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Fantastique



Fantastique es el término en francés para un género literario y cinematográfico que se superpone con los géneros de ciencia ficción, terror y fantasía.

El fantastique es un género sustancial dentro de la literatura francesa. Remontándose, de manera debatible, hasta antes del origen de la fantasía en idioma inglés, sigue siendo un género activo y productivo que ha evolucionado mano a mano con la fantasía y el terror anglófonos y con otros géneros literarios franceses e internacionales.

La característica distintiva del fantastique es la intrusión de fenómenos sobrenaturales en una narrativa que es por lo demás realista. Evoca así fenómenos que no sólo se dejan sin explicar, sino que son inexplicables desde el punto de vista del lector. A este respecto, el fantastique se sitúa en un punto entre la fantasía, donde lo sobrenatural es aceptado y enteramente razonable en el mundo imaginario de una narrativa no realista, y entre el realismo mágico, donde fenómenos que son aparentemente sobrenaturales son explicados y se aceptan como normales. En cambio, los personajes de una obra de fantastique se rehúsan a aceptar, tal como los lectores, los eventos sobrenaturales que ocurren. Esta negativa puede ir mezclada con dudas, incredulidad, miedo o alguna combinación de tales reacciones.[cita requerida]

El Fantastique suele asociarse con un ambiente particular, una especie de tensión al verse ante lo imposible. Con frecuencia involucra bastante miedo, ya sea porque los personajes tienen miedo o porque el autor quiere provocar miedo en sus lectores. El miedo, con todo, no es un componente esencial del fantastique.[cita requerida]

Algunos teóricos literarios, como Tzvetan Todorov, sostienen que lo que define al fantastique es su vacilación entre aceptar lo sobrenatural como tal e intentar explicar de manera racional los fenómenos que describe. En tal sentido, el fantastique no sería más que una zona de transición en un espectro que va del realismo mágico a la fantasía, de forma que no debería considerarse como un género literario independiente.[cita requerida]

El fantastique empezó a definirse en la Edad Media. Los antiguos mitos celtas, francos y germánicos se tradujeron de la religión (implicando creencia y culto) al folclore popular (implicando creencia pero no culto).

La raíz de las ideas modernas sobre las muchas cosas que hoy en día se denominan con frecuencia 'sobrenaturales' (como ángeles, demonios, hadas, brujas, etc.), así como su representación artística, tiene sus inicios en este período, llamado a menudo la Edad Media. Durante este periodo, se les dio por primera vez sus formas definitivas a conceptos y personajes tales como Melusina, Arlequín, Oberón, Morgana, entre muchos otros.

Entre las contribuciones significativas de esta época se encuentran:

El siglo XVI estuvo marcado por la aparición de nuevas ideas y tendencias literarias, con frecuencia como una reacción en contra lo que se percibía como el "oscurantismo" de la Edad Media. Entre los muchos factores que contribuyeron al comienzo del Renacimiento se encuentran los descubrimientos de nuevos continentes, nuevos descubrimientos científicos y tecnológicos, y la invención de la imprenta por Johannes Gutenberg que posibilitó una mayor circulación de obras literarias.

El Renacimiento floreció en Francia durante el reinado del rey Francisco I, quien propició un ambiente favorable para el desarrollo de las letras, las artes y las ciencias. Fue durante el renacimiento francés que la proto-ciencia ficción se separó por primera vez del fantastique. El fantastique tradicional derivado de los mitos, leyendas y el folclore también se subdividió a su vez en dos formas, una que dio continuidad a la tradición poética de la Edad Media, llevando finalmente al Merveilleux [Maravilloso] y los Contes de Fées o Cuentos de hadas, y la otra enfocada en el lado más oscuro de la misma moneda en la literatura, abordando los temas de la brujería y el culto al diablo.

