La narrativa gótica es un género literario nacido en Inglaterra a finales del siglo XVIII, relacionado con el género de terror. La narrativa o ficción gótica, que es ampliamente conocida por el subgénero del terror gótico, es un género o modo de literatura y cine que combina la ficción y el horror, la muerte y, en ocasiones, el romance. Su origen se atribuye al autor inglés Horace Walpole, con su novela de 1764 El castillo de Otranto, que llevaba el subtítulo (en su segunda edición) de "Una historia gótica". La ficción gótica tiende a poner énfasis tanto en la emoción como en un tipo de terror placentero, sirviendo como una extensión al movimiento literario romántico que era relativamente nuevo en el momento en que se publicó la novela de Walpole. El más común de estos "placeres" entre los lectores góticos era el de lo "sublime", un sentimiento indescriptible que "nos lleva más allá de nosotros mismos".
El género literario se originó en Inglaterra en la segunda mitad del siglo XVIII, donde, siguiendo a Walpole, fue desarrollado por Clara Reeve, Ann Radcliffe, William Thomas Beckford y Matthew Lewis. El género tuvo mucho éxito en el siglo XIX, como lo atestiguan en la prosa el Frankenstein de Mary Shelley y las obras de Edgar Allan Poe, así como Charles Dickens con su novela, Canción de navidad, y en la poesía la obra de Samuel Taylor Coleridge y Lord Byron. Otra novela muy conocida de este género, que data de finales de la época victoriana, es Drácula de Bram Stoker.
El nombre de "gótico", que originalmente se refería a los godos, y luego pasó a significar "alemán", se refiere a la arquitectura gótica de la época medieval de la historia europea, en la que tienen lugar muchas de estas historias. Esta forma extrema de romanticismo fue muy popular en toda Europa, especialmente entre los escritores y artistas de lengua inglesa y alemana. La novela gótica inglesa también dio lugar a nuevos tipos de novelas como la Schauerroman alemana y el roman noir francés. Entre algunas características o tópicos del género podemos encontrar su relación con el arte arquitectural gótico, el cómo el entorno se encuentra en constante cambio conforme cambien las emociones del protagonista, el uso de un estilo epistolar (carta), cuenta con una intensa carga descriptiva llamada Efecto de realidad, entre otros muchos.
El adjetivo gótico deriva de godo, y, en efecto, en el contexto de este subgénero literario, gran parte de las historias trascurren en castillos y monasterios medievales. En sentido estricto, el terror gótico fue una moda literaria, de origen fundamentalmente anglosajón, que se extendió desde finales del siglo XVIII hasta finales del siglo XIX, como reacción al Racionalismo. En la literatura de terror moderna los viejos arquetipos no desaparecieron totalmente.
El movimiento gótico surge en Inglaterra a finales del siglo XVIII. El renacimiento del gótico fue la expresión emocional, estética y filosófica que reaccionó contra el pensamiento dominante de la Ilustración, según el cual la humanidad sería capaz, solo en uso de la Razón, de llegar a obtener el conocimiento verdadero y la felicidad y virtud perfectas; aunque el Romanticismo demostraría que tan insaciable apetito de conocimiento dejaba de lado la idea de que el miedo podía ser también sublime.
Las ideas de orden de la Ilustración van siendo relegadas y dan paso a la afición por el gótico en Inglaterra y así se va abriendo camino para la fundación de una escuela de este tipo de literatura, derivada de modelos alemanes.
Las narrativas góticas abundan entre 1765 y 1820, con la iconografía que nos es conocida: cementerios, páramos y castillos tenebrosos repletos de misterios, villanos infernales, hombres lobo, vampiros, doppelgänger (transmutadores, o doble personalidad) y demonios, etc..
Los ingredientes de este subgénero son castillos embrujados, criptas, fantasmas o monstruos, así como las tormentas y tempestades, la nocturnidad y el simple detalle truculento, todo ello surgido muchas veces de leyendas populares. La obra fundadora del gótico es El castillo de Otranto, de Horace Walpole (1765). Otras obras claves de esta corriente son Vathek (1786), de William Beckford, Los misterios de Udolfo (1794), de Ann Radcliffe, El Monje, de Matthew Lewis, publicada en 1796, Melmoth el errabundo (1820), de Charles Robert Maturin y Manuscrito encontrado en Zaragoza de Jan Potocki. El Romanticismo exploró a fondo esta literatura, casi siempre inspiradora de negredor de sentimientos morbosos y angustiantes, que alcanzó su máximo esplendor en el siglo XIX, a impulsos del descubrimiento del juego mórbido con el inconsciente.
Aunque Julio Verne cultivó sobre todo los géneros de aventuras y de la ciencia-ficción, existe una novela suya poco conocida que posee las características de la novela gótica: El castillo de los Cárpatos. Dicha novela es considerada como una "rara avis" en la producción de Verne y suele considerarse como su única incursión en el género de la novela gótica, reuniendo todos los elementos que la caracterizan: un castillo tenebroso abandonado, una bella cantante de ópera supuestamente secuestrada por un malvado noble (el Barón Gortz), un héroe enamorado dispuesto a rescatarla hasta enloquecer, supersticiones populares sobre fantasmas y aparecidos, etc... Escrita cinco años antes que Drácula comparte no pocos elementos con la obra de Bram Stoker.
Obras de pleno siglo XIX, como Carmilla de Sheridan Le Fanu, Frankenstein de Mary Shelley, "El corazón delator" de Edgar Allan Poe, y, más adelante, "Janet, la del cuello torcido" de R. L. Stevenson, "El Horla" de Guy de Maupassant, Otra vuelta de tuerca de Henry James, etc., puede decirse que superan ampliamente el terror gótico, pues o van más allá, o no reúnen las citadas características. Salvo en casos excepcionales, tienden al formato corto del cuento en menoscabo de la novela; no se recurre a las monjas ensangrentadas, ni son elementos necesarios los aullidos espectrales y los truenos, rayos y centellas de tormentas; no tienen por qué transcurrir en escenarios ruinosos, castillos y monasterios medievales; los fantasmas que presentan no están "encadenados"; apenas tienen que ver con leyendas populares... Por lo tanto pueden considerarse ya como obras plenamente representativas del terror moderno que alcanzará a nuestros días, si bien en este punto la opinión de los críticos está dividida.
En los relatos propiamente góticos se advierte un erotismo larvado y un amor por lo decadente y ruinoso. La depresión profunda, la angustia, la soledad, el amor enfermizo, aparecen en estos textos vinculados con lo oculto y lo sobrenatural. La mayoría de los autores sostiene que el gótico ha sido el padre del género de terror, que con posterioridad explotó el fenómeno del miedo con menor interés en los sentimientos de depresión, decadencia y exaltación de lo ruinoso y macabro que fueron el sello de la literatura romántica goticista, y más énfasis en otros elementos.
Fue también escritor de terror el romántico español Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870), quien incluyó en sus Leyendas algunos relatos de miedo muy meritorios como Maese Pérez, el Organista, El Miserere y El Monte de las Ánimas.
A fines del siglo XIX, Oscar Wilde tomó este subgénero con humor en su relato El fantasma de Canterville.
