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Etichonids



Se denomina Eticónidas a los miembros de una familia noble descendientes de Eticho, que hacia la mitad del siglo VII fue unos de los primeros duques de Alsacia conocidos y que hizo hereditario el título ducal. Este linaje jugó un importante rol en la historia de Alsacia en la Alta Edad Media. Los duques de Alsacia tenían su residencia en parte, en lugares de nueva creación como Oberehnheim y Hohenburg. Aquí fundó Eticho el monasterio en el cual Santa Odilia, su hija, vivió junto con sus religiosas. Dinastías posteriores, como por ejemplo los Habsburgo, llevaron sus orígenes hasta el duque Eticho (también conocido como Adalricus).

Las líneas individuales en la genealogía de los Eticónidas se describen así:

Los Eticónidas se extinguieron en el siglo XIII al morir el último descendiente masculino, el conde Albert II von Dagsburg-Moha († 1212).

En las luchas nobiliarias después de la dimisión de Bathildis (664-667), se destaca un grupo de nobles alrededor del obispo de Leodegar de Autun, al que pertenecen el hermano de Leodegar, Gairenus/Warino y Leudesius, el hijo del mayordomo de palacio Erchonaldus/Erchynoald. El mayor oponente a este grupo es Ebroin, mayordomo de palacio de Neustria, que hacia 675 venció a Leodegar y Warino. En ocasiones Ebroin había ganado para su partido a Adalricus, que aspiraba convertirse en duque de Borgoña y Provenza, pero que finalmente falló al intentar la toma de Lyon.

Cuando por propia voluntad los austrasianos se unieron con el carolingio Pipino de Heristal contra el centralista Ebroin, Adalricus cambió de partido a tiempo. Como varios otros Grandes abandona al rey en las sombras Teoderico III (sostenido por Ebroin) y apoya a Childerico III, el rey austrasiano, y por extensión a Pipino. Pronto se hizo evidente que había elegido el futuro partido gobernante. Ebroin confiscó la propiedad de Adalricus en Borgoña, pero Pipino lo compensó ampliamente: después de que se conociera en 664-666 un duque en Alsacia llamado Bonifacius, sucede que unos pocos años después aparece Adalricus, o como ahora se llama, Etich(o), a quien se confía el ducado alsaciano y la titularidad de las tareas esenciales de la seguridad militar contra los alamanes independientes al este del Rin.

Así llegó Adalricus/Eticho hacia 673 a Alsacia, y sus descendientes permanecieron muchos siglos estrechamente relacionados con este país en el alto Rin. Adalricus sigue vivo en 682; después de su muerte, su hijo Adalbert le sucedió en el ducado alsaciano, y a él le siguió su hijo Liutfrid. Esta doble herencia de la oficina ducal significaba el peligro o la posibilidad, de que con el aumento de la debilidad del poder central de los reyes francos, la posición del duque de Alsacia se volviera cada vez más independiente, por lo que desde el comienzo del siglo VIII los Pipínidas deciden ponerse más enérgicos.

Tras varias campañas, el país al este del Rin es ordenado bajo el dominio de los francos (709, 710, 711, 712, 725, 730, 742/43, 745, 746), en esta comarca y también en la región de alto Rin, ya sometida por los francos, se reconoce el poder de Pipino y Carlomán. Las oleadas de donaciones hechas por los eticónidas a la abadía de Honau en 722/23 y 748, retornan probablemente al mayordomo austrasiano, que buscó suprimir la influencia de la familia ducal sobre los antiguos derechos reales. También el nuevo establecimiento de Pirminius en Murbach buscó liberarse de los reclamos del eticónida Eberhard (que fue el fundador de esta abadía), sobre derechos propios de esta iglesia cuya concesión había dispuesto el poder central.

En 739 el duque Liutfrid es mencionado por última vez, después no se conoce ningún otro titular de la oficina ducal en Alsacia. La desaparición de este cargo a través del traspaso hereditario denota la influencia de la monarquía deslizándose lentamente hacia esta posición en 740/50, y ciertamente no es casual: se corresponde con la expansión del poder central a través de Carlos Martel y Pipino el Breve; el resto se explica por la derrota final del esfuerzo de independencia alamánico en Cannstatt en 744, y la necesidad que había de mantener un ducado en Alsacia militarizado para afrontar el peligro que previamente procedía del lado derecho del Rin.

Probablemente Pipino utiliza la muerte del duque Liutfrid para no renovar la oficina de duque de nuevo. De los hijos de Liutfrid no se sabe nada, por lo que la desaparición del ducado no implica una intervención sobre derechos esperados por determinada persona. No existen noticias acerca de un abierto disfavor de Pipino contra los descendientes de Eticho. De hecho, la familia de los Eticónidas continúa en posesión de sus propiedades alsacianas.

