter. Así terminó definiendo una estética de simplificación y desnudez que pretende transmitir los ideales de la orden: silencio, contemplación, ascetismo y pobreza .

El Capítulo General de abades le apoyó. En el Exordio del Císter y resumen de la Carta de Caridad se ordenó:



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