Los cantos de Maldoror, de Isidore Ducasse —conde de Lautréamont— es una obra considerada como precursora del surrealismo. No obstante, contiene elementos narrativos que permiten rastrear rasgos e influencias de obras como Melmoth el errabundo, según señala Marcelyn Pleynet en su estudio sobre Lautréamont. En el caso de Maldoror, este es presentado como un ser que mediante la metamorfosis acecha a los hombres. Maurice Blanchot y Gaston Bachelard analizan el bestiario de las formas animales adoptadas por Maldoror; este suele denominarse a sí mismo con los apelativos de: «el vampiro», «aquel que no sabe llorar», «el montevideano», entre otros.
Ya en el siglo XX, la escritora estadounidense Anne Rice, cuyas obras mezclan lo cotidiano con historias de vampiros y de erotismo oscuro, ha tratado de revitalizar, temáticamente, el terror gótico. H. P. Lovecraft, por su parte, lograría sintetizar en las primeras décadas del siglo XX la tradición que partía de lo gótico con la ciencia ficción contemporánea. Actualmente, muy de moda nuevamente por el cine, lo gótico ha sido rescatado por autores anglosajones (al menos en determinadas obras) como Angela Carter, P. McGrath, A. S. Byatt, etc.
Las convenciones de la literatura gótica no fueron inventadas en el siglo XVIII por Horace Walpole. Los componentes que eventualmente se combinarían en la literatura gótica tenían una rica historia ya cuando Walpole publicó su ficticio manuscrito medieval en El castillo de Otranto en 1764.
La literatura gótica se describe a menudo con palabras como “terror” y “asombro”
Esta sensación de asombro y terror, que brinda la suspensión de la incredulidad que es tan importante para el género gótico (que, con todo y su melodrama ocasional, típicamente se interpreta seriamente, excepto cuando se parodia), requiere que la imaginación del lector esté dispuesta a aceptar la idea de que podría haber algo "más allá de lo que está inmediatamente frente a nosotros". La misteriosa imaginación necesaria para que la literatura gótica haya ganado algún terreno había estado creciendo durante algún tiempo antes de la llegada del género gótico. Esta necesidad surgió cuando el mundo conocido empezó a explorarse más, reduciendo los misterios geográficos inherentes al mundo. Los bordes del mapa empezaban a llenarse y nadie aún encontraba dragones. La mente humana necesitaba un reemplazo. Clive Bloom teoriza que este vacío en el imaginario colectivo fue fundamental en el desarrollo de la posibilidad cultural del surgimiento de la tradición gótica. El escenario de la mayoría de las obras góticas antiguas era medieval, pero esto ya había sido un tema común mucho antes de Walpole. En Gran Bretaña, especialmente, existía el deseo de reclamar un pasado compartido. Esta obsesión con frecuencia conducía a exhibiciones arquitectónicas extravagantes y, a veces, se celebraban simulacros de torneos. No fue solo en la literatura donde se hizo sentir un renacimiento medieval, y esto también contribuyó a una cultura dispuesta a aceptar en 1764 una obra que era percibida como medieval.
El género gótico a menudo usa escenarios de decadencia, muerte y morbo para lograr sus efectos (especialmente en la escuela de terror gótico italiana). Sin embargo, la literatura gótica no fue el origen de esta tradición; de hecho, era mucho más antigua. Los cadáveres, esqueletos y cementerios tan comúnmente asociados con el género gótico temprano fueron popularizados por los poetas de cementerio, y también estaban presentes en novelas como el Diario del año de la peste de Daniel Defoe, que contiene escenas cómicas de carros de peste y montones de cadáveres de víctimas de la peste. Incluso antes, poetas como Edmund Spenser evocaban una atmósfera lúgubre y triste en poemas como Epithalamion.
Todos los aspectos de la literatura pregótica mencionados anteriormente ocurren hasta cierto punto en el gótico, pero incluso tomados en conjunto, todavía no llegan al gótico verdadero. Lo que faltaba era una estética que sirviera para unir los elementos. Bloom señala que esta estética debe tomar la forma de un núcleo teórico o filosófico, que es necesario para "salvar a los mejores cuentos de convertirse en meras anécdotas o sensacionalismo incoherente".Edmund Burke de 1757, Indagación filosófica sobre el origen de nuestras ideas acerca de lo sublime y de lo bello, que "finalmente codificó la experiencia emocional gótica". Específicamente, las ideas de Burke sobre lo sublime, el terror y la oscuridad eran muy aplicables. Estas secciones se pueden resumir así: lo Sublime es aquello que es o produce la "emoción más fuerte que la mente es capaz de sentir", lo Sublime es evocado con mayor frecuencia por el Terror, y para causar Terror necesitamos cierta medida de Oscuridad —no podemos saber todo acerca de lo que induce Terror— o de lo contrario "gran parte de la aprensión se desvanece". La oscuridad es necesaria para experimentar el Terror de lo desconocido. Bloom afirma que el vocabulario descriptivo de Burke fue esencial para las obras románticas que eventualmente informaron al género gótico.
En este caso en particular, la estética tenía que ser emocional, una que finalmente fue proporcionada por la obra deSe creía que el nacimiento del género gótico estaba influenciado por el comienzo de la agitación política. Investigadores han vinculado su nacimiento con la Guerra Civil Inglesa y culminando en una rebelión jacobita (1745) poco antes de la primera novela gótica (1764). Una memoria política colectiva y los temores culturales profundos asociados con ella probablemente contribuyeron a personajes de villanos del gótico temprano como representantes literarios de barones torys (conservadores) derrotados o de realistas "levantándose" de sus tumbas políticas en las páginas del gótico temprano para aterrorizar al lector burgués de la Inglaterra de finales del siglo XVIII.
La novela generalmente considerada como la primera novela gótica es El castillo de Otranto del autor inglés Horace Walpole, que se publicó por primera vez en 1764. El propósito declarado de Walpole era combinar elementos del romance medieval, que consideraba demasiado fantasioso, y la novela moderna, que consideraba demasiado confinada al realismo estricto. La trama básica creó muchos otros de los rasgos genéricos esenciales del gótico, entre los que se incluyen los misterios amenazantes y las maldiciones ancestrales, así como innumerables cuartos o corredores ocultos y heroínas que se desmayan con frecuencia.
Walpole publicó la primera edición bajo el disfraz de un romance medieval italiano que habría sido descubierto y reeditado por un traductor ficticio. Cuando Walpole admitió ser el autor en la segunda edición, la recepción originalmente favorable de la novela por parte de los críticos literarios se convirtió en rechazo. El rechazo de los críticos reflejaba un sesgo cultural más amplio: el romance solía ser despreciado por los cultos como un tipo de escritura vulgar y degradada; el género había ganado cierta respetabilidad solo a través de las obras de Samuel Richardson y Henry Fielding. Un romance con elementos supersticiosos y, además, desprovisto de intención didáctica, se consideraba un revés e inaceptable. La falsificación de Walpole, junto con la mezcla de historia y ficción, contravenía los principios de la Ilustración y le dio a la novela gótica una asociación con la documentación falsa.
