Felipe II de Orleans cumple los años el 2 de agosto.
Felipe II de Orleans nació el día 2 de agosto de 1674.
La edad actual es 350 años. Felipe II de Orleans cumplió 350 años el 2 de agosto de este año.
Felipe II de Orleans es del signo de Leo.
Felipe II de Orleans (Philippe Charles; Palacio de Saint-Cloud, 2 de agosto de 1674 - Palacio de Versalles, 2 de diciembre de 1723) fue duque de Orleans desde 1701 hasta su muerte en 1723. Segundo hijo de Felipe I de Orleans e Isabel Carlota del Palatinado, fue regente del reino de Francia durante la minoría de edad de su sobrino-nieto Luis XV entre 1715 y 1723, período que sería conocido como la Regencia.
Felipe Carlos nació el 2 de agosto de 1674 en el Palacio de Saint-Cloud. Su padre Felipe, duque de Orleans (hermano menor de Luis XIV), tras enviudar de su primera esposa, Enriqueta de Inglaterra, contrae matrimonio con la princesa Palatina Isabel Carlota, siendo Felipe el único hijo varón sobreviviente de la pareja. Felipe fue investido con el título de duque de Chartres tras su nacimiento y recibió una cuidadosa educación, especialmente en cuestiones militares y diplomáticas, adecuada para un segundo hijo de Francia; no obstante, el joven duque prefirió estudiar historia, filosofía, geografía y ciencias. Contrariamente a su tío y a su padre, montaba mal, no sabía bailar y odiaba la caza. Por otra parte, poseía una memoria prodigiosa: muy joven conoció ya, perfectamente, las memorias y genealogías de las grandes familias de la Corte; tenía, también, una gran inteligencia y mucha capacidad de trabajo.
Con el nacimiento de los tres hijos del Gran Delfín —el duque de Borgoña en 1682, el duque de Anjou en 1683 y el duque de Berry en 1686—, el duque de Chartres pasó a ocupar el sexto lugar en la línea de sucesión al trono, lo que dejaba unas mínimas esperanzas de que llegara a reinar y tampoco le situaba en una buena posición ante un posible matrimonio ventajoso. Además, Francia estaba en guerra con casi toda Europa, lo que hacía imposible pensar en un matrimonio con alguna princesa extranjera.
Desde 1688, su tío el rey Luis XIV acariciaba la idea de casarle con Mademoiselle de Blois, bastarda legitimada del rey tenida con Madame de Montespan. Este matrimonio conseguiría lo que el Rey Sol deseaba; dar el último toque político de sumisión a la naciente rama de los Borbones. Pero tanto Monsieur como la Princesa Palatina consideraron que esa unión no era factible.
El duque de Chartres se mostraba indeciso, en tanto que su preceptor, el abad Dubois, le animaba a ello. A principios de 1692, Luis XIV llamó a su sobrino para explicarle que, el mejor testimonio que podía darle del afecto que sentía por él, era el ofrecerle a su propia hija en matrimonio. El joven duque, confuso, apenas supo qué responderle, limitándose a un balbuceante agradecimiento. La Palatina, al conocer el propósito del rey se indignó pero no se atrevió a reprochárselo, sabiendo que no podía contar con el apoyo de su marido (que no se enfrentó a su hermano hasta poco antes de su muerte, diciéndole: «Sin sacar ningún provecho de este matrimonio, Chartres no conservará más que la vergüenza y el deshonor»). La Palatina mostró su descontento volviéndole la espalda al rey tras haberle hecho la reverencia y, a continuación, le propinó una enorme bofetada a su hijo delante de toda la corte. El matrimonio se celebró el 9 de enero de 1692.
Este matrimonio de conveniencia no fue muy dichoso. Felipe, convertido en duque de Orleans en 1701 tras la muerte de su padre, llamaba a su esposa «Madame Lucifer». Sin embargo, esto no impidió a la pareja cumplir con sus deberes maritales, pues tuvieron ocho hijos:
Tuvo, asimismo, varias amantes e hijos ilegítimos. Sin embargo, el regente sólo reconoció a cuatro:
En 1692, Chartres empezó la carrera militar en los Países Bajos, en las filas de Luis XIV. Enseguida demostró ser un buen oficial, querido por sus soldados, y tomando parte en todas las campañas. En 1693, se distinguió por su brillante conducta en Mons, en Steinkerque y Neerwinden. Se mostró muy crítico frente a la estrategia de la armada de Flandes. Algunas de sus iniciativas, aunque modestas, confirmaron sus temores. En la corte, las comparaciones con el Gran Condé, eran constantes, lo que le acarreó los celos de los príncipes reales.