Durante los reinados de Pipino el Breve y Carlomagno Alsacia se convierte sin duda en una provincia interior franca, y también aquí el reino franco es claramente el factor determinante.

Los Eticónidas ingresan en esta época en la gran política: esencialmente mantuvieron la posesión de sus propiedades. Sin embargo, en Murbach ahora se suprimen los derechos de los antiguos fundadores eticónidas, y Carlomagno une la abadía directamente a él: se llama a sí mismo abad-laico de esta antigua fundación de Eberhard. Las abadías de Honau y Ebersmünster fueron privilegiadas por el mismo gobernante. Aquí radica una tendencia a estrechar más el vínculo de estas iglesias eticónidas a la autoridad central. No se puede hablar de una oposición abierta de Carlomagno a los descendientes de Eticho. Algunos miembros puntuales de esta familia ya son designados por este monarca para cumplir servicios especiales durante su gobierno; el surgimiento de Hugo de Tours comienza ya bajo el mismo Carlomagno. Ciertamente no es coincidencia que tras la muerte del emperador este eticónida pueda actuar en la política general del Imperio carolingio de manera tan poderosa e influyente. La familia de Hugo es ahora la más noble del reino y la más antigua que encarna y representa la tradición imperial, pero por otro lado, sus miembros utilizan la debilidad del poder central para lanzarse a sí mismos al primer plano.

Hugo de Tours se convierte en el suegro del emperador, y el favor y la confianza de Lotario lo llevan al norte de Italia, donde una línea de sus descendientes llega hasta el siglo X. La posición distinguida Hugo se refleja también en los matrimonios de sus dos hijas Adelais/Aelis y Bertha. Adelais se casó en primeras nupcias con el welfo Conrado, hermano de la emperatriz Judith, esposa de Luis el Piadoso y de Emma, esposa de Luis el Germánico. Bertha se convirtió en la esposa de Girard de Roussillon, que primero fue conde de París, y después administrador en Borgoña (Vienne). Hugo corporizó una vez más en su figura los confines de los reinos negando la vieja unidad imperial; así se muestra ya en la próxima generación un notable achicamiento de regiones particulares.

Su hijo Liutfrid III está solamente interesado en Alsacia y el norte de Italia, sus hijas Bertha y Adelais por otro lado parecen haber heredado las posesiones borgoñonas de Hugo.

De esta manera la historia de los Eticónidas a partir de ahora queda cada vez más limitada al contexto de Alsacia.

Alsacia, que en 843 forma parte de Francia Media, se transmite a continuación en 870 al gobernante de Francia Oriental, Luis el Germánico, y queda a partir de ahora en la zona fronteriza entre estas dos potencias opuestas. Hasta que finalmente en 925 puede consolidarse permanentemente el nuevo poder real del Imperio oriental en este país, las fuerzas locales (sobre todo los descendientes de los Eticónidas) encuentran mucho tiempo y espacio para la expansión y profundización de sus pretensiones de dominio propio.

Así, los Eberhardiner y los Liutfriden son los poderes más fuertes en el alto Rin. Los antiguos derechos reales están ahora en gran parte en sus manos, como lo atestiguan las abadías de Lüders y Münster-Granfelden. No es de extrañar que Otón el Grande en sus esfuerzos por hacer valer la autoridad real en el alto Rin, choque con los tres hermanos eticónidas Hugo, Eberhard IV y Guntram. En Münster-Granfelden los derechos hereditarios de los Liutfriden a la posición de abad-laico se ven seriamente comprometidos por el resurgimiento de la monarquía. En definitiva, mediante la acción conjunta del emperador Otón con el rey de Borgoña Conrado, se buscó revertir la discrecionalidad concedida en carácter de beneficium y revocar el poder autocrático del conde sobre la propiedad del monasterio, invocando al hijo de Liutfrid V al palacio real (Königspfalz) y obligándole al abandono de todos sus derechos en este establecimiento. En la abadía de Lüders Otón I se involucra directamente y toma de los hermanos Eberhard y Hugo los derechos usurpados. Su hermano Guntram es llevado a un proceso abierto por Otón I y los bienes correspondientes a su dignidad le son confiscados.

De la mano de este evidente traspié de los Eticónidas en el alto Rin, los gobernantes favorecen ahora a otros nobles. En 953 el Nordgau alsaciano está bajo el conde Eberhard IV. En el sur, Otón ahora se apoya principalmente en la casa real de Borgoña, a la que está estrechamente vinculado por matrimonio con Adelheid. En 967 adjudicó de manera legítima al rey Conrado de Borgoña la abadía Münster-Granfelden. Asimismo el duque Hermann II de Suabia, yerno de Conrado de Borgoña, recibió de los Otónidas derechos asignados en Alsacia.