Clara Reeve, mejor conocida por su obra The Old English Baron [El viejo barón inglés] (1778), se propuso tomar la trama de Walpole y adaptarla a las exigencias de la época equilibrando los elementos fantásticos con el realismo del siglo XVIII. En su prefacio, Reeve escribió: "Esta historia es hija literaria de El castillo de Otranto, escrita sobre el mismo plan, con un diseño que uniese las circunstancias más atractivas e interesantes del romance antiguo y la novela moderna". Ahora surgía la pregunta de si eventos sobrenaturales que no fueran tan evidentemente absurdos como los de Walpole no llevarían a las mentes más simples a creer que eran posibles.
La contribución de Reeve en el desarrollo de la ficción gótica, por lo tanto, se puede mostrar en al menos dos frentes. En el primero, está el refuerzo del marco narrativo gótico, que se centra en expandir el dominio imaginativo para incluir lo sobrenatural sin perder el realismo que marca la novela pionera de Walpole.
En segundo lugar, Reeve también buscó contribuir a la búsqueda de la fórmula adecuada para que la ficción fuese creíble y coherente. El resultado es que rechazó aspectos específicos del estilo de Walpole, como su tendencia a incorporar demasiado humor o elementos cómicos de tal manera que disminuya la capacidad del cuento gótico para inducir miedo. En 1777, Reeve enumeró los excesos de Walpole a este respecto:una espada tan grande que se necesitarían cien hombres para levantarla; un casco que por su propio peso fuerza un paso a través de un patio hacia una bóveda arqueada, lo suficientemente grande para que pase un hombre; una pintura que sale de su marco; un esqueleto fantasmagórico con capucha de ermitaño ...
Aunque la sucesión de escritores góticos no prestó exactamente atención al enfoque de Reeve en el realismo emocional, fue capaz de plantear un marco que mantuviese a la ficción gótica dentro del ámbito de lo probable. Este aspecto sigue siendo un desafío para los autores de este género tras la publicación de The Old English Baron. Fuera de su contexto providencial, lo sobrenatural a menudo correría el riesgo de desviarse hacia lo absurdo.
Ann Radcliffe desarrolló la técnica de lo sobrenatural explicado en la que cada intrusión aparentemente sobrenatural se puede remontar finalmente a causas naturales. Radcliffe ha sido llamada tanto "la Gran Hechicera" como "Madre Radcliffe" debido a su influencia tanto en la literatura gótica como en el gótico femenino. El uso por parte de Radcliffe de elementos visuales y sus efectos constituye una estrategia innovadora para leer el mundo a través de “patrones visuales lingüísticos” y desarrollar una “mirada ética”, permitiendo a los lectores visualizar los eventos a través de palabras, comprender las situaciones y sentir el terror los personajes mismos están experimentando.
Su éxito atrajo a muchos imitadores.héroe byroniano. Las novelas de Radcliffe, sobre todo Los misterios de Udolfo (1794), fueron éxitos de ventas. Sin embargo, junto con la mayoría de las novelas de la época, muchas personas cultas las despreciaban como tonterías sensacionalistas.
Entre otros elementos, Ann Radcliffe introdujo la taciturna figura del villano gótico (en A Sicilian Romance (Un romance siciliano) de 1790), un recurso literario que llegaría a ser definido como elRadcliffe también inspiró la idea emergente del "feminismo gótico", que expresó a través de la idea del poder femenino a través de una debilidad fingida y actuada. El establecimiento de esta idea inició el movimiento del gótico femenino para "desafiar ... el concepto mismo de género".
Radcliffe también proporcionó una estética para el género en un influyente artículo "Sobre lo sobrenatural en la poesía",
que examina la distinción y correlación entre el horror y el terror en la ficción gótica, utilizando las incertidumbres del terror en sus obras para producir un modelo de lo inquietante. Combinar experiencias de terror y asombro con la descripción visual fue una técnica que complació a los lectores y que distingue a Radcliffe de otros escritores góticos. En su novela Vathek (1786), escrita originalmente en francés, Beckford capitalizó la obsesión del siglo XVIII por todo lo oriental, combinándola con los estilos góticos de El castillo de Otranto de Horace Walpole.
Al menos dos autores góticos utilizan el concepto literario de traducción como un dispositivo narración enmarcada de sus novelas. La novela gótica de Ann Radcliffe El italiano cuenta con una narración enmarcada de peso, en la que su narrador afirma que la historia que el lector está a punto de escuchar ha sido grabada y traducida de un manuscrito confiado a un italiano por un amigo cercano que escuchó la historia en una confesión en una iglesia. Radcliffe utiliza este marco de traducción para dar evidencia de cómo su extraordinaria historia ha llegado al lector. En el prefacio ficticio de su novela gótica El castillo de Otranto, Horace Walpole afirma que su historia fue compuesta en Italia, grabada en alemán, luego descubierta y traducida al inglés. La historia de la traducción transnacional de Walpole le da a su novela un aire de exotismo tentador que es muy característico del género gótico.
Movimientos literarios románticos se desarrollaban en Europa continental al mismo tiempo que se desarrollaba la novela gótica. De esta manera, la novela gótica inglesa también dio lugar a nuevos tipos de novelas como la Schauerroman alemana y el roman noir francés.
El término Schauerroman a veces se equipara con el término "novela gótica", pero esto es cierto solo en parte. Ambos géneros se basan en el lado aterrador de la Edad Media y, con frecuencia, ambos presentan los mismos elementos (castillos, fantasmas, monstruos, etc.). Sin embargo, los elementos clave del Schauerroman son la nigromancia y las sociedades secretas y es notablemente más pesimista que la novela gótica británica. Todos esos elementos son la base de la novela inacabada de Friedrich von Schiller, Der Geisterseher – Aus den Papieren des Grafen von O ("El que ve fantasmas", 1786-1789). El tema de las sociedades secretas también está presente en los Misterios Hórridos (1791-1794) de Karl Grosse y en Rinaldo Rinaldini, der Räuberhauptmann (Rinaldo Rinaldini, el capitán ladrón) (1797) de Christian August Vulpius.
Los géneros del Gespensterroman/Geisterroman ("novela de fantasmas"), Räuberroman ("novela de ladrones") y Ritterroman ("novela de caballería") también comparten con frecuencia la trama y los motivos con la "novela gótica" británica.
Como lo sugiere su nombre, el Räuberroman se centra en la vida y hechos de forajidos, influenciados por el drama de Friedrich von Schiller Los bandidos (1781). Abällino, der grosse Bandit (1793) de Heinrich Zschokke fue traducido al inglés por Matthew Lewis como El Bravo de Venecia en 1804.
El Ritterroman se centra en la vida y hazañas de caballeros y soldados, pero presenta muchos elementos que se encuentran en la novela gótica, como la magia, los tribunales secretos y un escenario medieval. La novela Hermann de Unna (1788) de Benedikte Naubert se considera muy cercana al género Schauerroman.