Entre las contribuciones significativas de esta época se encuentran:

El siglo XVIII fue conocido como el Siècle des Lumières ("el siglo de las luces") o el periodo de la Ilustración. Empezando con el ascenso al trono en 1643 del Rey Sol, Luis XIV, Francia entró en un período de esplendor político, artístico y científico, antes de asentarse en los decadentes reinados de Luis XV y Luis XVI. Puede afirmarse que la Ilustración comenzó con René Descartes en 1637 con su Le Discours de la Méthode ("el discurso del método") o en 1687 cuando Isaac Newton publicó su Philosophiae Naturalis Principia Mathematica (" Principios matemáticos de la filosofía natural").

El barroco (en la forma de novelas, obras de teatro o incluso óperas) fue el enlace entre los Merveilleux del Renacimiento y los cuentos de hadas más formalizados del período de la Ilustración. La innegable popularidad del género se debió en gran medida al hecho de que los cuentos de hadas eran "seguros", en el sentido de que no ponían en peligro el alma, una preocupación seria para una nación que acababa de salir de una era de gran persecución religiosa, y reflejaban de manera apropiada el esplendor del reinado del Rey Sol.

La precursora del género fue Madame d'Aulnoy quien, en 1690, introdujo en su novela inconexa Histoire d'Hyppolite, Comte de Douglas ("De la historia de Hipólito, Conde de Duglas"), un cuento de hadas con el título de L'Île de la Félicité ("La isla de la felicidad").

Las contribuciones significativas de la época incluyen:

De esta manera, la evolución literaria de los cuentos de hadas creció de manera paralela a la de la realeza francesa, con el esplendor aristocrático de Luis XIV siendo reemplazado por la decadencia y corrupción de Luis XV. Autores como Cazotte ejemplificaron la transición entre los cuentos de hadas y un fantastique de un tono más oscuro y más sombrío.

A medida que la influencia espiritual de la Iglesia empezaba a disminuir, los pensadores empezaron a soñar con nuevas fes y creencias. Muchos de ellos basaron sus ideas en conocimientos ocultos que supuestamente habían sido transmitido a lo largo de los tiempos, desde Oriente, pasando por los Caballeros Templarios y, llegando finalmente a los masones y rosacruces que florecieron durante la Ilustración.

El siglo XIX constituyó un período de gran agitación en la historia de Francia. Tras la Revolución Francesa, Francia pasó sucesivamente por el Primer Imperio de Napoleón, la Restauración Borbónica, la Segunda República, el Segundo Imperio de Napoleón III y la Tercera República. Durante el Primer y Segundo Imperio, los períodos de gloria militar orgullosa se alternaron con períodos de derrotas aplastantes y humillantes. Fue en medio este hirviente caldero de agitación histórica que la literatura francesa explotó en un ramo de colores hasta entonces desconocidos y abundantes, y lo mismo ocurrió con el fantastique.

Los escritores franceses de fantastique del siglo XIX recibieron influencias diversas de los escritores ingleses de novelas góticas, especialmente Ann Radcliffe, Mathew Gregory Lewis, Sheridan Le Fanu, y Charles Maturin, del escritor alemán E. T. A. Hoffmann y del compositor Richard Wagner, así como del escritor estadounidense Edgar Allan Poe, y de los poetas británicos Lord Byron y Oscar Wilde.

Fue durante este siglo, increíblemente rico, que se empezó a apreciar una división entre el fantastique más sensacionalista y explotador, recibiendo el nombre de fantastique populaire, y las formas más literarias adoptadas por los escritores de corrientes dominantes, que fue llamado fantastique littéraire.

Las novelas góticas inglesas se convirtieron en una influencia importante en el desarrollo del fantastique justo antes del comienzo del siglo XIX. Su naturaleza extravagante y macabra pudo nutrirse de las emociones liberadas durante la Revolución Francesa y, eventualmente, ayudó que el género evolucionara sin problemas hacia las formas más modernas del fantastique.