Deseando acabar con esta situación, Luis XIV llamó al orden a todos los príncipes en 1697. El duque de Chartres, lo tomó como una afrenta personal: no se le había concedido gobierno alguno y, a diferencia con los bastardos, se le había privado de todo mandato. Chartres sabía que su tío desaprobaba su conducta: pasada la adolescencia había frecuentado los lugares más libertinos y había llevado una vida disoluta, lo que le reprochaba su amigo de la infancia, el duque de Saint-Simon, que se apartó de él. Recibió, a la muerte de su padre, el título de duque de Orleans. Durante la guerra de Guerra de Sucesión Española, dirigió las campañas de Italia, dejando evidencia de su bravura en Turín, en 1706.
Descartado como posible sucesor, tanto en Francia como en España, fue un constante intrigador. Su ambición, mal dirigida, así como su afición a la química hizo suponer que había estado implicado en las muertes del delfín y de su familia. Luis XIV, desconfiando de él, le impuso, en su testamento secreto, la presencia de los legítimos en el Consejo de la regencia.
Tras la muerte de Luis XIV, el duque de Orleans consiguió que el Parlamento anulase el testamento (septiembre de 1715) y le nombrase único regente con plenos poderes hasta la mayoría de edad de Luis XV, lo que le permitió reorganizar el Consejo a su gusto, manejar el Parlamento (polisinodia) y seducir a los franceses con una nueva política: la paz sería restablecida. Apoyó a los jansenistas y abandonó la causa de los Estuardo, intentó mejorar las finanzas y la economía con las audacias de Law. Se impuso a los parlamentarios y a los legítimos (septiembre de 1718), se alió con Londres y Viena en su lucha contra España (enero de 1719). No por ello el Regente abandonó su vida veleidosa; el Palacio Real fue el escenario de sus escandalosas fiestas y orgías en las que contaba con la complicidad absoluta del abad Dubois, su antiguo preceptor, convertido en arzobispo, cardenal y ministro. Según las canciones satíricas de la época, el Regente era el amante de su hija María Luisa Isabel de Orleans, duquesa de Berry y se le atribuye la paternidad de los repetidos embarazos que ocultó la princesa en 1716, 1717 y 1719. Principal protagonista de las orgías de la Regencia, la duquesa de Berry era conocida por su apetito sexual. Ella elegía a sus amantes en todos los niveles de la escala social. Fallece a los 23 años la salud arruinada por un parto clandestino muy laborioso en su palacio del Luxemburgo.
Pero cuando las calamidades se cernían sobre el reino: incendios, peste de Marsella, quiebra del sistema Law, fracaso de la nobleza en su función dirigente, y todo el país se hallaba sumergido en el sufrimiento, se acusó de irreligioso al Regente. La sagacidad y la destreza del cardenal Dubois en los conflictos, la energía intermitente del Regente y la ausencia de toda oposición organizada, condujeron a la monarquía a una situación deplorable. Luis XV fue consagrado el 25 de octubre de 1722 y confirmó al cardenal Dubois como primer ministro, pero este murió el 10 de agosto de 1723.
Felipe de Orleans le pidió entonces, a Luis XV, el cargo de primer ministro, y dado el afecto que sentía por su tío, el rey no dudó en concedérselo. Fue la primera vez, en la historia de la monarquía, que un segundón hijo de Francia era investido para llevar a cabo esa función. El duque de Orleans se dedicó por completo a su cometido, pero enfermo, gordo y casi siempre somnoliento, murió poco después, el 2 de diciembre de 1723.
Felipe de Orleans fue aficionado a la música. Recibió clases del compositor Antoine Forqueray, y compuso dos óperas: Hypermnestre y Penthée; además, pintó y realizó grabados en los que demostró tener un gran talento (realizó las ilustraciones de una edición de Daphnis y Cloé), y compró, para su corona de regente, el diamante considerado como el más bello de Europa.
Fue además uno de los grandes coleccionistas de cuadros de su época, y de hecho la Colección Orleans es considerada la más importante reunida jamás en Europa por un mecenas que no fuese rey.
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