Otros autores y obras tempranas incluyeron a Christian Heinrich Spiess, con sus obras Das Petermännchen (1793), Der alte Überall und Nirgends (1792), Die Löwenritter (1794) y Hans Heiling, vierter und letzter Regent der Erd- Luft- Feuer- und Wasser-Geister (1798). Asimismo, el cuento de Heinrich von Kleist "Das Bettelweib von Locarno" (La mendiga de Locarno, 1797) y Der blonde Eckbert (Eckbert, el rubio, 1797) y Der Runenberg (1804) de Ludwig Tieck. Ejemplos tempranos de gótico escrito por mujeres incluyen Das höfliche Gespenst (1797) y Graumännchen oder die Burg Rabenbühl: eine Geistergeschichte altteutschen Ursprungs (1799) de Sophie Albrecht.
El roman noir ("novela negra") apareció en Francia, por escritores como François Guillaume Ducray-Duminil, Baculard d'Arnaud y Madame de Genlis.
El marqués de Sade utilizó un marco subgótico para algunas de sus obras de ficción, en particular Justine o los infortunios de la virtud (1791) y Eugenie de Franval, si bien el propio marqués nunca pensó en sus obras de esta manera. Sade criticó el género en el prefacio de sus Reflexiones sobre la novela (1800) afirmando que el gótico es "el producto inevitable del choque revolucionario con el que resonó toda Europa". Los críticos contemporáneos del género también notaron la correlación entre el terror de la revolución francesa y la "escuela terrorista" de la escritura representada en Radcliffe y Lewis.
El gótico ruso no fue visto como un género o etiqueta por los críticos rusos sino hasta la década de 1990. Cuando se usaba, la palabra "gótico" se empleaba para describir a las obras de Fiódor Dostoyevski, particularmente las primeras. La mayoría de los críticos simplemente usaban rótulos como los de "Romanticismo" y "Fantastique", como en la colección de cuentos de 1984 Фантастический мир русской романтической повести, literalmente, "El mundo fantástico de los cuentos y novelas corta del romanticismo ruso”. Sin embargo, desde mediados de la década de 1980, la ficción gótica rusa como género comenzó a ser discutida en libros como The Gothic-Fantastic in Nine 19th-Century Russian Literature, European Gothic: A Spirited Exchange 1760-1960, The Russian Gothic novel and its British antecedents y Goticheskiy roman v Rossii (La novela gótica en Rusia). El primer autor ruso cuya obra ha sido descrita como ficción gótica se considera Nikolái Mikhailovich Karamzín. Si bien muchas de sus obras presentan elementos góticos, la primera que se considera que pertenece exclusivamente a la etiqueta de ficción gótica es Ostrov Borngolm (Isla de Borngolm) de 1793. Luego, casi 10 años después, Nikolái Ivanovich Gnedich hizo lo propio con su novela Don Corrado de Gerrera de 1803, ambientada en España durante el reinado de Felipe II.
El espeluznante relato del novelista inglés Matthew Lewis sobre libertinaje monástico, magia negra y satanismo titulado El monje (1796) introdujo el modo continental del "horror" a Inglaterra. La forma en que Lewis presenta a monjes depravados, inquisidores sádicos y monjas espectrales —y su perspectiva injuriosa sobre la Iglesia católica— horrorizó a algunos lectores, pero El monje fue importante para el desarrollo del género.
El monje tuvo influencia incluso en Ann Radcliffe en su última novela, El italiano (1797). En este libro, los desventurados protagonistas se ven atrapados en una red de engaños por parte de un monje maligno llamado Schedoni y finalmente son llevados ante los tribunales de la Inquisición en Roma, lo que lleva a un contemporáneo a comentar que si Radcliffe deseaba trascender el horror de estas escenas, tendría que visitar el infierno mismo.
En 1799, el filósofo William Godwin escribió St. Leon: A Tale of the Sixteen Century (Saint León: Una historia del siglo XVI), que influyó en St. Irvyne; or, The Rosicrucian (Saint Irvyne o El Rosacruz, 1811) del futuro yerno de Godwin, Percy Bysshe Shelley, y en Frankenstein (1818), que fue dedicado a Godwin y escrito por su hija Mary Shelley.
Autoras angloirlandesas también escribieron ficción gótica en el siglo XIX, entre ellas Regina Maria Roche, cuya novela Clermont (1798) pasó por varias ediciones, y Sydney Owenson, más conocida por The Wild Irish Girl (1806).
Las novelas góticas abundan en esta época, por editoriales como Minerva Press:
Cuentos góticos empezaron a aparecer también en revistas femeninas como The Lady's Monthly Museum (1798-1832).
Otras contribuciones al género gótico se vieron en la obra de la primera generación de poetas románticos: The Rime of the Ancient Mariner (1798) y Christabel (1816) de Samuel Taylor Coleridge. El término "gótico" a veces también se usa para describir las baladas de autores rusos como Vasili Zhukovski, particularmente "Ludmila" (1808) y "Svetlana" (1813).
Los excesos, estereotipos y frecuentes absurdos del gótico tradicional lo convirtieron en un territorio fértil para la sátira.Jane Austen La abadía de Northanger (1818) en la que la ingenua protagonista, después de leer demasiada ficción gótica, se concibe a sí misma como una heroína de un romance radcliffiano e imagina asesinatos y villanías por todos lados, aunque la verdad resulta ser mucho más prosaica. La novela de Jane Austen es valiosa por incluir una lista de las primeras obras góticas conocidas ya desde entonces como Northanger Horrid Novels (Novelas horripilantes de Northanger). Alguna vez se pensó que estos libros, con sus espeluznantes títulos, eran producto de la imaginación de Jane Austen, pero una investigación posterior de Michael Sadleir y Montague Summers confirmó que realmente existían y estimuló un renovado interés en el gótico. Actualmente, todos se están reimprimiendo.
La parodia más famosa del gótico es la novela deOtro ejemplo de parodia gótica en una línea similar es The Heroine de Eaton Stannard Barrett (1813). Cherry Wilkinson, una protagonista fatua apasionada a la lectura de novelas, se imagina a sí misma como la heroína de un romance gótico. Percibe y modela la realidad de acuerdo con los estereotipos y las estructuras argumentales típicas de la novela gótica, lo que lleva a una serie de hechos absurdos que culminan en una catástrofe. Después de su ruina, sus afectaciones e imaginaciones excesivas eventualmente se ven sometidas por la voz de la razón en la forma de Stuart, una figura paterna, bajo cuya guía la protagonista recibe una sólida educación y corrección de su mal encaminado gusto.
La poesía, las aventuras románticas y el carácter de Lord Byron, descrito por su despreciada amante Lady Caroline Lamb como "loco, malo y peligroso de conocer", fueron otra inspiración para el gótico, proporcionando el arquetipo del héroe byroniano. Byron aparece incluso como el personaje principal en la novela gótica de Lady Caroline, Glenarvon (1816).
Byron también fue el anfitrión del célebre concurso de historias de fantasmas en el que participaron él mismo, Percy Bysshe Shelley, Mary Shelley y John William Polidori en la Villa Diodati a orillas del lago Lemán en el verano de 1816. Esta ocasión tuvo como resultado tanto el Frankenstein de Mary Shelley (1818) como El Vampiro de Polidori, que incluía al byroniano Lord Ruthven. El Vampiro ha sido considerado por el crítico cultural Christopher Frayling como una de las obras de ficción más influyentes jamás escritas y generó una fiebre por la ficción de vampiros y las obras de teatro (y más tarde el cine) de vampiros que no ha cesado hasta el día de hoy. La novela de Mary Shelley, aunque claramente influenciada por la tradición gótica, a menudo se considera la primera novela de ciencia ficción, a pesar de la omisión en la novela de cualquier explicación científica sobre la animación del monstruo y el énfasis, en cambio, en los problemas morales y las consecuencias de tal creación.