Sin embargo, incluso después de la consolidación de la profunda intervención de Otón I, la posición de los Eticónidas resurgió de nuevo con relativa rapidez. Ya en 973 ambos condados en Alsacia se encuentran en manos de nobles de estirpe eticónida.

Una vez más debe intervenir el rey Enrique II contra los deseos de usurpación del conde eticónida Eberhard V contra la abadía de Lüders. Finalmente, se detiene de repente y definitivamente el nombre de los Liutfriden de la lista de los condes del Sundgau, ya que con la muerte de Liutfrid VII desaparece el último descendiente masculino de Hugo de Tours hacia el año 1000.

A través del estrecho parentesco con Conrado II, la familia de los condes alsacianos del Nordgau gana nuevo prestigio. El conde Hugo IV, quien como consanguineus de Conrado se ganó el odio de Ernest II, duque de Suabia, que hacia 1027 irrumpió en Alsacia y destruyó sus castella, será el representante y defensor de los intereses del poder real.

La relación con el gobierno central, llegó durante la Querella de las Investiduras a un enturbiamiento decisivo. Los condes de Egisheim toman ahora con claridad el lado del partido de la reforma y la oposición a la Dinastía salia. Decididos, se consolidan como la Casa nobiliaria local más poderosa (su poder se refleja en la posesión de los Vogteien eclesiásticos de Erstein, Altdorf, Lüders, Neuweiler, Heilig-Kreuz, Étival, Pairis) y se defienden contra el Statthalter de la Dinastía salia en Alsacia. Pero el duque Federico, el padre de Barbarossa, se afirma aquí claramente; de ahora en adelante el duque de Suabia es de nuevo duque de Alsacia. Cuando el peso de los Hohenstaufen se torna más opresivo, los condes de Dagsburg preservan intacta su propia voluntad. En la crisis por la disputa del trono imperial, a partir de 1197 hasta se materializa una gran coalición anti Staufen entre los condes de Dagsburg y los Zähringen de la orilla derecha del Rin.

Solo indirectamente siguen viviendo nombres y relaciones de sangre de la Casa alsaciana después de la muerte sin hijos de Hugo V, strenuus de Dasborc, en 1089.

La hija del conde Gerhard von Egisheim, Helwigis comitissa, se casa con Gerhard von Lothringen, conde de Vaudémont, y transmite la herencia de Egisheim a la Casa de Vaudémont-Egisheim a través de su hijo Hugo. Falken von Dagsburg fue el nombre de los últimos condes de Dagsburg. En 1212 expira definitivamente el último descendiente masculino de esta familia, Albert II, cuyos hijos ya habían fallecido y su única hija sobreviviente Gertrud le siguió en 1225, sin descendencia. Así, en el siglo XIII la vieja Casa de Alsacia se extingue definitivamente, después de que representara por alrededor de cinco siglos una de las fuerzas políticas más fuertes en el alto Rin. Sin embargo, los Habsburgo cuya sangre probablemente sea eticónida, se alzan con la monarquía alemana después de la caída de los Staufen.

La gran riqueza de bienes inmuebles de la familia ha aparecido en su generosidad hacia la iglesia. Se conocen 55 localidades en las cuales los Eticónidas poseían propiedades en el siglo VIII, incluyendo las 28 de la gran donación del conde Eberhard a favor de la abadía de Murbach:[1]


La pertenencia a esta familia de toda una serie de personajes conocidos gracias a la genealogía documentada por cartas y diplomas, hace posible agrandar la lista de bienes de los Eticónidas con 21 unidades, a saber:

La constitución de una parte de esta fortuna es de origen privado: Liutfrid y Eberhard compraron los bienes. Pero parece cierto que han adquirido otra parte gracias a su poder y su posición. El dominio completo de las tierras era enormemente facilitado por el hecho de que la gestión de los bienes del fisco real era confiada al duque o a un miembro de su familia. Se cuenta entre estos bienes la isla de Honau[16]​ porque los cursos navegables, incluidos las islas formadas en los mismos, eran considerados como reales. En cuanto al sitio donde se erigió la abadía de Murbach, que Eberhard decía que era su alodio, hay que señalar que los lugares desiertos tenían la reputación de pertenecer al fisco real, y que en virtud de este derecho, los descendientes de Clodoveo habían dispuesto de los Vosgos a su conveniencia. Conociendo que los Grandes de la época carolingia tenían la costumbre de enriquecerse mediante la opresión de los más débiles que ellos, es posible que esto sucediera ya bajo el gobierno de los últimos Merovingios, y la descripción del viaje del duque Eticho, el padre del duque Adalbert, al Sornegau, fundamenta esta idea: bajo el pretexto de que los habitantes del Sornegau eran rebeldes a su autoridad, el feroz Eticho sometió a esta región a sangre y fuego con la ayuda de guerreros alamanes.[17]

Haicho, conde, biznieto de Eticho



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