Los escritores góticos ingleses ayudaron a generar una ola de lo que los franceses llamaron romans noirs (novelas negras) o romans frénétiques (novelas frenéticas), y que se habría de convertir en el primer subgénero de la literatura popular. Obras notables en esta categoría incluyen:

Eventualmente, el roman noir le dio paso a formas más modernas del fantastique. Una de estas fue el feuilleton (folletín), historias serializadas en entregas diarias en los periódicos. La otra forma fue la novela popular, publicada en formatos económicos y dirigida a grandes audiencias. En la tradición verdadera de la ficción popular, estas obras a menudo se consideraban emociones baratas, y buenas solo para las masas con escasa educación.

Del lado más respetable de la puerta literaria, la literatura del fantastique del siglo XIX posterior a 1830 estuvo dominada por la influencia de E. T. A. Hoffmann, y luego por la de Edgar Allan Poe.

La confianza mostrada por la sociedad francesa a comienzos del siglo XX se vio minada por la masacre que fue la Primera Guerra Mundial en la que, de los 8 millones de franceses que habían sido reclutados, 1.3 millones murieron y un millón más quedó gravemente discapacitado. Grandes áreas en Francia quedaron devastadas y la producción industrial cayó en un 60%. En la literatura francesa, los movimientos dadaísta y surrealista ejemplificaron ese deseo de romper violentamente con el pasado

La separación entre fantastique populaire y fantastique littéraire tomó cuerpo definitivamente. La primera era escrita por escritores que seguían los pasos de Dumas, Sue y Féval, mientras que la segunda era escrita por los sucesores de Hoffmann, Poe y los simbolistas.

Entre las guerras, el fantastique populaire continuó apelando a las masas proporcionando un entretenimiento barato en forma de feuilletons: revistas pulp como Le Journal des Voyages (1877-1947), Lectures Pour Tous (1898-1940) y L'Intrépide ( 1910-1937) y libros de bolsillo de editoriales tales como Ollendorff, Méricant, Férenczi y Tallandier. Nombres notables de la época incluyen:

En la literatura francesa, los movimientos dadaísta y surrealista ejemplificaron el deseo francés de romper violenta y abruptamente con el pasado, pero las formas más convencionales de la novela siguieron siendo menos innovadoras. La única influencia novedosa proveniente del extranjero fue la de Henry James. Una influencia fuera de la literatura, especialmente para los surrealistas, fue la de Sigmund Freud. Entre los principales contribuyentes de este período se incluyen:

La Segunda Guerra Mundial produjo grandes costos físicos y psicológicos en la cultura francesa. La derrota de Francia en 1940, seguida por cuatro años de ocupación, confrontó a los escritores y escritoras con opciones que nunca antes habían tenido que enfrentar. El descubrimiento de la bomba atómica y la Guerra Fría trajeron nuevos y profundos temores. La cultura francesa de corriente dominante empezó a menospreciar cada vez más las obras de imaginación y prefirió adoptar las preocupaciones más naturalistas y políticas de los existencialistas como Jean-Paul Sartre y Albert Camus. Sin embargo, y paradójicamente, a pesar de ser marginado por los críticos y el establishment literario, el género del fantastique prosperó como nunca antes, tanto en términos de calidad como de cantidad.

Entre las influencias extranjeras de importancia en el fantastique moderno francés se encuentran Franz Kafka, Jorge Luis Borges, H. P. Lovecraft, Dino Buzzati, Julio Cortázar, Vladimir Nabokov y Richard Matheson. Otras influencias más recientes incluyen a Stephen King, J. R. R. Tolkien y Robert E. Howard, ninguno de los cuales había sido muy conocido en Francia antes de los primeros años de la década de 1980. El aumento de la popularidad de la fantasía heroica durante la última década es un tributo a la americanización de la cultura global.

Entre los autores y obras más interesantes hasta los años 80 se encuentran:

Otros autores notables incluyen:

Algunos premios para el fantastique en lengua francesa incluyen o han incluido el Grand Prix de l'Imaginaire (1974-), el Premio Julia Verlanger (1986-), el Premio Ozono (1977-2000) y el Premio Torre Eiffel (1997-2002) .

Cada año desde 1994 el festival Fantastic'Arts premia las películas de Fantastique en la ciudad francesa de Gérardmer .



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