En la poesía, se encuentran también La Belle Dame sin Merci (1819) e Isabella, or the Pot of Basil (1820), de John Keats que describen misteriosamente a hadas y fantasmas. En el último poema, los nombres de los personajes, las visiones oníricas y los macabros detalles físicos están influenciados por las novelas góticas tempranas de Ann Radcliffe.
Un ejemplo tardío del gótico tradicional es Melmoth el errabundo (1820) de Charles Maturin, que combina temas de anticatolicismo con un héroe byroniano marginado. ¡La momia! de Jane Wells Loudon (1827) presenta motivos, personajes y trama góticos estándar, pero con un giro significativo: está ambientada en el siglo XXII y especula sobre fantásticos desarrollos científicos que podrían haber ocurrido cuatrocientos años en el futuro, lo que la convierte en uno de los primeros ejemplos, junto con Frankenstein, del género de ciencia ficción desarrollándose a partir de las tradiciones góticas.
Durante dos décadas, el autor más famoso de literatura gótica en Alemania fue el polímata E. T. A. Hoffmann. Su novela Los elixires del diablo (1815) fue influenciada por la novela El monje de Lewis, e incluso la menciona dentro del libro. La novela también explora el motivo del doppelgänger, el término acuñado por otro autor alemán (y seguidor de Hoffmann), Jean Paul en su novela humorística Siebenkäs (1796-1797). También escribió una ópera basada en el cuento gótico Undine (1816) de Friedrich de la Motte Fouqué, en la que el propio de la Motte Fouqué escribió el libreto. Aparte de Hoffmann y de la Motte Fouqué, otros tres autores importantes de la época fueron Joseph Freiherr von Eichendorff (La estatua de mármol, 1819), Ludwig Achim von Arnim (Die Majoratsherren, o Los dueños del mayorazgo, 1819) y Adelbert von Chamisso (Peter Schlemihls wundersame Geschichte, 1814). Después de ellos, Wilhelm Meinhold escribió La bruja ámbar (1838) y Sidonia von Bork (1847).
En España, el sacerdote Pascual Pérez Rodríguez fue el novelista más asiduo del gótico, estrechamente alineado con la noción de lo sobrenatural explicado de Ann Radcliffe. Al mismo tiempo, el poeta José de Espronceda publicó El estudiante de Salamanca (1837-1840), un poema narrativo que presenta una horrenda variación de la leyenda de Don Juan.
Viy, señor del inframundo, de la historia del mismo nombre de Gogol
En Rusia, los autores de la época del romanticismo incluyen: Antony Pogorelsky (seudónimo de Alexey Alexeyevich Perovsky), Orest Somov, Oleksa Storozhenko,Aleksandr Pushkin, Nikolai Alekseevich Polevoy, Mijaíl Lérmontov (por su obra Stuss) y Aleksandr Aleksándrovich Bestúzhev. Pushkin es particularmente importante, ya que su cuento de 1833 "La dama de picas" fue tan popular que fue adaptado a óperas y más tarde a películas por parte de artistas rusos y extranjeros. Algunas partes de "Un héroe de nuestro tiempo" (1840) de Mijaíl Lérmontov también se consideran pertenecientes al género gótico, pero carecen de los elementos sobrenaturales de otras historias góticas rusas. Los siguientes poemas también se consideran ahora pertenecientes al género gótico: "Lila" de Meshchevskiy, "Olga" de Katenin, "El novio" de Pushkin, "El sepulturero" de Pletnev y "Demonio" de Lérmontov (1829-1839).
El autor clave de la transición del romanticismo al realismo, Nikolái Vasilievich Gógol, quien también fue uno de los autores más importantes del romanticismo, produjo una serie de obras que se califican como ficción gótica. Cada una de sus tres colecciones de cuentos, presenta una serie de historias que pertenecen al género gótico, así como muchas historias que contienen elementos góticos. Incluyen: "La víspera de San Juan" y "Una terrible venganza" de Veladas en un caserío de Dikanka (1831-1832); "El retrato" de los Arabescos (1835); y "El viyi" de Mirgorod (1835). Si bien todos estos cuentos son bien conocidos, es este último probablemente el más famoso, habiendo inspirado al menos ocho adaptaciones cinematográficas (dos de las cuales se consideran perdidas actualmente), una película animada, dos documentales y un videojuego. El trabajo de Gógol difiere de la ficción gótica de Europa occidental ya que sus influencias culturales se derivaban del folclore ucraniano, el estilo de vida cosaco y, siendo un hombre muy religioso, el cristianismo ortodoxo.
Otros autores relevantes de la era de Gógol incluyen Vladímir Odóyevski (El cadáver viviente, escrito en 1838, publicado en 1844; El fantasma; El sílfide; así como cuentos), el conde Alekséi Konstantinovich Tolstói (La familia del vurdalak, 1839, y El vampiro, 1841), Mijaíl Zagoskin (Invitados inesperados), Osip Senkovsky (Antar) y Yevgueni Baratynski (El anillo).
Para la época victoriana, el gótico había dejado ya de ser el género dominante en Inglaterra y era rechazado por la mayoría de los críticos. De hecho, la popularidad de la forma como género establecido ya había comenzado a erosionarse con el éxito de la novela histórica popularizada por Sir Walter Scott. Sin embargo, en otros sentidos, el gótico estaba entrando en su fase más creativa. Los lectores y críticos habían empezado a reconsiderar un número de ficciones seriadas de "penny dreadfuls" que antes se habían pasado por alto, de autores como George W. M. Reynolds, que escribió una trilogía de novelas góticas de terror: Faust (1846), Wagner the Wehr-wolf (1847) y The Necromancer (1857). Reynolds también fue responsable de The Mysteries of London (1844), a la que se le ha otorgado un lugar importante en el desarrollo de lo urbano como un escenario gótico, en particular victoriano, un área dentro de la cual se pueden establecer vínculos interesantes con lecturas establecidas de la obra de Dickens y otros. Otro célebre penny dreadful de esta época fue Varney el Vampiro (1847). Varney es la historia del vampiro Sir Francis Varney, e introdujo muchos de los tropos presentes en la ficción de vampiros reconocibles por el público moderno: fue, por ejemplo, la primera historia que se refirió a los dientes afilados de un vampiro. La relación formal entre estas ficciones, serializadas para audiencias predominantemente de clase trabajadora, y las ficciones de sensaciones más o menos contemporáneas serializadas en revistas dirigidas a la clase media es también un área de investigación.
Un reinterpretador importante e innovador del gótico en este período fue el estadounidense Edgar Allan Poe. Poe se centró menos en los elementos tradicionales de las historias góticas y más en la psicología de sus personajes, que a menudo descendían a la locura. Los críticos de Poe se quejaban de sus cuentos "alemanes", a lo que respondió, "el terror no es de Alemania, sino del alma". Poe, siendo él mismo un crítico, creía que el terror era un tema literario legítimo. Su historia "La caída de la Casa Usher" (1839) explora estos "terrores del alma" mientras revisa los tropos góticos clásicos de la decadencia aristocrática, la muerte y la locura. La legendaria villanía de la Inquisición española, previamente explorada por los góticos Radcliffe, Lewis y Maturin, aparece, basada en un relato verdadero de un sobreviviente en "El pozo y el péndulo" (1842). La influencia de Ann Radcliffe también es detectable en "El retrato oval" de Poe (1842), que incluye una mención honorífica de su nombre en el texto de la historia.
Al igual que Poe, el escritor español Gustavo Adolfo Bécquer se destacó por sus poemas románticos y cuentos, algunos de ellos sobre hechos sobrenaturales. Hoy es considerado por algunos como el escritor en español más leído después de Miguel de Cervantes.
Cumbres borrascosas de Emily Brontë (1847) transporta el estilo gótico a los imponentes páramos de Yorkshire y presenta apariciones fantasmales y un héroe byroniano en la persona del demoníaco Heathcliff. La ficción de las Brontës es vista por algunas críticas feministas como ejemplos principales del gótico femenino, explorando el entrampamiento de la mujer dentro del espacio doméstico y la sujeción a la autoridad patriarcal y los intentos transgresores y peligrosos de subvertir y escapar de tal restricción. Cathy de Emily y Jane Eyre de Charlotte Brontë son ejemplos de protagonistas femeninas en ese papel. La mediocre obra gótica de Louisa May Alcott, A Long Fatal Love Chase (escrita en 1866, pero publicada en 1995) es también una muestra interesante de este subgénero.
Los cuentos de Elizabeth Gaskell "The Doom of the Griffiths" (1858) "Lois the Witch" y "The Grey Woman" emplean uno de los temas más comunes de la ficción gótica, el poder de los pecados ancestrales para maldecir a las generaciones futuras o el miedo de que lo harán.
El género también fue de gran influencia entre escritores más convencionales, como Charles Dickens, quien leyó novelas góticas cuando era adolescente e incorporó su atmósfera sombría y melodrama en sus propias obras, cambiándolas a un período más moderno y un entorno urbano, incluyendo Oliver Twist (1837-18), Casa desolada (1854) y Grandes esperanzas (1860-1861). Estos apuntaban a la yuxtaposición de una civilización rica, ordenada y próspera junto al desorden y la barbarie de los pobres dentro de una misma metrópoli. A Casa desolada, en particular, se le atribuye la introducción de la niebla urbana en la novela, que se convertiría en una característica frecuente de la literatura y el cine gótico urbano. Su obra más explícitamente gótica es su última novela, El misterio de Edwin Drood, que no alcanzó a completar en vida y que se publicó en estado inacabado a su muerte en 1870.
El estado de ánimo y los temas de la novela gótica cautivaron especialmente a los Victorianos, con su obsesión por los rituales de duelo, los mementos mori y la mortalidad en general.
Irlandeses católicos también escribieron ficción gótica en el siglo XIX, por lo que, si bien algunos angloirlandeses habrían de dominar y definir el subgénero décadas más tarde, no lo hicieron suyo. Entre los escritores irlandeses católicos góticos se encontraban Gerald Griffin, James Clarence Mangan y John y Michael Banim. William Carleton fue un notable escritor gótico, pero se convirtió del catolicismo al anglicanismo durante su vida, lo que complica su posición en esta dicotomía.
En lengua alemana, Jeremias Gotthelf escribió Die schwarze Spinne (La araña negra, 1842), una obra alegórica que utilizaba temas góticos. La última obra del escritor alemán Theodor Storm, Der Schimmelreiter (El jinete del caballo blanco, 1888), también utiliza motivos y temas góticos.
Después de Gógol, la literatura rusa vio el surgimiento del realismo, pero muchos autores continuaron escribiendo historias que se ubicaban dentro del territorio de la ficción gótica. Iván Sergeyevich Turguénev, uno de los realistas más célebres, escribió Fausto (1856), Fantasmas (1864), Pesn torzhestvuyushchey lyubvi (Cantar del amor triunfante, 1881) y Klara Milich (1883). Otro realista ruso clásico, Fiódor Dostoyevski, incorporó elementos góticos en muchas de sus obras, aunque ninguna de sus novelas se considera puramente gótica. Grigori Danilevski, quien escribió novelas y cuentos históricos y de ciencia ficción temprana, escribió Mertvec-ubiytsa (Asesino muerto) en 1879. Además, Grigori Machtet escribió la historia "Zaklyatiy kazak", que ahora también puede considerarse gótica.
La década de 1880 vio el resurgimiento del gótico como una poderosa forma literaria aliada al fin de siècle, que ficcionalizó los miedos contemporáneos como la degeneración ética y cuestionó las estructuras sociales de la época. Las obras clásicas de este gótico urbano incluyen El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde de Robert Louis Stevenson (1886), El retrato de Dorian Gray (1891) de Oscar Wilde, Trilby de George du Maurier (1894), The Beetle de Richard Marsh (1897), The Turn of the Screw de Henry James (1898) y los cuentos de Arthur Machen.
En Irlanda, la ficción gótica tendió a ser la provisión del dominio protestante anglo-irlandés. Según el crítico literario Terry Eagleton, Charles Maturin, Sheridan Le Fanu y Bram Stoker forman el núcleo del subgénero gótico irlandés con historias que presentan castillos ambientados en un paisaje árido y un elenco de aristócratas remotos que dominan un campesinado atávico, que representan en forma alegórica la difícil situación política de la Irlanda colonial sometida al dominio protestante. El uso que hace Le Fanu del sombrío villano, la mansión prohibida y la heroína perseguida en El tío Silas (1864) muestra la influencia directa del Otranto de Walpole y el Udolfo de Radcliffe. La colección de cuentos de Le Fanu In a Glass Darkly (En un vidrio misterioso, 1872) incluye el superlativo cuento de vampiros Carmilla, que proporcionó sangre fresca para ese hilo particular del gótico e influyó en la novela de vampiros de Bram Stoker, Drácula (1897). El libro de Stoker no solo creó al villano gótico más famoso de la historia, el Conde Drácula, sino que también estableció a Transilvania y Europa del Este como el locus classicus del gótico.
En los Estados Unidos, dos escritores notables de finales del siglo XIX, de tradición gótica, fueron Ambrose Bierce y Robert W. Chambers. Los cuentos de Bierce estaban en la tradición horrífica y pesimista de Poe. Chambers, en cambio, se entregó al estilo decadente de Wilde y Machen, incluso hasta el punto de incluir un personaje llamado 'Wilde' en su El rey de amarillo (1895).
En Canadá, algunas de las obras del escritor Gilbert Parker también pertenecen al género, incluidas las historias de The Lane that Had No Turning (1900).
En Francia se encuentra el cuento El Horla de Guy de Maupassant (1887), y la novela serializada El fantasma de la ópera (1909-1910) del escritor Gastón Leroux es otro ejemplo conocido de ficción gótica de principios del siglo XX.
En Alemania, a principios del siglo XX, muchos autores escribieron obras influenciadas por las Schauerroman, entre ellos Hanns Heinz Ewers.
En Rusia, durante los últimos años del imperio ruso a principios del siglo XX, muchos autores continuaron escribiendo en el género de ficción gótica. Estos incluyen al historiador y escritor de ficción histórica Aleksandr Amfiteátrov, Leonid Andréiev, quien desarrolló la caracterización psicológica, el simbolista Valeri Briúsov, Aleksandr Grin, Antón Chéjov y Aleksandr Kuprin. El premio Nobel Iván Bunin escribió Sukhodo′l (Valle seco, 1912), que se considera influenciada por la literatura gótica. En su monografía sobre el tema, Muireann Maguire escribe: "La centralidad de lo gótico-fantástico en la ficción rusa es casi imposible de exagerar, y ciertamente excepcional en el contexto de la literatura mundial".
La ficción gótica y el modernismo se influyeron mutuamente. Esto a menudo es más evidente en la novela detectivesca, la ficción de terror y la ciencia ficción, pero la influencia del gótico también se puede ver en el alto modernismo literario del siglo XX. El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde, publicado en 1890, inició la reelaboración de formas y mitos literarios más antiguos que se vuelve común en la obra de W. B. Yeats, T. S. Eliot y James Joyce, entre otros. En el Ulises de Joyce (1922), los vivos se transforman en fantasmas, lo que apunta a una Irlanda en estasis en ese momento, pero también a una historia de ciclos de trauma desde la Gran Hambruna en la década de 1840 hasta el momento actual del texto. La forma en que Ulises usa tropos del gótico, como fantasmas y apariciones, mientras elimina los elementos literalmente sobrenaturales de la ficción gótica del siglo XIX, es indicativa de la forma general de escritura gótica modernista de la primera mitad del siglo XX.
En los Estados Unidos, las revistas pulp como Weird Tales reimprimieron cuentos de terror góticos clásicos del siglo anterior, de autores como Poe, Arthur Conan Doyle y Edward Bulwer-Lytton, e imprimieron nuevas historias de autores modernos con horrores tanto tradicionales como nuevos. El más significativo de ellos fue H. P. Lovecraft, quien también escribió un resumen sobre la tradición del horror gótico y sobrenatural en su El horror sobrenatural en la literatura (1936), además de desarrollar un Mythos que influiría en el horror gótico y contemporáneo hasta bien entrado el siglo XXI. El protegido de Lovecraft, Robert Bloch, contribuyó a Weird Tales y escribió Psycho (1959), que se nutrió de los intereses clásicos del género. A partir de estos, el género gótico per se dio paso a la ficción de terror moderna, considerada por algunos críticos literarios como una rama del gótico, aunque otros usan el término para abarcar el género entero.
La vertiente romántica del gótico se retomó en Rebeca (1938) de Daphne du Maurier, que algunos consideran fue influenciada por Jane Eyre de Charlotte Brontë. Otros libros de Du Maurier, como La posada de Jamaica (1936), también muestran tendencias góticas. El trabajo de Du Maurier inspiró a un cuerpo sustancial de "góticos femeninos", sobre heroínas que bien se desmayaban o eran aterrorizadas por hombres byronianos de ceño fruncido, dueños de acres de propiedades inmobiliarias de primera y que tenían su correspondiente droit du seigneur.
El género también influyó en las letras estadounidenses para crear el género gótico sureño, que combina algunas sensibilidades góticas (como lo grotesco) con el entorno y el estilo del sur de los Estados Unidos. Los ejemplos incluyen a Erskine Caldwell, William Faulkner, Carson McCullers, John Kennedy Toole, Manly Wade Wellman, Eudora Welty, Rhodi Hawk, Tennessee Williams, Truman Capote, Flannery O'Connor, Davis Grubb, Anne Rice, Harper Lee y Cormac McCarthy.
Los romances góticos de esta descripción se hicieron populares durante las décadas de 1950, 1960 y 1970, con autores como Phyllis A. Whitney, Joan Aiken, Dorothy Eden, Victoria Holt, Barbara Michaels, Mary Stewart y Jill Tattersall. Muchas incluían portadas que mostraban a una mujer aterrorizada con un atuendo cuasi-transparente frente a un castillo sombrío, a menudo con una sola ventana iluminada. Muchas se publicaron bajo el sello Paperback Library Gothic y se comercializaron para una audiencia femenina. Aunque los autores eran en su mayoría mujeres, algunos hombres escribieron romances góticos con seudónimos femeninos. Por ejemplo, las prolíficas Clarissa Ross y Marilyn Ross eran seudónimos de Dan Ross, y Frank Belknap Long publicó góticos con el nombre de su esposa, Lyda Belknap Long. Otro ejemplo es el del escritor británico Peter O'Donnell, que escribió bajo el seudónimo de Madeleine Brent. Fuera de editoriales como Love Spell, que dejó de publicar en 2010, muy pocos libros parecen publicarse con el término en la actualidad. Exceptuando a la autora y poeta norteamericana M.P. Conn (Maria Pilar Conn), que escribe en castellano ficción gótica con sus novelas La Casa del Marqués y La Canción del Baladre.
No puede decirse que haya existido la novela de terror sino hasta la aparición del terror gótico; estrictamente hablando, la primera novela gótica fue El castillo de Otranto (1764), de Horace Walpole, y la última Melmoth el errabundo (1815), de Charles Maturin.[cita requerida] Entre estos autores, el género se desarrolló con obras como Vathek, de William Beckford (1742, originalmente en francés); Los misterios de Udolfo, de Ann Radcliffe (1794); Las aventuras de Caleb Williams, de William Godwin (Londres, 1794); El monje, de Matthew Lewis (1796), y Manuscrito encontrado en Zaragoza, de Jan Potocki (1805).
Dentro del subgénero narrativo denominado novela, es preciso distinguirla de la narración popular fantástica del folklore y de los cuentos tradicionales de aparecidos, porque se desarrolla fundamentalmente desde fines del siglo XVIII a la actualidad y posee características distintas asociadas al movimiento estético conocido como Romanticismo. En algunos manuales de literatura se hace referencia a la novela gótica también como novela negra, si bien este término puede dar lugar en la actualidad a equívocos.
Las características de este género pasan en primer lugar por una ambientación romántica: paisajes sombríos, bosques tenebrosos, ruinas medievales y castillos con sus respectivos sótanos, criptas y pasadizos bien poblados de fantasmas, ruidos nocturnos, cadenas, esqueletos, demonios... Personajes fascinantes, extraños e insólitos, grandes peligros y a menudo cándidas muchachas en apuros; los elementos sobrenaturales podían aparecer directamente o solamente ser sugeridos. Estas ubicaciones y personajes, en tiempo y espacio, respondían a la demanda de temas exóticos característica de la tendencia al medievalismo, el exotismo y el orientalismo propia de la sensibilidad romántica.
Pese a que no existió un movimiento definido como en otras partes de Europa, diversos escritores rusos incursionaron también en el género aportando relatos que exhiben como tema principal las brujas, los hombres lobos y otros personajes oscuros, propios del folclore eslavo. El primer autor, y más prolífico, en dedicar su pluma a los relatos de terror es Gógol, con algunos cuentos cortos como Viy (que cuenta con más de una adaptación cinematográfica), La noche de San Juan, y La noche de mayo o la ahogada. Otros autores rusos que introdujeron historias de terror fueron, Baratynski (El anillo), Somov (El hombre lobo), Karamzin (La isla de Bornholm) y Lermontov (Stuss).
Según el ensayista César Fuentes Rodríguez, entre las características específicas de la novela gótica se encuentran las siguientes:
El terror moderno es la etapa de la literatura de terror que se desarrolla ya a partir de la primera mitad del siglo XIX por obra de precursores, como el estadounidense Edgar Allan Poe (1809-1849) y el irlandés Joseph Sheridan Le Fanu (1814-1873), cuyas aportaciones, especialmente el llamado terror psicológico, supusieron una profunda transformación de la literatura de terror gótico anterior, de raíces estrictamente románticas, y que, como se ha visto, utilizaba como principal recurso el "susto" y otras técnicas que hoy podrían pasar por anticuadas y rudimentarias.
Ya en las postrimerías del siglo XIX el cuento de horror o de fantasmas experimentaría nuevamente un gran avance como resultado de las aportaciones de los grandes cultivadores que encontró esta modalidad en Inglaterra (alguno sería de otra nacionalidad, como el francés Guy de Maupassant), en las épocas victoriana y eduardiana. Autores como Robert Louis Stevenson, M. R. James, Henry James, Saki (Héctor Hugh Munro) y Arthur Machen, entre otros, ejercerían una profunda renovación de estilos, temas y contenidos que, ya en pleno siglo XX, acabaría desembocando en el último autor mayor del género: el estadounidense Howard Phillips Lovecraft (1890-1937). Con él, el género macabro experimentaría nuevamente un giro de 180 grados.
Este autor, cuyo principal referente, según él mismo confesaba, era su compatriota Poe, fue el creador del llamado "cuento materialista de terror" (por oposición al "espiritualismo" a ultranza propio del relato de fantasmas tradicional). Introdujo, además, en el género elementos y contenidos propios de la naciente ciencia-ficción, lo que tendría amplias repercusiones en toda la literatura y el cine posteriores. Lovecraft, orientándose en principio a partir de las subyugantes fantasías que le proporcionaba su propio mundo onírico, supo conciliar éstas con las enseñanzas de autores de su predilección como el citado Poe, Lord Dunsany, Ambrose Bierce, Algernon Blackwood y William Hope Hodgson, lo que dio como resultado la asombrosa invención de una nueva mitología pagana en pleno siglo XX, los Mitos de Cthulhu, a través de la cual logró dar cumplida expresión a los muchos terrores y obsesiones que anidaban en su personalidad enfermiza. Con todo, desde el punto de vista estilístico, en ocasiones se ha achacado a Lovecraft un estilo encorsetado, abundante en adjetivos y fórmulas repetitivas, que hace que sus argumentos pueden predecirse con facilidad a medida que el lector asimila la técnica del autor.
Es necesario mencionar en este punto al grupo de autores que acompañó a Lovecraft en su alucinante periplo literario, publicando relatos en la famosa revista norteamericana Weird Tales, unos pertenecientes al Círculo de Lovecraft y otros independientes: Robert Bloch, Clark Ashton Smith, Fritz Leiber, Frank Belknap Long, Henry Kuttner, Seabury Quinn, August Derleth, Robert E. Howard, Donald Wandrei, etc., algunos de los cuales, a juzgar por la opinión de ciertos críticos, de valores literariamente discutibles.
Otro autor de interés en este campo, no tan conocido como las versiones cinematográficas de sus obras, es Robert Bloch, autor de la novela Psicosis, uno de los últimos textos que se han añadido al canon de la literatura de terror. otras de sus novelas destacadas son Cría cuervos y Pirómanos. Los lovecraftianos Fritz Leiber y Henry Kuttner escribieron sobre todo novelas de fantasía y ciencia ficción. La mayor contribución de August Derleth, discípulo directo de Lovecraft, ha sido la edición de los textos del mismo, aunque es autor de algún relato de mérito. Robert E. Howard centró su atención más en la fantasía épica: Conan y Sonya la Roja, entre otros personajes famosos, particularmente por las versiones cinematográficas y los cómics.
Uno de los modelos de Lovecraft es el autor inglés, ya citado, William Hope Hodgson al cual se considera precursor del género de horror cósmico creado por aquel. Nacido en 1875 y muerto en 1918, su obra La casa en el confín de la tierra narra en primera persona las peripecias del habitante de una pequeña aldea irlandesa que es raptado por unos seres mitad hombres, mitad bestias, y transportado a otra dimensión.
Pero el escritor que gran parte de la crítica sitúa al lado de Poe, Lovecraft y Maupassant en el panteón de ilustres cultivadores del miedo, es el estadounidense Ambrose Bierce (1842-1914?), quien a través de contundentes filigranas como "Un terror sagrado", "La ventada cegada" o "La cosa maldita" se evidenció como maestro absoluto en la recreación de tensas atmósferas desasosegantes en medio de las cuales estalla de pronto un horror absorbente y feroz.
El tópico del hombre lobo fue introducido en el género por Guy Endore, con su novela "El hombre lobo en París", de 1933, aunque hay claros antecedentes en Capitán de lobos de Alejandro Dumas padre.
La última hornada del género de terror cuenta con figuras literariamente controvertidas, la mayoría procedentes del mundo anglosajón, como Stephen King, Ramsey Campbell y Clive Barker, autores de gran número de best-sellers, algunos de los cuales han sido adaptados con éxito al cine. En los últimos años, la producción de este género se ha trasladado, en gran parte, desde el campo de la literatura al de la cinematografía, la historieta, la televisión y los video-juegos, dando origen a un nuevo subgénero de terror, el gore ('sangre espesa', 'coágulo' en inglés), caracterizado por el fácil recurso a las escenas sangrientas y la casquería barata.
Stephen King resulta muy controvertido por la enorme difusión que ha alcanzado, pero deben discriminarse, dentro de la enorme cantidad de textos que ha producido, los más literarios, como Danza macabra, Salem's Lot o Estaciones diferentes, de los decididamente comerciales, y de gran repercusión igualmente, como El ciclo del hombre lobo. Los textos de Clive Barker frisan a veces con el gore más descarado. Son de gran interés por los altos vuelos de imaginación en ellos desplegados sus Libros de sangre, con historias de horror experimental, como "Cabal" o "En las colinas, las ciudades", y otras que han tenido gran difusión por sus versiones cinematográficas, como Hellraiser, adaptada al cine.
Ramsey Campbell, T. E. D. Klein, Brian Lumley y Anne Rice son autores igualmente dignos de figurar en este apartado. Anne Rice (pseudónimo de Howard Allen Frances O'Brien), es famosa por la novela Entrevista con el vampiro, y por su versión cinematográfica, además de otras obras como Crónicas vampíricas y Brujas. Son continuaciones de la primera Lestat y La reina de los condenados, de la que también existe una versión cinematográfica, además de El ladrón de cuerpos. La autora últimamente ha conciliado ambas series en varias novelas.
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